zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 29 de febrero de 2016

Aunque tarde (por Luz Olier)


Con esa ingratitud de los párvulos años
les gritaba:
“¡Yo a nadie le pedí venir al mundo!
Y ellos, maniatados por pactos de secretos ajenos,
destilaban silencios y miradas furtivas.

Fueron los suyos días de las mil prohibiciones,
días de cantilenas de misas y beatas.
Amar era pecado,
y el odio hacia el hermano era virtud bizarra
en el nombre de Dios y de la Patria.
Con el yugo y las flechas,
asfixia y amenaza de la idea,
se marcaban los nombres de los pueblos
y el luto de las muertes silenciadas
velaba las pupilas.

Pero ella era muy joven y a salvo de la muerte,
sus únicas batallas eran contra las normas
que aprisionan pasiones, que encierran los deseos
y que impiden rasgar el fin del horizonte.

Era tanto su peso de amargura que tenía que huir
para salvarse,
volar hacia las nubes sin descanso
hasta quemar sus alas.
¿Me habéis dado la vida? ¡Vaya cosa!
¡No es regalo, es veneno!
Así gritaba quien era la invención
de la noche de un dios enamorado.

Los años han cubierto con silencios de nieve
quejas y rebeldía.
Ya sabe que vivir es la mayor ofrenda
y, aunque tarde,
quiere escribir su gratitud ardiente
encima de las olas que les sirven de lápida.


domingo, 28 de febrero de 2016

Escucho sus pasos (por Wislawa Szymborska)


Aprovecho el más antiguo derecho de la imaginación

y por primera vez en la vida convoco a los muertos,

observo sus rostros, escucho sus pasos,

aunque sé que el que ha muerto ha muerto de verdad.


Ya es hora de tomar nuestra propia cabeza entre las manos

y decirle: pobre Yorick, ¿dónde está tu ignorancia,

dónde tu confianza ciega, dónde tu ingenuidad,

tu ya-saldrá-de-alguna-forma, el equilibrio de tu alma

entre la verdad comprobada y la no comprobada?


Creí en su traición, creí en que no merecen nombre

ya que la mala hierba se burla de sus desconocidas tumbas

y los imitan los cuervos y las nevascas se mofan de ellos

—pero éstos fueron, Yorick, sólo falsos testigos.


La eternidad de los muertos dura

mientras se les paga con memoria,

moneda inestable. Y no hay día

en que alguien no pierda su eternidad.


Hoy de la eternidad sé aún más:

se puede dar y quitar.

Al que se ha llamado traidor

tiene que morir junto con su nombre.

Pero nuestro poder sobre los muertos

exige una balanza imperturbable:

para que el juicio no se haga de noche

y para que el juez no esté desnudo.


La tierra hierve y ellos, que ya son tierra,

se levantan, terrón tras terrón, puñado a puñado,

salen del silencio, vuelven a sus nombres,

a la memoria del pueblo, a los laureles y aplausos.


¿Dónde está mi poder sobre las palabras?

Las palabras cayeron al fondo de las lágrimas,

palabras, palabras incapaces de resucitar a la gente,

descripción muerta como una fotografía junto al resplandor

del magnesio.

Y ni siquiera a un mínimo aliento los puedo despertar

yo, Sísifo asignado al infierno de la poesía.



Vienen hacia nosotros. Y filosos como diamantes

—en las vitrinas brillosas por enfrente,

en las ventanas de acogedores departamentos,

en los lentes rosados, en los vasos,

cerebros, corazones—  calladamente van cortando.

sábado, 27 de febrero de 2016

No sabe que allí estaba (por Miguel D´ Ors)


Ese niño que llega, cartera remolona,
botines desatados, al colegio de Sánchez
no sabe que sus pasos felices por Sevilla
-luz, patios, calles, cales- le acercan a Collioure.

París, rue Vaugirard. Ese muchacho
gris y desmadejado que avanza hacia el otoño
verleniano del hondo Jardín de Luxemburgo
no sabe que camina hacia Collioure.

Por la alameda de oro -Soria pura-,
lentos enamorados demorándose,
mirándose en el Duero -Soria pura-. La novia,
con manos inocentes,
sacude la ceniza -tiza acaso-
del hombro del poeta, que no sabe
que tan dulces senderos le llevan a Collioure.

El señor que, enlutado como un cirio,
con su bastón y pasos soñolientos
-domingo provincial- sube a los olivares
de Baeza no sabe que sube hacia Collioure.

El viejo arrebujado en sus recuerdos
que mira cómo pasan,
vertiginosos, los naranjos por la ventana
del coche, y los aspira -Levante azul-, no sabe
que por aquella ruta de flores y palomas
y muchachas se está acercando a Collioure.

