zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

jueves, 31 de julio de 2014

Como la nube es nube (por Juan Ramón Jiménez)



Me gusta pensar en ti sin nombre ni apellido

Mujer sólo

como la nube es la nube

Corriendo tú en el aire azul

con tu cabello rubio ondeando

sobre tu carne blanca y violeta

junto al agua

bajo los pájaros verdes

Mujer sólo

sin señas del ahora

como la rosa es la rosa

miércoles, 30 de julio de 2014

De lo negado, de lo perdido (por Agustín García Calvo)

Sólo de lo negado canta el hombre,
sólo de lo perdido,
sólo de la añoranza,
siempre de lo mismo.

Cuando cerró para siempre el huerto
la cancela de espinos,
entonces inventó la queja de la lira,
la flauta del suspiro.

Y desde entonces sólo canta
en su torre el cautivo,
a su rueca la esclava,
el desterrado en el navío.

De la jaula aletea y sangra
el pájaro desconocido;
salir quiere y no puede:
su jaula es él mismo.

Y por eso el minero canta
por un sol de oro limpio;
canta el pobre, la pena canta;
no canta el rico.

Entre las piernas de la amiga,
vida busca el amigo,
y se encuentra con un tesoro
de verdes ojos fríos.

Y así es como canta el hombre
por su niño antiguo,
y la boca sin pan y sin besos
y el cielo vacío:

siempre de la añoranza, de lo negado,
de lo perdido;
siempre de lo de otro,
nunca de lo mío.

martes, 29 de julio de 2014

Distintas densidades (por Anne Carson)


Febrero. Hielo por todas partes. Pueden sentirse distintas densidades del hielo.
Sus tonos -azul blanco marrón a gris-pardo plateado- varían.
Parte del hielo tiene grava en el centro o sombras en su interior.
Otra parte es lisa como una ladera, no podría sostenerte.
De pie sentirías que el viento se atenúa, se deshila.
Todo cuanto hemos deseado, se deshila.
Los pequeños no pueden sostenerse sobre el hielo.
Ni una carta ni un esbozo de letra pueden sostenerse.
Cegadoramente, lo que allí hay de mundo, quema.
Febrero. Hielo por todas partes. Pueden sentirse distintas densidades del hielo.

lunes, 28 de julio de 2014

¿Por qué ordenaron que debíamos dormir? (por Rita Sumí-Papá)

Si saliera a pasear con mis amigas muertas
la ciudad seguramente se inundaría de muchachas mudas
el aire olería a muerte
las murallas exhibirían banderas blancas al vuelo
se detendría el tráfico,
si saliera a pasear con mis amigas muertas.

Si saliera a pasear con mis amigas muertas,
se vería a la multitud de jóvenes,
con los pechos desnudos y atravesados,
preguntarles a ustedes
¿por qué ordenaron que debíamos dormir
antes de la hora señalada,
por qué nos tuvimos que acostar si hacía frío
y estábamos llorando,
y además no tuvimos tiempo
de acomodarnos los cabellos?,
si saliera a pasear con mis amigas muertas.

Si saliera a pasear con mis amigas muertas
una muchedumbre se detendría a mirar con estupor
a la más grácil falange que antes horadó la tierra
a la más sagrada de las procesiones que desfilaron por estas calles
a la más gloriosa y ensangrentada de las resurrecciones,
si saliera a pasear con mis amigas muertas.

Si saliera a pasear con mis amigas muertas,
la luna llena treparía alto como un ramillete de azahares
para coronar sus frentes,
dentro de las cuencas vacías de sus ojos
las orquestas, tocando himnos funerarios,
harían danzar sus rizos, sus vendas manchadas.
¡Oh, cuántos de ustedes
morirían de remordimiento!
sólo
si yo saliera a pasear con mis amigas muertas.

domingo, 27 de julio de 2014

Un salto (por William Wordsworth)

Mi corazón da un salto al contemplar
el arco iris en el cielo:
así fue al empezar mi vida,
así es ahora que soy un hombre,
¡así será cuando me haga viejo,
o me deje morir!
El niño es el padre del hombre:

