sábado, 31 de mayo de 2014
Tojo (por Miguel D´ Ors)
Ya sé que eres arisco, doloroso de trato,
que invades las laderas con tu espesura hostil,
que ciegas los caminos (ahora mismo le están
doliendo a mi recuerdo
las rúbricas sangrientas que ponías
en mis piernas de niño); pero, con todo eso,
a algún rincón de mí le inspiras algo
parecido al amor.
Será que estás dentro de mí, alfombrando
los veranos felices de la infancia;
será que aún cruza mi memoria el carro,
tirado por la «Roxa» y la «Morena»,
que del áspero monte te bajaba
a las cuadras de «A Costa»; será que si me heriste
nunca fue por la espalda.
O que quizá nos parecemos algo,
que, igual que tú, soy áspero y montuno,
que daño a quien me abraza
y que también, desde las mismas ramas
que sustentan mis púas, como tú, contribuyo
al esplendor del mundo
con unas pocas flores amarillas.
viernes, 30 de mayo de 2014
Más que piedra (por Amalia Bautista)
Para ti nunca fui más que un pedazo
de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca viste más que piedra
y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
Jamás imaginaste que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mis senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.
Pero, de todo, lo que más me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:
«Desnudo de mujer», como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste.
jueves, 29 de mayo de 2014
Cómo se nos van (por Charles Bukowski)
lo tenemos todo y no tenemos nada.
a algunos les va bastante bien por un tiempo y
luego aflojan. la fama los atrapa o el asco
o la edad o la falta de una dieta apropiada o la tinta
en los ojos o los hijos en la universidad
o los coches nuevos o una espalda rota esquiando
en Suiza o las nuevas políticas o la nueva esposa
o simplemente el cambio y la decadencia naturales
-ese conocido tuyo que ayer era capaz de soltar ganchos
diez asaltos seguidos o se pasaba tres días y
tres noches bebiendo por las montañas Sawtooht ahora
es sólo una cosa bajo una sábana o una cruz
o una lápida o bajo una vana ilusión barata,
o el que cargaba una biblia o una bolsa de palos de golf o un
maletín: ¡cómo se nos van, cómo se nos van!- todos
los que creíste que nunca se irían
miércoles, 28 de mayo de 2014
Nuevo amor (por Juan Ramón Jiménez)
En carne viva tengo
el corazón.
El roce de la rosa –de la mano-
con que me lo acaricias
me duele, ¡nuevo amor!
Vámonos a la sombra,
que el mirar mismo tuyo, dulce y bueno
mirar de estrellas,
me duele, ¡nuevo amor!
Y en carne viva tengo
el corazón.
Cállate, que tu suave voz
(y me habla de las nubes, de las naves,
de las fuentes, de las alas, de los iris del sol
y de la luna)
me duele, ¡nuevo amor!
martes, 27 de mayo de 2014
Para merecer el alma (por Yalal ad-Din Muhammad Rumí)
Abandona la razón, oh enamorado, sé loco.
Entra en el corazón del fuego, sé mariposa.
A la par extravíate y destruye tu casa.
Ven a morar entonces con los enamorados.
Limpia tu pecho siete veces de rencores.
Para el vino del amor sé entonces copa.
Alma del todo debes ser para merecer el alma.
Si a los ebrios te diriges, sé ebrio.
La perla de aquel pendiente real es la que acompaña el rostro.
Si quieres aquella oreja y aquel rostro, sé perla.
Cuando tu alma ascienda al cielo por nuestra hermosa leyenda,
anonádate y, como los enamorados, sé leyenda.
Eres tal noche de tumba, sé la Noche del Destino.
Como esta noche para las almas, sé morada.
Tu pensamiento va a algún lugar, allí te arrastra.
Abandona el pensamiento, si el destino llega sé vanguardia.
Deseo y apego son cerradura para nuestros corazones.
Sé la llave, y de esa llave sé diente.
La luz del profeta acarició la columna que emitió quejas de amor.
Menos que ella no eres, sé el quejumbroso.