Un súbito frenazo, la puerta abierta, el frío
látigo de la lluvia. Sale a la noche y anda
entre voces anónimas, oscuras,
y olor a bajamar. La lluvia. Unas preguntas
francesas, tan extrañas como un sueño, la lluvia,
los papeles, la lluvia, los gendarmes mojados
alzando la cadena fronteriza.
Igual que un sueño todo.
Francia, ya clareando, y aquel cartel: «COLLIOURE»,
nombre jamás oído. No sabe que allí estaba,
desde siempre, esperándole su muerte.

viernes, 26 de febrero de 2016

Cautivos que se ignoran (por Joaquín Giannuzzi)

Quinientas habitaciones tiene este edificio.

No sé quién vive del otro lado de la pared.

Aplico a veces el oído, como un médico

en el pecho del enfermo.

Hay un rumor de océano remoto,

extraños y oscuros mensajes viscerales,

que no alcanzo a descifrar. En alguna parte

del bloque de cemento gorgotea el agua

como en un intestino activo. Discontinua

confusión de voces que se apagan, se alejan y regresan

en un grito cortado. Cautivos que se ignoran,

atados a una vida que fermenta en terribles

emociones aisladas. Alguien golpea

una pared infinita, pero su código es privado.

No hay señales entre nosotros.


jueves, 25 de febrero de 2016

No cierro (por Joan Margarit)

Han llamado a la puerta pero al abrir no hay nadie.
Pienso en los que amo y no vendrán. No cierro.
No es posible ninguna bienvenida.
Espero con la mano sobre el marco.
La vida se ha afianzado en el dolor
como una casa sobre los cimientos.
Sé por quién me demoro
dejando el haz de luz hospitalario
en la desierta calle.


miércoles, 24 de febrero de 2016

Capullos de mi sangre (por Walt Whitman)


Perfumados herbajes de mi pecho,

hojas tuyas recojo, escribo, a fin de investigarlas mejor luego,

hojas del cementerio, hojas del cuerpo que crecen sobre mí, sobre la muerte,

vivas raíces, altas hojas, el invierno no habrá de helaros, hojas delicadas,

año tras año floreceréis de nuevo, saldréis de donde estabais retiradas.

No sé si serán muchos los que al pasar observen que estáis ahí presentes o aspiren vuestros suaves aromas, pero algunos lo harán.

¡Esbeltas hojas! ¡Capullos de mi sangre!, os permito que habléis a vuestro modo de ese gran corazón que tenéis ahí debajo,

no comprendo vuestro significado oculto, no dais felicidad,

sois con frecuencia tan amargas que no puedo aguantaros, me pincháis, me quemáis.

Y sin embargo me parecéis hermosas, raíces de tan suaves colores, me recordáis la muerte,

la muerte, por vosotras, se me antoja muy hermosa (¿qué es de verdad hermoso, a excepción del amor y la muerte?).

Estoy pensando que no entono aquí mi canto a los amantes por honrar a la vida sino por honrar a la muerte,

que crece tan solemne y serena para subir al cielo de aquellos que se aman.

Vida o muerte es lo mismo; mi alma renuncia a tener que elegir

(tal vez la muerte sea la mejor bienvenida para el alma sublime de aquellos que se aman),

Oh muerte, pienso ahora que estas horas significan realmente lo mismo que tú dices,

¡creced más alto, dulces hojas, para que pueda veros! ¡arraigad en mi pecho!

¡Dejad el corazón que se encuentra allí oculto!

¡No os repleguéis así en vuestras raíces, tímidas hojas, esmaltadas de rosa!,

no os demoréis allí avergonzados, herbajes de mi pecho,

venid, estoy resuelto a desnudar el ancho pecho mío que tanto tiempo reprimí.

Caprichosas y emblemáticas hojas, os dejo, de nada me servís,

diré sin más lo que debo decir,

proclamaré tan sólo mi ser y el de mis camaradas, no volveré a hacer oír otra voz más que la de ellos,

encenderé reflejos inmortales en todos los estados,

me ofreceré en ejemplo a los amantes para que cobren voluntades y formas en todos los estados,

pronunciaré palabras que exalten a la muerte.

Dame tu acento, muerte, para que pueda armonizar contigo,

dame tu ser, porque percibo ahora que tú me perteneces por encima de todo y que tú y el amor estáis estrechamente unidos,

no dejaré que te burles de mí con lo que yo llamaba vida,

porque ahora he comprendido que tú eres el ser más esencial,

que te escondes, por alguna razón, en esas formas cambiantes de la vida, que existen sobre todo para ti,

que tú, la realidad real, surges tras ella si permaneces,

que, tras la máscara de lo material, aguardas muy paciente, sin importarte el tiempo,

que tal vez algún día acabarás dominándolo todo,

y que quizá disipes este mundo de sombras y apariencias,

que tal vez eres eso a lo que todo tiende mas no perdura,

pero tú perdurarás.

martes, 23 de febrero de 2016

Me habría gustado quedarme a su lado (por Sharon Olds)

