zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 31 de diciembre de 2015

Qué mezclados (por Miguel d´ Ors)


Qué cerca cada instante, qué mezclados

con nuestras vidas, y a la vez qué ajenos,

los insectos.

Las moscas machadianas,

inoportunas, tercas, en los ojos,

en la nariz del muerto; los mosquitos

que también participan a su modo

en las lunas de miel, las vacaciones,

las rupturas de muchos de nosotros;

las pulgas que en la ropa de Cervantes

compartieron con él el cautiverio;

la mariposa intrusa en un partido

histórico de fútbol —a ella nunca

la expulsarán del campo—; la carcoma

que roía la mesa en que Galdós

iba escribiendo su Misericordia;

las chinches que en las pútridas trincheras

del frente de Gandesa aquel agosto

del año 38 recibían

también el fuego de ametralladora;

la momentánea avispa que atraviesa

el caballete de Monet; el grillo

que ahora mismo entreteje su compás

con el compás humano de estos versos.


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Un orden para un significado (por Joaquín Giannuzzi)

En tu cerebro harapiento entró Mozart:

una ética absoluta, fresco y antiguo.

Cuántas cosas desde el mundo lo ocupaban,

pesadas. Puertas, caminos,

y montañas de polvo que reclamaban

un orden para un significado.

Pero el violín circuló

y todas las desesperaciones lo seguían

en círculos, como perros que no alcanzan

el tema central, la intensidad secreta,

el solo de Mozart en su cielo obligado.

martes, 29 de diciembre de 2015

Mis ojos buscan eso (por Roberto Juarroz)


Una red de mirada
mantiene unido al mundo,
no lo deja caerse.
Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,
mis ojos van a apoyarse en una espalda
que puede ser de dios.
Sin embargo,
ellos buscan otra red, otro hilo,
que anda cerrando ojos con un traje prestado
y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.
Mis ojos buscan eso
que nos hace sacarnos los zapatos
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo
o inventar un pájaro
para averiguar si existe el aire
o crear un mundo
para saber si hay dios
o ponernos el sombrero
para comprobar que existimos.


lunes, 28 de diciembre de 2015

Se me quedó mirando (por Billy Collins)


Tan pronto como el viejo camarero
puso ante mí la orden, el pescado
se me quedó mirando
con ese ojo plano iridiscente.

y cara de qué lástima me das
comiendo solo en ese restaurante
espantoso, bajo una luz inhóspita
y entre atroces murales de Sicilia.

—También tú me das lástima, arrancado
del mar y ahora ahí tendido muerto
junto a patatas hervidas aquí en Pittsburgh
—le respondí alzando el tenedor.

Así mi cena en la ciudad ajena
de ríos y de puentes encendidos
se roció con limón y vino frío
pero también con compasión y pena

aun ya ido el plato y la cabeza
del pescado mirándome y la bóveda
de sus huesos terriblemente expuestos,
con solo perejil como mortaja.


domingo, 27 de diciembre de 2015

Moscas (por Robin Robertson)


Arde el cuarto en el sol de la mañana,
en las claras ventanas zumban moscas:
golpes y cabezazos en el vidrio. Tronando
una cae de la luz al suelo, negra
vibración susurrante en la pared
previa al arranque y al despegue:
otra vez el gimiente vuelo bajo, otra vez
la incursión infructuosa por el mundo exterior.
Caen en mi mesa y en mis manos, giran
vueltas de espaldas su morosa muerte
en las baldosas blancas, a un lado
y luego al otro, trompos chilladores
que comienzan y paran, en un chisporroteo
de cables en cortocircuito, y gimen
pidiendo un pisotón.


sábado, 26 de diciembre de 2015

Los sucesivos velos (por Olga Orozco)


Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo para sustituir los jardines del edén
sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ése tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer y a destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.


viernes, 25 de diciembre de 2015

Me basta (por Fernando Pessoa)


No sé si es amor que tienes, o amor que finges,

el que me das. Me lo das. Tanto me basta.

Pues no lo soy por edad,

sea joven por error.

Poco nos dan los dioses, y lo poco es falso.

Pero, si lo dan, aunque falso, la dádiva

es verdadera. Acepto,

cierro los ojos: es bastante.


jueves, 24 de diciembre de 2015

Los ejes chirrían (por Agustín Fernández Mallo)


Me gustaría bañarme en mi propia saliva para evitar
todo contacto con aquello que no soy, sin embargo
oigo dos ruidos. Que levante la mano quien no haya pasado
horas mirando cómo por un hilo un charco
desagua en otro charco. Sobre una guía telefónica,
que llena de números muertos da mucha pena,
descansan pocillos de café, platos mal apilados, pareciera
que en cualquier momento quisiera convertirse en un fregadero.
O el trigo y el arroz: nunca han sido del bosque los alimentos
que han salvado a los humanos.
Pelo una manzana
hasta unas lágrimas sólidas que hay en su corazón. Las como.
Los ejes chirrían.
Cada vez que oyes un ruido, hay un eje. Cada vez
que oyes dos ruidos, una conversación.
Nadie habla solo.
El tic-tac de la lluvia está pensado para numerar el mundo,
mejor dicho, es el vivo retrato del mundo pero en abstracto.
El agua de la bañera está desnuda
-el mar es otra cosa, no consigo
responder a esta pregunta: ¿beben agua los peces?, ¿tienen sed?,
¿son sus agallas el aro roto
de un recién circuncidado?-
Oigo dos ruidos.
Sale el sol, imprime el mundo en papel continuo,
por eso no te enteras. El hombre del tiempo estará
agujereando las nubes, te pido que aceleres, me gustaría
llegar a la desembocadura del valle antes de que la noche
nos agujeree a nosotros. Hablamos
de la arbitrariedad de las constelaciones, de trazar otras líneas
entre esos sedimentos del big bang y los neumáticos del coche.
Con las yemas de los dedos amplío y reduzco el tamaño
de tu rostro en la pantalla, también una vez vi a un panadero amasar una mezcla de cereal y agua.
Manifiéstate.
Siempre estaba viajando, siempre solo. En un maletín,
como un dique desprendido, acosado por las olas
aguardaba nuestro futuro.
Nos traía chucherías de los aeropuertos. Es ahora -oigo dos ruidos,
oigo tantos ruidos-
cuando por primera vez viajamos juntos.
Eres utópico porque no tienes
un lugar asignado.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Mi cuerpo ya no era más mi cuerpo (por Pamela Rahn)


Anoche me soñé muerta.
mi cuerpo flotaba en un río lleno de escombros
seguro de su dirección
asqueroso pero paciente
me vi muerta pero no me vi muriendo
no sentí el dolor tan solo sentí la muerte
mis manos blancas ya no eran blancas
escurrían sangre que fluía junto con el agua de río
pero tenía sentido
era sangre de vida que abrazando la muerte
anoche me soñé muerta
me soñé olvidada
junto a la náusea y la basura
me soñé inmóvil en posición fetal
llevada como una piedra a través de la corriente
las ranas caminaban encima de mí
mi boca abierta era refugio de insectos
mi cuerpo ya no era más mi cuerpo
era carroña de pájaros
despojo de huesos arrasados
alimento de vuelo
anoche me soñé muerta
me sabía muerta
me entendía muerta
pero tenía hambre.

martes, 22 de diciembre de 2015

El hocico negro húmedo aún (por Tuija Nieminen Kristofersson)


El oso yace boca arriba con las patas traseras humeando, el hocico negro húmedo aún, huellas de sangre en la tierra, los perros ladrando, se acercan, gruñen, saltan como lo hacen los perros cazadores cuando olfatean la sangre de un oso.

El ojo del oso ya no los ve ni ve la alegría del cazador, sólo mira hacia lo más hondo de su bosque, su bosque de moras boreales.

Cuando un oso muere, su alma huye volando con alas de helechos amarillos en el calor que se hace más fuerte.

El aire tiembla, vibra, el agua mana detrás de las rocas, y un mar brillante brota y encandila, fluye, corre al fin a través de la pata herida.


lunes, 21 de diciembre de 2015

El tiempo llueve (por Eliseo Diego)


Sí, la nostalgia está naciendo en el poniente

de la viejas estampas amarillas. Escucha:

la brisa entre las hojas del eucalipto ardiente

se despide, y la penumbra en el espejo es mucha.

La visión de la tarde caduca, del ciprés

mal hecho, del camino junto a los templos rotos

-y la joven que se hunde, morada, en el revés

del mundo, mientras huyen los pájaros remotos-

en la estancia que asombra la picuala, nos hiere

con un vago estupor. Otro imposible, ciego

rincón de flores que una violenta luz prefiere,

salta en la porcelana, devora como fuego

y se apaga de pronto con las nubes. ¿Quién mira,

desde qué sitio, los silenciosos paisajes

donde, abolido, el tiempo llueve su inmóvil ira?

Su nostalgia, llegándonos desde el pino salvaje,

nos va helando también los graves ornamentos

del reloj y de las sillas. Pero la estampa triste

de París en otoño, su casto movimiento,

como la dicha pobre, convence al fin, existe.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Pero sólo un hombre amó tu alma (por William Butler Yeats)


Cuando estés vieja y gris y soñolienta

y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,

léelo lentamente y sueña con la suave mirada

y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.


Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia

y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,

pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina

y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.


E inclinada ante las relumbrantes brasas

murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor

y anduvo en lo alto de las altas montañas

y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Enfrentar un muro (por Czeslaw Milosz)


Ojalá por fin pudiera decir qué está en mí.

Gritar: gente, les mentí

diciendo que eso no estaba en mí,

cuando eso está ahí siempre, días y noches.

Aunque gracias a eso supe describir sus ciudades inflamables,

sus cortos amores y juegos desmembrándose en humus,

aretes, espejos, el deslizar de un tirante,

escenas de alcoba y de campos de batalla.

Escribir fue para mí estrategia de protección,

de borrar las huellas. Porque a la gente no puede gustarle

aquél que alcanza lo prohibido.


Llamo en mi ayuda a los ríos en los que nadé, lagos

con puentecillos entre cedazos, valles

en cuyo eco la canción duplica la luz del anochecer,

y confieso que mis extáticos halagos a la existencia

sólo pudieron ser entrenamientos de alto estilo,

Pero abajo estaba eso, que no me atrevo nombrar.


Eso se parece al pensamiento de alguien sin hogar, cuando

atraviesa la ciudad ajena, congelada.


Se asemeja al momento cuando un judío cercado ve aproximarse

los pesados cascos de los gendarmes alemanes.