Te dice Salomón: escucha el diálogo de los pájaros.
Eres trampa, de ti huye el ave, sé nido.
Si el ídolo enseña el rostro, llénate de él como un espejo.
Si se suelta el bucle el ídolo, sé peine.
¿Hasta cuándo tendrás cuernos como la torre, y poco te moverás como el peón de ajedrez?
¿Hasta cuándo, como la reina, irás de través? Sé sabio.
En señal de agradecimiento regalaste bienes y recuerdos.
Deja los bienes, a ti mismo hazte un regalo, sé la señal.
En una época fuiste elemento, en otra época animal,
en otra época el alma. Sé alma del alma, el alma de las almas sé.
Oh hablador, ¿hasta cuándo rondarás por el tejado y junto a la puerta?,
¡de un salto entra en la casa! Deja quieta la lengua, sé mudo.
lunes, 26 de mayo de 2014
Sólo sé que fue inútil (por Álvaro Valverde)
Quise volver de donde no se vuelve.
Si el viaje duró lo que dura una vida,
fue el destino culpable.
Nada hice que hoy me recuerde el pasado.
Una bruma extravía los mares que cruzara
y en el puerto se cubren las balizas de sal.
De las ciudades guardo la nostalgia del límite
y ningún barco lleva el nombre de mi reino.
Demoré la llegada sin saber que perdía
esa clave dudosa que dibujan los atlas.
Sólo sé que fue inútil.
Viviré de olvidarme.
domingo, 25 de mayo de 2014
Junto a nosotros (por José Luis Hidalgo)
¿Para venir a este mundo
en qué otro mundo habrás muerto,
hijo? ¿Qué voces te arrastran
y quién te echará de menos
allí, donde nadie sabe
que estás aquí y eres nuestro?
¿Cuántos días, cuántas noches
vivirás, mi dios pequeño,
junto a nosotros, oculto
y reclamado por ellos?
sábado, 24 de mayo de 2014
D.N.I. (por Francisco García Marquina)
Busco razón de mí en la cartera
y he logrado mirarme como me ven los otros
sobre esta cartulina
fulgente, indesteñible y taxativa.
Estoy constituido por mis dos apellidos,
un nombre impropio y un lugar común
de nacimiento. Una fecha lejana
que aumenta de ceniza cada día,
un sexo V con antecedentes
penales y a medio uso.
En su renglón: un padre y una madre
de hijo desconocido, una hipoteca
como domicilio y varias cifras
que me escoltan, que hablan por mí, que dictan
en líneas ordenadas que soy lo que no soy.
Me encuentro reducido
a varios casilleros, adornado
con una huella negra del delito,
pero muy bien dotado de un número larguísimo
que nunca he merecido. ¡Pero, ay,
si se rebela o huye alguna cifra
ya puedo darme por inexistente!
¿Qué hacer con este número
que yo he llegado a ser sin convicción alguna?
¿Dónde guardar lo mío que no tiene apellido
pero es lo más certero de mí mismo
aquello tan caliente y desastroso
como un gorrión ilícito
que vive a contrapunto de la calle?
Soy tenuemente un hombre
sometido a la vida aproximada
de ir empezando a ser el que deja de ser, cada momento.
Soy un hombre confuso
y alguna vez me animo pensando en el mañana, pero siempre
me veo tiempo atrás.
Formo una sociedad dubitativa
hecha a solas conmigo
con un prometedor futuro en el pasado.
Os hago algunas señas con el cuerpo
pero sólo me atienden
desde la talla beige de mis camisas, desde la horma
de mis zapatos del cuarenta y uno,
y desde el seis millones trescientos once mil
ciento cuarenta y siete letra ge.
Vuelvo a ver mi carnet y tampoco me encuentro
en la fotografía
que siempre es de otro tiempo y compostura,
donde estoy detenido
con varios kilos menos en el cuerpo
y unos gramos superfluos en el alma.
Este es el D.N.I. donde me inscribo
como buen ciudadano, con derecho
a una vida marcada de antemano
y a una baja civil en fecha fija.