Ojalá mis días estuvieran ligados
por natural piedad unos a otros.

sábado, 26 de julio de 2014

La lengua de la tierra (por Lidia Borges)


¡Ah! Si yo pudiera percibir la lengua de la tierra
La habitaría antes del tiempo del nacimiento
antes de esa nada aparente
que respira, germina y por eso es todo
fuente sin mácula, vientre
osadía de la savia, sangre y vida
tallo en la intención de la hoja
flor en la intención del fruto
y fruto genuino maduro y completo.
¡Ah! Si yo pudiera percibir la lengua de la tierra
moriría sabiamente, sin agonizar
para despertar en la locura de un tiempo nuevo.
Y de nuevo raíz, tallo, inocencia…
Y mis recuerdos
pájaros volando
por sí mismos, en el dominio pleno de las alas.


viernes, 25 de julio de 2014

Una sombra (por Arto Melleri)

El que no posee
una sombra en su interior
una sombra a la que uno pueda retirarse
de la multitud humana
una sombra, una penumbra, un manantial secreto
que murmure pacíficamente
un manantial cuyas aguas curen
la fiebre del alma
se encuentra desamparado en el desierto,
cegado por el sol,
condenado a creer
en todo espejismo
y la arena del desierto cambia
constantemente de forma,
la ciudad, desaparecida del mapa,
seguirá igual de alejada

El que no posee
una sombra, una penumbra, un manantial secreto
un manantial cuyas aguas curen
la fiebre del alma

Desgraciado aquel que no tiene una sombra en su interior

jueves, 24 de julio de 2014

Viene la soledad (por Mario Benedetti)


Ellos tienen razón

esa felicidad

al menos con mayúscula

no existe

ah pero si existiera con minúscula

sería semejante a nuestra breve

presoledad.


Después de la alegría viene la soledad

después de la plenitud viene la soledad

después del amor viene la soledad.


Ya sé que es una pobre deformación

pero lo cierto es que en ese durable minuto

uno se siente

solo en el mundo.


Sin asideros

sin pretextos

sin abrazos

sin rencores

sin las cosas que unen o separan


y en esa sola manera de estar solo

ni siquiera uno se apiada de uno mismo.


Los datos objetivos son como sigue.


Hay diez centímetros de silencio

entre tus manos y mis manos

una frontera de palabras no dichas

entre tus labios y mis labios

y algo que brilla así de triste

entre tus ojos y mis ojos


claro que la soledad no viene sola.


Si se mira por sobre el hombro mustio

de nuestras soledades

se verá un largo y compacto imposible

un sencillo respeto por terceros o cuartos

ese percance de ser buenagente.


Después de la alegría

después de la plenitud

después del amor

viene la soledad.


Conforme

pero

qué vendrá después

de la soledad.


A veces no me siento

tan solo

si imagino

mejor dicho si sé

que más allá de mi soledad

y de la tuya

otra vez estás vos

aunque sea preguntándote a solas

qué vendrá después

de la soledad.

miércoles, 23 de julio de 2014

Cuando yo muero, muere el mundo (por Ray Bradbury)


Pobre mundo que ignora su destino, el día de mi muerte.

Dos mil millones mueren cuando mi muerte llega.

Me llevo a la tumba un continente entero.

Son valerosos, inocentes e ignoran

que si me hundo ellos me siguen al instante.

Así, en la hora de la muerte hay un clamor de buenos tiempos

mientras, loco egoísta, yo agito la campana del mal año.

Allende mi tierra hay tierras vastas y brillantes,

pero mi mano firme les apaga la luz de un solo gesto.

Anulo a Alaska, degüello a Gran Bretaña,

pongo en duda al monarca Sol de Francia,

con un guiño promuevo la locura de la vieja Madre Rusia,

arrojo a China de un acantilado de mármol,

derribo a Australia y le planto una lápida,

aparto a Japón de un puntapié. ¿Y Grecia? Eliminada.

La haré volar y desplomarse, como a la verde Irlanda,

convertida en sudoroso sueño mío.

Desesperaré a España,

fusilaré a los hijos de Goya y daré tormento a los de Suecia,

abatiré flores y granjas y ciudades con rifles de crepúsculo.