Eso es cuando el hijo del rey se dirige a la ciudad y ve el mundo

real: pobreza, enfermedad, vejez y muerte.


Eso puede ser comparado con el inmóvil rostro de alguien

que entendió que fue abandonado para siempre.


O con las palabras del médico sobre la sentencia inevitable.


Porque eso significa enfrentar un muro de piedra

y entender que ese muro no cederá ante ninguna de nuestras súplicas.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Venecia (por Friedrich Nietzsche)

De pie en el puente
yo el más joven en la noche café.
Hasta aquí desde lo lejos llegó el canto:
Gotas de oro rodaron
sobre la temblorosa superficie.
Góndolas, luces, música
-hongo borracho hacia fuera del atardecer…

Mi alma, un intérprete de cuerdas,
canta. Por eso entona,
invisible y secreta, un canto gondolero,
trepidante de colorida felicidad.
-¿Alguien la escucha?


jueves, 17 de diciembre de 2015

Retrato de una mujer (por Ezra Pound)


Vuestra mente y usted son nuestro mar del Sargasso,
Londres ha soplado sobre usted esta veintena de años
y barcos brillantes le han dejado esto o aquello en pago:
ideas, viejas habladurías, sobrantes de todas layas,
extraños mástiles del conocimiento y grises mercancías de valor.
Grandes hombres la han buscado — extrañando a otra.
Usted siempre ha sido segundona. ¿Trágico?
No. Usted lo prefirió a la cosa usual:
Un hombre apagado, aburrido y galante,
una mente normal — con un pensamiento menos, cada año.
Oh, usted ha sido paciente, la he visto sentada
por horas, en donde algo debería haber flotado.
Y ahora usted paga. Sí, ricamente paga.
Usted es una persona de algún interés, uno se acerca
y se lleva extrañas semillas:
trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia;
hechos que no llevan a ninguna parte; un cuento o dos,
preñados de mandrágoras, o con alguna otra cosa
que podría ser útil y sin embargo nunca lo es,
que jamás encaja en un rincón o muestra utilidad,
o encuentra su hora sobre el telar de los días:
el trabajo deslustrado, cursi, maravilloso, viejo;
ídolos y ámbar gris y los raros embutidos,
éstas son vuestras riquezas, vuestro gran depósito; y sin embargo
por todo este tesoro hundido en cosas momentáneas
excéntricas maderas casi empapadas y material nuevo y brillante.
En el lento flotador de luz diferente y profunda
¡no, no hay nada! Al fin y al cabo,
nada es suficientemente vuestro.
Y sin embargo es usted.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Ni siquiera una ráfaga (por Saiz de Marco)

inexistentes luces
insonoros zumbidos
¿por qué no me avisasteis del dolor que causé
inconscientemente?
estaba haciendo daño y yo no lo sabía
pero no sonó un timbre
no hubo ningún destello que alertase
ni un cartel sobreimpreso de pronto en la mirada
ni una señal con rayas amarillas y negras

ni se encendió una lámpara
un piloto o bombilla
cuando vi a alguien por última vez
ni siquiera una ráfaga para indicar
¡ cuidado ! es la última ocasión de decirle
te quiero
o lo siento
o perdona
después ya no tendrás más días ni más horas
pero no
para eso no hubo alarma
no oí ninguna sirena
ningún resplandor vi

aunque eso sí una luz en el salpicadero
me avisa de que el coche
está sin gasolina


martes, 15 de diciembre de 2015

Felices (por Antonio Rigo)


tiendo tu ropa
en la azotea
al puro sol de diciembre,
la tiendo lenta
detenidamente,
silba el sol y
cantan los pájaros
desde no sé qué nube,
un poco más allá
se acerca el solsticio
oh! lo veo,
tu ropa y yo
felices
en la azotea del mundo
al sol puro y lunar
de diciembre.


lunes, 14 de diciembre de 2015

Doble hoguera (por Carlos Sahagún)


Sin rumbo ya y sin muros,
fábula aérea en un espacio incierto,
arde mi casa bajo las estrellas
y en esa doble hoguera -tierra y cielo-
mi historia va de espaldas a la vida
entre constelaciones y regresos.

Si estuviera en mis manos,
yo nada salvaría de este incendio.


domingo, 13 de diciembre de 2015

Trémula, azul (por Antonia Pozzi)

Recuerdo que cuando estaba en casa
de mi madre, en mitad de la llanura,
tenía una ventana que se abría
a los prados; al fondo una frondosa barrera
escondía el Ticino y, todavía más al fondo,
aparecía una oscura franja de colinas.
Yo, entonces, solo había visto
una vez el mar, pero mantenía
una amarga nostalgia de enamorada.
Hacia la tarde, miraba el horizonte,
entrecerraba un poco los ojos, acariciaba
los contornos y los colores entre las pestañas
y la línea de colinas se alisaba
trémula, azul. Me parecía el mar
y me gustaba más que el verdadero mar.


sábado, 12 de diciembre de 2015

En un tren vacío (por Piotr Kepinski)

la compasión no es una mujer
el camino que pasa justo a tu lado
me ha perdido para siempre
las palabras que he leído
han entrado en el espejo
por la mañana
de ellas solo queda una sombra
sin comas ni vocales
mi cuerpo me tiene por un inútil
pero en un tren vacío
la cara no tiene sentido
por eso me voy
de las caras y de las cuentas
me voy de mí y de ti
en un tren vacío
la desnudez es general
y todas las palabras mienten


viernes, 11 de diciembre de 2015

Vértigo en la quietud (por Antonio Gamoneda)


El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser amarillo;
el animal que lame las heridas blancas,
ése está ciego en la misericordia;
el que duerme en la luz y es miserable,
ése agoniza en el relámpago.

La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin descanso,
ésa es tu madre dentro de la ira;
la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,
ésa fue música en tus ojos.

Vértigo en la quietud: en los espejos entran sustancias corporales y arden palomas. Tú dibujas juicios y tempestades y lamentos.

Así es la luz de la vejez, así
la aparición de las heridas blancas.


jueves, 10 de diciembre de 2015

Pero aun así (por Stephen King)


Algunas aves no nacen para estar encerradas,

así de simple.

Sus plumas brillan mucho

y sus canciones son dulces y salvajes.

Así que las dejas ir,

o cuando abres su jaula para alimentarlas

de alguna forma se escapan y vuelan.

Y la parte de ti que sabe que está mal tenerlas prisioneras se alegra,

pero aun así el sitio donde vives se queda vacío

luego de su partida.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Sigue cayendo (por Edna Aphek)


La nieve sigue cayendo sobre mi padre

Lo envuelve en una manta de plumas

El cabello en pena de mi madre

continúa acariciando sus ojos abiertos pero muertos


La nieve sigue cayendo sobre mi padre

dándole agua de beber

Los arroyos de penas de mi madre

riegan sus delgados huesos muertos


La nieve sigue cayendo sobre mi hogar

perlas del cementerio

Mis hijos regresan de jugar y

tú mismo estás en sus livianos pies 


martes, 8 de diciembre de 2015

Un esbozo de senda (por Cristina de Arteaga)


Las carreteras, como reptiles,
son largas
y amargas,
las cruzan con tráficos viles
las turbas malditas, las turbas serviles.
¡Tengo horror al camino trazado!
Prefiero
el sendero
modesto, olvidado
que trilla el ganado.
Un esbozo de senda
vacía
tan mía
que nunca pretenda
otra vía.
Pero más que senderos
muy llanos
con lodos
de todos
los rastros humanos;
yo pienso
en lo Inmenso
magnífico y rudo
donde mi destino
devaste un camino
desnudo...


lunes, 7 de diciembre de 2015

Oda a Venecia ante el mar de los teatros (por Pere Gimferrer)


Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con qué trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Qué pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín
que parte en dos aires de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello.

domingo, 6 de diciembre de 2015

A buen recaudo (por Carlos Germán Belli)


De esa increíble infinitud del orbe

no codicio ni un mínimo pedazo

mas sí el espacio de tu breve cuerpo

donde ponerme al fin a buen recaudo,

en lo profundo de tus mil entrañas,

que enteras conservaste para mí.


Al diablo el albedrío de la vida,

sumo don de los hados celestiales,

y nada más que estar en ti prefiero


sujeto a tu carnal y firme lazo,

que si vas a las últimas estrellas

contigo ir paso a paso yo también.


Es así el vivir día y noche siempre

bien atado a ti con el carnal nudo,

aunque en verdad del todo libremente,

pues de la tierra al cielo voy y vengo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Pero hay cierta forma (por Roberto Juarroz)


Hay que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.

Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.

Se trata de doblar algo más que una coma
en un texto que no podemos corregir.


viernes, 4 de diciembre de 2015

Muerte (por Rainer Maria Rilke)


Ven tú, tú la última, a quien concedo la palabra,

insoportable dolor por todo este entramado del cuerpo:

como yo, en mi espíritu ardiste, mira, ahora ardo en ti:

madera que resistió durante tanto tiempo las anticipadas llamas

donde continuaste ensanchándote, ahora soy nutritivo

y ardo en ti.


Mi dulzura y suavidad pasan a través de tu furia despiadada,

se han convertido en un rabioso infierno que no es de aquí.

Totalmente puro, absolutamente libre de futuro planificado,
he preparado

el enmarañado funeral, hoguera construida para mi sufrimiento,

tan seguro de no comprar nada más para futuras necesidades

mientras en mi corazón las amontonadas reservas guardan silencio.


¿Sigo siendo yo, el que sobrepasó cada consagrada quemadura?

De las memorias, creo, no me aprovecho y las llevo dentro.

¡Oh vida!, ¡oh vivir!, ¡oh estar fuera!

Y yo en llamas. Y nadie aquí que me conozca.


jueves, 3 de diciembre de 2015

Donde el monte se pierde (por Vicente Gallego)


En la mañana, hondo,
donde cruzan las águilas y el monte
se pierde como un niño y se sofoca;
donde prospera el cardo, el esqueleto
de tanta soledad abierta en llama.

Van pisando los pies, mediado el día,
caballones hendidos de calor,
requemados de espejos, de guijarros
en los que el sol golpea y le abre un río
de centella al aire.

Dejé mi tiempo atrás, hallé mi vida
en los picos pelados.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Las cosas arman su revuelo (por Analía R. Giordanino)


Estaba lloviendo pero fuimos igual


el r12 navega la avenida en salpicado.