Y me siento seguro en mi papel,
porque no moriré
por libre y de improviso, simplemente
al expirar (el plazo)
caducaré en la fecha que se indica.
viernes, 23 de mayo de 2014
Hacia destinos nuevos (por William Carlos Williams)
El descenso nos llama
como nos llamó el ascenso
La memoria es como
un logro,
una especie de renovación
casi
una iniciación, nuevos espacios abiertos
habitados por hordas
y por tanto, no implica
nuevas especies
pues su movimiento
se dirige hacia destinos nuevos
(aunque hayan sido abandonados)
Ninguna derrota se compone sólo de derrota, pues
el mundo que abre siempre es un lugar
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
nos llama a nuevos lugares
y ninguna blancura (perdida) es tan blanca como
el recuerdo de la blancura
Con la tarde, el amor despierta
aunque sus sombras
vivas por el brillo
del sol,
somnolientas ahora se abandonen
al deseo
El amor sin sombras surge ahora
comienza a despertar
conforme la noche
avanza
El descenso
hecho de desesperanza
sin logros
cae en la cuenta
del nuevo despertar:
que es el revés
de la desesperanza.
Así, lo que no logramos,
lo negado al amor,
lo que hemos perdido antes,
se hace descenso
sin fin, indestructible
como nos llamó el ascenso
La memoria es como
un logro,
una especie de renovación
casi
una iniciación, nuevos espacios abiertos
habitados por hordas
y por tanto, no implica
nuevas especies
pues su movimiento
se dirige hacia destinos nuevos
(aunque hayan sido abandonados)
Ninguna derrota se compone sólo de derrota, pues
el mundo que abre siempre es un lugar
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
nos llama a nuevos lugares
y ninguna blancura (perdida) es tan blanca como
el recuerdo de la blancura
Con la tarde, el amor despierta
aunque sus sombras
vivas por el brillo
del sol,
somnolientas ahora se abandonen
al deseo
El amor sin sombras surge ahora
comienza a despertar
conforme la noche
avanza
El descenso
hecho de desesperanza
sin logros
cae en la cuenta
del nuevo despertar:
que es el revés
de la desesperanza.
Así, lo que no logramos,
lo negado al amor,
lo que hemos perdido antes,
se hace descenso
sin fin, indestructible
jueves, 22 de mayo de 2014
A mi esposa (por Carlos Edmundo de Ory)
Sin ti soy triste cosa y triste cosa
Sin ti me lleno de humo y me extravío
Sin ti me armo un lío y me armo un lío
Sin ti mi esposa busco en ti, mi esposa
Contigo la hosca vida es cosa hermosa
Contigo sin dinero compro un río
Contigo nunca lloro y siempre río
Contigo viajo al cielo en mariposa
Yo no te he dado nada y sin embargo
Sin darte nada tú me has dado una
Una mejilla donde puse un beso
Y tú me has dado eso y me hago cargo
Y tú me has dado el queso de la luna
Y tú me has dado eso, eso, eso
miércoles, 21 de mayo de 2014
De todo el viaje, ¿qué recordaré? (por Wang Wei)
Una hoja errante en el espacio infinito.
Viento glacial barriendo las nubes.
El agua corre hacia el oeste.
Al claro de luna, en todas las aldeas,
junto a los juncos,
suenan mazazos en la ropa macerada.
Se deja sentir el otoño
en medio de los grillos que chillan.
El viajero vaga mil leguas en su sueño.
Altas horas de la noche.
Campanadas interminables.
Tristezas y angustias sin fin.
De todo el viaje, ¿qué recordaré?
Un solitario barco de pescadores
entre la desoladora niebla.
martes, 20 de mayo de 2014
Después, que vengan a nacer conmigo (por Ángela Figueroa)
Prepárame una cuna de madera inocente
y pon bandera blanca sobre su cabecera.
Yo voy a nacer y desde ti, mi madre,
pido la paz y pido la palabra.
Pido una tierra sin metralla, enjuta de llanto y de sangre,
limpia de cenizas, libre de escombros,
saneada tierra para sembrar a pulso
la simiente que tengo entre los dedos apretada.
