zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 31 de octubre de 2014

Incógnita (por Antonio Rivero Taravillo)


Con su tiza,

las estrellas

en el cielo

van desgranando su álgebra.

–¿Existe Dios o no existe?

–Duda -afirma,

blanca y negra,

la pizarra.

jueves, 30 de octubre de 2014

Haberlo visto todo (por Jaime García-Máiquez)


A veces, observando a la gente ambulante

por los lentos pasillos del Museo del Prado

no puedo contenerme, y me pongo a su lado

para saber qué opina –con un gesto pedante-

de un conde, un santo, un dios, o de un perro elegante.

Os aseguro que lo mejor que he escuchado

son esos comentarios del niño malhablado

al mirar a una venus desnuda por delante.


Cuando esa gente huye y en la misma salida

afirma ciegamente haberlo visto todo,

no haber dejado atrás ni una sala olvidada,

me entristezco pensando que hay quien deja la vida

jactándose saciada de eso mismo, de modo

que mirándolo todo no han contemplado nada.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Quieta en mi recuerdo (por Julio Inverso)


Ella siempre sonríe en mi recuerdo. La sonrisa es su patria. Allí la dejé. Mi sueño y mi recuerdo más antiguo es su sonrisa. Lo demás son tinieblas y vagas metafísicas. A veces hay un brillo (de los ojos), una mano que viene, refrenada y marítima (hasta podría imaginar que esa mano alcanza mi pelo). Quizás podría reconstruir, con algún esfuerzo, a aquella mujer y tenerla, nueva, y tenerla a mi lado: una mujer hecha de visiones, fervores y anhelos. Pero, al final, ella está quieta en mi recuerdo, cardinal y levemente maligna, inaugurando para mí el amor, cambiándome el curso de la era, mientras sigo a sus pies, hablando del amor, como aquella noche.

Su sonrisa me basta. No necesito saber más para seguirla amando. Pero ahora, en cambio, está saliendo el sol y me sacudo esos penosos atributos, me despojo y me levanto, a sumarme a la algarabía y al concierto de las pequeñas cosas.


martes, 28 de octubre de 2014

Ladremos juntos (por Serguei Esenin)


Dame tu pata, como buena estrella, Jim.
Una pata igual no vi en mi vida.
Ladremos juntos este día tranquilo
a la cara de la luna que nos mira.
Dame tu pata, como buena estrella, Jim.
No seas así; no te relamas tanto...
Sólo quiero que caigas en la cuenta...
Porque tú no sabes lo que es esta vida,
ni que vivirla merece la pena.
Sé que tu dueño es amable y distinguido,
que por su casa pasan muchos caballeros.
Y todos ellos, sonriendo, pretenden
acariciar tu piel de terciopelo.
¡Eres, a lo perro, una hermosura!
Juguetón, ingenuo y cariñoso.
Y sin pedir a nadie explicaciones,
besas, como el amigo ebrio, a todos.
Amigo Jim, entre todos esos huéspedes,
¡hubo tantos así y de mil maneras!...
Dime, ¿aquella tan callada, la más triste,
no entró tal vez por esa puerta?
Ella vendrá, te juro que ella viene.
Y si por desgracia, yo, allí no estuviera,
lámele por mí su mano, con ternura,
por todo cuanto fui culpable e inocente.


lunes, 27 de octubre de 2014

Las cosas que no tengo (por Antonio Hernández)


Cuando digo “las cosas que no tengo”…
no me refiero a las que tuve,
a las que me rozaron, me refiero
a esa promesa que incumplió la vida,
a la caricia que sufrió mi piel
por no sentirla. Al beso que no di.
Al amor que no tuve y aún no ha caducado.
A lo que me acompaña hacia la muerte
como una sombra de otro cuerpo.


domingo, 26 de octubre de 2014

En el aire nocturno (por Walt Whitman)

Cuando escuché al astrónomo erudito,
cuando las pruebas, las cifras, fueron puestas en columnas delante de mí,
cuando me enseñaron los mapas y diagramas para sumarlos, dividirlos, medirlos,
cuando sentado escuché al astrónomo, con gran aplauso en el salón...
qué extrañamente rápido me harté,
hasta que levantándome y deslizándome me alejé solo
en el aire nocturno, místico y húmedo, y de tiempo en tiempo
miré en perfecto silencio las estrellas.


sábado, 25 de octubre de 2014

Sustracción (por Gemma Gorga)


Pesaban el cuerpo unos minutos antes de morir.