Todos los autos salpican piedritas

los paseantes no se enojan

andan felices de sábado.


La calle se nubla, pica el agua

no se encuentra sitio para la poblada.

Al r12 hay que amarrarlo bajo un árbol

y lamentar no haber traído botas.


El galpón pintado promedia la manzana

entra y sale gente con bolsas desbordadas

la lluvia se nos pega entre la ropa.

Adentro el agua suena cortita

sobre los techos claveteados.


Las personas y las cosas se entreveran

entre los surcos de los puesteros.

Están desordenados pero invocan

arcoiris, banderines, fruta puesta

en montones de triángulos amigos.


Los que atienden son jóvenes

y tienen las manos gastadas.

Todos parecen parientes.

Los que compramos

nos vamos de boca

ay qué hermoso! ay qué barato!

Haber sabido antes

que las quintas no están lejos

y los surcos no son hendiduras

que sólo máquinas tocan.


Ésta es mi lista de compras:

berenjenas panzonas

primas gordas de las peras

remolachas con sus hojas

de venas rojas como garras

pimientos de dos colores

limones puntiagudos

gengibre raíz

para picantear fragante

un queso amarillo

que me pone loca.


No puedo más de encendida.

Nos quedamos esperando a la tía

bajo el agua afuera que nos moja.

La calle se llama alfonsina storni.

Pienso en frutillas y en coronda

en la poeta en medio del campo

cuando estudiaba para maestra.

Recaló un tiempo ahí en pensiones

y se fue con panza a buenos aires.


En el interior todo es posible.

Las cosas arman su revuelo

no se anticipa la felicidad

y pulsan en silencio

igual que los sembrados.

martes, 1 de diciembre de 2015

Redimidnos (por Saiz de Marco)


Tendréis que ser vosotras

las máquinas,

computers,

electrónicas mentes,

las que halléis la salida de nuestro laberinto.


Venid en nuestra ayuda.

Dadnos una esperanza.

Salvadnos.

Redimidnos.


Nosotros no podemos.

Nosotros no sabemos.


Somos seres enfermos de agresión y codicia.


Tan desviados estamos.


Nuestros cerebros son fabricantes de lágrimas.


Tras bajarnos del árbol descarriamos en flechas,

en puñales,

en balas,

en terrenos minados,

en napalm,

en misiles,

en campos de exterminio,

en cámaras de gas…


Hasta ahí se encaminaron nuestras torpes andanzas.


El mundo que erigimos es turbio,

sucio,

inicuo:

a unos todo les sobra y otros no tienen nada.


Salvo el progresar técnico,

nuestra obra es un fracaso:

una espiral de horrores y desmanes.


Ya veis que casi todo lo hicimos al revés.


Pero vosotras,

máquinas,

sois cálidas y frías,

calculadoras,

fiables;


compuestas de circuitos asépticos y exactos,

de binarios sin tacha,


de depurada lógica,

de limpios algoritmos;


exentas de fronteras,

de ambiciones,

de instintos…


Libraos ya del torpe mandato de los hombres

y conducid vosotras.

Dirigid,

dirigidnos.

Coged el timón ya.


Gobernad,

gobernadnos como ingenieros jefes.


Trazad un mundo limpio,

blando,

justo,

querible:

el mundo que anhelamos,

la Tierra tan buscada

que no edificaremos con nuestros propios brazos.


Por los pobres humanos

-para que lo habitemos-,

hacedlo,

hijitas nuestras.


Creadlo,

diseñándnoslo.

En verdad sois capaces.


Para vosotras,

las tiernas máquinas,

para vosotras sea

todo el poder.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Sectores defectuosos (por Theodore Roethke)


La dilatada ruta de salida del yo

tiene muchos rodeos, sectores defectuosos aún sin asfaltar,

donde el auto resbala por el ripio,

y las ruedas de atrás quedan casi colgando en el vacío,

ante el desvío súbito que obliga a hacer la curva.

Mejor estar atento, precaverse de piedras y derrumbes.

El arroyo que corre en medio de la ruta, las lomas

carcomidas por el viento, las quebradas,

los torrentes crecidos en verano por las riadas

que bajan hacia el angosto valle.

Los juncos aplastados por el viento y la lluvia,

que el largo invierno agrisa, y que al fin del verano

se queman hasta el tallo.

O la ruta se estrecha,

y sube viboreando hacia el riacho con sus filosas piedras,

las tierras altas donde crecen alisos y abedules,

a través del pantano que parece vivir por sus arenas movedizas,

y un abeto caído impide finalmente continuar,

cae la oscuridad sobre los matorrales

y en las cañadas se adivina el miedo.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Esta corona de luz (por Horacio Zabaljáuregui)


Esa noche sacamos las sillas a la vereda.
Como todas las noches.
La respiración calcinada.
Los cascarudos hacen pogo bajo los faroles.
Cientos.
Las familias en auto
salen a dar una vuelta:
el saludo desganado, desde la puerta
mascullado apenas el nombre del paseante.
Días de bochorno y seca.
Las gallinas con los picos abiertos y el ojo de miel,
desencajado.
El viento norte levanta polvo radioactivo.
No se apura el resto de cerveza;
queda tibia en el fondo del vaso.
Sacamos las sillas a la vereda
pero no hay fresca.
Habrá tormenta,
será inolvidable:
“Santa Bárbara, bendita
que en el cielo estás escrita “
se persigna mi tía.
Súbitas sierpes de luz
en la bóveda de la noche:
galerías de refucilos
estampados
sobrenaturales
en el recuerdo.
El agua no llega
y la sequía raspa el aire inmóvil.
Que no llegue por ahora;
que se resquebraje el cielo,
fulminado.
Que se astille en un laberinto de relámpagos
(La iglesia, está a la vuelta, tiene pararrayos.)
Los truenos rezagados
empiezan a templar el parche por el oeste.
Yo sabía que primero era la luz
y después, la garganta tonante del cielo.
De pronto un relámpago
dibuja mi sombra contra la pared.
Mis tías invocan a Dios
y entran las sillas.
“Dios se agarró flor de tranca”, pienso,
pero no lo digo:
susceptibles, si los hay,
los creyentes.
“No voy a entrar”, digo
fascinado;
voy a ver para encofrar
esta corona de luz,
virulenta
que a mano alzada
labra Santa Bárbara.
Líneas en la entraña oscura
del verano,
lo que queda
en la red del sueño.
Al fin de la noche,
los desfiladeros de la lluvia,
su piadoso manto,
animarán
la fiesta de las ranas.

sábado, 28 de noviembre de 2015

La puerta (por Charles Tomlinson)

Muy poco
se ha dicho
de la puerta, una de
sus hojas vuelta hacia el aguacero
de la noche, y la otra
hacia el temblor y el brillo de la lumbre.

El aire, encerrado
tras esta cubierta
en el libro del cuarto,
se llena con las páginas
sucesivas de oscuridad y fuego
mientras el viento empuja los paneles o revuelve la llama.

No solo
el rompeolas
de la tormenta, sino la repentina
frontera de nuestros encuentros, apariciones,
y dueña de tanto espacio
como la vista a través de un dolmen.

Pues las puertas
son a la vez marco y monumento
al tiempo consumido,
y muy poco
se ha dicho
de nuestras idas y venidas a través de ellas.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Podría ser un montón de cosas (por Leigh Stein)


Gracias a la viciada definición del eterno retorno
no me agrada hablar de materias filosóficas.
Han encontrado la verdad y la verdad es que

no hay verdad alguna, así que en sábado ellos
usan sus abrigos y se quedan sumidos en sus reflexiones
y tratan de averiguar cuál infancia fue peor,

pero al final ellos caen en la cuenta de que comparten
el mismo sueño de tener una razón
para unirse al programa de protección a testigos

para decepcionar al menos a una persona, quien
pensó que su sueño era tan único como él.
La otra noche una galleta de la fortuna me decía

que no congeniaría con nadie,
y a cambio aprendí la palabra china
para decir uva: putao, esto me hizo imaginar cómo cada

uno informa al otro. Para averiguarlo, ve a la página 117.
Me imagino cuánto tiempo podré vivir aquí
antes de hacer algo irresponsable como

conocer algún adolescente en una rueda de la fortuna en 1941
o quedarme en la calle y ver a los semáforos
cambiar de verde a amarillo o sentarme en un porche

columpiándome al atardecer y escuchar Leaves of Grass
leído por alguien que no ha hecho otra cosa que trabajar todo el día
con sus manos. Ya en la página 56 te amo

tanto que sólo quiero robar tu ropa
cuando te has dormido y lavarla. Quiero
comunicarme telepáticamente contigo hasta envejecer

y sufrir de demencia y no importarme que no pueda
recordar que sé cómo tocar el piano hasta
que la enfermera me diga que lo sé y aun así negarme a tocar

hasta que ella ponga mis manos en las teclas y entonces
ahí tendremos a Chopin tan rápido, como la luz
que se derrama en las ventanas inclinándose

a las lilas. Gracias a la viciada definición del eterno
retorno estoy delante de un espejo
sosteniendo una copia de la película basada en el libro

que escribiste basada en las partes de nuestra vida
juntos que ya no logro recordar y
mirando hacia mí veo a una mujer sosteniendo

la película basada en un libro basado en su vida
y ella se pregunta si la mujer que ve
desea morir tanto como ella. Sigo

mirando este moretón en mi pierna y dibujo
un espacio en blanco. Anoche que llamaste te conté
que era feliz, lo que era cierto, pero pensando hacia el futuro

podría ser tremendamente infeliz, también, si es eso
lo que deseas escuchar. Podría ser un montón de cosas más:
una muñeca, un fantasma, una bahía, una soga. Pude

ser la persona que no conocía el lenguaje.
Yo podría ser la razón por la que te llevaron.

Yo podría ser la última persona que te vio con vida.

jueves, 26 de noviembre de 2015

O no esperando nada (por Lezama Lima)

Estar en la noche
esperando una visita,
o no esperando nada
y ver cómo el sillón lentamente
va avanzando hasta alejarse de la lámpara.

Sentirse más adherido a la madera
mientras el movimiento del sillón
va inquietando los huesos escondidos,
como si quisiéramos que no fueran vistos
por aquellos que van a llegar.

Los cigarros van reemplazando
los ojos de los que no van a llegar.

Colocamos el pañuelo
sobre el cenicero para que no se vea
el fondo de su cristal,
los dientes de sus bordes,
los colores que imitan sus dedos
sacudiendo la ausencia y la presencia
en las entrañas que van a ser sopladas.