Pido la paz y pido la palabra.
Pido un aire sosegado, un cielo dulce,
Pido un aire sosegado, un cielo dulce,
un mar alegre, un mapa sin fronteras;
una argamasa de sudor caliente sobre las cicatrices y fisuras.
Pido la paz y pido a mis hermanos.
una argamasa de sudor caliente sobre las cicatrices y fisuras.
Pido la paz y pido a mis hermanos.
Los hijos de mujeres por todo el mundo,
que escuchen esta voz y se apresuren.
Que se levanten al rayar el día y vayan al más próximo arroyuelo,
laven allí sus manos y su boca,
se quiten los gusanos de las uñas,
saquen su corazón que le dé el aire,
expurguen sus cabellos de serpientes
Después, que vengan a nacer conmigo,
haremos entre todos cuenta nueva.
que escuchen esta voz y se apresuren.
Que se levanten al rayar el día y vayan al más próximo arroyuelo,
laven allí sus manos y su boca,
se quiten los gusanos de las uñas,
saquen su corazón que le dé el aire,
expurguen sus cabellos de serpientes
y apaguen la codicia de sus ojos.
Después...
Después...
Después, que vengan a nacer conmigo,
haremos entre todos cuenta nueva.
Quiero vivir.
Lo exijo por derecho.
Pido la paz y entrego la esperanza.
Lo exijo por derecho.
Pido la paz y entrego la esperanza.
lunes, 19 de mayo de 2014
No eres tú todavía (por Luis García Montero)
Nadaba yo en el mar y era muy tarde,
justo en ese momento
en que las luces flotan como brasas
de una hoguera rendida
y en el agua se queman las preguntas,
los silencios extraños.
Había decidido nadar hasta la boya
roja, la que se esconde como el sol
al otro lado de las barcas.
Muy lejos de la orilla,
solitario y perdido en el crepúsculo,
me adentraba en el mar
sintiendo la inquietud que me conmueve
al adentrarme en un poema
o en una noche larga de amor desconocido.
Y de pronto la vi sobre las aguas.
Una mujer mayor,
de cansada belleza
y el pelo blanco recogido,
se me acercó nadando
con brazadas serenas.
Parecía venir del horizonte.
Al cruzarse conmigo,
se detuvo un momento y me miró a los ojos:
no he venido a buscarte,
no eres tú todavía.
Me despertó el tumulto del mercado
y el ruido de una moto
que cruzaba la calle con desesperación.
Era media mañana,
el cielo estaba limpio y parecía
una bandera viva
en el mástil de agosto.
Bajé a desayunar a la terraza
del paseo marítimo
y contemplé el bullicio de la gente,
el mar como una balsa,
los cuerpos bajo el sol.
En el periódico
el nombre del ahogado no era el mío.
domingo, 18 de mayo de 2014
Cuerpos a la hoguera (por Hilario Barrero)
Y tener que explicar de nuevo el subjuntivo,
acechante la tiza de la noche del encerado en luto,
ahora que ellos entregan sus cuerpos a la hoguera
cuando lo que desean es sentir el mordisco
que tatúa con rosas coaguladas sus cuellos
ofrecidos
y olvidarse del viejo profesor que les roba
su tiempo inútilmente.
Mientras copian los signos del lenguaje,
emotion, doubt, volition, fear, joy…,
y usando el subjuntivo de mi lengua de humo
mi deseo es que tengan un amor como el nuestro,
pero sé que no escuchan la frase
que les pongo para ilustrar su duda
ansiosos como están de usar indicativo.
Este será su más feliz verano,
el que recordarán mañana
cuando la soledad y la rutina
les hayan destrozado su belleza,
la rosa sin perfume, los cuerpos asaltados,
ajadas las espinas de sus labios.