Pesaban el mismo cuerpo unos minutos después de morir.

Una simple sustracción matemática

debía indicarles el peso del alma.


Pienso en ello, ahora,

mientras sostengo el libro nuevo entre las manos,

las palabras todavía untuosas

como las plumas de un pájaro recién nacido.


Y me pregunto si, una vez leído,

también pesará menos.


Como un cuerpo cuando pierde el alma.

viernes, 24 de octubre de 2014

Si me desbordo (por Nizar Qabbani)


Si grito:
"te quiero mucho",
no me acalles.


Si pierdo la prudencia
y ciño tu cintura en la acera,
no me regañes.

Si destello en la reja de tus pechos,
como el relámpago, alguna noche,
no me apagues.

Si me desangro, como un gallo herido, en tus brazos,
no me cures.

Si transgredo las normas y las costumbres,
no me reprendas.

Ahora estoy en trance de la suprema locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.

Si me desbordo, como el mar, por tus playas,
no me contengas.

Si un día pido refugio al kohol de tus ojos,
no me arrojes.

Si me quiebro en fragmentos de luz sobre tus pies,
no me moltures.

Si cometo un crimen de amor,
si el color bronceado, fermentado en tus hombros, sacude mi fe,
si me comporto como un niño travieso
y empapo tu pezón de vino...
no me pegues.

Ahora estoy en trance de la gran locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.

Si escribo en pétalos de rosa
que te quiero...
te ruego que me leas.

Si duermo como un niño en los bosques de tu pelo,
no me despiertes.

Si te llevo por dote la leche de los pájaros,
no me rechaces.

Si envío mil cartas de amor
para ti...
no las quemes abrasándome.

Si algún día te ven conmigo en los cafés de la ciudad,
no me ignores:
todas las mujeres de la ciudad conocen mi debilidad por la belleza
y el origen de la poesía y del jazmín.

¿Cómo fingir?
si estás pintada en las aguas de mis ojos.

Ahora estoy en trance de la luminosa locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.

Cuando el vino francés
desprenda las horquillas de tu pelo sin disculpas,
y me cerque el trigo,
me ciña la noche,
me rodee la mar
y comience a pastar, como loco, la hierba de los campos,
sin saber dónde está mi derecha
ni mi izquierda.

Cuando el vino francés
borre las antiguas fronteras entre mi existencia y mi suicidio,
te ruego, en nombre de todos los locos, que me comprendas.

Te ruego, cuando el vino diga algo inoportuno
del amor, que me perdones.

Ahora estoy en trance de la hermosa locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.

Cuando el vino francés
borre los rostros,
las líneas,
y los ángulos,
y no quede más mujer que tú
ni más hombre que yo.

Cuando no sepa dónde están tus manos
y dónde están las mías,
cuando no sepa distinguir el vino
de mi sangre,
cuando no sepa distinguir el lenguaje de tus manos
del de los espejos,
cuando al final de la noche me haga añicos,
me cerque el deseo
y me cerque el kohol,
y se me olvide mi nombre
y mi dirección,
y se me olviden los nombres de todos los barcos,
te ruego, estrellado, que me recojas,
te ruego, roto, que me pegues,
te ruego, muerto, que me resucites.

Ahora estoy en trance de la gran locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.

Cuando el vino francés
despoje del cuerpo asiático el quimono,
y de la oscuridad del pecho salgan la aurora,
la golondrina,
el coral,
el cobre, el té, el marfil
y otras cosas.

Cuando el vino francés
suprima todas las lenguas,
reduzca todas las culturas a cero
y todas las civilizaciones a cero,
y convierta tu boca en un jardín de rosas
y convierta mi boca en cincuenta bocas.