Cuando el médico residente auscultó el corazon detenido
yo lo miré, como si él o yo
fuéramos salvajes, fuéramos de otro mundo:
yo había perdido el lenguaje de los gestos,
no sabía qué significaba para un extraño
levantar la bata y ver el cuerpo desnudo de mi padre.
Mi rostro estaba mojado, el de mi padre
apenas húmedo con el sudor de su vida,
estos últimos minutos de trabajo duro.
Yo estaba recostada en la pared, en un rincón,
y él estaba echado en la cama, los dos hacíamos algo,
y todos los demás creían en el Dios Cristiano,
llamaban a mi padre la cáscara sobre la cama,
sólo yo sabía que se había ido del todo,
sólo yo le dije adiós a su cuerpo
que era todo cuanto él era. Sujeté con fuerza
su pie, pensé en ese anciano esquimal
que sostiene la popa de la canoa mortuoria,
y lo abandoné suavemente al mundo de las cosas.
Sentí la sequedad de sus labios
en los míos, sentí la levedad de mi beso
mover su cabeza sobre la almohada
así como se mueven las cosas
como por su propia cuenta en el agua mansa,
sentí sus cabellos de lobo en mis dedos,
se tambaleaban las paredes, el suelo,
el techo giraba como si no estuviera yo
saliendo del cuarto sino el cuarto
alejándose de mí. Me habría gustado
quedarme a su lado, cabalgar junto a él
mientras lo llevaban al lugar donde lo cremarían,
verlo entrar a salvo en el fuego,
tocar sus cenizas tibias, y después llevar
mi dedo hasta mi lengua. A la mañana siguiente,
sentí el cuerpo de mi esposo
aplastándome dulcemente como una pesa
sobre algo blando, una fruta, su cuerpo asiéndome
a este mundo con firmeza. Sí, las lágrimas brotaron,
como el zumo o el azúcar de la fruta.
Se adelgaza la piel, se rompe, se rasga: hay
leyes en este mundo y según ellas vivimos.

lunes, 22 de febrero de 2016

Donde te invento (por Julio Cortázar)

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y
cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese
pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en
una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.


domingo, 21 de febrero de 2016

Lo buscamos (por Enrique Solinas)

Con el padre íbamos a pescar al río,
eran tiempos lejanos y violentos,
como ya sabrás.
Los peces desaparecían y nadie
era capaz de preguntar por ellos.
Yo prefería bañarme en el río,
que el río me abrace, me atraviese,
entrar en su cuerpo, con la certeza
de que nadie se baña dos veces
en las mismas aguas.
El padre pescaba y luego,
devolvía al río sus peces.
“Cada cosa en su lugar”,
decía el padre,
“lo que viene del agua,
al agua debe ir”.

Con el padre íbamos a pescar al río,
había peces de colores diversos,
como ya sabrás.
Yo tenía siete años y me creía pez,
compartía con ellos
un ritual incomprensible.
Había uno que siempre aparecía
y tenía el color de la esperanza.
Había uno que siempre se mostraba
y de repente desapareció.

Lo buscamos por toda la eternidad,
lo buscamos, lo buscamos
a lo largo y a lo ancho del río.
Nadie quiso decir en dónde estaba.
Nadie pudo explicar
adónde van
los peces cuando mueren.

Y todavía hoy,
que ha pasado el tiempo,
cierro los ojos y recuerdo,
y me sumerjo en las aguas,
otra vez.

Viene hacia mí de nuevo
el pez de la esperanza.

Voy de nuevo hacia él,
como la única verdad posible.


sábado, 20 de febrero de 2016

Madera de balsa (por Raymond Carver)

Mi viejo parado frente a la cocina sostiene
sobre la hornalla encendida una sartén
en la que prepara un revuelto de huevos y sesos.
Yo me pregunto: ¿Quién tiene hambre esta mañana ?
En un día como el de hoy siento en mi cuerpo
la porosa fragilidad de la madera de balsa.
Las palabras flotan en el aire. Algo ha sido dicho.
Mami lo dijo. ¿Qué es lo que dijo?
Algo, estoy seguro, relacionado con el dinero.
Quiero ayudarlos. Lo haré si no desayuno.
Mi viejo le da la espalda a la cocina oxidada.
Grita: “Estoy en un pozo”,
Vuelve a gritar: “No me hundas más”.
La luz se filtra a través de la ventana.
Alguien llora.
Lo único que puedo recordar es el olor intenso
del seso y los huevos quemados en la sartén.
La mañana entera mezclada con otros deshechos
es arrojada al cubo de la basura.
Minutos más tarde salimos en el auto hacia la quema,
un viaje de unos 15 Km., no nos hablamos en el trayecto.
En los montículos, oscuros, malolientes,
tiramos nuestras cajas y bolsas de basura.
Las ratas chillan, emiten cortos silbidos,
se mueven arrastrando el vientre hinchado
entre los restos de los desperdicios putrefactos.
Volvemos al auto y observamos el fuego, las llamas,
el humo espeso que se adhiere a los charcos negros.
El motor del auto sigue en marcha.
Huelo el aroma del cemento para pegar avioncitos
que ha quedado adherido a la punta de mis dedos.
Él me observa cuando acerco los dedos a mi nariz.
Después mira hacia otro lado, mira hacia el pueblo.
Quiere decir algo pero no puede.
Está a un millón de kilómetros. De distancia.
Los dos estamos muy lejos, y alguien sigue llorando.
En ese momento yo empecé a comprender
cómo es posible estar en un sitio y en otro lugar también.