Pero hoy tienen prisa, como la tuve yo,
por salir a la noche, por disfrutar la vida,
por conocer el rostro de la muerte.
sábado, 17 de mayo de 2014
Una blancura que era diferente (por Wallace Stevens)
Adiós a una idea... Una cabaña en pie
abandonada sobre una playa. Es blanca
como de costumbre, o de acuerdo con
un tema ancestral, o como consecuencia
de un rumbo infinito. Las flores contra el muro
son blancas, están mustias, una especie de marca
recordando, intentando recordar una blancura
que era diferente, otra cosa, el año pasado
o antes, no la blancura de una tarde al envejecer,
no sé si más fresca o apagada, si de nube de invierno
o de cielo invernal, de un horizonte a otro
el viento arrastra la arena por el suelo.
Aquí ser invisible es ser blanco,
es tener la solidez del blanco, la realización
de un extremista en un ejercicio...
Cambia la estación. Un viento frío congela la playa.
Sus largas líneas se hacen más extensas y vacías,
una oscuridad se acumula, aunque no cae,
y la blancura se hace más vívida en el muro.
El hombre que camina se vuelve sobre la arena con estupor.
Observa cómo el norte siempre engrandece el cambio
con sus brillos helados, sus curvas rojiazules
y ráfagas de grandes ascuas, su verde polar,
el color del hielo, del fuego y de la soledad.
viernes, 16 de mayo de 2014
Sálvame (por Saiz de Marco)
diosa de lo sencillo:
ayúdame
líbrame de ropajes,
de oropeles,
sálvame de lo henchido y de lo hinchado
no me permitas ser lo que no soy
diosa de sencillez:
hazme yo mismo,
hazme llano,
sin lastre de apariencia
hazme alegre y sencillo como tú
ayúdame
líbrame de ropajes,
de oropeles,
sálvame de lo henchido y de lo hinchado
no me permitas ser lo que no soy
diosa de sencillez:
hazme yo mismo,
hazme llano,
sin lastre de apariencia
hazme alegre y sencillo como tú
jueves, 15 de mayo de 2014
El conejo se ha ido (por Alan Brownjohn)
Vamos a ver al conejo.
¿Vamos a ver al conejo,
qué conejo, dice la gente?
¿Qué conejo, preguntan los niños?
¿Qué conejo?
El único conejo,
el único conejo de Inglaterra,
sentado detrás de una alambrada,
bajo reflectores, lámparas de neón,
lámparas de sodio,
royendo yerba
sobre el único pedazo de yerba
en Inglaterra, en Inglaterra
(salvo la yerba amontonada,
la cual no vale).
Vamos a ver al conejo
y tenemos que estar a tiempo.
Primero iremos por la escalera mecánica,
luego iremos en metro.
Y luego por la autopista,
y luego en helicóptero,
y las últimas diez yardas tendremos
que hacerlas a pie.
Y ahora vamos
hasta el fin, a ver al conejo,
ya casi hemos llegado,
tenemos muchas ganas de verlo,
y también el gentío
que ha venido por miles
con policía montada
y grandes altavoces
y orquestas y banderas
y todo el mundo ha venido de lejos.
Pero pronto lo veremos
sentado y royendo
los tallos de yerba
del único pedazo de yerba
de —¡Pero algo ha fallado!
¿por qué está todo el mundo tan amargado,
armando jaleo,
quejándose, empujándose?
El conejo se ha ido,
sí, el conejo se fue.
De hecho, ha minado la tierra,
ha construido una madriguera entre la tierra,
a pesar de toda esta gente.
¿Y qué vamos a hacer?
¿Qué podemos hacer?
Es lástima, sin duda estarán contrariados.
Váyanse a casa y hagan hoy otra cosa,
váyanse a casa, váyanse a casa por hoy.
Porque no pueden oír al conejo, bajo la tierra,
triste, haciendo observaciones, solo
mientras descansa en su madriguera, bajo tierra.
¿Vamos a ver al conejo,
qué conejo, dice la gente?
¿Qué conejo, preguntan los niños?
¿Qué conejo?