Cuando el vino francés anuncie al final de la noche
que eres la más hermosa de las mujeres,
y tu estatura y tu cintura las más armoniosas,
cuando anuncie que todas las bellezas del mundo son prosa
y sólo tú eres poesía,
en nombre de todos los borrachos,
en nombre de todos los confusos,
en nombre de todos los que sufren la maldición del amor,
te ruego que no me maldigas.

En nombre de todos los que sufren la herida del corazón,
te ruego que no me hieras.

Ahora estoy en trance de la suprema locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura...

jueves, 23 de octubre de 2014

Jamás hemos salido de aquí (por Valéry Larbaud)


Nuestra breve jornada pronto habrá terminado: 

los últimos años se abren ante nosotros como estas calles;
y el colegio sigue estando allí, y esta plaza
en cuadrículas, y la vieja iglesia en la que hemos visto
entrar muerto a Verlaine. En el fondo, a pesar del mar
y de tantos caminos, jamás hemos salido
de aquí, y toda nuestra vida habrá sido
un pequeño viaje en círculos y zigzags por París.
E incluso después, aquí nos quedaremos,
invisibles, olvidados, pero siempre habitando
la ciudad de la infancia y del primer amor,
con el asombro de los doce años y del encuentro,
que aún nos hace murmurar entre el gentío:
“Porque sabes que siempre te he querido.”
y un transeúnte, que me ha oído, se da la vuelta.


miércoles, 22 de octubre de 2014

En ti me quedo (por Ángel González)


Así,

en ti me quedo,

paseo largamente tus brazos y tus piernas,

asciendo hasta tu boca, me asomo

al borde de tus ojos,

doy la vuelta a tu cuello,

desciendo por tu espalda,

cambio de ruta para recorrer tus caderas,

vuelvo a empezar de nuevo,

descanso en tu costado,

miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,

digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,

y si cierras los ojos cierro también los míos,

y me duermo a tu sombra como si siempre fuera

verano,

amor,

pensando vagamente

en el mundo inquietante

que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.

martes, 21 de octubre de 2014

Todavía no (por Daniela Camozzi)


si toda dicha es fugaz

que este pelo revuelto en tu mano

el recorrido de los dedos

por el borde de tu omóplato

que este desbande en el centro de mi cuerpo

esta fosforescencia

se sostenga un segundo más

que todavía no se apague


lunes, 20 de octubre de 2014

El cementerio marino (por Paul Valéry)


Ese techo tranquilo -campo de palomas-

palpita entre los pinos y las tumbas.

El meridiano sol hace de fuego

el mar, el mar que siempre está empezando...

¡Es recompensa para el pensamiento

una larga mirada a la paz de los dioses!



¡Qué pura luz en su esplendor consume

tantos diamantes de impalpable espuma

y qué paz entonces se concibe!

Cuando sobre este abismo un sol reposa

-trabajo puro de una eterna causa-

refulge el tiempo y soñar es saber.



Firme tesoro y templo de Minerva,

mole grandiosa y visual reserva,

agua siempre encrespada, ojo que ocultas

con un velo de llama tanto sueño.

¡Oh, mi silencio! Edificio del alma

pero cubierto con mil tejas de oro.



¡Templo del tiempo que un suspiro asume!

Yo subo a su pureza y acostumbro

mi marina mirada al rodearme.

Como a los dioses en mejor ofrenda

dejo que el agua rutile sembrando

un desdén soberano en las alturas.



Como la fruta se deshace en goce

y su ausencia en delicia se convierte

mientras muere su forma en una boca,

mi futura humareda aquí respiro,

y el cielo canta al alma consumida

el cambio de la orilla y del rumor.



¡Mírame tan mudable, bello cielo!

Después de tal orgullo y tanto extraño

ocio, pero que guarda su poder,

al espacio brillante me abandono:

en casa de los muertos va mi sombra

que me unce a su leve movimiento.



A teas de solsticio el alma expuesta

yo te sostengo, admirable justicia

de la luz, la de armas sin piedad,

yo te devuelvo pura a tu solio primero.