viernes, 19 de febrero de 2016

Y con tu salvación repruébame (por Herman Melville)

Niño de mi feliz amanecer
cuando aún vivías conmigo, y enviabas
tu arco iris por sobre la vida y el tiempo,
¡incluso sobre la Esperanza, mi esposa, y madre para ti!,
oh, nutrido en el dulce aire pastoral
alimentado de flores, luz y rocío de los prados matinales,
sálvame, y con tu salvación repruébame;
pero no, no reproches mi escaso temple fértil y mi inestable humor
aunque celoso de tu amplio futuro te haya sellado en un dócil destino.
¿Acaso hubiera podido salvarte del temeroso ladrón
incluso ignorando el triunfo de la más insincera y unánime mediocridad?
Descansa, pues, libre, completamente libre
mecido en los brazos de la serena noche.


jueves, 18 de febrero de 2016

De pie (por Fabio Morábito)

En la naturaleza
todo está de pie:
los árboles,
los pájaros que están
sobre los árboles,
las hojas que se estiran
para limpiarse de las ramas.
Y cada uno piensa que los otros
son el suelo.
Las hojas creen
que toda rama está acostada
y ciega,
los pájaros
que el árbol ya no crece,
que es una especie de ruina,
y el árbol cree
que no hay más árboles,
no cree más que en sí mismo.
Nadie soporta que el sustrato
en que se apoya
tenga una vida propia,
que no esté muerto,
extinto,
que sea ligero.
Para sentirse vivo
hay que pisar una desolación,
algo que ya no tiene nada
que decir.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Poema para gritar entre las ruinas (por Louis Aragon)


Escupamos los dos escupamos
Sobre lo que hemos amado
Sobre lo que hemos amado juntos
Si tú quieres pues esto es bien un aire de vals y yo imagino
Lo que pasa entre nosotros de sombrío e inigualable
Como un diálogo de espejos abandonados
Con la consigna en alguna parte Foligno quizás
O la Auvernia o la Bourboule
Algunos nombres están cargados de un trueno lejano
Quieres escupamos los dos sobre esos países inmensos
Donde se pasean pequeños automóviles de alquiler
Quieres pues es necesario que algo aún
Que algo
Nos reúna quieres escupamos
Los dos es un vals
Una especie de llanto cómodo
Escupamos escupamos pequeños automóviles
Escupamos es la consigna
Un vals de espejos
Un diálogo en ninguna parte
Escucha esos países inmensos donde el viento
llora sobre lo que hemos amado
Uno de ellos es un caballo que se acoda en la tierra
El otro un muerto agitando una enagua el otro
La huella de tus pasos Recuerdo un pueblo desierto
A espaldas de una montaña encendida
Recuerdo tu espalda
Recuerdo tu codo
Recuerdo tu enagua
Recuerdo tus pasos
Recuerdo una ciudad donde no hay caballos
Recuerdo tu mirada que ha quemado
Mi corazón desierto un muerto Mazeppa que un caballo
Lleve ante mí como ese día en la montaña
La ebriedad precipitaba mi carrera a través de los robles mártires
Que sangraban proféticamente mientras
el día se debilitaba sobre camiones azules
Recuerdo tantas cosas
Tantas noches
Tantas habitaciones
Tantas caminatas
Tanta cólera
Tantos altos en lugares inexistentes
Donde se despertaba no obstante el espíritu de misterio igual
Al grito de un niño ciego en una estación de frontera
Recuerdo
Hablo entonces en pasado Que alguien ría
Si el corazón os habla del sonido de mis palabras
Amó Fue Vino Acarició
esperó Espió las escaleras que crujieron
Oh violencias violencias soy un hombre obsesionado
Esperó Esperó pozos profundos
He creído morir de espera
El silencio afilaba lápices en la calle
Ese taxi que tosía va a reventar a otra parte
Esperó Esperó las voces sofocadas
Ante la puerta el lenguaje de las puertas
Hipo de las casas esperó
Los objetos familiares tomaban por turno
Esperó el aspecto fantasmal Esperó
Los condenados evadidos Esperó Santo Cielo
Una cárcel de destellos y de pronto
No Estúpido No
Idiota
El calzado ha aplastado la lana de la alfombra
Retorno apenas
Amó Amó Amó
Pero tú no puedes saber cuánto
Amó es en pasado
Amó Amó Amó Amó Amó
Oh violencias