El único conejo,
el único conejo de Inglaterra,
sentado detrás de una alambrada,
bajo reflectores, lámparas de neón,
lámparas de sodio,
royendo yerba
sobre el único pedazo de yerba
en Inglaterra, en Inglaterra
(salvo la yerba amontonada,
la cual no vale).
Vamos a ver al conejo
y tenemos que estar a tiempo.
Primero iremos por la escalera mecánica,
luego iremos en metro.
Y luego por la autopista,
y luego en helicóptero,
y las últimas diez yardas tendremos
que hacerlas a pie.
Y ahora vamos
hasta el fin, a ver al conejo,
ya casi hemos llegado,
tenemos muchas ganas de verlo,
y también el gentío
que ha venido por miles
con policía montada
y grandes altavoces
y orquestas y banderas
y todo el mundo ha venido de lejos.
Pero pronto lo veremos
sentado y royendo
los tallos de yerba
del único pedazo de yerba
de —¡Pero algo ha fallado!
¿por qué está todo el mundo tan amargado,
armando jaleo,
quejándose, empujándose?
El conejo se ha ido,
sí, el conejo se fue.
De hecho, ha minado la tierra,
ha construido una madriguera entre la tierra,
a pesar de toda esta gente.
¿Y qué vamos a hacer?
¿Qué podemos hacer?
Es lástima, sin duda estarán contrariados.
Váyanse a casa y hagan hoy otra cosa,
váyanse a casa, váyanse a casa por hoy.
Porque no pueden oír al conejo, bajo la tierra,
triste, haciendo observaciones, solo
mientras descansa en su madriguera, bajo tierra.
"No tardarán, están destinados a venir,
están destinados a venir y a encontrarme,
aún entre la tierra".
están destinados a venir y a encontrarme,
aún entre la tierra".
miércoles, 14 de mayo de 2014
Qué haré sin mi cuerpo (por May Swenson)
Mi cuerpo es mi hogar,
mi caballo, mi sabueso.
Qué haría si lo perdiera.
Dónde dormiría.
Cómo montaría.
Qué cazaría.
A dónde iría
sin mi montura,
toda impaciente, vital.
Cómo sabría
si más adelante en la maleza
está el peligro o la traición.
Qué haré sin mi cuerpo, mi bien;
con mi perro alegre, muerto.
Cómo sería
yacer en el cielo
sin techos ni puertas
sin más ojos que el viento.
Con una nube para cubrirme,
¿cómo me esconderé?
martes, 13 de mayo de 2014
Demasiada memoria (por Martín López-Vega)
Agendas viejas. Bosques en mayo. Camisas
compradas cerca de la playa. Cicatrices, una.
Tengo demasiada memoria. El ovillo de hilo
rueda y yo le sigo, de eso se trata, nadie
querría ser el que recoge hilo sucio. También escuché
a Mozart en Nueva York, pero cuando suenan
esas notas a donde vuelvo es a aquella iglesia
de la Via del Corso. Demasiada memoria.
Tenías el colchón en el suelo. Eso lo recuerdo.
Y también la cuesta que llevaba a tu casa en aquella
calle oscura, detrás de la estación. Me grababas
en una casete tus canciones favoritas y luego
traducíamos las letras. Recuerdo más cosas,
desde luego, pero esto es lo que llega ahora,
como el olor que nos sorprende en la calle
y nos devuelve un rostro, otro paisaje, más vida.
No quiero escarbar más, recuerdo demasiadas
cosas. Se me ha ocurrido decirte: recordarás tal vez
el día que nos despedimos, las frases vagas
que se dicen en esos casos y que no evitamos,
cada uno tenemos nuestro camino, seguir buscando
es lo que toca, es lo mejor, nos quedamos con lo bueno.
Arcos románicos. Semáforos en rojo bajo la lluvia.
Una mesa puesta frente al mar. El amor sin prisa.