Mírate. Pero... ¡Devolver las luces

supone una mitad de árida sombra!



Para mí solo, a mí solo, en mí mismo

cerca de un corazón -fuente del verso-

entre el suceso puro y el vacío

de mi grandeza interna espero el eco:

hosca cisterna amarga en que resuena

siempre en futuro, un hueco sobre el alma.



Sabes, falso cautivo del follaje,

golfo devorador de sus débiles rejas

-secreto deslumbrante a mis sentidos-,

el cuerpo que me arrastra a su fin perezoso,

¿qué frente, tierra ósea, aquí me atrae?

Una centella piensa en mis ausentes.



Me gusta este lugar -reino de antorchas-

de oros y piedras y árboles umbríos,

ofrecido a la luz, cazo terrestre,

fuego cerrado, sacro y sin materia,

trémulo mármol bajo tantas sombras

donde el mar fiel entre mis tumbas duerme.



Mastín magnífico, aparta al idólatra.

Si con sonrisa de pastor y solo

apaciento corderos misteriosos

-el rebaño tranquilo de mis tumbas-,

haz que se ausenten las cautas palomas,

los sueños vanos, los curiosos ángeles.



Aquí llegado, el porvenir es lento.

Nítido insecto araña sequedades.

Deshecho todo, el aire lo recibe

sin saber en qué esencia es contenido.

La vida es vasta en su ebriedad de ausencia

y la amargura es dulce, y claro el ánimo.



Los muertos están bien bajo la tierra,

que calienta y enjuta su misterio.

Y arriba, sin moverse, el sol exacto

en sí mismo se piensa y se conviene...

Testa cabal y perfecta corona,

en ti soy la mutación secreta.



Nada más yo contengo tus temores.

¡Mi contrición, mis dudas, mis aprietos,

son el defecto de tu gran diamante!

De mármoles pesados en su noche,

un pueblo vaga entre raíces de árboles

deseándote a ti que fulges siempre.



Allí fundidos a una ausencia espesa,

la roja arcilla se bebió la esencia

y ha pasado a la vida de las flores.

¿Dónde estarán las frases familiares,

el arte personal, las almas únicas?

Donde se forma el llanto larvas hilan.



Los gritos de muchachas cosquillosas,

los dientes y los párpados mojados,

el seno encantador que juega al fuego,

sangre que brilla en los labios rendidos,

los últimos dones, manos que los vedan,

¡bajo tierra va todo y entra en juego!



¿Y aún esperas un sueño, alma, tan grande,

que no tenga el color de la mentira

como a mis ojos son la onda y el oro?

¿Cantarás cuando seas vaporosa?

¡Todo huye! Porosa es mi presencia

y la santa impaciencia también muere.



Flaca inmortalidad dorada y negra,

consoladora de triste laurel

que en seno maternal cambias la muerte:

¡bella mentira y astucia piadosa!

¡Quién, sabiéndolo, no huye de ese cráneo

vacío, de esa risa sempiterna!



Hondos padres, deshabitadas testas,

que sois la tierra y confundís los pasos

bajo el peso de tantas paletadas,

el roedor, el gusano que aterra

no es para vosotros los durmientes,

¡porque vive de vida y no me deja!



¿Será el amor o el odio de mí mismo?

Siento tan cerca su secreto diente

que puede convenirle todo nombre.

¡Qué importa! Mira, quiere, sueña, toca,

gusta mi carne y -si dormido- aún

a su vida mi vida pertenece!



¡Zenón, cruel Zenón, Zenón de Elea!

¡Me has traspasado con la flecha alada

que vibra y vuela, pero nunca vuela!

El son me engendra y la flecha me mata.

¡Oh, sol! ¡Qué sombra de tortuga para

el Aquiles del alma, raudo y quieto!



¡No, no! ¡De pie! ¡La era sucesiva!

¡Rompa el cuerpo esa forma pensativa!

¡Beba mi seno este nacer del viento!

En la frescura que la noche exhala

mi alma retorna ¡Salina potencia!