Tienen buenas violencias aquellos
Que hablan del amor como de una historia de cocina
Ah mierda por todo ese falso semblante
Sabes cuando aquello deviene verdaderamente una historia
El amor
Sabes
Cuando toda respiración se torna trágica
Cuando los colores del día son los que los convierte en risa
Un aire una sombra de sombra un nombre arrojado
Que todo arda y que se sepa en el fondo
Que todo arde
Y que se diga Que todo arda
Y el cielo tiene el gusto de la arena dispersa
El amor hijos de puta el amor para ustedes
es llegar a acostarse juntos
Llegar
Y luego Ja Ja todo el amor es eso
Y luego
Llegamos a hablar de lo que significa
Acostarse juntos durante años
Escucháis
Durante años
Semejantes a velas marinas que caen
Sobre el puente de un navío cargado de apestados
En una película que he visto recientemente
Una a una
La rosa blanca muere como la rosa roja
Qué es lo que entonces me conmueve a tal punto
En estas últimas palabras
La palabra última quizá palabra en que
Todo es atroz atrozmente irreparable
Y desgarrante Palabra pantera Palabra eléctrica
Silla
La ultima palabra de amor Imagináis eso
Y el último beso
Y la última
Displicencia
Y el último sueño Qué divertido
Ah todo toma este sentido abominable
Yo quería decir los últimos instantes
Los últimos adioses el último suspiro
La última mirada
El horror el horror el horror
Durante años el horror
Escupamos quieres
Sobre lo que hemos amado juntos
Escupamos sobre el amor
Sobre nuestras camas desechas
Sobre nuestro silencio y sobre las palabras balbuceadas
Sobre las estrellas fueron ellas
Tus ojos
Sobre el sol fuese él
Tus dientes
Sobre la eternidad fuera ella
Tu boca
Y sobre nuestro amor
Fuera él
TU amor
Escupamos quieres

martes, 16 de febrero de 2016

En mi corazón (por Li-Young Lee)

Enterré a mi padre
en el cielo.
Desde entonces, los pájaros
lo limpian y peinan cada mañana
y lo tapan con las sábanas hasta arriba
cada noche.

Enterré a mi padre bajo tierra.
Desde entonces, mis escaleras
sólo van hacia abajo
y toda la tierra se convirtió en una casa
cuyos cuartos son las horas, cuyas puertas
permanecen abiertas a la tarde, recibiendo
a un invitado tras otro.
A veces veo detrás de ellos
las mesas dispuestas para un casamiento.

Enterré a mi padre en mi corazón.
Ahora crece dentro de mí mi extraño hijo,
mi pequeña raíz que no bebe leche,
pequeño y pálido pie hundido en la noche,
pequeño reloj que sale recién mojado
del fuego, pequeña uva, padre del futuro
vino, un hijo fruto de su propio hijo,
pequeño padre que rescato con mi vida.


lunes, 15 de febrero de 2016

Eso es lo que lloro (por Rose McLarney)


Una vez Jerónimo Matute montó su caballo

hasta el bar, pidió una bebida y se la tragó

sin apearse. Muchas tardes


su caballo entraba en casa mientras mi madre

servía la cena y él gritaba: ¡Mejor a tiempo que invitado!

Casi cada mañana, al amanecer


galopaba hacia el mar, enlucía con arena

el vello gris de su pecho, se arrancaba el parche de su ojo

blanco y ciego y gritaba con todas sus fuerzas. Hoy


ha muerto. Pero ¿no es cierto que en el continente

donde una vez le conocí tal color se oscurece

bajo una colocasia, sorbe caña de azúcar, golpea


fichas de dominó sobre un barril de aceite resonante?

El juego sigue, el ron en la habitación trasera,

esa vida,


la de los hurras de Matute o los monos aulladores

que me despertaban de mi sueño infantil. Es su

pérdida, su simpatía por el otro. Eso es lo que lloro,


al despertarme con sólo café negro, toda esta mañana silenciosa.

domingo, 14 de febrero de 2016

Hay una esquina (por Aníbal Núñez)


Aquí, al volver el sol, han confluido
mi sangre con tu sangre de noviembre:
verde seco es vasija de otro verde
seco que abarca toda la costumbre
de renacer -cenizas son
los días diecinueve y cada noche
en que Saturno manda en las estrellas-

No hay lugar para ti y para mí juntos
en esta ciudad rota en la que somos
tú y yo, no lo mejor de cada uno
sino tú y yo. No hay sitio.
Hay una esquina
que, aunque lugar de citas imposibles,
es el único punto que nos queda
para que la belleza del encuentro
y el dolor consecuente a la belleza
dignifiquen al menos nuestra ausencia.


sábado, 13 de febrero de 2016

O esto es un juego (por Juan Gelman)


Sucio fue el día de la mariposa muerta.
Acerquémonos
a besar la hermosura reventada y sagrada de sus pétalos
que iban volando libres, y esto es decirlo todo, cuando
sopló la Arruga, y nada
sino ese precipicio que de golpe,
y únicamente nada.

