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miércoles, 21 de diciembre de 2016

He visto a un ojo moribundo (por Emily Dickinson)


He visto a un ojo moribundo

dar vueltas y más vueltas en un cuarto

buscando algo —parecía—.

Luego empezó a nublarse

y luego a oscurecer de niebla.

Luego a cerrarse en soldadura

sin revelar qué era aquello

que le hubiera salvado, de ser visto.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Querrían los muertos volver a la vida, si pudieran (¿pueden)?

ORáKULO dijo...

Hay más cosas que tiempo para hacerlas.

cajón desastre dijo...

Yo mismo, si espero un rato, puedo ser enemigo de mis opiniones.

(BORGES)

todo está en BORGES dijo...


Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. El que agradece que en la tierra haya música. El que descubre con placer una etimología. Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. El ceramista que premedita un color y una forma. Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. El que acaricia a un animal dormido. El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. El que prefiere que los otros tengan razón. Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.