zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 28 de febrero de 2017

Y las mujeres con cubos (por Erri de Luca)


Iban los viejos a las fuentes
y las mujeres con cubos a lo largo del río
mientras el aire silbaba de proyectiles y esquirlas,
la banda musical de los asedios, junto a las sirenas.
Danubio, Sava, Drina, Neretva, Miljacka, Bosna
son los últimos ríos añadidos a las guerras del siglo veinte,
los ejércitos mordían sus orillas, derribaban sus puentes,
luces de ciudad, Chaplin, las luces de aquellas ciudades
estaban todas apagadas.
Alrededor, Europa prosperaba ilesa.
Otras madres arrodilladas acudían a las orillas,
después de que el Volga detuviera en Stalingrado al sexto
ejército de Von Paulus
y lo hiciera retroceder y lo persiguiera hasta el último puente
sobre el Esprea,
ahogando Berlín.
Las aguas de Europa todavía reflejan incendios.
El deshielo del Vístula iluminado por el hambre del gueto:
no fue bastante para el siglo veinte.
El agua en Europa vuelve a costar su equivalente en sangre.



lunes, 27 de febrero de 2017

Sobre esta gruta (por Philip Larkin)


Jan van Hogspeuw se tambalea hasta la puerta

y mea en la tiniebla. La lluvia, fuera,

fluye por surcos de carreta en el barro del camino.

Dentro, Dirk Dogstoerd se sirve un poco más

y eructando humo acerca, con tenazas, un tizón

a la pipa. El viejo Prijck ronca con la borrasca,

encendida la faz de calavera; alguien detrás bebe cerveza

y abre mejillones, y gruñe retazos de canciones

de amor a los jamones colgados de la viga.

Dirk da cartas. Árboles húmedos, del grosor

de un siglo, se agitan en la esfera sin estrellas

sobre esta gruta de quinqués, donde Jan se vuelve,

atiza el fuego, lanza la reina de corazones, pedorrea.


¡Lluvia, viento y fuego! ¡La secreta, la bestial paz!




domingo, 26 de febrero de 2017

Gato adoquín insecto (por Isabel Bono)


Siempre tuve deseos de ser hombre
gato adoquín insecto obra maestra

madera de violín partitura
lienzo pincel amarillo de cadmio

campo de trigo con o sin cuervos
cristal de sal nuez moscada
higuera tronco de olivo
saco de algarrobas

el azul de los témpanos
la lluvia
el mar rojo
toda tu sangre

serlo todo a la vez
y recordarlo



sábado, 25 de febrero de 2017

Para al menos rozar (por Saiz de Marco)



Cabalgaré

sobre los calendarios y las agendas,

sobre los albaranes y las facturas,

sobre el dolor de espalda y la jaqueca,

sobre enjambres de leyes,

sobre juegos sin arte y sudores sin fruto,

sobre quintales métricos y códigos de barras,

sobre planos del Metro,

sobre bolsas de plástico,

sobre horarios de trenes,

sobre mapas del tiempo,

sobre listas de espera,

sobre extractos bancarios,

sobre antiinflamatorios,

sobre la vil materia, la podredumbre, el cieno,

sobre el ruido y la furia, cabalgaré,

cabalgaré

hasta tocar la estrella que

vimos o creímos ver

brillar sobre nosotros,

cabalgaré

para arañar siquiera

-aunque sea tenuemente, a veces un instante
-

su envoltura,


para al menos rozar

su halo de luz.


viernes, 24 de febrero de 2017

Con este árbol (por Mariano Peyrou)


puedes hacer varias cosas con este árbol

cubrirlo de un color original o dibujarlo en tu mente como si fuera un río

talarlo con las uñas hasta modificar tu percepción del tiempo

calcular su altura y equivocarte y no darte cuenta

puedes olerlo como si pensaras sin palabras

esconder sus raíces debajo de la tierra y pintar de verde la más verde de sus hojas

sentarte sobre lo que fue su sombra y esperar a que se haga de día

definirlo para que sea a la vez hermoso y artificial

inventar un incendio y salvarlo

cambiarlo por el derecho a desplazarte por el prado

convertirlo en papel y describirlo de una forma diferente en cada folio

caminar en círculos alrededor de cualquiera de los árboles vecinos

pincharlo con un alfiler para constatar que no se queja

tener una larga conversación a la luz de sus pájaros y descubrir que alberga tantas contradicciones como alas