Guárdela el pavimento salobre si la puede
guardar, entre el aceite y el aullido
de la rueda mortal.
O esto es un juego
que se parece a otro cuando nos echan tierra.
Porque también la Arruga…

O no la guarde nadie. O no nos guarde
larva, y salgamos dónde por último del miedo:
a ver qué pasa, hermosa.
Tú que aún duermes ahí
en el lujo de tanta belleza, dinos cómo
o, por lo menos, cuándo.

viernes, 12 de febrero de 2016

Nunca estoy despierto (por Fernando Pessoa)


Estoy casi convencido de que nunca estoy despierto. No sé si no sueño cuando vivo, si no vivo cuando sueño, o si el sueño y la vida son en mí cosas mixtas, entrecruzadas, de las que mi ser consciente se forme por interpenetración.

A veces, en plena vida activa, en que, evidentemente, me siento tan claramente como todos los demás, viene a mi suposición una sensación extraña de duda; no sé si existo, siento como posible ser un sueño ajeno, se me figura, casi carnalmente, que podré ser personaje de una novela, moviéndome, en las ondas largas de un estilo, en la verdad hecha de una gran narración.

He reparado, muchas veces, en que ciertos personajes de novela adquieren para nosotros un relieve que nunca podrían conseguir quienes son nuestros conocidos y amigos, quienes hablan con
nosotros y nos oyen, en la vida visible y real. Y esto me hace soñar la pregunta de si no será todo, en esta totalidad del mundo, una serie entreinsertada de sueños y novelas, como cajitas dentro de cajitas mayores —unas dentro de otras y éstas en más—, siendo todo una historia con historias, como las Mil y Una Noches, sucediendo falsa en la noche eterna.

Si pienso, todo me parece absurdo; si siento, todo me parece extraño; si quiero, el que quiere es algo que hay en mí. Siempre que en mí hay acción, reconozco que no he sido yo. Si sueño, parece que me escriben. Si siento, parece que me pintan. Si quiero, parece que me ponen en un vehículo, como a la mercancía que se envía, y que avanzo con un movimiento que me parece propio hacia donde no quise que fuese sino después de estar allí.

¡Qué confusión es todo! ¡Cuánto mejor es ver que pensar, y leer que escribir! Lo que veo, puede ser que me engañe, pero no lo creo mío. Lo que leo, puede ser que me pese, pero no me perturba haberlo escrito. ¡Cómo duele todo si lo pensamos como conscientes de pensar, como seres espirituales en quienes se ha dado ese segundo desdoblamiento de la conciencia mediante el cual sabemos que sabemos! Aunque el día esté lindísimo, no puedo dejar de pensar así… Pensar o sentir, ¿o qué tercera cosa entre los escenarios puestos aparte? Tedios del crepúsculo y del desaliño, abanicos cerrados, cansancio de haber tenido que vivir…


jueves, 11 de febrero de 2016

Pasión de noche (por Vicente Aleixandre)


Venías cerrada, hermética,

a ramalazos de viento

crudo, por calles tajadas

a golpe de rachas, seco.

Planos simultáneos  —sombras:

abierta, cerrada—. Suelos.

De bocas de frío, el frío.

Se arremolinaba el viento

en torno tuyo, ya a pique

de cercenarte fiel. Cuerpo

diestro. De negro. Ceñida

de cuchillas. Solo, escueto,

el perfil se defendía

rasado por los aceros.


Tubo. Calle cuesta arriba.

Gris de plomo. La hora, el tiempo.

Ojos metidos, profundos,

bajo el arco firme, negro.

Veladores del camino

—ángulos, sombras— siniestros.

Te pasan ángulos —calle,

calle, calle, calle—. Tiemblos.

Asechanzas rasan filos

por ti. Dibujan tu cuerpo

sobre el fondo azul profundo

de ti misma, ya postrero.

Meteoro de negrura.

Tu bulto. Cometa. Lienzos

de pared limitan cauces

hacia noche solo abiertos.


Cortas luces, cortas agrios

paredones de misterio,

haces camino escapada

de la tarde, frío el gesto,

contra cruces, contra luces,

amenazada de aceros

de viento. Pasión de noche

enciende, farol del pecho,

el corazón, y derribas

sed de negror y silencios.

miércoles, 10 de febrero de 2016

No me ha sido posible (por Luis García Montero)


Da vergüenza decirlo

Con los ojos vendados,
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
al refugio sereno donde guardé mi vida.
Da vergüenza decirlo,
pero a veces los años construyen una casa
de medios sentimientos,
de verdades medianas,
de pasiones dormidas como animales viejos,
de cenizas y sueños humillados.
Y el cuerpo se acostumbra,
y las sombras apoyan su cabeza
en un pecho de sombra,
y el corazón se siente en paz o se doblega
a una derrota cómoda sin heridas mortales.