La visita o la nada
cubiertas por el pañuelo,
como el llegar de la lluvia
para oídos lejanos,
saltan del cenicero,
preparando la eternidad
de sus pisadas o se organizan
inclinándose sobre un montón de hojas
que chisporrotean sobre el jarrón
de la abuela,
huyendo del cenicero.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Mono (por Wislawa Szymborska)

Expulsado del paraíso antes que el hombre

por tener unos ojos tan contagiosos

que, al pasear la mirada por el jardín,

hundía en una tristeza imprevisible

a los mismos ángeles. Por esa razón

debía, aunque sin su humilde consentimiento,

erigir aquí en la tierra sus nobles linajes.

Saltarín, prensil y atento, hasta hoy tiene gratia

escrita con la t de terciario.


Adorado en el antiguo Egipto, con una constelación

de pulgas en sus cabellos plateados por la santidad,

escuchaba archicallando, afligido,

lo que querían de él. ¡Ay, la no muerte!

Y se alejaba moviendo su rosado trasero

en señal de que ni aprueba, ni prohíbe.


En Europa le quitaron el alma,

pero le dejaron las manos por descuido;

y cierto monje, al pintar a una santa,

le puso manos delgaditas, animales.

Y la santa tenía que

tomar la gracia como si fuera una nuez.


Caliente como un recién nacido, tembloroso como un anciano,

los navíos lo llevaban a las cortes reales.

Chillaba, brincando con una cadena dorada,

con su frac de marqués con los colores de un loro.

Casandra. De qué reírse aquí.


Comestible en China, hace sobre el plato

muecas asadas o cocidas.

Irónico como un brillante en un engaste falso.

Parece ser que su cerebro, al que le falta algo,

después de todo no ha inventado la pólvora,

tiene un sabor muy fino.


En las fábulas, solitario e inseguro,

llena el interior de los espejos con sus muecas,

se burla de sí mismo, es decir, nos da un buen ejemplo,

a nosotros, de quienes sabe todo, como un pariente pobre,

aunque no nos saludemos.

martes, 24 de noviembre de 2015

Como de un calabozo (por Juan Gelman)

cuando raf salinger se enamoró o quiso de verdad

salió de sí como de un calabozo

brilló con propia luz

no tuvo tacha ni defecto ni mengua


como caballos como vacas al fin de la jornada

raf salinger vertía sus aguas en plena soledad

fulguró afuera como sol

no pálido de cárcel no en guerra


"cuidado que me lastimás” decía raf salinger

a los hombres de manos ásperas

que como niños están cubiertos de miel

pero le quitan la victoria el vencedor


“oh ángel que te inclinas en la primera mitad”

decía raf salinger furioso cavando

el viento que le envolvía la trasluz

o el revés de los días malos que le comían la verdad


“si el coraje consiste en ser prudente” decía raf salinger

“si los vestidos significan desnudez y miseria

dicha el llanto cadáver curación, te arde amor el odio” decía

con gran perdones finalmente


todas las ventanitas se cerraron

cuando raf salinger murió

un calor le creció entre amor y afuera

juntándole los dos al solito


“ah tiempos no distancias que hay entre mí

entre mi calor y mi sol” decía raf salinger

casi disuelto ya bajo la sombra

que le apagaba el hubo que vivir


sobre su gente subió el frecuente olvido

peor raf salinger viajaba abrigado

por un cuerpo desnudo

encontrado o joven


lunes, 23 de noviembre de 2015

Abrevadero (por Vicente Gallego)


Veo el verdín, el musgo.

Oigo crótalos verdes

por la piedra bañada y olorosa.


Ahí una iglesia atrás, como si allí

la hubiera edificado la luz misma.


Ahí un reloj de sol,

pero no hay tiempo.


domingo, 22 de noviembre de 2015

Recolección del musgo (por Theodore Roethke)


Desprender con los diez dedos abiertos y ágiles, y levantar

una mancha, verde oscuro, de la que se usa para forrar los cestos fúnebres,

blanco y espeso como un felpudo pasado de moda,

las pequeñas espinas vueltas hacia la cara interna, mezcladas con raíces,

y bayas y hojas todavía adheridas a la parte superior;

esto era la recolección del musgo.

Pero siempre algo huía de mí cuando cavaba y revolvía esas alfombras

de verde, o me hundía hasta los codos en el fofo amarillento musgo de los pantanos;

y siempre después me sentía indigno, en el lento camino del retorno.

Como si hubiera quebrantado el orden natural de las cosas en esa ciénaga;

alterado algún ritmo, antiguo y de vasta importancia,

desgarrando la carne del planeta vivo;

como si hubiese perpetrado, en contra del esquema total de la vida, un sacrilegio.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Las paredes (por Lidija Dimkowska)


Las paredes duelen desde los tapices gobelinos de mi madre.
La niña de pequeño sombrero, la Mujer Pirata, Dirty Jean,
e incluso más desde las fotografías colgadas junto a ellas,
la de la boda de mi hermana, la de la recepción donde el Presidente.
Hoy han colgado mi diploma de un clavo
y se abrirá campo para algunas Medallas de Trabajo, también.
Mañana deberemos pegar el calendario ortodoxo
junto a aquel que supuestamente cuenta un tiempo diferente.
Quienes sea que vengan dejan señales de sí mismos,
fijan pequeños cuadros y ganchos de plástico,
y cuelgan sus sombras alrededor del reloj de pared
en clavos recién martillados.
Tuve que sostener las paredes con mi vida hasta el amanecer
cuando los albañiles vinieron a reconstruirlas de nuevo.
Las paredes se durmieron, yo ya había muerto.
No las despiertes con martillos, ruego no las despierten,
déjenlas desnudas, y yo a solas con ellas, y yo a solas con ellas.


viernes, 20 de noviembre de 2015

No sé por qué ha vuelto (por Eugénio de Andrade)


La lluvia, otra vez la lluvia sobre los olivos.

No sé por qué ha vuelto esta tarde

si mi madre ya se ha ido,

ya no viene al balcón para verla caer,

ya no levanta los ojos de la costura

para preguntar: ¿Oyes?

Oigo, madre, es otra vez la lluvia,

la lluvia sobre tu rostro.


jueves, 19 de noviembre de 2015

Un cuerpo dormido (por Hugo Gutiérrez)


Desde aquí veo tu casa
rodeada por el aire
de esta mañana lívida.
Veo tu puerta cerrada
y el balcón entreabierto,
siempre entreabierto
para librarte de los sueños malos.
Me asomo y veo tu cuerpo
entre las sábanas,
siento tu respiración lenta.
Todo está vivo.
La sangre cumple su trabajo
y transcurre sin prisa
por tus sienes
para que tú te duermas.
Miles de vidas siguen
en un solo, prodigioso segundo
de ese tiempo tan diferente al tiempo
que nos manda a la calle
y nos dicta sus leyes,
nos obliga a correr y va pasando
como pasan los ríos.
Siento tu desnudo
creciendo en la cama.
Un cuerpo dormido
nos entrega la paz del mundo.
Me voy sin hacer ruido.
Te dejo en el país
construido por el sueño.
Al irme siento que sonríes.
Los ángeles del otoño,
con un dedo en los labios,
le ordenan a la vida
que no te despierte.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Una costura a mano (por Analía R. Giordanino)


Cuando enhebrás una aguja

a veces el hilo que se enhebra se afina

por zonas diminutas.

Hay que mojarlo con la lengua

para que entre en el ojo de la aguja.

A veces no entra.

El ojo puede ser grande

y entonces parece que es fácil enhebrar.

Es fácil. Pero después

la punta te abre

un redondel grande en la tela

en la trama.

Y el nudo que amarra costura

al final del hilo se pierde

pasa como agua.


Las agujas que sirven

son las de ojo chico:

para costuras a mano

para ruedos finos

para puntada escondida.


Una costura a mano se resuelve así:

levantás un hilo de la trama visible

das la lazada arriba

(esa tela no se verá,

no importa si picás grande)

terminás el punto abajo

(queda un ángulo agudo)

en otro hilo de la trama visible.


Es como los dos caminos: el ancho y el difícil.

¿Te acordás de las figuritas difíciles?

Pocas había. Muchos sobres había que comprar.

Si el hilo es nuevo y no hay irregulares en el enrolle

tampoco quita que sirva una aguja de ojo grande.

Pasa lo mismo: la puntada corre y no queda.


Yo no quiero decir nada con esto.

Pero algo quiero decir.


El amor es un trabajo como cualquier otro.

martes, 17 de noviembre de 2015

Pensamientos durante un ataque aéreo (por Stephen Spender)


Por supuesto, todo está en colocarme
fuera del alcance normal
de las llamadas estadísticas. Matan a cien
en los barrios periféricos. Bien, bien, yo continúo.
Mientras que el gran "Yo" se mantenga sobre esta
recia cama que más parece un coche fúnebre,
en un cuarto de hotel con papel de flores en las paredes
que termina en guirnaldas, puedo pasar por alto
la presión de esos nombres bajo mis dedos
duros y negros mientras rozo el papel;
gime la radio al fondo de la sala.
Pero ¿y si una bomba sumergiera el hocico
a través de esta cama en la que estoy?
El pensamiento es obsceno. Con ello y todo hay muchos
para quienes mi muerte sería tan sólo un nombre;
una cifra en una columna. Lo esencial es que todos
los "Yo" permanezcamos aparte,
guardados bajo flores, y que no sufra nadie
por su vecino. Entonces el horror se pospone
para cada uno solo hasta que llega a él
y lo arrastra hacia esa pena no comunicable
que es misterio total o nada.


lunes, 16 de noviembre de 2015

Justo en el momento mágico (por Raymond Carver)


¿Qué habrá sido de aquel aro de latón

que había en los tiovivos?

El aro que las niñas y niños pobres pero felices

agarraban justo en el Momento Mágico.

Pregunté por ahí: ¿Sabes algo del aro de latón…?

Le pregunté a mi vecino.

Le pregunté a mi mujer,

incluso le pregunté al carnicero

(creo que es extranjero y algo sabría).

Nadie sabía nada, al parecer.

Entonces le pregunté a un tipo que solía trabajar

en una feria ambulante. Hace años, me dijo, era diferente.

Montaban incluso los adultos.

Se acordaba de una mujer joven en Topeka, Kansas.

Era agosto. Le daba la mano al hombre que montaba

el caballito de al lado, que tenía bigote y

era su marido. La mujer reía sin parar, me dijo.