puedes tomarlo como ejemplo en un ensayo sobre la horizontalidad

amarlo compasivamente pensando en los poderosos vientos que trajeron desde las estrellas la materia que lo forma

palpar su rugosidad con cada uno de los dedos o con la palma entera

lo que no puedes hacer es entenderlo



jueves, 23 de febrero de 2017

Saltar la baranda (por Armando Suárez)


querida po 

como todos los días pensé saltar la baranda
siempre pienso a partir de la tarde saltar la baranda
la caída en el agua la caída en el agua
como la ascensión desde el fondo
para cambiar de cara.
sereno el lago
así no funciona mi cabeza
las manos me traicionan.
es una revelación saltar la baranda
qué me espera fuera del portal
el jardín qué me ofrece
qué hay después que lo alcance.



miércoles, 22 de febrero de 2017

Solo en la noche (por José Ángel Buesa)


Aquí, solo en la noche, ya es posible la muerte.
Morir es poca cosa si tu amor está lejos.

Puedo cerrar los ojos y apagar las estrellas.
Puedo cerrar los ojos y pensar que ya he muerto.

Puedo matar tu nombre pensando que no existes.
Ahora, solo en la noche, sé que todo lo puedo.

Puedo extender los brazos y morir en la sombra,
y sentir el tamaño del mundo en mi silencio.

Puedo cruzar los brazos mirándote desnuda,
y navegar por ríos que nacen en tu sueño.

Sé que todo lo puedo porque la noche es mía,
la gran noche que tiembla de un extraño deseo.

Sé que todo lo puedo, porque puedo olvidarte:
Sí. En esta sombra, solo, sé que todo lo puedo.

Y ya ves: me contento con cerrar bien los ojos
y apagar las estrellas y pensar que me he muerto.


martes, 21 de febrero de 2017

Qué nos espera allí (por Roberto Bolaño)


Qué lugar es ése al que nos llevarán nuestras palabras, las
bellas durmientes, por caminos a menudo distintos, qué eriazo,

qué infierno, qué nos espera allí, Enrique, en esa blancura en la
que nos reuniremos finalmente, qué aullidos, qué silencio,

qué permutaciones nos aguardarán cuando hayamos
atravesado todo lo que hay que atravesar, cuando nos
hayamos despojado de todo, qué olvidos, qué.

En algún lugar infinito se esconde, en un tiempo que nos es
ajeno, que ni siquiera nos molestamos en mensurar, allí, donde
tiene una casa nuestro terror de alquiler.



lunes, 20 de febrero de 2017

Los mismos gestos (por Héctor Abad Faciolince)