¡Corramos a la onda y revivamos!



Sí, mar gran mar de delirios dotado,

piel de pantera y clámide horadada

por millares de imágenes del sol,

ebria en tu carne azul, hidra absoluta

que te muerdes la cola refulgente

en un tumulto análogo al silencio.



El viento llega... ¡Vamos a la vida!

¡Abre y cierra mi libro al aire inmenso,

la ola en polvo salta entre las rocas!

¡Volad, páginas mías deslumbradas!

¡Olas, romped con las aguas del júbilo

el techo en paz picado por los foques! 


domingo, 19 de octubre de 2014

Otro modo de presencia (por Vicente Huidobro)


Yo estoy ausente, pero en el fondo de esta ausencia

hay la espera de mí mismo.

y esta espera es otro modo de presencia

la espera de mi retorno

Yo estoy en otros objetos

ando de viaje dando un poco de mi vida

a cierto árboles y ciertas piedras

que me han esperado muchos años.


Se cansaron de esperarme y se sentaron.


Yo no estoy y estoy

estoy ausente y estoy presente en estado de espera

ellos querrían mi lenguaje para expresarse

y yo querría el de ellos para expresarlos

He aquí el equívoco, el atroz equívoco.


Angustioso, lamentable

me voy adentrando en estas plantas

voy dejando mis ropas

se me van cayendo las carnes

y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas


Me estoy haciendo árbol. Cuántas veces me he ido convirtiendo en otras cosas…

Es doloroso y lleno de ternura.


Podría dar un grito pero se espantaría la transustanciación

Hay que aguardar en silencio. Esperar en silencio.

sábado, 18 de octubre de 2014

Al menos (por Saiz de Marco)


si al jugar a la vida todo valiera

al menos

tanto como nos cuesta…


si nos fuera dado

al menos

lo mismo que se nos pide…


si los logros estuvieran

al menos

al nivel del esfuerzo que requieren…


si el terreno de juego

al menos

no estuviera cuesta arriba…


si el adversario fuera

al menos

de nuestra misma estatura…


si el arbitraje

al menos

fuera justo y ecuánime…


entonces

al menos

no perderíamos siempre


y podríamos

al menos

empatar el partido

viernes, 17 de octubre de 2014

Un afán, un temor (por Nicanor Parra)

Antes de entrar en materia,
antes, pero mucho antes de entrar en espíritu,
piensa un poco en ti mismo, Tomás
Lagos y considera lo que está por venir,
también lo que está por huir para siempre
de ti, de mí,
de las personas que nos escuchan.

Me refiero a una sombra,
a ese trozo de ser que tú arrastras
como a una bestia a quien hay que dar de comer y de beber
y me refiero a un objeto,
a esos muebles de estilo que tú coleccionas con horror
a esas coronas mortuorias y a esas espantosas sillas de montar
(me refiero a una luz).

Te vi por primera vez en Chillán
en una sala llena de sillas y mesas
a unos pasos de la tumba de tu padre.
Tú comías un pollo frío,
a grandes sorbos hacías sonar una botella de vino.

Dime de dónde habías llegado.
El nocturno siguió viaje al sur,
tú hacías un viaje de placer
o ¿te presentabas acaso vestido de incógnito?

En aquella época ya eras un hombre de edad,
luego vinieron unas quintas de recreo
que más parecían mataderos de seres humanos:
Había que andar casi toda la noche en tranvía
para llegar a ese lugar maldito,
a esa letrina cubierta de flores.

Vinieron también esas conferencias desorganizadas,
ese polvo mortal de la Feria del Libro,
vinieron, Tomás, esas elecciones angustiosas,
esas ilusiones y esas alucinaciones.

¡Qué triste ha sido todo esto!
¡Qué triste! pero ¡qué alegre a la vez!
¡Qué edificante espectáculo hemos dado nosotros
con nuestras llagas, con nuestros dolores!

A todo lo cual vino a sumarse un afán,
un temor,
vinieron a sumarse miles de pequeños dolores,
¡vino a sumarse, en fin, un dolor más profundo y más agudo!

