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viernes, 6 de noviembre de 2015

Una muerte en un barrio (por Charles Bukowski)


hablaba con los ratones y los gorriones

y su cabello era blanco a los 16.

su padre le golpeaba todos los días y su madre

encendía velas en la iglesia.

su abuela iba mientras el niño dormía

y rezaba para que el diablo lo dejara libre

de su poder sobre él

mientras su madre escuchaba y lloraba sobre la

biblia.


parecía no darse cuenta de las chicas

parecía no darse cuenta de los juegos de los chicos

no parecía darse cuenta de mucho

simplemente no parecía interesado.


tenía una muy grande, fea boca y los dientes

le sobresalían

y sus ojos eran pequeños y sin brillo.

tenía los hombros caídos y la espalda encorvada

como la de un viejo.


vivía en nuestro vecindario.

hablábamos de él cuando nos aburríamos y después

pasábamos a cosas más interesantes.

muy pocas veces salía de su casa. nos hubiera gustado

torturarlo

pero su padre

que era un hombre enorme y terrible

lo torturaba por

nosotros.


un día el chico murió. a los 17 todavía era un

niño. una muerte en un barrio pequeño se conoce

enseguida y se olvida 3 o 4 días

después.


pero la muerte de este chico pareció quedarse con

todos nosotros. seguimos hablando de ello

con nuestras voces de niños-hombres

a las 6 p.m. justo antes del anochecer

justo antes de la cena.


y cada vez que conduzco a través de ese barrio ahora

décadas después

sigo pensando en su muerte

mientras que he olvidado todas las otras muertes

y todo lo demás que sucedió

entonces.

3 comentarios:

Cide Hamete Benengeli dijo...

Como los pájaros cantan
el trino de sus amores,
así canto yo la jota
para aliviar mis dolores.

Anónimo dijo...

La memoria guarda lo que se le antoja, borra lo que le viene en gana y no tiene que dar explicaciones.

hAiKu dijo...


En una mano
por debajo del burka
lleva un smart-phone.

(CUQUI COVALEDA)