Esa felicidad,
esa seguridad
de repetir los mismos gestos cada día.
Exprimir las naranjas,
preparar el café,
tostar las rebanadas
de pan,
untar la mermelada.
Darle a la vida
el ciclo regular de los planetas,
acostarse a las once,
levantarse a las seis,
sentir que cae el agua
tibia, plácida,
encima de tus hombros,
usar siempre
el mismo jabón, el mismo champú,
la misma loción
–la que usaba tu padre–.
Protestar por lo malo
que se ha vuelto el periódico,
el de toda la vida,
el pan de cada día,
y volver a comprarlo
con ese mismo asco resignado
de tener que cagar
una mañana sí y otra también.
Usar siempre los mismos
viejos zapatos que se parecen
más a ti que tus pies.
Vestirte
con el eterno azul
que te vuelve invisible,
felizmente invisible.
Sentir que tú eres tú,
que yo soy yo.
Ir a los mismos sitios,
comer las mismas cosas,
jueves frisoles,
lunes pescado,
sábados arroz...
Visitar a tu hermana todos los veranos
y pensar que envejece,
pero decirle siempre que no cambia,
que no cambie.
Recordar a los muertos
en cada aniversario;
enviar tarjetas cursis
en cada cumpleaños.
Planear de nuevo el viaje
que nunca emprenderemos.
No poder soportar
que ya no haya tranvía,
que hayan movido
la parada del bus
a la otra manzana,
que hayan quebrado los ferrocarriles,
que nadie escriba cartas
y haya que adaptarse
al correo electrónico,
tan vulgar, tan urgente,
la vida un permanente
telegrama.
Resistirse a llevar en el bolsillo
un teléfono,
detestar que el dinero
sea de plástico
y no de plata, de oro o tan siquiera
de papel.
Que el mismo corte de pelo
te lo haga siempre el mismo peluquero,
que tengas siempre gripa por enero,
que el primero
y el quince
llegue la quincena.
Desayunar trancado,
almorzar abundante,
cenar poco,
quejarse de la gota, de la bilis,
de la memoria y de la digestión.
Creer que nunca sueñas.
Recordar ese chiste
de tu única esposa:
“Aquí se picha los viernes
estés vos o no estés vos”,
y hacer hasta lo imposible
cada viernes
por encaramarte en ella
con ganas o sin ganas
porque l’appetito vien mangiando
como dicen en Turín.
Negar que eres un soso,
un rutinario
con el verso aprendido de un amigo:
“La vida se soporta
tan doliente y tan corta
solamente por eso.”
Caminar por la calle ensimismado,
ausente de este mundo,
rumiando en tu cabeza
historias, frases, viajes, desventuras,
crímenes, adulterios, melodramas, incestos,
abortos, heroínas, traiciones, sacrificios,
saber que todo drama
está en tu calavera,
que la gran aventura
ocurre en las paredes de tu cráneo,
que nunca habrá más grande sensación
(orgías, drogas, sueños)
que aquello que imaginas.
Que la vida consiste en perdonarnos
las ofensas que hacemos,
los gestos que no hicimos,
los silencios cobardes,
los fingidos afectos,
las mentiras.
Y escribir cada día,
ganar la lotería
de al menos una frase
que nadie ha dicho nunca,
tener un pensamiento
que todos han tenido,
pero decirlo bien
con todas las vocales,
con todos los sonidos,
con todos los sentidos.
Lograr que la aventura de tu vida
esté en las páginas que escribes,
en los ojos que ahora
pulen un heptasílabo,
quitan o ponen una coma, una tilde, un acento,
en los ojos que ahora se detienen
complacidos tal vez
o entretenidos
en un punto, este punto: . 




domingo, 19 de febrero de 2017

Por el camino de la desposesión (por T.S. Eliot)


Oh oscuro, oscuro, oscuro. Todos ellos caen en lo oscuro,
los espacios vacíos interestelares, el vacío dentro del vacío,
los capitanes, banqueros, eminentes hombres de letras,
los generosos mecenas del arte, los estadistas y los gobernantes,
distinguidos funcionarios, presidentes de muchos comités,
magnates industriales e insignificantes contratistas, todos caen en lo oscuro,
y oscuro el Sol y la Luna, y el Almanaque de Gotha
y la gaceta de la Bolsa, el Directorio de los Directivos,
y frío el sentido y ausente el motivo de la acción.
Y todos vamos con ellos, hacia el funeral silencioso,
el funeral de nadie, porque no hay nadie a quien enterrar.
Yo dije a mi alma, está tranquila, y deja que lo oscuro te invada,
que será la oscuridad de Dios. Como en un teatro
las luces se apagan, porque se va a cambiar la escena,
con un vacío retumbar de alas, con un movimiento de oscuridad en oscuridad,
y sabemos que las colinas y los árboles, el panorama distante
y la atrevida e imponente fachada están siendo retiradas-
O, cuando un vagón subterráneo, en el metro, se para demasiado tiempo entre dos estaciones,
y la conversación se anima y lentamente se apaga en el silencio,
y ves cómo ahonda detrás de cada cara el vacío mental,
quedando sólo el terror creciente de no pensar en nada;
o cuando, bajo el influjo del éter, la mente está consciente, pero consciente de nada-
Yo dije a mi alma, está tranquila, y espera sin esperanza,
porque la esperanza sería esperanza de la cosa equivocada; espera sin amor,
porque el amor sería amor de la cosa equivocada; aún queda la fe,
pero la fe y el amor y la esperanza se encuentran todos en la espera.
Espera sin razón, porque no estás listo para la razón:
Así la oscuridad será la luz, y la quietud el baile.
Susurro de arroyos, y relámpago de invierno.
El tomillo silvestre oculto, y la fresa silvestre,
las risas en el jardín, éxtasis que resuena,
no perdidas, pero necesitadas, apuntando a la agonía
de la muerte y el nacimiento.
Dices que estoy repitiendo
algo que ya he dicho antes. Lo diré otra vez,
¿lo diré otra vez? Para llegar allí,
para llegar donde tú estás, para volver de donde no estás,
debes ir por un camino en el que no haya éxtasis.
Para llegar a lo que no sabes
debes ir por un camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
debes ir a través del camino en que no estás.
Y lo que no sabes es la única cosa que sabes,
y lo que posees es lo que no posees,
y en donde estás es donde no estás.