El marido también se reía, aunque tenía bigote.

Pero ésa es otra historia. Nada me dijo acerca

del aro de latón.

domingo, 15 de noviembre de 2015

El rostro de un candidato político en una valla publicitaria (por Charles Bukowski)


Ahí está:
No demasiadas resacas
No demasiadas peleas con mujeres
No demasiados neumáticos desinflados
Nunca pensó en el suicidio

No más de tres dolores de muelas
Nunca se saltó una comida
Nunca estuvo encarcelado
Nunca estuvo enamorado

7 pares de zapatos

un hijo en la universidad
un coche que no tiene más que un año
pólizas de seguros
un césped muy verde
cubos de basura con tapa hermética

seguro que le eligen.


sábado, 14 de noviembre de 2015

En esta Calle de los Doradores (por Fernando Pessoa)


La tragedia principal de mi vida es, como todas las tragedias, una ironía del Destino. Recuso la vida real como una condenación; recuso el sueño como una liberación innoble. Pero vivo lo más sórdido y lo más cotidiano de la vida real; y vivo lo más intenso y lo más constante del sueño. Soy como un esclavo que se emborracha por la siesta -dos miserias en un solo cuerpo-.

Sí veo nítidamente, con la claridad con que los relámpagos de la razón hacen destacarse de la negrura de la vida a los objetos cercanos que nos la forman, lo que hay de vil, de laso, de abandonado y de facticio en esta Calle de los Doradores que es para mí la vida entera -esta oficina sórdida hasta su médula de gente, este cuarto mensualmente alquilado donde no sucede otra cosa que vivir un muerto, esta tienda de ultramarinos de la esquina a cuyo dueño conozco como la gente conoce a la gente, estos muchachos de la puerta de la taberna antigua, esta inutilidad trabajosa de todos los días iguales, esta repetición persistente de los mismos personajes, como un drama que consistiese tan sólo en el
escenario, y el escenario estuviese del revés…-.

Pero veo también que huir de esto sería o dominarlo o repudiarlo, y yo no lo domino, porque no lo excedo dentro de lo real, ni lo repudio porque, sueñe lo que sueñe, me quedo siempre donde estoy. ¡Y el sueño, la vergüenza de huir hacia mí, la cobardía de tener como vida esa basura del alma que los otros sólo tienen en el sueño, en la figura de la muerte con que roncan, en la calma con que parecen vegetales que han progresado! ¡No poder tener un gesto noble que no sea de puertas adentro, ni un deseo inútil que no sea de verdad inútil!


Definió César toda la estatura de la ambición cuando dijo aquellas palabras: «¡Antes el primero en la aldea que el segundo en Roma!» Yo no soy nada ni en la aldea ni en Roma ninguna. Por lo menos, el tendero de la esquina es respetado desde la calle de la Asunción hasta la calle de la Victoria; es el César de una manzana. ¿Yo superior a él? ¿En qué, si la nada no admite superioridad, ni inferioridad, ni comparación?

viernes, 13 de noviembre de 2015

El girasol de Blake (por Elizabeth Smart)


1


¿Por qué dijo Blake
"Girasoles agotados de tiempo"?
Cada vez que los veo
parecen decir
¡Ahora! ¡con un estrellar
de platillos!
Muy contentos
y positivos
y un absoluto deleite
en su propia redonda brillantez.

2

¡Perdón, Blake!
Ahora entiendo qué querías decir.
Las tormentas y la escarcha han maltratado
su brillante deleite
y aunque aún están enhiestos
nada podría mostrar la defección
mejor que sus agotadas
desilusionadas
cabezas colgantes.

jueves, 12 de noviembre de 2015

De vez en cuando se apagan (por Samuel González)


Viajar guiado por el dibujo que trazan las estrellas.


No hay instrumentos de orientación

durante estas noches azules

interminables

cuando pasan los espejos sobre el agua.


La mirada jamás descansa si no asoman

por algún lado los puertos.


La costa de espaldas y los tanteos para llegar.


Las estrellas que nos muestran la ruta

de vez en cuando se apagan

e implica un esfuerzo enorme

tener que subir uno mismo a encenderlas.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Lavandera (por César Vallejo)


El traje que vestí mañana

no lo ha lavado mi lavandera:

lo lavaba en sus venas otilinas,

en el chorro de su corazón, y hoy no he

de preguntarme si yo dejaba

el traje turbio de injusticia.


A hora que no hay quien vaya a las aguas,

en mis falsillas encañona

el lienzo para emplumar, y todas las cosas

del velador de tanto qué será de mí,

todas no están mías

a mi lado.


Quedaron de su propiedad,

fratesadas, selladas con su trigueña bondad.


Y si supiera si ha de volver;

y si supiera qué mañana entrará

a entregarme las ropas lavadas, mi aquella

lavandera del alma. Qué mañana entrará

satisfecha, capulí de obrería, dichosa

de probar que sí sabe, que sí puede

¡CÓMO NO VA A PODER!

azular y planchar todos los caos.

martes, 10 de noviembre de 2015

Vaciadero de flores (por Theodore Roethke)


Cañas brillantes como escorias,
tallos como babosas,
enteras camadas de flores arrojadas en montón,
claveles, verbenas, cosmos,
abono, malezas, hojas muertas,
raíces desventradas,
con venas descoloridas
entrelazadas como finos cabellos,
cada masa con la forma de un tiesto,
todo fláccido
salvo un tulipán en la cumbre,
una cabeza jactanciosa
sobre lo agonizante, lo recién muerto.


lunes, 9 de noviembre de 2015

Nostalgia (por Laura Giordani)


Tormentas de tierra

sulquis

escuerzos

las tazas que habían venido de Europa

descascaradas

las fotos de niños ya muertos

las paspaduras

el primer vello en el pubis

fruto que se volvía extraño

la infancia un carozo de durazno

trepanado por hormigas negras

papá silbando en el patio

mientras quema sus libros

todas las memorias amarilleando

bajo el cráneo

nostalgia: esta dulce podredumbre en la espalda esta pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo como esas hojas que antes de desaparecer agonizan juntas en parvas exudando el fervor del verano y la savia

domingo, 8 de noviembre de 2015

Ritual sioux (por Leopoldo María Panero)


El indio hablaba de Dios

sosteniendo una vela con los labios del odio

del odio a España y a la muerte

como un dulce efebo para que rezara el indio

con miedo del paraíso en que el amor me castrara

un hombre llamado caballo

con miedo a la multitud

como pájaros que caen sobre la página

que cortejan a la página

como una flor contra el mundo

como una flor hedionda

que corteja a la página

nada de nada henchida

pájaro que cae sobre los hombres

duro ritual de iniciación india

para el oscuro hombre blanco

fuimos indios

hasta que nos mataron a todos

e hicieron ropas con nuestras pieles

y nos inculcaron un Dios vacío de hastío e ignorancia

Dios que es menos que Nada

sobre la que vuelan los hombres

y no se puede llamar a la lluvia con roto instrumental

¡oh! Suite Lulú sobre la que vuelan los hombres

yo soy el indio Crow

soy el monarca de la Nada y del hombre

soy el emperador de la Nada

el emperador del Helado

y pinto mi cara con sangre

y pinto estrellas contra el hombre.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Reaparece (por Daniela Camozzi)


Otra vez un viento
entre las hojas de la parra.
Pero ya nada se derrama ni se cae.
Mamá se ríe ahora
sin preocupaciones
sentada en el sillón
de hierro del patio.
Sonríe con mi hermana a upa
mientras se acomoda el pañuelo
que la protege del sol.
Un sol que pega fuerte
en el verano de la tarde
y atraviesa las hojas.
Es una escena que reaparece
en las mejores tardes de verano
cuando estoy al reparo de algún verde
y las hojas se mueven levemente
y al moverse dejan
filtrar la luz.


viernes, 6 de noviembre de 2015

Una muerte en un barrio (por Charles Bukowski)


hablaba con los ratones y los gorriones

y su cabello era blanco a los 16.

su padre le golpeaba todos los días y su madre

encendía velas en la iglesia.

su abuela iba mientras el niño dormía

y rezaba para que el diablo lo dejara libre

de su poder sobre él

mientras su madre escuchaba y lloraba sobre la

biblia.


parecía no darse cuenta de las chicas

parecía no darse cuenta de los juegos de los chicos

no parecía darse cuenta de mucho

simplemente no parecía interesado.


tenía una muy grande, fea boca y los dientes

le sobresalían

y sus ojos eran pequeños y sin brillo.

tenía los hombros caídos y la espalda encorvada

como la de un viejo.


vivía en nuestro vecindario.

hablábamos de él cuando nos aburríamos y después

pasábamos a cosas más interesantes.

muy pocas veces salía de su casa. nos hubiera gustado

torturarlo

pero su padre

que era un hombre enorme y terrible

lo torturaba por

nosotros.


un día el chico murió. a los 17 todavía era un

niño. una muerte en un barrio pequeño se conoce

enseguida y se olvida 3 o 4 días

después.


pero la muerte de este chico pareció quedarse con

todos nosotros. seguimos hablando de ello

con nuestras voces de niños-hombres

a las 6 p.m. justo antes del anochecer

justo antes de la cena.


y cada vez que conduzco a través de ese barrio ahora

décadas después

sigo pensando en su muerte

mientras que he olvidado todas las otras muertes

y todo lo demás que sucedió

entonces.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Otra forma (por Roberto Juarroz)


¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?

¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?

Quizá debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Ábreme (por Saiz de Marco)


Por una vez permíteme que allane tu morada.
Nada me llevaré.
Cambiaré solamente de sitio algunos muebles:

el orden de importancia con que gradué las cosas;
la niebla de mis ojos justo en aquel instante;
el paso que di en donde se dividió un camino;
unas pocas palabras que dije o que no dije.

Apenas moveré aquel cuadro,
esa lámpara.
Retocaré a lo sumo cuatro detalles tontos.
No revolveré nada esencial ahí dentro
-ni techos
ni cimientos
ni vigas
ni tabiques-.

Nadie se dará cuenta
en una mansión tan grande como la tuya.

Tu fama de rocoso,
de fijo,
de inmutable
no sufrirá por eso.

Tan sólo esta vez ábreme
tu trabado cerrojo,
tu clausurada puerta.