Da vergüenza decirlo.

Con los ojos vendados
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
a mi mundo sereno de verdades a medias.
No me ha sido posible.

Esta noche insegura,
que mueve los relojes con la prisa
de tu pulso más vivo,
me envuelve y me repite:
no te ha sido posible.

Esta noche de viento,
que fue soltando amarras hasta quedarse tuya
como un delirio de melena negra,
me llama y me confirma:
no te ha sido posible.

Esta noche de gente
que pasa por las calles con tus ojos,
con la forma que tienes de vestirte,
con tu sonrisa de país lejano,
esta noche me empuja y me convence:
no te ha sido posible.

Y aquí estoy yo,
que voy soltando amarras hasta quedarme tuyo
y camino hacia el mar
con los ojos cerrados,
como una barca deja su refugio,
una barca feliz que se repite:
no me ha sido posible,
porque nada me importa,
sólo tu piel,
la piel de una tormenta.

Da vergüenza decirlo.

martes, 9 de febrero de 2016

Menos aquella hora (por Miguel d´ Ors)


Amando, Amandiño, que eras de Corredoira,
cómo vuelve esta noche, con qué mágica luz,
aquel baño silvestre, y nuestras cabriolas
desnudas por el prado salpicado de bostas,
y aquella canción tuya, amigo agreste, bucanero de siete años
-«Ay, ay, ay, bendito es el borracho»-,
bajando por las hondas carballeiras
desmedida, insistente y en pelotas.
De aquel verano todo se ha perdido
menos aquella hora
maravillosamente sediciosa.

Después
tú te quedaste por tu mundo, libre de calendarios;
yo me adentré en el olor intacto de los nuevos libros.
De ellos salía el camino que -cursos, gentes ciudades-
me ha traído hasta esto.

Y ahora que contemplo mi vida
y me vienen ganas de darle una limosna,
les pregunto a los años
qué habrá sido de ti, Amandiño, amigo de un verano;
qué habrá sido de mí.

lunes, 8 de febrero de 2016

Como un pronunciamiento (por José Ángel Valente)

Estaba la mujer con sus dos senos,

su única cabeza giratoria,

la longitud de su sonrisa, el aire

de estar y de alejarse sabiamente fingido.


Estaba rodeada de sí misma,

de admiración opaca y compartida,

bajo la oscura luz de las miradas.


La complacencia del estar henchía

de estólida ternura los objetos cercanos.


Estaba en pie sumándose a su cuerpo.

Las palabras sonaban conllevando sentidos

superfluos y crasos.


Giraba la mujer.

Rebasaba su órbita

como un pronunciamiento

de todo lo que es bello,

vacío, ritual, sonoro, triste.


domingo, 7 de febrero de 2016

Cosas que puedes hacer cuando estés muerto (por Michael McNeilley)


pon monedas fantasmas

en los parquímetros

pasados de hora



métete dentro de Al Gore

y enséñale a

bailar



visita a tus ex

y juega a ser poltergeist

a la hora de la cama



siéntate en las simas de las montañas

y en el fondo

de los océanos



conviértete en genio

y concede deseos

a los buenos



persigue a los políticos

y escupe en

sus martinis



salva a los pequeños

de los pervertidos sexuales

y de los taxis con prisa



susurra en los oídos

de los evangelizadores de tv

acerca de la maldad del dinero



bebe jugo de ciruelas fantasma

y ciérnete

sobre la casa blanca



siéntate con los viejos

y escucha

sus historias



vive con los gorilas

los gorriones

los elefantes



muéstrale a sadam hussein

el verdadero significado

de la locura



sé el fantasma de la

navidad pasada

presente y futura



ahuyenta a los monstruos

que están debajo de las camas

de los niños



despierta a todos los dictadores

muy temprano

todas las mañanas



cubre a los amantes

con aquel pequeño y privado

silencio



si la muerte fuera

así tan divertida quién

querría seguir viviendo


sábado, 6 de febrero de 2016

Quién no interpreta -haikus- (por Aitor Suárez)


¿Qué o quién escribe
el entero Argumento,
el total Guion?

.....

Ese libreto
del que supuestamente
no es autor nadie.

.….

La veraz trama.
El relato real:
el que va en serio.

…..

Lo no ficticio.
Lo que no pide ser
imaginado.

…..

El anticuento:
el “érase una vez…
lo que sí pasa”.

.....


Una subtrama
de la global Novela,
en cada vida.

…..

Un figurante
del supremo Teatro,
en cada ser.

.....

¿Quién no simula?
¿Quién no es actor o actriz?
¿Quién no interpreta?


.....

¿Y quién no finge
hasta el punto de no
saber que finge?

.....

Hoy como ayer:
maquíllate, disfrázate
y sal a escena.

.....

¿Y ahora qué debe
decir, qué debe hacer
mi personaje?