Piensa, pues, un momento en estas cosas,
en lo poco y nada que va quedando de nosotros,
s
i te parece, piensa en el más allá,
porque es justo pensar
y porque es útil creer que pensamos.

jueves, 16 de octubre de 2014

A donde está la luz (por Eloy Sánchez Rosillo)

Este deseo, esta necesidad
de retornar mil veces
a donde está la luz.
No a donde estuvo y se apagó muy pronto,
sino al lugar radiante del que siempre
sigue y sigue manando.
Respirarla, beberla
cuando a ese sitio nuestros pasos vuelven,
es completar la vida, lo que entonces
apenas fue o no vimos
que en nuestro transcurrir se demora.
Regresar a ese limpio manantial:
cuánta misericordia inagotable.
Ningún daño se encuentra allí al acecho;
allí el amor no se termina nunca.


miércoles, 15 de octubre de 2014

Para temblar así (por Vicente Gallego)


Es hermosa esta noche de verano,

aunque no más hermosa

que cualquier otra noche de verano.

Es hermosa esta noche en que estoy solo,

y fumo, y he dejado

en penumbra la casa mientras suena

un dulce y triste blues,

un blues tan triste y dulce como otros.

Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,

se diría especial, y sin embargo

existe algo muy hondo en esas cosas

que parecen sencillas:

una extraña grandeza que no acaba

de ser exaltación, tragedia, paz,

pero que es todo eso, y es también

un sentir claramente

que para que esto ocurra ha sido necesario

apurar estos años, acumular recuerdos,

haber ganado

y haber perdido tantas cosas.

Para que este piano suene así,

para temblar así con esta música,

ha sido necesario

ir llenándola poco a poco

de belleza y de daño, ir llenándola

con nuestra propia vida, para que se parezca

a nuestra propia vida, y suene así:

tan insignificante

y tan grande, tan triste, tan hermosa.

martes, 14 de octubre de 2014

Recuerdos de matrimonio (por Enrique Lihn)


Buscábamos un subsuelo donde vivir,

cualquier lugar que no fuera una casa de huéspedes.

El paraíso perdido

tomaba ahora su verdadero aspecto: uno de esos pequeños departamentos

que se arriendan por un precio todavía razonable

pero a las seis de la mañana. “Ayer no más lo tomó un

matrimonio joven”.

Mientras íbamos y veníamos en la oscuridad en direcciones capciosas.

El hombre es un lobo para el hombre y el lobo una dueña de casa de pensión

con los dientes cariados,

húmeda en las axilas, dudosamente viuda.

Y allí donde el periódico nos invitaba a vivir se alzaba

un abismo de tres pisos:

Un nuevo foco de corrupción conyugal.

Mientras íbamos y veníamos en la oscuridad, más

distantes el uno del otro a cada paso

ellos ya no estaban allí, estableciendo su nido sobre

una base sólida,

ganándose la simpatía del conserje, tan hosco con los

extraños como ansioso de inspirarles gratitud filial.

“No se les habrá escapado nada. Seguramente el nuevo

ascensorista recibió una propina”

“La pareja ideal”. A la hora justa. En el momento

oportuno.

De ellos, los invisibles, sólo alcanzábamos a sentir su

futura presencia en el cuarto vacío:

nuestras sombras tomadas de la mano entre los primeros brotes

de sol en el parquet.

Un remanso de luz blanca nupcial.



“Pueden verlo, si quieren

pero han llegado tarde”

Se nos haría tarde.

Se hacía tarde en todo.

Para siempre.

lunes, 13 de octubre de 2014

Yo celebro (por Rainer María Rilke)


Oh di, poeta, ¿qué haces tú?
—Yo celebro.

Pero lo mortífero, lo pavoroso, ¿cómo
lo asumes, cómo lo acoges en ti?
—Yo celebro.

Pero lo innombrado, lo anónimo, ¿cómo
puedes, poeta, invocarlo?
—Yo celebro.

¿De dónde tu derecho, bajo todo disfraz,
bajo cada máscara, a ser verdadero?
—Yo celebro.