Cuando mi corazón se para, el gran Ra se hunde en el sueño;

sepulto las estrellas en el abismo cósmico.

Por eso escucha, mundo, ya te he avisado. Y teme.

El día de mi podredumbre, tu sangre estará muerta.


Si te comportas, yo, magnánimo, te dejaré vivir. Pero desvíate y me cobraré.

Es la última palabra. Se arrían las banderas.

¿Y si me bajan de un disparo? Mundo: te acabas tú también.

martes, 22 de julio de 2014

De otra especie (por Saiz de Marco)


Gente herida

pero no hiriente.

Gente entristecida

pero no entristecedora.

Gente dañada

pero no dañina.

Sobrehumanamente humanos,

semidioses.

lunes, 21 de julio de 2014

Adiós (por Antonio Gamoneda)


Esta es la Tierra, donde el sufrimiento

es la medida de los hombres. Dan

pena los condes con su fiel faisán

y los cobardes con su fiel lamento.

La belleza nos sirve de tormento

y la injusticia nos concede el pan.

Un día brindaréis por los que habrán

convertido el dolor en fundamento.

Los que vivimos para dar alcance

a tan inmensa luz que hoy no podría

un dios mirarla sin quedarse ciego,

aún tendremos que agotar el lance:

arrojar al silencio la agonía

como quien tira el corazón al fuego.

domingo, 20 de julio de 2014

Soy la voz de la Tierra (por Nigar Rafibeyli)


Una flor naciente entre las ruinas
me hizo preguntarme:
¿Por qué los hombres dicen que en medio de tanta desolación
ninguna flor puede crecer?
Los muros de la pequeña casa estaban rotos,
el tejado se había derruido.
Llegó a ser el lugar de residencia
de feroces vientos y nieve invernal.
Los vientos indomables habían echado a perder
el querido confort de este hogar, alguna vez amado.
Y habían traspasado a los transeúntes
con un lamento melancólico.
Las cortinas, tan amorosamente bordadas y cosidas
por suaves manos de mujeres,
colgaban harapientas como trozos de conchas desgarradas
sobre la desolación de la ciudad.
En medio de un montón de piedras y guijarros
brotó la hermosa flor.
Y esa flor llenó todos mis pensamientos
con una cuestión crucial.
Me pregunté: ¿qué jardinero te plantó y nutrió
aquí, delicada flor?
Cuéntame tu historia, el cuento persa de tu vida,
y te escucharé.
Quizá, a pesar de que este lugar no vibre más
con la canción del ruiseñor,
abandonada por pájaros, ¿aun así fuiste llamada
a ser
por el primer hálito de la primavera?
“Soy la voz de la Tierra”,
contestó la flor con lengua humana.
“Soy esa vida más grande
que siempre ha de triunfar sobre la muerte”.

sábado, 19 de julio de 2014

Para las raíces (por Nelly Sachs)

Cuántos mares se anegan en la arena,
cuánta arena endurecida en la piedra,
cuánto tiempo plañido en la trompa sonora
de las caracolas,
cuánta desolación de muerte
en los ojos perlinos de los peces,
cuántas trompetas de la aurora en los corales,
cuántas pautas estelares en el cristal,
cuántos gérmenes de hilaridad en la laringe de las gaviotas,
cuántas hebras de añoranza
recorren las trayectorias nocturnas de las constelaciones,
cuánta fecunda madre tierra
para las raíces de la palabra:
tú—
detrás de todas las rejas de los misterios
que se derrumban
tú—

viernes, 18 de julio de 2014

Única verdad (por Vicente Aleixandre)


No te quejes de que los hombres sufran.

No te quejes, al despertar, de que todos los hombres sufran,

de que el dolor del mundo esté en la tierra, en las palmas de las manos

mientras las plumas suaves vuelan libres, lejanas.

No te quejes, amorosa existencia, del dolor de vivir,

de saber que en lo oscuro una cadena no duerme

de presentir cuánto cuesta no confundir

un beso y un coágulo.