sábado, 18 de febrero de 2017

Con tu cuerpo (por E. E. Cummings)



me gusta mi cuerpo cuando está con tu

cuerpo. es algo bastante nuevo.

músculos mejor y nervios más.

me gusta tu cuerpo. me gusta lo que hace,

me gustan sus maneras. me gusta sentir la columna

de tu cuerpo y sus huesos, y la temblorosa

firme-suavi-dad que yo

una y otra y otra vez

voy a besar, me gusta besar esto y aquello de ti,

me gusta, lentamente acariciar el, estridente vello

de tu piel eléctrica, y lo-que-le sucede

a la carne que se abre… Y los ojos grandes migajas-de-amor,


y posiblemente me guste la emoción

de debajo de mí tú tan nueva


viernes, 17 de febrero de 2017

Incluso pinchándose el dedo (por Charles Simic)


Sacó una pulga

de la axila de ella

para guardarla

y cuidarla

en una caja de cerillas

incluso pinchándose el dedo

de vez en cuando

para alimentarla

con gotas de sangre.



jueves, 16 de febrero de 2017

Y descubierto su costado frágil (por Sharon Olds)


Vi a mi padre desnudo, una vez, abrí

la puerta azul del baño,

que él siempre trababa –si se abría, no había nada–

y ahí, rodeado de brillantes cerámicas

turquesas, sentado en el inodoro, estaba mi padre,

todo él, y todo él

era piel. En un instante, mi mirada lo recorrió

de un único, súbito, limpio

tirón, hacia arriba: dedos del pie, tobillo,

rodilla, cadera, costilla, cuello,

hombro, codo, muñeca, dedos

mi padre. Se veía tan desprotegido,

sin costuras, y tímido, como una nena en el inodoro,

y si bien yo sabía que estaba sentado ahí

para defecar, no había vergüenza,

había una paz humana. Él me miró,

yo dije Perdón, retrocedí, cerré la puerta

pero lo había visto, mi padre un cordero esquilado,

mi padre una nube en el cielo azul

del baño azul, mi ojo había subido

por la montaña, la ruta sinuosa del

hombre desnudo, había doblado la esquina,

y descubierto su costado frágil –tierna

barriga, frontera de la pélvica cuna.




miércoles, 15 de febrero de 2017

Ese episodio (por Fernando Pessoa)


Todo se me confunde. Cuando creo que recuerdo, es otra cosa la que pienso; si veo, ignoro, y cuando me distraigo, claramente veo.

Vuelvo la espalda a la ventana cenicienta, de cristales fríos a las manos que los tocan. Y llevo conmigo, por un sortilegio de la penumbra, de repente, el interior de la casa antigua, fuera de la cual, en el patio de al lado, el papagayo gritaba; y los ojos se me adormecen de toda la irreparabilidad de haber efectivamente vivido.

Hace dos días que llueve y que cae del cielo ceniciento y frío cierta lluvia, con el color que tiene, que aflige el alma. Hace dos días… Estoy triste de sentir, y pienso en ello a la ventana y al son del agua que gotea y de la lluvia que cae.

Tengo el corazón oprimido y los recuerdos convertidos en angustias. Sin sueño, ni razón para tenerlo, hay en mí un gran deseo de dormir.