¿Quizás tú encontraste lo que esperabas?
lunes, 12 de mayo de 2014
Canción por la muerte de Tom Wieland (por Renée Acosta)
I
que el cielo se detenga, que detengan sus barcas
los pescadores, que nadie pueda ahora levantarse
que dejen de brillar las anémonas y se apaguen
los faros celestes, porque ha muerto Tom Wieland
pero las barcas no se detienen
ni las olas arrancan de las rocas los percebes
porque ha muerto Tom Wieland
nadie detiene su paso, nadie despierta ni duerme
la causa de la navaja no es la herida
pero juntas rasgan las cuerdas que escriben
la canción por la muerte de Tom Wieland
siguen los cangrejos su marcha retrógrada
como estrellas rojas cavando en la arena
nadie se inmuta por la muerte del muchacho del norte
y nadie se inmutará ante la muerte de todos
los que ya adelante vienen, con su cuerpo
cifrado de signos que hablan de su devastación
pero todo sigue su rumbo…
no importa si hablamos del destino
II
todo ocupaba su lugar
todo en su momento, formó parte
de un vaivén de nubes
nadie tocará sus bajos deslaves
de muchacho pecoso sobre las laderas
habrá quien llore por sus labios
la última saliva, pero nadie
nadie volteará a los tactos
de sus dedos, ni tomará sus recuerdos
por bandera de iluminación
las barcas siguen su pesca
las mujeres van a trabajar en las cafeterías
pensando en sus hijos que quedaron en casa
las negociaciones en Hong Kong proseguirán
a menos que una ráfaga gélida las detenga
nada será diferente
quienes lo amaron dirán:
si aún viviera Tom Wieland
no cantará bajo los cielos septentrionales
con los indios de sienes fractales
no cantarán los mismos hippies, buscando
el Nirvana, con hierba y alcohol
a lo Jim Morrison, protestando en Tlatelolco
no estará cuando niños rubios pecosos
festejen frente al televisor la llegada
del hombre a la luna
no estará para besar a Jane Marie River
a la puesta del sol en las playas de México
no vivirá, en conclusión
las sombras de las marmotas presagiando
el hielo sobre las viejas calcetas olvidadas
en el fogón
no se quedará, sin embargo, a mirar
la devastación de su pueblo el once de septiembre
ni tendrá un apartamento de alquiler
para alquilar jóvenes orientales con ansias
de cocaína en el estupor de las madrugadas
todo ocupaba su lugar
todo en su momento, formó parte
de un vaivén de nubes
nadie tocará sus bajos deslaves
de muchacho pecoso sobre las laderas
habrá quien llore por sus labios
la última saliva, pero nadie
nadie volteará a los tactos
de sus dedos, ni tomará sus recuerdos
por bandera de iluminación
las barcas siguen su pesca
las mujeres van a trabajar en las cafeterías
pensando en sus hijos que quedaron en casa
las negociaciones en Hong Kong proseguirán
a menos que una ráfaga gélida las detenga
nada será diferente
quienes lo amaron dirán:
si aún viviera Tom Wieland
no cantará bajo los cielos septentrionales
con los indios de sienes fractales
no cantarán los mismos hippies, buscando
el Nirvana, con hierba y alcohol
a lo Jim Morrison, protestando en Tlatelolco
no estará cuando niños rubios pecosos
festejen frente al televisor la llegada
del hombre a la luna
no estará para besar a Jane Marie River
a la puesta del sol en las playas de México
no vivirá, en conclusión
las sombras de las marmotas presagiando
el hielo sobre las viejas calcetas olvidadas
en el fogón
no se quedará, sin embargo, a mirar
la devastación de su pueblo el once de septiembre
ni tendrá un apartamento de alquiler
para alquilar jóvenes orientales con ansias
de cocaína en el estupor de las madrugadas
no tendrá ojos vasos circunspectos
para quedarse a la luz de la imaginación
a ver llegar las señales del Big-bang
en el telescopio Hubble, ni mirará
el descubrimiento de las nuevas tecnologías
cibernéticas
pobre Tom Wieland, débil, asmático
pecoso
sin embargo su muerte inspirará
para quedarse a la luz de la imaginación
a ver llegar las señales del Big-bang
en el telescopio Hubble, ni mirará
el descubrimiento de las nuevas tecnologías
cibernéticas
pobre Tom Wieland, débil, asmático
pecoso
sin embargo su muerte inspirará
una canción para seducir a una muchacha
en el asiento trasero de un cadillac en
New Island, y nacerá un niño que tendrá
la vida que él no vivió
domingo, 11 de mayo de 2014
También yo debo pagar (por Vladimir Mayakovsky)
Ciudadano inspector,
perdone la molestia.