Tú, generosa presencia de un sol que existe,

que repasa cuidadoso los desnudos gastados, tú, única verdad que no cuesta sangre, que no cuesta apoyar su cabeza en la tierra.

Tú, agua que canta difícilmente con las cascadas,

espuma o collar para los muertos que flotan, para los hombres que descansan de una

vida posible

como son posibles las llamas o las manos crueles.

Tú, diminuto grano, semilla generosa, cerrazón

de un destino,

única verdad que los hombres no ocultan;

tú, vocación de un pájaro, de un verdugo inocente

que a su vez va a morir en las plumas de un lecho.

Tú, monte, tú mar,

tú, encendida o derramada,

tú, naturaleza donde los vestidos sin cuerpos

quedan abandonados junto a un mar sin

orillas.

¡Oh muerte, muerte!

Paloma o temblorosa doncella, virgen

verdadera;

tú, ciega que aquí en los brazos tiemblas,

tú, que al beso que retorna de un mundo vil o

extinto sabes tender tus plumas como brazos.

¡Tú, luz o sombra, esperanza o venganza;

tú, mar que bajo un cantil nos contempla:

tú, fiel oído que escucha unas palabras

con que al abyecto mundo lo maldigo!

jueves, 17 de julio de 2014

Su traspié hacia el silencio (por Sergio Manganelli)


Hoy ha caído un hombre.

Desde la cima
de un andamio,
con su overol
de azul descolorido,
la herramienta aún tibia
en el costado
y un casco tan inútil
como el grito.

Un perito sin ley
registra en acta.

El porvenir
tumbado en la vereda,
anticipando el hambre
de sus hijos,
la mirada morbosa
de las fieras
y al capataz
como único testigo.

Allí quedaron
los sueños resignados,
la vida sin color,
la espera sin sentido,
el último jornal
que no pagaron,
los ojos que no ven
mirando al cielo,
su historia
en un legajo del archivo.

Muy pocos notarán
su traspié hacia el silencio
(donde ya no replican los martillos)
la falta de su olor,
la ausencia de sus rastros,
de su queja ancestral
ahogada en grapa
o su risa inusual
blindada en vino.

El hueco en la ronda de barajas.

La pelota que no devuelve al niño.

La silla frente al plato del domingo.

Mientras repintan
el cartel de “hay vacantes”
sobre el portón de chapas
del destino.

miércoles, 16 de julio de 2014

No tardes (por Elena Tamargo)


¿Y si llegaras mar
cuando mi cuerpo fuera tierra arada
y lloviera en mis ojos?
Alga y sal de prusia calentura
¿no te crecen las uñas?
Te veré frente a frente
presa en tus quemaduras, levantando las cejas
dejando ver los ojos con esa indiferencia.
Como tú eras cuando yo te elegí.
Diosa naciendo y destronando diosas
si tú al verme fijaras la mirada.
Ven hacia mí, no tardes
puedo perder las fuerzas.
Estoy sola bailando y en mi musgo
me pisan miles de pies desesperados.
Sácame este mareo
este jilguero tosco que custodia mi blanco
esta brújula adivinando el este.
Si te demoras se deshace mi estatua
este cuerpo que danza maravillosamente.
-¿Qué hora es que no llegas
perfumando las calles con tus pescados frescos?-
Mar de mi patio, mar atormentado
lo que me duele
es que mis días
se vuelvan más y más de tierra.

martes, 15 de julio de 2014

Un viaje (por Carlos Martínez Rivas)

Día y noche golpeaba el pie de tu sonrisa.
Pero tú no me oías. Te llamé con abejas...
y nada. Con gorriones... tampoco. Con caballos...
y tu pecho seguía cerrado.

Hasta que un día,
cuando todo era inútil y la cosa parecía perdida,
se me ocurrió llamarte a ti contigo misma.
Y por medio de ti llegar a ti. Y di en el clavo.

Fue leve, como un zarpazo de violeta,
como un puñetazo de abanico. Pero sonó la aldaba,
rechinaste... y te fui abriendo toda,
como una puerta, y penetré en tu nombre.