Antaño, cuando era niño y feliz, vivía en una casa del patio de al lado la voz de un papagayo verde de colores. Nunca, en los días de lluvia, se le entristecía el decir, y clamaba, sin duda al abrigo, cualquier sentimiento constante, que planeaba en la tristeza como un gramófono anticipado.

¿He pensado en este papagayo porque estoy triste y la infancia lejana lo recuerda? No, he pensado en él realmente porque desde el patio de al lado de ahora una voz de papagayo grita atravesadamente.

Ese episodio de la imaginación al que llamamos realidad.



martes, 14 de febrero de 2017

Se amigó con ellas (por Rafael Cadenas)


El filólogo las espía
les averigua su vida
lugar de nacimiento,
fecha, linaje, eclipses,
regresos, qué desean,
cómo vinieron a dar aquí
donde se esconden para no ver,
a qué hora sufren o si aún cantan.
Hace tanto se amigó con ellas.
Les reprocha, eso sí que se vuelvan
cortesanas, que se alquilen,
que se deshonren,
pero sobre todo que cuando los dictadores
las usan, ellas no les queman los labios.



lunes, 13 de febrero de 2017

Los viejos (por Rolf Jacobsen)


A mí me gustan más los viejos.
Están ahí sentados y nos miran y no nos ven
y bastante tienen con lo suyo,
como los pescadores en las riberas de los grandes ríos,
inmóviles como piedras
en la noche estival.
A mí me gustan mucho los pescadores en las riberas de los ríos
y los viejos y los que salen a la calle tras una larga enfermedad.

Tienen algo en los ojos
que el mundo ya no ve
los viejos, como convalecientes
cuyos pies aún no son lo bastante fuertes para sostenerlos
y con la frente pálida como después de la fiebre.


Los viejos
que vuelven a ser ellos mismos lentamente,
se disuelven despacio
y como el humo imperceptiblemente se transforman
en sueño
y luz.



domingo, 12 de febrero de 2017

Palomas (por Carolina Musa)


Esas palomas van
del tanque de agua al cable del cable al suelo
del suelo al alero tanque cable suelo alero rutina implacable que veo ya no espero
más la revolución palomosa.

Suelo:
Pelean por miguitas, las muy mierdas.
Picotean el agua de los charcos.
Alero:

La taza rueda de mi mano
ensucia el piso con manzanilla y trozos de cerámica:

dos palomas
torcazas grises entre tanque y alero
descansan en mi balcón.

Van y vienen con palitos
los amontonan
en la maceta sin planta pronto
el nido, dos huevos.

Incuban por turnos:
la paloma de noche, el palomo de día
o viceversa, no sé cuál es cuál.

Cielo espléndido de primavera.
En el despliegue de puntos de fuga no
distingo a mis palomas, sólo líneas.

A veces pienso que estoy en este mundo con una única finalidad:
mirar palomas.

Los pichones rompen el huevo
el mismo día, son idénticos.

A veces pienso que estoy en este mundo con una única finalidad:
mirar palomas.

Los pichones caminan entre las dos macetas
aletean hasta la baranda del balcón.
Vuelan. Ya no vuelven.
Tanque:

Me apresuro a deshacer el nido.
Saludo.
Desinfecto.

Cable.
Suelo.
Alero.


sábado, 11 de febrero de 2017

La isla (por Juan Cobos Wilkins)


No la busques, la Isla
te encontrará a ti.
En esos bares
en los que siempre cenas solo,
en la obsesión por contemplar un día
la aurora boreal, en las horas
de fiebre cuando desde el escalofrío
de la sábana mirabas
cobijarse de la lluvia
a los inflados gorriones. Incluso
mientras, indiferente, escéptico,
oficias a un dios desconocido.
Donde estés
-entre el tedio o la frivolidad
fugitiva- allí
donde quiera que te escondas,
la Isla encuentra al náufrago.



viernes, 10 de febrero de 2017

Truncado (por Aitor Suárez)


manchas
que lavar

omisiones
que suplir

heridas
que curar

senderos
que recorrer

rumbos
que corregir

errores
que deshacer

palabras
que borrar

páginas
que escribir

daños
que reparar

piezas
que mover

nudos
que desatar

y sin embargo
hay que irse
no hay tiempo para más

ya suena el reloj máximo
el gong del implacable cronómetro
de dentro

forzado a abandonar
a desertar de aquí


yo y nada más que yo
y tan sólo lo puesto
no ha lugar a equipaje

con tanto a medio hacer
pendiente de mí
abierto

con tanto inacabado una orden de destierro
que no sé quién imparte
-déjalo todo y
vete



jueves, 9 de febrero de 2017

Y aún no puedo abarcarte (por Juan Gelman)


Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,

mis manos, mi cabeza,


y lo que es más, mi soledad, la gran señora

[como un día de mayo dulcísimo de otoño]


y lo que es más aún todo mi olvido

[para que lo deshagas y dures en la noche,

en la tormenta, en la desgracia]


y más aún te di mi muerte


veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,


y aún no puedo abarcarte,

sigue creciendo como un fuego,


y me destruyes me construyes eres oscura como la luz.





miércoles, 8 de febrero de 2017

O el torbellino (por Unai Velasco)


Lo que se lleva esa casa de ahí por delante es un viento muy fuerte.
Por eso queríamos crecer a salvo buscar
un lugar mejor nos llamaban los cazatornados
era la mayor serie de tormentas en doce años mejor
permanecer juntos vivíamos
para esto nos decíamos
que vivíamos para esto comiendo hamburguesas en casa
de la tía Meg y todo el rato pensando en el área de succión
cuál
pensábamos y no sabíamos hacia dónde crecer qué viento
volteaba los postes sin desperdigarlos no teníamos
ni idea teníamos a Dorothy I y a
Dorothy II y a cuatro Dorothys más y las hamburguesas sabían
tan bien y el cielo se estaba poniendo verdaderamente verde
por donde crecía crecíamos juntos en la canción o el
torbellino buscar el eje cuál comer la carne
de Oklahoma besar la mejilla de la tía Meg siempre
siempre siempre juntos Rabbit Joey Heinze y
Dusty y Joe y Bill también hacia el centro hacia el eje de succión
cuál
crecer como un perro que corretea junto al porche
y no se aleja demasiado era
la mayor tormenta de los últimos doce años y nos parecíamos
tanto a las mazorcas ni te imaginas uno y luego otro y otro como
postes de pino en hilera poderosa
al viento
al viento distinto que nos reúne
que no nos tumba y nos mantiene aquí porque
gira sobre sí mismo.
Hacia ese lugar crecíamos.


martes, 7 de febrero de 2017

Si estuviera fría (por John Keats)


Esta mano viviente, ahora tibia y capaz

de agarrar firmemente, si estuviera fría

y en el silencio helado de la tumba,

de tal modo hechizaría tus días y congelaría tus sueños

que desearías tu propio corazón secar de sangre

para que en mis venas roja vida corriera otra vez,

y tú aquietar tu conciencia, —la ves, aquí esta—

la sostengo frente a ti. 



lunes, 6 de febrero de 2017

Hombre valiente (por Wallace Stevens)


El sol, ese hombre valiente,
acude por las ramas tendidas a la espera,
ese hombre valiente.

Ojos verdes sombríos
bajo formas oscuras de la hierba
se dan a la fuga.

Las estrellas virtuosas, pálidas riendas y espuelas puntiagudas,
se dan a la fuga.

Temores de mi cama,
temores de vida y temores de muerte,
se dan a la fuga.

El hombre valiente asciende desde abajo
y camina sin meditación, ese hombre valiente.



domingo, 5 de febrero de 2017

Salir al mar (por Emily Dickinson)



Para el alma nacida tierra adentro

salir al mar es júbilo,

dejar atrás las casas, la ribera,

meterse en la profunda Eternidad.