¿Y por qué lo sosegado y lo fogoso
te conocen como estrella y tormenta?
—Porque yo celebro.


domingo, 12 de octubre de 2014

Nuestro diverso y sucesivo alguien (por Fernando Pessoa)


Día tras día nos tornamos en quien

mañana no veremos. Hora tras hora

nuestro diverso y sucesivo alguien

desciende una vasta escalinata, el ahora.


Es una multitud que desciende, sin

que uno sepa de los otros. Los veo míos ahí fuera.

¡Ah, qué horrorosa semejanza tienen!

Son uno múltiple, aunque se ignora.


Los miro. Ninguno soy yo siéndolos todos.

Y la multitud aumenta, ajena a verme,

sin que yo sepa desde dónde va creciendo.


Los siento a todos dentro de mí moverme,

e innúmero, prolijo, voy descendiendo

hasta pasar por todos y perderme.

sábado, 11 de octubre de 2014

La mano ante los ojos (por Jaime Gil de Biedma)


Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos —qué latido
de la sangre en los párpados— y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.

No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con ojos vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.

Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.


viernes, 10 de octubre de 2014

Mi dolor (por Manuel Altolaguirre)


Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.


jueves, 9 de octubre de 2014

Éramos sólo tiempo (por Francisco Brines)


¡Fueron largos y ardientes los veranos!

Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos sólo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!


miércoles, 8 de octubre de 2014

Otro mar (por Lola Mascarell)


La noche y el azar me han arrojado

en honda soledad frente a una playa,

no importa en qué ciudad, ni en qué momento,

ni importa ya que agosto se termine.
 

Se extiende ante mis ojos, taciturno,

un mar triste e inmóvil,

un mar que de tan calmo

confunde su horizonte con el cielo.


¿Quién se quiere hacer cargo de esta tumba,

de un mar que ni se mueve ni respira,

de una quietud tan vasta, quién podría

pararse frente a él y estar tranquilo?


La huella de otro mar lleno de espuma,

de un mar bramando en él se superpone,

repite su condena

perdida en otro agosto ya lejano.


No podrás ver el mar mientras no laves

la sal de aquel verano en tus pestañas.

martes, 7 de octubre de 2014

Un viento ajeno y libre (por Fernando Ortiz)


Blancas de cal las casas que en el alba se alejan.

Un tibio sol de invierno va atemperando el aire.

Desde el mar los tejados menos altos y nítidos.

Temo la soledad. Y la melancolía

me invade si contemplo el puerto abandonado

y la ciudad hundiéndose bajo aguas azules.

Si miro al mar veo sólo mi presente inestable,

precario, tornadizo, al igual que las aguas

que el «Lord Howard» remueve y aparta con su quilla

-como el tiempo pasado la espuma se disuelve

mientras el barco sigue seguro su camino-.

Mas levanto mis ojos y un viento ajeno y libre

despeina mis cabellos, acaricia mi cara,

templando mi inquietud ante el vasto horizonte.

Ahora miro adelante: ¿Qué habrá tras esas nubes?

Dejo tierra y afectos. Perdonadme mi odio

y también el amor que sufro por vosotros:

aunque nunca consiga desterraros del alma

habréis de serme extraños. Así, al menos, lo quiero.

No han de volver mis ojos, ni han de volver mis pasos.

Amo la libertad. Y mi amada no es fácil.

lunes, 6 de octubre de 2014

Mi paisaje (por Zhivka Baltadzhieva)


Sentada en un banco en la sombra,

en la plaza empedrada de la iglesia de San Demetrio,

en Sliven, mi сiudad, mi paisaje genético,

siento el sol y el aguacero

de lo que ya ha pasado, de lo que pasará.

Aunque nunca pudo ser pronunciado mi amor

y tampoco mi amargura,

las nubes, los árboles, las blancas paredes de las casas de antaño,

los nuevos edificios de cristal y plásticos inteligentes,

las pequeñas flores que burlan el pavimento,

los sobresaltados pájaros del horizonte,

los transeúntes y los ausentes

silabean su fervor sin darse cuenta.