Por eso, y desde entonces:
Para el día y la noche.
Para los dolorosos y quebrantados ojos
que dejaste perdidos. Para todos los días
y todas las noches de la vida. Para que el mar y el fuego
te coronen y tejan para ti una guirnalda.

Para que el viento venga. Para que el vino venga
y te diga: "¡Levántate y anda!
Corta un racimo de uvas, y sígueme".

Para que pidas todo lo que te dé la gana:
El laurel,
el espejo,
la guitarra.
El lirio
blanco como una niña después de un accidente.
El árbol,
la pianola,
el reloj,
la naranja.
El paisaje que espera en el fondo del vaso
dar de beber al ojo lo que no bebió el labio.
El frutero en donde cabe todo el verano,
y el sofá dentro de una pecera con violines.

La fuente donde el líquen sueña sus catedrales.
El clavel que en el tallo se enciende como un fósforo
y el pájaro que sueña atornillado a un trino.

En fin para que todas las cosas de la tierra,
para que todas las cosas trémulas y hermosas de la tierra
descansen en el hueco
de cada una de esas manos tuyas que yo amo
y en doble arroyo lleguen hasta tu boca pura:
te levanté una rosa lo más alto que pude.
Te he construido una casa sitiada por la espuma.
Pon el oído en esa rosa, y oye lo que su olor te dice.
Húndete en esta casa que te hice, y habítala.
Y bébete esta copa de agua con golondrinas.

Porque tú... Pero espera. No vayamos tan lejos.
Creo que ya va siendo hora de que me explique.
Yadira, aquí me tienes:
solo, como los monogramas en los pañuelos.

Y desde Granada, desde el Colegio.
Sobre mi ventana que da al Lago de Nicaragua,
y en esta hora, te recuerdo, y pienso:

Era entonces en San José de Costa Rica...
En el Barrio Amón, y en la misma esquina de tu casa,
de tu casa con barandas...

Ahora ya de lejos,
toda la ciudad cabe en tu pequeño nombre.
Y por eso, hasta las cosas más pequeñas, todo,
lo tomo y lo empujo hacia ti para que brille.

Me refiero a las vueltas alrededor del parque,
a los discos en moda de ese tiempo;
a las interminables partidas de ping pong
en el asueto de los sábados por la tarde.
A tus vestidos con un barco bordado en la bolsa,
y a los paseos en bicicleta
por los alrededores de la capital...
Cosas que no valen la pena,
pero que yo las canto -y lo hago ardientemente-
porque en torno de esto hay algo tuyo que se reúne:
un desprendido pétalo que llega de tu cielo.
Un pedazo de espuma caído de tu espuma.
Un resto de palomas, una pelusa de alma.
Pero es el caso que yo no me conformo con eso.
Que ninguno de nosotros puede conformarse con eso.

Porque tú no eres únicamente
esa niña que juega ping pong, sonríe,
y se vuelve manzana cuando cumple quince años.

Hay algo más en ti. Esa tu otra tú
que te aguarda en el sueño de tu desnudo puro.

Y a esto es, precisamente, a lo que vengo:
vas a emprender un viaje que nunca habías hecho.

Conmigo. Tú y yo, solos. Nosotros dos, volando
hacia los otros dos nosotros que nos esperan
allá, sobre las nubes de luz fría,
entre un camino de lámparas, paseándose,
altos, eternos y definitivos.

Prepárate. Iguala
tu reloj de pulsera con el reloj del aire.

Y ahora mismo, mientras todos bailan,
y en tu puerto el alcalde y el comandante juegan
una partida de ajedrez para mientras llega el barco,
tú y yo nos vamos.

Deja que todo quede como está, en desorden.
Y date prisa. Tenemos todo el día por delante
pero el camino es largo.
Llegaremos allá cuando las estrellas brillen.