Hemos vivido siempre entre montañas,

pero ¿puede el marino comprender

la divina embriaguez

de la primera legua por el mar?



sábado, 4 de febrero de 2017

Lamento por los pies de Andrew Sinclair (por Juan Gelman)


cuando en Toledo Ohio andrew sinclair
empezó a caminar sobre el mundo
dijo "esto es así" y no lloró
pensó lo verde de la época

acostó la cabeza en los pechos maternos como fatigado de pronto por tanta comprobación
los pechos daban flores de leche que caían al piso
y calentaban la memoria
ahora que andrew sinclair es grande

andrew sinclair es grande o es triste
con candelas encendidas pasó lo bajo de la noche
¡oh corazón ardiente hecho pedazos!
los fue sembrando como fieras o furias

¿pero andrew sinclair está aquí?
¿todavía hace sonar su tristeza como un terrible cañón?
¿no caza pajaritos?
¿anda por ahí andrew sinclair?

en la mitad de su memoria la mamá está de pie
dándoles de comer a las gallinas o lavando los platos
con manos lentas bellas grises
que daban brillo como el sol

y abrigaban al andrew sinclair ¡ah caminante!
los demonios del valle le comieron los pies
pero él se inclinaba bajo el sol
brillando como madre

los demonios tienen dos cuernos en la cabeza y pelos en los pies
y echan llamas por la boca y el culo
se comen los ratones sin pelar
bailan como gitanos se beben de un trago medio balde de agua

pero andrew sinclair no
él tiene un joven corazón
lleno de islas con tigres y garzas
bellísimo bellísimo

abajo de andrew sinclair había un río
y más abajo un sol
y debajo la noche
para nosotros dos



¿Todavía existen? (por Charles Simic)


No he tenido noticias de los animales.

¿Todavía existen? Aquellos sapos

a los que conocía tan bien. Y los zorros,

¿todavía andan por ahí en la oscuridad?


Imposible. Donde un caballo solía pastar

en mis sueños –Hay un vacío, el borde de un precipicio

donde me columpio

sin pericia y con mucha suerte.


Parece que ahora tendré que construir

mi bestiario de algún otro modo:

sin un hueso o un ojo,

incluso sin una huella de sangre en la nieve,

y con los ladridos

siguiéndome de cerca.


Solo, sin un modelo-

de mí dependerá

imaginar, fuera de las piedras

y de los escombros que quedan, una nueva especie


Un diente,

una ubre

llena de leche.


viernes, 3 de febrero de 2017

En equilibrio (por Miguel Ángel Petrecca)


El fruto desmenuzado de estos árboles va dejando en la vereda una capa gruesa, graffitis ilegibles, superpuestos, escudos de clubes de fútbol y leyendas de cumpleaños en la pared se han ido sumando de a poco, sobre la mano de pintura que cada enero, en unas horas, formatea la entera superficie. La cruz de la farmacia titiló un instante antes de prenderse y el custodio una vez más como la figura dentro de un reloj cucú salió y volvió a entrar. De punta a punta del dial pasó agarrando pedazos de canciones. Aunque una especie de empate hegemónico mantiene así por el momento en equilibrio las trincheras opuestas de la enfermedad y la salud, la bisagra nunca está en realidad tan lejos como uno piensa, parece decir la chica que atraviesa ahora el espejo retrovisor con unas radiografías o algo así en un sobre, como los mensajeros que llevaban entre sus cartas, sin saberlo, una con su propia sentencia.



jueves, 2 de febrero de 2017

Lluvia (por Antonio Gamoneda)


Ha de llover


Hay sequía en la luz y la ceniza llora,

como mi madre, sin lágrimas.


Ha de llover.


Ha de llover hasta que se levanten los maíces sagrados y sea posible la celebración de la muerte.

Ha de llover.


¿Por qué no? ¿ Por qué no ha de llover

en la tiniebla intestinal y en las hirvientes médulas?


Ha de llover

en los niños frenéticos y en los adoradores nocturnos

y en los ancianos extraviados en la música.


Ha de llover

en el aire poblado de ausentes y en la felicidad ensangrentada.


Ha de llover sobre esta piedra enferma

donde, en la noche, cunde un resplandor

procedente de astros inservibles.


Ha de llover. Tiene que llover con dulzura

sobre los suicidas del amanecer.


Ha de llover

en la superficie cristianizada por la industria. Ha de llover

hasta que aúllen las alondras y,

bajo las catenarias, en Vega Magaz,

los ferroviarios se desnuden

y detengan la máquina que llora.


Ha de llover en la extremaunción

sacramentalmente perversa. Ha de llover

en el interior del hierro y en el pensamiento

de los cianóticos y

de los niños prematuros.


Ha de llover

sobre las secretarias parturientas,

sobre los tísicos y los asesinos,

sobre los comandantes y las monjas.


