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miércoles, 25 de marzo de 2015

Hay un desconocido (por Gabriel Celaya)

¡Qué extraño es verme aquí sentado,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar,
y oír como una lejana catarata que la vida se derrumba,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar!

¡Qué extraño es verme aquí sentado!
¡Qué extraño verme como una planta que respira,
y sentir en el pecho un pájaro encerrado,
y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas!

¡Qué extraño es verme aquí sentado,
y agarrarme una mano con la otra,
y tocarme, y sonreír, y decir en voz alta
mi propio nombre tan falto de sentido!

¡Oh, qué extraño, qué horriblemente extraño!
La sorpresa hace mudo mi espanto.
Hay un desconocido que me habita
y habla como si no fuera yo mismo.

9 comentarios:

hAiKu dijo...

No sabes cuántos
viven bajo tu nombre
y entre tu piel.

(RAFAEL BALDAYA)

Cide Hamete Benengeli dijo...

La señora del gaiteiro
es mujer de gran fortuna.
Tiene dos flautas pa ella
y otras no tienen ninguna.

hAiKu dijo...

Machado en ruso,
despojado de rima,
otro poeta.

(CUQUI COVALEDA)

Cide Hamete Benengeli dijo...


No te tapes con pinturas
los colores de tu cara,
que solo las casas viejas
se revocan la fachada.

Dimes Y Diretes dijo...


Un travestí de revista
va dir un dia a un convergent:
“La vida fóra menys trista
si en Jordi fos la florista
i la Marta el president”.
.......

(Un travesti de revista
díjole un día a un convergente:
“La vida sería menos triste
Si Jordi fuera florista
Y Marta presidente".)

-SALVADOR OLIVA-

ORáKULO dijo...


La mentira es rápida pero la verdad es tenaz.

hAiKu dijo...


Páncreas, estómago,
hígado, corazón…:
turbinas, máquinas.

(RAFAEL BALDAYA)

casa de citas dijo...


Es tarde pero es nuestra hora. Es tarde pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer el futuro. Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía. Es tarde pero es madrugada, si insistimos un poco.

(PEDRO CASALDÁLIGA)

Dimes Y Diretes dijo...


Sólo con que los políticos fueran más perezosos seríamos mucho más felices. El hombre perezoso se guarda de cometer los crímenes más repugnantes, y muchos de los motivos que hacen que sacrifiquemos el inocente placer del ocio en aras del trabajo se cuentan entre los más innobles: la soberbia, la codicia, la emulación, la vanagloria y, por encima de todos, el deseo de poder.

(WAUGH)