Prepárate para el salto.
Y que el aire sea con nosotros.
Listos.
¡A la una...
a las dos...
y a las...
tres!

lunes, 14 de julio de 2014

Para que la verdad no nos mate (por Ray Bradbury)

¿Sólo conoces lo real? Cae muerto.
Eso dijo Nietzsche.
Tenemos el arte para que la verdad no nos mate.
El mundo es demasiado para nosotros.
Después de cuarenta días el diluvio sigue.
Las ovejas que pastan allá lejos son chacales.
Ese tictac en tu cabeza es de verdad el tiempo
y vendrá por la noche a sepultarte.
El tibio niño que ahora duerme partirá en el alba,
y con tu corazón irá hacia mundos que ignoras.
Y por eso
necesitamos que el arte enseñe a respirar
y haga latir la sangre; tener que aceptar la cercanía
del diablo
y la edad y la sombra y el coche que atropella,
y al payaso con máscara de muerte
o la calavera que con corona de bufón
a medianoche agita cascabeles
de óxido sangriento y matracas gruñonas
que estremecen los huesos del desván.
Tanto, tanto, tanto... ¡Demasiado!
¡Destroza el corazón!
¿Y entonces? Encuentra el arte.
Toma el pincel. Aviva el paso. Mueve las piernas.
Baila. Prueba el poema. Escribe teatro.
Más hace Milton que Dios, aun borracho,
para justificar los modos del hombre con el hombre.
Y el divagante Melville se toma en serio la tarea
de encontrar la máscara bajo la máscara.
Y la homilía de Emily D. señala el basurero
de nuestras anomalías.
Y Shakespeare envenena el dardo de la muerte
y la herramienta de un arte de enterrador.
Y Poe construye un arca de huesos
porque ha presentido un diluvio de sangre.
La muerte es una dolorosa muela del juicio;
extrae esa verdad con las tenazas del arte
y emploma el abismo en donde estaba
oculta en las sombras con el tiempo y las causas.
Aunque el Gusano Rey nos devore el corazón
con la boca de Yorick demos gracias al arte.

domingo, 13 de julio de 2014

Faro de mi alma (por Juan Ramón Jiménez)

Cuando te enciendes, faro de mi alma,
torre de ensueño,
y prendes en tu luz toda la vida
—este doble silencio, mar y playa—,
¡qué hermoso eres!

Luego, ¡qué triste
cuando estás apagado,
faro en el día, torre de ladrillo!

sábado, 12 de julio de 2014

Limpieza general (por Amalia Bautista)


Vamos a hacer limpieza general
y vamos a tirar todas las cosas
que no nos sirven para nada, esas
cosas que ya no utilizamos, esas
otras que no hacen más que coger polvo,
las que evitamos encontrarnos porque
nos traen los recuerdos más amargos,
las que nos hacen daño, ocupan sitio
o no quisimos nunca tener cerca.
Vamos a hacer limpieza general
o, mejor todavía, una mudanza
que nos permita abandonar las cosas
sin tocarlas siquiera, sin mancharnos,
dejándolas donde han estado siempre;
vamos a irnos nosotros, vida mía,
para empezar a acumular de nuevo.
O vamos a prenderle fuego a todo
y a quedarnos en paz, con esa imagen
de las brasas del mundo ante los ojos
y con el corazón deshabitado.

viernes, 11 de julio de 2014

Dos insomnios (por Yalal ad-Din Muhammad Rumí)


Cuando estoy contigo, 

estamos despiertos toda la noche.
Cuando no estás, no puedo dormir.
¡Que Dios bendiga estos dos insomnios,
y la diferencia entre ellos!

jueves, 10 de julio de 2014

Ese trazo (por Álvaro Valverde)


Vivir es deslizarse, repetiste,
captar nuestra existencia de soslayo
o verla desde lejos, en lo alto,
con la perplejidad del que contempla.
Los que te conocieron aseguran
que tú viviste así, que no hubo nada
ni nadie que pudiera desviarte
ni un ápice siquiera de ese trazo
que le diste por fin a tu camino.
Esa senda emboscada conducía
a una casa perdida entre los páramos.
Sobre aquel pedregal erosionado,
bajo la ardiente luz de los veranos,
una sombra precisa dibujaba
el estupor final de tu extravío.
En ese santuario estableciste
una visión del mundo peligrosa.
Rogabas a los dioses con frecuencia
que no nos castigaran con desgracias
(capaces en su ardor de destruirnos)
sin antes enseñarnos lo importante:
la frágil transparencia de la vida.