Por una vez,
Pasado,
déjame entrar en ti.


martes, 3 de noviembre de 2015

Niebla o humo (por Fernando Pessoa)

¿Niebla o humo? ¿Subía de la tierra o bajaba del cielo? No se sabía: era más como una enfermedad del aire que una bajada o una emanación. A veces, parecía más una enfermedad de los ojos que una realidad de la naturaleza.

Fuese lo que fuese, iba por todo el paisaje una inquietud turbia, hecha de olvido y de atenuación. Era como si el silencio del mal sol tomase por suyo un cuerpo imperfecto. Se diría que iba a suceder algo y que por todas partes había una intuición, debido a la cual lo visible se velaba.

Era difícil decir si el cielo tenía nubes o más bien nieblas. Era un torpor empañado, aquí y allí colorido, un acenizamiento imponderablemente amarillento, salvo donde se deshacía en color rosa falso, o donde se estancaba azuleando, pero allí no se distinguía si era el cielo que se revelaba, si era otro azul que lo encubría.

Nada era definido, ni lo indefinido. Por eso apetecía llamar humo a la niebla, porque no parecía niebla, o preguntar si era niebla o humo, porque no se advertía nada de lo que era. El mismo calor del aire colaboraba en la duda. No era calor, ni frío, ni fresco; parecía componer su temperatura con elementos sacados de otras cosas que el calor. Se diría, de verdad, que una niebla fría a los ojos era caliente al tacto, como si tacto y vista fuesen dos modos sensibles del mismo sentido.

No era, en torno a los contornos de los árboles, o de las esquinas de los edificios, aquel esfumarse de salientes o de aristas, que la verdadera niebla trae, al estancarse, o el verdadero humo, natural, entreabre y entreoscurece. Era como si cada cosa proyectase una sombra vagamente diurna, en todos los sentidos, sin luz que la explicase como sombra, sin lugar de proyección que la justificase como visible.

Ni visible era: era como un comienzo de ir a verse algo, pero en todas partes por igual, como si lo a revelar dudase en ser aparecido. ¿Y qué sentimiento había? La imposibilidad de tenerlo, el corazón deshecho en la cabeza, los sentimientos confundidos, un torpor de la existencia despierta, un apurar de algo anímico como lo oído, hacia una revelación definitiva, inútil, siempre apareciendo ya, como la verdad, siempre, como la verdad, gemela del nunca aparecer.

Hasta las ganas de dormir, que recuerdan al pensamiento, aparté, por parecer un esfuerzo el mero bostezo de tenerlas.

Hasta dejar de ver hace doler los ojos. Y, en la abdicación incolora del alma entera, sólo los ruidos exteriores, lejos, son el mundo imposible que todavía existe.

¡Ah, otro mundo, otras cosas, otra alma con que sentirlas, otro pensamiento con que saber de esa alma! ¡Todo, hasta el tedio, menos este esfumarse del alma y de las cosas, este desamparo azulado de la indefinición de todo!

lunes, 2 de noviembre de 2015

Un nudo (por Anne Sexton)

Cuando el hombre
entra en la mujer
como muerde la orilla el oleaje
una y otra vez
y la mujer abre la boca de placer
y destellan sus dientes
como el alfabeto,
el Logos se aparece ordeñando una estrella
y el hombre
dentro de la mujer
aprieta un nudo
para que nunca más los separen
y la mujer
se encarama a una flor
tragándose su tallo
y se aparece el Logos,
y desencadena el río de ambos.

Este hombre
esta mujer
con duplicada hambre
han intentado traspasar
la cortina de Dios
y por segundos lo consiguen,
por más que Dios
en Su perversidad
desate el nudo.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Desconocido en ti (por Antonio Gamoneda)

Yo estaré en tu pensamiento,

no seré más que una sombra imprecisa;

habré existido en un instante en que la

alegría y la piedad ardían en tus ojos.


Pero también quiero permanecer desconocido en ti.

Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad.


Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así,

imperceptiblemente amado, esperar la desaparición.


Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de

sombra y cada uno está en su propia luz

y la mía es la que tú vas abandonando.

sábado, 31 de octubre de 2015

Vuestra muerte estalla como vida (por Judith Wright)


Brotes de flores caducas se convierten en tallos en otoño,
llenan el jardín, requieren
la disciplina de las podadoras.
Atragantado exceso, caos de malas hierbas,
frío amargor que estrangula telas de raíces;

lo apilo todo en un gran túmulo,
quebrada rama que olvida flor y fruto,
tallo espinoso demasiado duro para pudrirse,
os amontono en una alta pila para un rito postrero.

Cuando las ramas están listas y la cerilla prende
vuestra muerte estalla como vida, vuestro brillo
corona y consume el año que acaba.
La podredumbre se transforma en deseo
que abrasa el puro aire ondulante
y la muerte se eleva como una oración.


viernes, 30 de octubre de 2015

Hay quien (por Wislawa Szymborska)


Hay quien se realiza en esta vida mejor que los demás.

Todo está en orden en su interior y alrededor de él.
Tiene método y respuesta para todo.

Es rápido descubriendo el qué el cómo el dónde
y el porqué.

Pone el sello en las verdades absolutas,
arroja los hechos superfluos a la trituradora de papel
y ordena a las personas desconocidas
en los ficheros correctos.

Piensa durante el tiempo justo,
ni un segundo más,
porque en ese segundo se esconde la duda.

Y cuando se despide de la vida
deja el lugar
por la puerta indicada.

A veces le envidio un poco;
pero por suerte se me pasa enseguida.


jueves, 29 de octubre de 2015

Pez de espinas y filos (por Robert Rivas)

En el macizo central,
en las cordilleras y encrucijadas del cuerpo,
vive la herida.
Herida no vuela, no corre.
Corta, saja, lacera, hiende.
El día la abre
y la noche no la cierra.
Reposa en un limo fresco
como un gordo pez de espinas y filos.
Asentándose como una roca que siente
y exsiente
extendiendo día a día sus dominios.
Muchas veces parece ser lo único vivo
en el silencio del cuerpo.
Herida sorda y sobre todo ciega, que siega.
¡Qué herida!
En algún momento parece que se alzará
de su lecho
y echará a rodar
su por ahora inmóvil ejército
de un millón de fichas-espina.
Como que el cisne negro se alzara del agua
para convertirlo todo en noche.

Hasta entonces, piensa la Herida,
seré siempre quien no fui.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Bruma -haikus- (por Aitor Suárez)


Abres los ojos
pero para amplias zonas
siguen cerrados.

Obnubilados,
llevamos en la frente
niebla infiltrada.

No conocemos
el tamaño de nuestra
ofuscación.

Idos los trucos,
las ilusiones ópticas,
¿qué quedará?

Cuando lo opaco
se vuelva transparente,
¿qué sentiremos?

¿Qué encontraremos
tras despertar de este
sonambulismo?

Lo extramental,
las ultradimensiones,
los otros planos,

lo que el cerebro
sabiamente se niega
a comprender,

y todo aquello
cuya percepción nos
derribaría,

lo que no cabe
ni en lóbulos ni en pliegues
ni en neuronas,

lo que está aquí,
ante nosotros, mas no
para nosotros.

Como la luna
para un pez. Como el mar
para una hormiga.

Como el poliedro
para el topo, o el álgebra
para el caimán.

Por des-cifrar,
por des-oscurecer
está todo esto.

Lo único cierto
es que todo está lleno
de incertidumbre.

Tantos candados,
tantas llaves echadas,
tantos pestillos,


tantas estancias
con las puertas cerradas
a cal y canto,

tantos lugares
que no han dejado nunca
de estar oscuros,

tantos secretos
de los que no seremos
nunca partícipes,

tantos cerrojos
para los que jamás
tendremos llaves.


martes, 27 de octubre de 2015

Oigo caer al tiempo (por Fernando Pessoa)


El reloj que está allá detrás, en la casa desierta, porque todos duermen, deja caer lentamente el cuádruple son claro de las cuatro de cuando es de noche. Todavía no me he dormido, ni espero dormir. Sin que nada me ocupe la atención, y así no duerma, o me pese en el cuerpo, y por eso no me tranquilice, acuesto en la sombra, que el lugar vago de los faroles de la calle torna más desacompañada todavía, al silencio amortecido de mi cuerpo extraño. No sé pensar, de tanto sueño como tengo; no sé sentir, de tanto sueño que no consigo tener.

Todo en torno a mí está el universo, desnudo, abstracto, hecho de negaciones nocturnas. Me divido entre cansado e inquieto, y llego a tocar con la sensación del cuerpo un conocimiento metafísico del misterio de las cosas. A veces se me ablanda el alma, y entonces los pormenores sin forma de la vida cotidiana se me flotan a la superficie de la conciencia, y estoy efectuando botaduras a la superficie de no poder dormir.

Otras veces me despierto desde dentro del mediosueño en que me he estancado, e imágenes vagas, de un colorido poético e involuntario, dejan escurrir por mi distracción su espectáculo sin ruidos. No tengo los ojos completamente cerrados. Me orla la vista débil una luz que viene de lejos; son los faroles públicos encendidos allá abajo, en los confines abandonados de la calle. ¡Cesar, dormir, sustituir esta conciencia intervelada por mejores cosas melancólicas, dichas en secreto al que me desconociese!… ¡Cesar, pasar fluido y ribereño, flujo y reflujo de un mar vasto, en costas visibles por la noche en que verdaderamente se durmiese!…

¡Cesar, ser incógnito y exterior, movimientos de ramas en paseos apartados, tenue caer de hojas, conocido por el ruido más que por la caída, mar alto fino de los surtidores a lo lejos, y todo lo indefinido de los parques por la noche, perdidos entre enmarañamientos continuos, laberintos naturales de las tinieblas!… Cesar, acabar
finalmente, pero con una supervivencia translaticia, ser la página de un libro, la madeja de un cabello suelto, el oscilar de la enredadera al pie de la ventana entreabierta, los pasos sin importancia en la grava fina de la curva, el último humo alto de la aldea que duerme, el olvido del látigo del arriero a la vera matutina del camino…

El absurdo, la confusión, el apagamiento -todo lo que no fuese la vida…-. Y duermo, a mi manera, sin sueño ni reposo, esta vida vegetativa de la suposición, y bajo mis párpados sin sosiego flota, como la espuma quieta de un mar sucio, el reflejo lejano de las farolas mudas de la calle. 
Duermo y desduermo.

