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lunes, 6 de marzo de 2017

Y toda la calma que nunca he tenido me llega (por Fernando Pessoa)


No sé dónde te he visto ni cuándo.

No sé si ha sido en un cuadro o si ha sido en el campo real, al lado de los árboles y hierbas contemporáneas del cuerpo; ha sido quizás en un cuadro, tan idílica y legible es la memoria que conservo de ti.

No sé cuándo ha sucedido esto, o si realmente ha sucedido -porque puede ser que no te viese ni en un cuadro- pero sé con todo el sentimiento de mi inteligencia que ése ha sido el momento más sosegado de mi vida.

Venías, pastorcilla leve, al lado de un buey manso y enorme, calmosos por el trazo ancho de la carretera. Desde lejos —me parece— os vi, y llegasteis junto a mí y pasasteis. Pareciste no reparar en mi presencia. Ibas lenta y guardadora descuidada del buey grande. Tu mirada se había olvidado de recordar y tenía un gran claro de vida del alma; te había abandonado la conciencia de ti misma. 


Al verte, recordé que las ciudades cambian pero los campos son eternos.

Llaman bíblicos a las piedras y a los montes porque son los mismos, del mismo modo que debieron ser los de los tiempos bíblicos.

Es en la silueta pasajera de tu figura anónima donde pongo toda la evocación de los campos, y toda la calma que nunca he tenido me llega al alma cuando pienso en ti. Tu andar tenía un balanceo leve, un ondular indefinible, en cada gesto tuyo se posaba la idea de un ave; tenías enredaderas invisibles enroscadas alrededor de tu busto. Tu silencio —era la caída de la tarde, y balaba un cansancio de rebaños, cencerreando, por las cuestas pálidas de la hora—, tu silencio era el canto del último pastor que, por olvidado de una égloga nunca escrita por Virgilio, se quedó eternamente encantado y se eterniza en los campos.

Era posible que estuvieras sonriendo; para ti tan sólo, para tu alma, viéndote a ti en tu idea, sonriendo. Pero tus labios estaban tranquilos como el perfil de los montes y el gesto, que no recuerdo, de tus manos rústicas enguirnaldado con flores de los campos.

Ha sido en un cuadro, sí, donde te he visto. ¿Pero de dónde me viene esta idea de que te vi acercarte y pasar a mi lado y yo seguir, sin volverme para atrás para estar viéndote siempre todavía?

Se detiene el Tiempo para dejarte pasar, y yo te amo cuando quiero colocarte en la vida —o en la semejanza de la vida.



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque hayas leído 100 veces a Pessoa, siempre lo lees por primera vez.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Si encuentras un amor que te comprenda
y sientas que te te quiere más que nadie,
entonces yo daré la media vuelta
y me iré con el sol cuando muera la tarde.

TóTUM REVOLÙTUM dijo...

El silencio, si lo dejas callar, te escruta y te interroga.

ORáKULO dijo...

Cuanto menos sabes, más crees.

Isidoro Capdepón dijo...

amigo Heráclito:
desembocan todos todo el tiempo
el mar en las nubes,
las nubes en la lluvia,
la lluvia en los ríos,
los ríos en el mar,
el mar en las nubes,
las nubes en la lluvia,
la lluvia en los ríos,
los ríos en el mar,
el mar en las nubes,
las nubes en la lluvia...
el tiempo todo todos desembocan:
amigo Heráclito

(RAFAEL BALDAYA)