.....

¿Quién te ha asignado
este rol en la trama,
este papel?

.....

Si te quitases
la máscara… Si te
des-disfrazases…

.....

De ti, ¿qué parte
es postiza?; y ¿cuál
es tuya propia?

.....

Ni sé qué trozo
es máscara, ni sé
qué trozo es piel.

.....

La trama sigue,
la narración avanza
pero ¿hacia dónde?

.....

Realidad:
el único relato
que no es un cuento.

viernes, 5 de febrero de 2016

Materia de testamento (por Gonzalo Rojas)


A mi padre, como corresponde, de Coquimbo a Lebu, todo el mar,
a mi madre la rotación de la Tierra,
al asma de Abraham Pizarro aunque no se me entienda un tren de humo,
a don Héctor el apellido May que le robaron,
a Débora su mujer el tercero día de las rosas,
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas,
a Vallejo que no llega, la mesa puesta con un solo servicio,
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos,
al Torreón del Renegado donde no estoy nunca, Dios,
a mi infancia, ese potro colorado,
a la adolescencia, el abismo,
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino con su paciencia de santo,
a las mariposas los alerzales del sur,
a Hilda, l' amour fou, y ella está ahí durmiendo,
a Rodrigo Tomás mi primogénito el número áureo del coraje y el alumbramiento,
a Concepción un espejo roto,
a Gonzalo hijo el salto alto de la Poesía por encima de mi cabeza,
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura y espero que me inviten,
a Valparaíso esa lágrima,
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil siglo XXI listo para el vuelo,
a Santiago de Chile con sus 5 millones la mitología que le falta,
al año 73 la mierda,
al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional,
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado,
a la nieve manchada con nuestra sangre otro Nüremberg,
a los desaparecidos la grandeza de haber sido hombres en el suplicio y haber muerto cantando,
al Lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas,
a las 300 a la vez, el riesgo,
a las adivinas, su esbeltez,
a la calle 42 de New York City el paraíso,
a Wall Street un dólar cincuenta,
a la torrencialidad de estos días, nada,
a los vecinos con ese perro que no me deja dormir, ninguna cosa,
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer en el silabario de Heráclito, el encantamiento,
a Apollinaire la llave del infinito que le dejó Huidobro,
al surrealismo, él mismo,
a Buñuel el papel de rey que se sabía de memoria,
a la enumeración caótica el hastío,
a la Muerte un crucifijo grande de latón.

jueves, 4 de febrero de 2016

A partir de la mezcla (por Joaquín O. Giannuzzi)


Bajo la lluvia nocturna, una tumba caótica

de cosas abandonadas a sí mismas

que demora en cerrarse. Pero todavía el conjunto

puede volverse creador sobre su propio sueño.

En esta decantación del desorden

una fría suciedad pegajosa, un estado de frontera

de objetos a punto de perder su identidad.

En la inmóvil confusión gotea el agua

silenciosa. Envuelve llantas reventadas,

botellas astilladas, ruinas de plástico, recipientes chupados,

cajones despanzurrados, metales llevados

a un límite de torsión, quebraduras,

andrajos no identificados, asimetrías tornasoladas

por la grasa negra. He aquí una crisis de negación

en esta abandonada degradación intelectual

de criaturas seriadas, nacidas a partir

de la materia martirizada, la idea y el deleite

y que fueron manipuladas, raspadas, roídas, girando

sobre chapas rígidas y correas de transmisión

y en definitiva condenadas por lo monótono.

Pero en aquella derrota humana de las cosas,

en los desperdicios mojados podían descubrirse

figuras creadas a partir de la mezcla,

diseños irreales arrebatados a lo fortuito:

y entre gotas de lluvia y aceite quemado

una intención de belleza y de formas cumplidas

bajo la maloliente oscuridad.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Sólo en los extremos (por Roberto Juarroz)


Voy perdiendo las zonas intermedias.

Percibo sólo lo muy cercano

o lo muy lejano.


Este cambio radical de los sentidos

o quizá este surgimiento de un sentido distinto

confirma mi sospecha

de que sólo en los extremos

habita lo real.


El infinito no es igualmente infinito en todas partes.


En sus puntos más intensos

las mayores distancias se reabsorben.

La lección mayor del infinito

es dejar de ser a veces infinito.


martes, 2 de febrero de 2016

Las alucionaciones (por Antonio Rivero Taravillo)


Las alucinaciones

no son menos reales que los hechos,

y más cercanas.

Estos suceden fuera;

aquellas, dentro.


Por las venas de la carne

la sangre corre.

Por las venas de las alucinaciones

vamos nosotros prisioneros.


Vuelta del revés nos acaricia

la consistente piel de los fantasmas. 


lunes, 1 de febrero de 2016

Demasiado cerca (por Wislawa Szymborska)


Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
entre raíces de árboles. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antes en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
pero he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida.
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
se han sentado ángeles caídos.