miércoles, 9 de julio de 2014

Un baño mágico (por May Swenson)


En el amor nos hacemos visibles
Como en un baño mágico
nos pelamos
hasta la afilada médula
tan largamente escondida

En el amor alerta
reconocemos
el mudo quejido
del alma
detrás de los ojos
Se abre un conducto
y tímidamente
salta a la superficie
con alas abiertas

Las yemas de los dedos del amor descubren
más que la suavidad del cuerpo
Revelan un conducto escondido
para la transfusión
de empatías que burlan
la intrusión de la mente

En el amor nos liberamos
En su objetividad, el hueso
y la carne ya no nos aíslan
Nos descargamos
y fluimos yo a tu copa y tú a la mía
Frágiles, nuestros frascos se perforan
el mío bebe el tuyo
el tuyo el mío


martes, 8 de julio de 2014

Última lección (por Martín López-Vega)


Mi abuelo,
que lo sabía todo del mundo,
que podía agarrar un relámpago de trucha con la mano,
que sabía silbar en lenguas para atraer a los jilgueros,
que conocía las horas en que se podía atravesar el túnel
sin peligro de encontrarse con un tren de frente,
que sabía cuándo envidar y cuándo callar,
mi abuelo que tumbó a un irlandés de dos metros
a coñacs, que se salvó de un tren que cayó al río,
mi abuelo que asaba las mejores castañas del mundo,
mi abuelo que me llevaba de la mano
a descubrir la tierra,
mi abuelo
confunde el día con la noche, duerme si hay sol
y en cuanto oscurece entra en una vigilia enloquecida,
abre puertas, enciende luces, despierta, grita,
y yo, acostumbrado a aprender de él,
me niego a creer que sea verdad
que ha perdido la cabeza,
y paso las noches abriendo puertas,
encendiendo luces, buscando desesperado
en todo esto una lección postrera
aterrado no sé
si por no encontrarla, o por entenderla.


lunes, 7 de julio de 2014

Ahora que entendí (por Saiz de Marco)

raro placer
del rencor disolviéndose
gota a gota licuándose

derretido rencor
por mi cuerpo escurriendo

ahora que estuve
en casa del odiado
ahora que probé
el desayuno del odiado

ahora que me puse
su jersey
sus zapatos
su corazón
su frente

ahora que entendí
un poco
al odiado

el rencor desprendiéndose
como un antiguo peso
que deja de pesar

el rencor disipándose
como un dolor rebelde
que para de doler

raro placer
del punzón ya arrancándose


del rencor que se suelta
y me suelta

domingo, 6 de julio de 2014

Soy una fábrica (por Vladimir Mayakovski)


Se le ladra al poeta:
«¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué, versos?
¿Esas pamplinas?
¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!»
Sin embargo
es posible que nadie
ponga tanto ahínco en la tarea
como nosotros.
Yo mismo soy una fábrica.
Y si bien me faltan chimeneas,
esto quiere decir
que más coraje me cuesta serlo.
Sé muy bien
que no gustáis de frases vacías.
Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.
Pero nosotros
qué somos sino ebanistas
que trabajan el leño de la cabeza humana.
Por supuesto
que pescar es cosa respetable.
Echar las redes.
¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión!
Pero el trabajo del poeta es más beneficioso:
la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.
Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos,
donde se forma el hierro chisporroteante.
¿Pero quién
se atrevería a llamarnos holgazanes?
Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua.
¿Quién es más aquí?
¿El poeta o el técnico
que procura a los hombres
tantas ventajas prácticas?
Los dos.
Los corazones son también motores.
El alma es también fuerza motriz.
Somos iguales.
Camaradas de la clase trabajadora.
Proletarios del cuerpo y del espíritu.
Solamente unidos,
solamente juntos podremos engalanar el universo,
acelerar el ritmo de su marcha.
Ante una oleada de palabras, levantemos un dique.
¡Manos a la obra!
¡Al trabajo, nuevo y vivo!
Y a los que discursean
que se les mande al molino.
¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!

sábado, 5 de julio de 2014

La envidia (por Sigfrido Radaelli)