Ha de llover en los prostíbulos

y en los ministerios incomprensibles

y en las fístulas eternas. Sí,


ha de llover. Y las serpientes

aprenderán a silbar con dulzura

unas seiscientas melodías olvidadas. Son

reconocibles por su olor a sombra

y a sustancia inguinal. Dichas serpientes

han de silbar en las cajas de ahorro

y en los urinarios y en las tumbas.


Ha de llover. Hoy es martes

de salvación. Hoy resucitan

los fusilados de Villamañán.


Ha de llover en las grandes letrinas

notariales hasta que aparezcan los títulos

de propiedad de la luz y de la tristeza hipotecaria

y las cartas de amor de Francisco Franco.


Ha de llover, ha de llover dulcemente, sobre las niñas que abortan en octubre y

sobre los padres invisibles.


Ha de llover en la agonía de Jorge Pedrero

y sobre los visitantes clandestinos.


Ha de llover. Causa analógica:

se sabe que los agonizantes son felices

rodeados de llanto.


Ha de llover,


ha de llover sobre los huesos de Felipe Segundo

y de los Caídos por Dios y por España.


Agua para los prostáticos

y su dolor universal, agua también

para los sifilíticos y los curas.


Agua para los Borbones,

y para los mendigos y las mujeres desnudas

que gritaron los gritos amarillos

de mil novecientos treinta y seis.


Ha de llover.


Ha de llover en los pantanos

rebosantes (se dice) de fascismo y de

melancolía azul. Han de existir

poderosas razones ecuménicas

para que llueva en los pantanos. Ha

de ser físicamente necesario a causa

de la prosperidad del incesto y de los cuchillos

olvidados en las iglesias. Ha

de llover.


Ha de llover, sí, pero no han de olvidarse

los manantiales del odio ni las acequias

secretas de los monasterios ni

la humedad de las sociedades anónimas.


Ha de llover jamás y siempre. Con

desesperación agraria. Ha de llover

hasta que enloquezcan los metales

y el sílice y las inmensas madres

del Barrio de la Sal.

Ha de llover.

Ha de llover ya.

¿Está lloviendo?


Sí, está lloviendo. Las madres,

bajo la lluvia, van

al penal incesante. Son blancas y locas,

llevan fuego y amor.

Ah de la lluvia,

ah del amor, ah del fuego.

Llueve

en mi pasado y en mis venas. Va a llover

también en mi desaparición.

Ah de la lluvia

sobre las madres locas. Ya arde, bajo el agua,

San Marcos con amor, ya están ardiendo

dulcemente los juicios sumarísimos.


Ah de la lluvia.



miércoles, 1 de febrero de 2017

Pero este hombre no ve (por Cesare Pavese)


Lo difícil es sentarse sin hacerse notar.
Lo demás viene por añadidura. Tres sorbos
y retorna el deseo de imaginarse solo.
Se abre de par en par un fondo de zumbidos distantes,
todo se dispersa y haber nacido y contemplar la copa
constituye un milagro. El trabajo
(el hombre solo no puede dejar de pensar en el trabajo)
vuelve a ser el antiguo destino que es hermoso sufrir
para poder pensar en él. Después los ojos clavan
su mirada en el aire, dolientes, como si estuvieran ciegos.

Si este hombre se alza de nuevo y va a acostarse a su casa,
parece un ciego que ha extraviado el camino. Cualquiera
puede salir de un rincón y machacarlo a golpes.
Puede salir una mujer y tenderse en la calle,
joven y bella, bajo otro hombre, gimiendo
igual como gimió una mujer con él hace tiempo.
Pero este hombre no ve. Va a su casa a acostarse
y la vida no es más que un zumbido de silencio.

Al desnudar a este hombre, se encuentran miembros exhaustos
y pelo brutal, aquí y allá. ¿Quién diría
que por este hombre circulan venas tibias
en que hace tiempo quemaba la vida? Nadie creería
que una mujer hubiese acariciado, hace tiempo,
aquel cuerpo y besado aquel cuerpo, que tiembla,
y lo hubiese bañado con lágrimas, ahora que el hombre,
que ya ha llegado a su casa, no consigue dormir, pero gime.