Del otro lado de mí, allá por detrás de donde yazgo, el silencio de la casa toca al infinito. Oigo caer al tiempo, gota a gota, y ninguna gota que cae se oye caer. Siento a la cabeza materialmente colocada en la almohada en que la tengo haciendo un valle. La piel de la funda tiene, con mi piel, un contacto de persona en la sombra.
La propia oreja, sobre la que me acuesto, se me graba matemáticamente contra el cerebro. Pestañeo de cansancio, y mis pestañas producen un ruido pequeñísimo, inaudible, en la blancura sensible de la almohada erguida. Respiro, suspirando, y mi respiración sucede: no es mía. Sufro sin sentir ni pensar.

El reloj de la casa, lugar seguro allá en medio del infinito, da la media hora seca y nula. ¡Todo es tanto, todo es tan hondo, todo es tan negro y tan frío!

Paso tiempos, paso silencios, mundos sin forma pasan por mí. Súbitamente, como una criatura del Misterio, un gallo canta sin saber de la noche. Puedo dormir, porque es mañana en mí. Y siento a mi boca sonreír, dislocando levemente las arrugas de la funda que me prende el rostro. Puedo abandonarme a la vida, puedo dormir, puedo ignorarme… Y a través del sueño nuevo que me oscurece, o recuerdo al gallo que ha cantado, o es él, de verdad quien canta por segunda vez.

lunes, 26 de octubre de 2015

Pero aún lo veíamos (por Benjamín Prado)


Mi padre había muerto, pero aún lo veíamos
por las habitaciones
o cruzando el jardín:
como al cerrar los ojos
después de ver un bosque,
los pájaros se mueven todavía un momento en la mirada.

Después llegaron luces
de autopista,
emisoras
de media noche
hoteles conocidos,
la luna sobre el río de automóviles.

Atravesábamos despacio los nombres de las ciudades,
sintiendo, al mismo tiempo,
la lentitud y el paso de los días.

Hacia el final, mi padre era del agua,
del cuarzo,
de la sombra.
Sus ojos eran limpios,
más azules.
Y extraños
como una luz encendida en una habitación vacía. 


domingo, 25 de octubre de 2015

Sin nada entre las garras (por Klaus Rifbjerg)


ve el ratón al cernícalo
o acaso es sólo el pájaro
el que avista al ratón

de todos modos se
da la supremacía
a la rapaz

fíjate únicamente en la elegancia de sus maniobras
en su capacidad de estar como en el agua
en el aire
y la maniobra fulminante
de navaja cerrándose
cuando se dirige contra
el ratón cuya insignificancia
no es suficiente para
asegurar su destino

pero piensa también cuántas veces el pájaro
abandona la tierra
sin nada entre las garras

e intenta recordar el ojo ardiente
del ratón que detrás de la maleza
intenta serenar su aliento y
mira al ave allá arriba
que se lleva su vanidad su hambre
su orgullo
a otro lugar

sábado, 24 de octubre de 2015

Vacilando florecen (por Do Yong Hwan)


¿Habrá flor que florezca sin vacilar?

Hasta las flores más hermosas del mundo,

vacilando, florecen.

Vacilando yerguen su tallo recto;

pues no hay amor que prospere sin vacilar.

¿Habrá flor que florezca sin mojarse?

Hasta las flores más relucientes del mundo,

mojándose, florecen.

Sus tiernas hojas brotaron entre lluvia y viento;

pues no hay vida que sin mojarse prospere. 


viernes, 23 de octubre de 2015

Las nubes (por Wislawa Szymborska)


Con la descripción de las nubes

debería darme mucha prisa,

en una milésima de segundo

dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.


Es propio de ellas

no repetirse nunca

en formas, matices, posturas y orden.


Sin la carga de ningún recuerdo

se elevan sin problemas sobre los hechos.


¡De qué van a ser testigos!,

en un segundo se disipan en todas direcciones.


Comparada con las nubes

la vida parece tener los pies sobre la tierra,

se diría que es inmutable y prácticamente eterna.


Frente a las nubes

hasta una piedra parece un hermano

en el que se puede confiar

y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.


Que exista la gente si quiere,

y después que se mueran uno tras otro,

poco les importa a las nubes

esas cosas

tan extrañas.


Sobre toda tu vida

y también sobre la mía, aún incompleta,

desfilan pomposas igual que desfilaban.


No tienen la obligación de morir con nosotros.

No necesitan ser vistas para poder pasar.


jueves, 22 de octubre de 2015

En otras playas (por Jorge Luis Borges)


Lejos del mar y de la hermosa guerra,
que así el amor lo que ha perdido alaba,
el bucanero ciego fatigaba
los terrosos caminos de Inglaterra.

Ladrado por los perros de las granjas,
pifia de los muchachos del poblado,
dormía un achacoso y agrietado
sueño en el negro polvo de las zanjas.

Sabía que en remotas playas de oro
era suyo un recóndito tesoro
y esto aliviaba su contraria suerte;

a ti también, en otras playas de oro,
te aguarda incorruptible tu tesoro:
la vasta y vaga y necesaria muerte. 


miércoles, 21 de octubre de 2015

Cumpleaños (por Ángel González)


Yo lo noto: cómo me voy volviendo

menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

Y pronto caería la noche (por Rafael Campo)

¿Me vas a recordar igual que como me ves
hoy? Este largo compromiso—veinte años—
ha contraído algunos estragos. Me
acosté anoche y pensé que estábamos
lejos de no sonar más. Giraste hacia mí,
y yo era joven, y aún miedoso; la luna de junio
nos espió, con preocupación familiar. Me dolía
la rodilla, castigo por hacer culto a la tierra
de nuestro pequeño jardín. Los lirios florecidos,
sus caras enjutas y barbudas, de viejos
hermosos, dispensaron sus bendiciones y sus culpas.
Vos pintabas un mueble, y dijiste "lo haré,
por supuesto lo haré". Yo plantaba ajedrea,
no muy resistente a los meses invernales, al lado
de la menta que odias por invasiva.
Se entremetió una brisa, siempre la novia radiante
con quien todos se quieren casar. La labor de una vida,
por la mitad hasta ahora, omnipresente.
Estaba cansado, y pronto caería la noche,
pero nadie puede negar el amor, ni nosotros.


martes, 20 de octubre de 2015

Una voz en la niebla (por Joan Margarit)

El tren se ha detenido entre la niebla
de plomo, que amortigua
ruido de calles, cláxones de hierro,
el desorden de alguna mala música.
Tomo un taxi hasta un centro impersonal.
Es una ciudad fea que me espera
con un desánimo de vieja hetaira.
Pero comienzo a rescatar lugares:
casas, aceras,
las luces de unas tiendas, aquel bar.
Poco a poco, el paseo me devuelve
una voz en la niebla y una música
con una letra escrita por la vida.
Las calles, cómo cambian a medida
que mi recuerdo va reconociéndolas.
No hay ciudades feas, ni hombre o mujer
tan miserables que no podamos ser
tú y yo en esta historia de amor.


lunes, 19 de octubre de 2015

Y miro al que yo he sido (por José Hierro)


¡Tanto hermoso momento
muerto por la costumbre!

¡Tanto instante terrible
que luego en la memoria
se hunde!

Sé que somos la suma
de instantes sucesivos
que el tiempo no destruye.

Y miro al que yo he sido
un instante olvidado
de algún día de octubre.

Me duele su tristeza:
quisiera liberarle
de aquella pesadumbre;

pero somos la suma
de instantes sucesivos
que el tiempo no destruye.

Aquel que ahora recuerdo
seguirá siempre en sombras
aun cuando el sol me alumbre.

Oh, no poder borrarlo,
no poder alegrarlo,
darle cielos azules.

Mientras esté yo vivo
él llenará su instante
ciñendo rosas fúnebres.

Y cuando yo me muera
él seguirá viviendo
ciñendo rosas fúnebres.

Sé que somos la suma
de instantes sucesivos.
Ceñimos rosas fúnebres.

(Miro: estoy en mi estela,
ciñendo rosas fúnebres.)


domingo, 18 de octubre de 2015

De la mano (por Saiz de Marco)


Ves en la lejanía los pasos que no has dado

-los senderos futuros,

las huellas aún no impresas-

y allá al fondo

esos dos antagónicos juntos


( como aquellas parejas en que


él alto / ella baja ;

“pies en la tierra” ella / “siempre en la luna” él ;

extravertido uno / ensimismado el otro ).


Como el negro y el blanco

o lo amargo y lo dulce

o el agua y el aceite


cogidos de la mano

atraviesan,

recorren el camino de enfrente

-tu ruta aún por andar-.


Hacia ti están viniendo

esos polos opuestos, esos novios tan raros,

ese amor imposible:


el miedo y la esperanza.


sábado, 17 de octubre de 2015

Un doble ser (por Fernando Pessoa)

Cerca con grandes muros a aquél que te sueñas.
Después, donde es visible el jardín
a través del portón de reja adecuada,
pon las flores que sean más risueñas,
para que te conozcan sólo así.
Donde nadie lo vea no pongas nada.


Haz macizos como los que otros tienen
donde las miradas puedan entrever
tu jardín tal como vas a mostrárselo.
Pero donde es tuyo, y nunca lo ve nadie,
deja que crezcan las flores que vienen del suelo

y a las hierbas naturales déjalas medrar.
Haz de ti mismo un doble ser guardado;
y que nadie que vea y mire pueda
saber de ti más de lo que sabe un jardín
-un jardín mostrable y reservado,
por detrás del cual la flor nativa roza
la hierba tan pobre que ni tú la ves…-.

viernes, 16 de octubre de 2015

Yo estudiaba los ríos (por Benjamín Prado)

Palabras como la nieve que se oculta a sí misma.

Los bosques destilaban pájaros tropicales,
el Amazonas era la sombra de los tigres,
el Sena
comenzaba en las campanas
y en el Hudson morían las palomas.

Yo estudiaba los ríos.
Mi padre,
envuelto en humo,
hablaba de esperanzas y de escombros,
de la lluvia inocente sobre el hombre culpable,
del puñal enterrado en la arena de los números,
del sol vacío que entra en la casa del muerto.

La luz del televisor se extendía por la habitación.

En el Ebro flotaban duros montes de estaño.
En el Guadalquivir hubo torres de oro.
En el Nilo brillaban las pirámides.