Un corazón alimentado de pesadumbre,
una sucia y lívida columna de fuego,
una gesticulación alevosa,
una mano devorada por monstruos
y otra vacía.
Tengo que retratarte así
mientras rumias tu propia aridez,
mientras tus ojos se cubren de melancolía
porque el bien de tu prójimo
brilla inocente.

viernes, 4 de julio de 2014

Antepasados (por Vicente Sabido)


Llegaron de muy lejos.
Hartazgo de camino
sembrado de esperanza.
Hicieron sus cabañas,
sepulcros y alcazabas
con cánones exóticos.
Dejaban tras de sí
paisajes más bravíos,
recuerdo sin raigambre.
Eran escoria, ripio
sin tiempo ni ventura.
Vinieron, se quedaron.
Están. Somos nosotros.

jueves, 3 de julio de 2014

Sujetamos recuerdos (por Begoña Abad)


Mi madre no recuerda el nombre se su madre.
Ha olvidado el camino de regreso a la vida,
no sabe usar el peine, ni la cuchara,
se pone, casi siempre, la chaqueta al revés
y revuelve los cajones en su memoria,
pero siempre sonríe al escuchar mi nombre.

Mi madre no recuerda si tuvo algún amante,
si ha viajado muy lejos, si ha perdido algún tren,
dónde están sus anillos, si alguna vez fue guapa,
que le gustaba tanto el Chinchón y el café,
que las letras unidas tienen significado
y que el perro que amaba nos dejó ya hace un mes.

Mi madre me recuerda, sin amargura,
lo que yo he olvidado tan tontamente,
la oración de su abuela que me dormía
las canciones de cuna que me cantaba,
y unas romanzas moras que, en letanía,
desgrana mirando por la ventana.

Mi madre y yo sujetamos recuerdos olvidados
como podemos, a veces con dolor,
otras con risas, siempre con esperanza.

miércoles, 2 de julio de 2014

No abandones (por Rudyard Kipling)


Cuando las cosas vayan mal como ocurrirá a veces,
cuando el camino que difícilmente recorres parezca todo él cuesta arriba,
cuando los recursos sean escasos y altas las deudas
y quieras sonreír pero tengas que suspirar,
cuando la inquietud te pese…,
descansa si es necesario pero ¡no abandones!

La vida es rara con sus giros
como cada unos de nosotros a veces aprende
y más de un fracaso da media vuelta
cuando podría haber ganado si hubiera insistido.
No abandones aunque la marcha parezca lenta.
Puede que con otro paso más tengas éxito.

El éxito es fracaso vuelto del revés, el tono
plateado en la nube de la duda,
y nunca puedes decir lo cerca que estás.
Puede que esté cerca cuando parece tan lejos.
Así que insiste en luchar cuando más duramente seas golpeado.
Es justo cuando las cosas parecen peores cuando no debes abandonar.

martes, 1 de julio de 2014

Con quién nos mediremos (por Cintio Vitier)


El árbol sabe, con sus raíces y sus ramas,
todo aquello que puede ser un árbol:
¿o acaso también falta
a su mitad visible otro esplendor
que es lo que está sufriendo y anhelando?
No lo sabemos. Pero él
no necesita conocerse. Basta
que su misterio sea, sin palabras
que vayan a decirle lo que es, lo que no es.
El árbol, majestuoso como un árbol,
lleno de identidad hasta las puntas,
puede medirse cara a cara con el ángel.

Y nosotros ¿con quién nos mediremos,
quién ha de compartir nuestra congoja?
Ved ese rostro, escrutad esa mirada
donde lo que brilla es un vacío,
repasad como en sueños
esas líneas dolorosas en tomo de los labios,
ese surco que ha de ahondarse en la mejilla,
la desolada playa de la frente,
la nariz como un túmulo funesto. ¡Qué devastado reino,
qué fiero y melancólico despojo, humeando todavía!
Sólo otro rostro podría comprenderlo.
Así nos miramos cara a cara, el alma desollada,
con el secreto júbilo insondable que nos funda,
que está hecho de vergüenza
y de un extraño honor.