Solo que la piel de la vida y de la muerte se eriza.

Y entonces, el aire sopla levemente

y apacigua el paisaje.

domingo, 5 de octubre de 2014

Gritan como víctimas (por Rafael Cansinos Assens)


Cuando pienso lo que he querido ser y lo que soy, el llanto hincha las venas de mi garganta, 
y mil sueños malogrados gritan como víctimas dentro de mí.

¡Oh, el corazón de un hombre que ha pasado de la juventud es semejante al de un asesino!

Con la conciencia turbada, recuerdo los años que pasaron.

Los sueños malogrados claman dentro de mí como víctimas amordazadas; y la juventud pura y resplandeciente se alza ante mis ojos como una virgen abandonada, silenciosa y patética.

¡Oh, el corazón del hombre que ha pasado de la juventud es semejante al de un malhechor!

sábado, 4 de octubre de 2014

Igual que las marionetas (por Wang Wei)

Se tallan en madera
los rostros viejos de la marionetas.
Se manejan con hilos.
Con su arrugada piel y sus cabellos
blancos
semejan verdaderos ancianos.
Pero, acabada la comedia,
se derrumban inmóviles
Igual que las marionetas, los humanos
pasan, como en un sueño, por la vida.


viernes, 3 de octubre de 2014

Por estas dulces calles (por Bernardo Atxaga)


Nadie representaría este sol sábado tarde

como un tigre con la boca llena de fuego,

ni como una bombilla grande, ni siquiera

los párvulos de la escuela, tan pequeños.


Este sábado el sol es una bolsa, por la tarde,

con muchas campanillas y caramelos dentro;

sus rayos bisbean en el cielo, al girar,

como los radios de una bicicleta nueva.


Y las chimeneas de las fábricas duermen,

la gente charla de fútbol, la ropa blanca

flota en los tendederos de las ventanas;


(Y Ainhoa se pasea por estas dulces calles

con un vestido de vainilla y fresa)


jueves, 2 de octubre de 2014

Nos abrazamos (por Glauce Baldovin)


Aún no sé cómo llegó a pesar de todos los años transcurridos.

La sentí frente a mí.

Yo tejía una bufanda con agujas de metal blanco

o de un gris casi blanco

y me pidió que siguiera tejiendo.

Quería ver cómo movía las manos.

Nunca le pregunté

por temor quizá a la respuesta

o porque estando con ella era tanto lo que teníamos que hablar,

tan sugestivo el silencio,

que ese detalle,

el por qué, el cómo,

perdía toda importancia.

Lo único que recuerdo

y que se repite a diario entre esfumado,

entre nebuloso,

es que las anémonas violetas que llenaban la jarra de plata

se marchitaron

de pronto

y los pétalos blanquecinos lilas de ceniza

cayeron a la mesa,

al suelo.

Se levantó el velo que le cubría el rostro

y sus ojos azules, negros de tan azules,

se clavaron en mis ojos.

Nunca más hablamos de ello

pero cuando me dijo

después de haber recorrido toda la casa,

de haberse detenido en los rincones en las colchas en los espejos,

“yo soy tu soledad”,

nos abrazamos entre llorando y riendo,

nos acariciamos la cabeza

y fue el momento mas tierno del que tengo memoria.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Bajo mis costillas (por Wislawa Szymborska)


Gracias te doy, corazón mío,
por no quejarte, por ir y venir
sin premios, sin halagos,
por diligencia innata.

Tienes setenta merecimientos por minuto.
Cada una de tus sístoles
es como empujar una barca
hacia alta mar
para viajar alrededor del mundo.

Gracias te doy, corazón mío,
porque una y otra vez
me extraes del todo,
y sigo separada hasta en el sueño.

Cuidas de que no me sueñe al vuelo,
y hasta el extremo de un vuelo
para el que no se necesitan alas.

Gracias te doy, corazón mío,
por haberme despertado de nuevo,
y aunque es domingo,
día de descanso,
bajo mis costillas
continúa el movimiento de un día laboral.