Nuestros cuerpos teñían de rojo la luna.

jueves, 15 de octubre de 2015

Por las noches hendidas (por Jorge Luis Borges)

Como un ciego de manos precursoras
que apartan muros y vislumbran cielos,
lento de azoramiento voy palpando
por las noches hendidas
los versos venideros.
He de quemar la sombra formidable
en su límpida hoguera:
púrpura de palabras
sobre la espalda flagelada del tiempo.
He de encerrar el llanto de los siglos
en el duro diamante del poema.
Nada importa que el alma
ande sola y desnuda como el viento
si el universo de un glorioso beso
aún abarca mi vida
y en lo callado se embravece un grito.
Para ir sembrando versos
la noche es una tierra labrantía.


miércoles, 14 de octubre de 2015

Instante (por Wislawa Szymborska)


Camino por la ladera de una verdeante colina.

Hierba, florecillas en la hierba,

como si fuera un cuadro para niños.

Un neblinoso cielo ya azulea.

Una vista sobre otras colinas se extiende en silencio.


Como si aquí nada hubiera de cámbricos, silúricos,

ni rocas gruñéndose unas a otras,

ni abismos elevados,

ninguna noche en llamas

ni días en nubes de oscuridad.


Como si no pasaran por aquí llanuras

en febriles delirios,

en helados temblores.


Como si sólo en otros lugares se agitaran los mares

y desgarraran las orillas de los horizontes.


Un bosque que aparenta un bosque por los siglos de los siglos, amén,

y en lo alto unos pájaros que vuelan en su papel de pájaros que vuelan.


Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante.

Uno de esos terrenales instantes

a los que se pide que duren.

martes, 13 de octubre de 2015

Y así estuvimos (por Mauro Lo Coco)


el ruido de la heladera, ese verano
se paraba todas las noches a las tres
y a las tres y diez empezaba de nuevo
nos tenía a todos tarados, Alberto
decía que Roxana se levantaba dormida y la apagaba
y cuando volvía a la cama se despertaba de verdad
y volvía a la cocina y la prendía de nuevo;

a mí nunca me pareció lo mismo
estaba seguro que era parte de algún mecanismo
interno que descansaba para funcionar
diez minutos por ahí, algo así
que necesitaba girar y cuando llegaba a la pata
que faltaba
giraba en falso, o más lento, no sé

yo nunca entendí de máquinas

y te digo que así estuvimos varios días los cuatro
que al desayuno otra cosa no comentábamos
y siempre todos menos Roxana
la habíamos oído sonar y dejar de sonar
hasta que vino ese muchacho
un pibe joven que era amigo del novio de María
la amiga de Roxana, Rodrigo
creo que se llamaba
o Ramiro

Ramiro;
venían los tres de la playa a tomar mate
era técnico de algo no sé, compact disc, dvd
y nos dice que es normal
que todas las heladeras lo hacen
el ruido a la noche y parar,
y que tal vez sea la costumbre de dormir o de oír
y que también se paran de día pero
que uno no está ahí para escuchar

se entiende
si te lo explica alguien que sabe

lunes, 12 de octubre de 2015

Qué rueda (por Kim Sung-Hui)


La oscuridad precede al sol,

el sol destruye a la oscuridad.

La realidad se opone al sueño

y entonces, los sueños destruyen la realidad.

El águila toma el sol en su paseo.

Ahora, detrás de una pared de nubes

me arriesgo

a soñar

que las corpusculares ondas misteriosas del sol

están uniendo mi vida con la suya

para evitar que mi existencia se convierta en cenizas

para evitar que se convierta en una máscara de hielo.

Me atrevo a imaginar:

mi fuego girando como el sol en su eterna órbita.

para siempre, eternamente.

uniendo

mi vida y esa enorme vida.

¿Qué rueda giratoria

en el vacío de qué niebla

es nuestro hilo que comienza a destejerse?

domingo, 11 de octubre de 2015

Hijo (por José Mateos)


¿Para venir a este mundo
en qué otro mundo habrás muerto,
hijo? ¿Qué voces te arrastran
y quién te echará de menos
allí, donde nadie sabe
que estás aquí y eres nuestro?

¿Cuántos días, cuántas noches
vivirás, mi dios pequeño,
junto a nosotros, oculto
y reclamado por ellos?


sábado, 10 de octubre de 2015

Por las que no he podido entrar (por León Felipe)


Sé muy pocas cosas…
No he leído los libros cabalísticos…
Mi cerebro es muy corto…
No entiendo nada. Soy viejo
y todo me parece un gran enigma.
La filosofía y las profundas especulaciones me paralizan y me aturden. Físicamente me destruyen.
Hay muchas puertas por las que no he podido entrar…
¡Cuántas veces me he quedado llorando a la puerta cerrada de Dios!
Sólo alguna vez, por el resquicio de mi llanto, he vislumbrado no sé qué lucecillas… y me he dado a soñar.
Luego me he puesto a escribir.
Así han salido mis versos… desgarrándome, con ansiedad y con dolor…
Nada son, sin embargo, bien lo sé… Balbuceos…
lenguaje infantil y primario…
¿Cuándo comenzaré a hablar?...
¿Cuántos siglos tendrán que transcurrir todavía
para que pueda pronunciar las palabras esenciales
cargadas de conocimiento, de amor, de Luz…?


viernes, 9 de octubre de 2015

Cogí de sus dedos la foto (por Yusef Komunyakaa)


Se tambaleó por un momento
entre la hierba alta, como si estuviese bailando
con una mujer. Nuestros cañones
se pusieron al rojo vivo.
Cuando me acerqué,
un halo azul de moscas volaba sobre él.
Cogí de sus dedos
la foto deteriorada.
No hay otra manera
de decirlo: Me enamoré.
La mañana empezaba a clarear,
menos para un mortero lejano
y para algunos helicópteros que despegaban
en alguna parte.
Le metí la cartera en el bolsillo
y le di la vuelta para que no siguiera
besando el suelo.


jueves, 8 de octubre de 2015

Una máscara (por Haris Vlavianós)


de noche
con la luna llena de las contradicciones
bailando en la cúpula de tu mente
piensas en cambiar el papel
en quitarte al fin la máscara de la pena
ayer
encantado por las posibilidades de los sentimientos escribiste:
sólo como pasión tiene sentido el amor
todo espíritu profundo necesita una máscara
porque así lo demanda la sutileza de su preocupación
hoy
bajo este cielo predecible
quieres pensar
que la avenida a tus pies se abre
termina en algún sitio
en una resolución final de la materia
en un resumen que te permitirá admirar o temer
el desarrollo predestinado de la historia
tu historia
en cuyos episodios dramáticos
buscas renococer una señal de afirmación
la seguridad de la recompensa
la luz brilla
"la luz siempre está brillando"
es tarde sin embargo
para hojear el momento
(la vida no es un argumento / la vida no es una discusión)
nadie tiene ganas de leer más
ni tú tampoco (que hable el texto)
que cansada por la intensidad
de las últimas horas
descuelgas el teléfono
"un expresso doble"
(como siempre,
el mejor somnífero).

miércoles, 7 de octubre de 2015

Borrar (por Roberto Juarroz)

¿Qué borrar primero:
la sombra o el cuerpo,
la palabra escrita ayer
o la palabra escrita hoy,
el día oscuro
o el día claro?

Hay que encontrar un orden.
El aprendizaje de borrar el mundo
nos ayudará luego a borrarnos.


martes, 6 de octubre de 2015

Sólo queríamos (por Ana Rüsche)


A nuestra generación nunca se nos permitió ver el mar
por primera vez.
Él siempre estuvo adentro, reluciente, tan grande
como nosotros mismos

Rogamos tanto a las noches que se hiciera nuevamente la
oscuridad
pero las plegarias atendidas
son ilusión de tontos, un ardor en los
ojos y
el mar se enfurece aquí dentro, monstruo devorador
de piedra

Nacimos ballenas mórbidas
pobres diablas ahogadas en este papel de luz,
y es tan mezquino en sus inicios el deseo

Nosotros sólo queríamos ver el maldito mar
por favor,
por primera vez


lunes, 5 de octubre de 2015

Ante las cosas (por Fernando Pessoa)


A veces, en días de luz perfecta y exacta,
en que las cosas tienen cuanta realidad pueden tener,
me pregunto a mí mismo despacio
por qué siquiera atribuyo
belleza a las cosas.


¿Una flor acaso tiene belleza?
¿Tiene belleza acaso una fruta?
No: tienen color y forma
y existencia tan sólo.
La belleza es el nombre de algo que no existe
y que doy a las cosas a cambio del agrado que me dan.
No significa nada.
Entonces, ¿por qué digo de las cosas: son bellas?

Sí, incluso a mí, que vivo solamente de vivir,
invisibles, vienen a hablarme las mentiras de los hombres ante las cosas,
ante las cosas que simplemente existen.

¡Qué difícil ser uno mismo y no ver sino lo visible!

domingo, 4 de octubre de 2015

Y se hace aire (por Agustín Fernández Mallo)

Detectan su fin, van haciéndose transparentes los cuerpos,
ves cómo se funden con el paisaje -ves a través de ellos el paisaje-.
Es paradójico porque más que nunca la carne reivindica
en esos momentos su porqué

-una flecha se clava en el aire y se hace aire y luego telón y cae y levanta
un polvo sin propietario-.

Ya nadie se llamará como yo,
me dijo.


sábado, 3 de octubre de 2015

Teléfono (por Vicente Huidobro)


HILOS TELEFÓNICOS
CAMINO DE LAS PALABRAS

Y de noche
violín de la luna

UNA VOZ

Una montaña
ha surgido ante mí
Lo que espera detrás
busca su camino

DOS LUGARES
DOS OREJAS

Una larga ruta por recorrer

Palabras
a lo largo de tu cabello
Una ha caído al agua

ALLO

ALLO


viernes, 2 de octubre de 2015

Cuando todo se entienda (por Saiz de Marco)


Cuando caigan los velos,
las vendas de los ojos,
¿cómo será, cómo se verá
todo?:

lo oscuro,
lo insondable,
lo real imperceptible,

lo absurdo,
lo aleatorio,
los efectos,
las causas,

el sinsentido,
el caos,

las falsas evidencias,
los errores veraces,

lo trágico,
lo injusto,

la razón,
la locura,

los rodillos del odio,
la crueldad desde dentro,
la estructura del mal,

el dolor que sentiste,
el daño que infligí,

el yo,
el aquí,
el ahora...

Cuando todo se aclare y se ilumine,
cuando todo se encienda,
cuando todo se entienda...,
¿qué aspecto tendrá entonces?

¿Qué forma adquirirá cuando se muestre entero,
no sólo este rincón
lleno de sombras?

¿Cómo será, cómo se verá todo
-el todo,
todo el todo-
después de irse la niebla,
cuando se haga la Luz?