Gracias,
no se preocupe,
me quedaré de pie.
Quiero tratar
un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
el poeta
en las filas obreras.
Igual que los que tienen
tiendas y terrenos
también yo debo pagar
impuestos.
Usted me pide
quinientos al semestre
más veinticinco
por no declarar a tiempo.
Mi trabajo
es igual
a cualquier otro.
Mire
cuántas pérdidas,
cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
naturalmente
eso que llaman rima.
Si la primera línea
termina en “ajo”
entonces, la tercera,
repitiendo las sílabas
debe poner
algo así
como “cascajo”.
Si utilizo su lenguaje
la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
con detalle sufijos y prefijos
en el cofre vacío
de las declinaciones,
de las conjugaciones.
Coges una palabra
y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
y aprietas,
se rompe.
Ciudadano inspector:
le juro
que el poeta paga caras
las palabras.
Hablando mi lenguaje
la rima es un barril
de dinamita,
y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
la estrofa
vuela.
¿Dónde hallar,
y a qué precio,
rimas que estallen
y de golpe maten?
Quizá sólo sean
cinco las rimas
increíbles
y sin estrenar, perdidas
más allá
de Venezuela.
Me voy a buscarlas,
haga frío, haga calor,
atado por anticipos, préstamos y deudas.
Ciudadano,
tenga en cuenta
el pago de los viajes.
La poesía
toda
es un viaje a lo desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio.
Un año de trabajo
para sacar un gramo.
Sacar una sola palabra
entre miles de toneladas
de materia prima verbal.
Pero ¡qué ardiente
el calor de estas palabras
comparado
con la humeante
palabra bruta!
Esas palabras
mueven
millares de años,
millares de corazones.
Claro
que hay poetas
de distinta calidad.
Muchos
de hábil mano,
como prestidigitador,
sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros.
Y para qué hablar
de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
y están felices.
Eso es
robo y despilfarro,
uno más entre los que azotan el país.
Esos
versos y odas
aplaudidos
hasta la saciedad
entrarán en la historia
como gastos accesorios
de lo hecho
por dos o tres buenos versos
de nosotros.
Muchos kilos de sal
habrás de comer
como suele decirse,
y fumar cien cigarrillos
hasta
sacar
la palabra preciosa
de las honduras artesianas
de la humanidad.
Rebaje por eso
los impuestos,
quíteles
una rueda
a los ceros.
Uno noventa
cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
tiene su formulario:
¿Ha viajado
o no ha viajado?
Y si le respondo
que en estos quince años
he reventado
decenas de Pegasos,
¿qué?
Póngase usted
en mi sitio,
piense en el servicio
y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
si le digo que soy
caudillo popular
y al mismo tiempo
trabajo a su servicio?
La clase obrera
vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
motores de la pluma.
La máquina
del alma
se gasta con los años.
Dicen entonces:
estás gastado,
fuera.
Cada vez amas menos,
te arriesgas menos
y mi frente
desgastada
por el tiempo no arremete.
Entonces llega
el desgaste mayor,
el desgaste
del alma, del corazón.
Y cuando
este sol,
grande y redondo
se alce
en el futuro
sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
podrido,
muerto en una cuneta
junto
a decenas
de mis colegas.
Hago
mi balance final. Afirmo,
y no miento:
entre los vividores
y actuales fulleros
seré
el único
con deudas impagables.
Nuestra deuda
es aullar
como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
y el fragor de la tormenta.
El poeta
siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
las multas,
los impuestos.
Adeudo
las calles de Broadway,
los cielos de Bagdad,
el ejército rojo,
los jardines de cerezos del Japón,
todo aquello
sobre lo que aún
no pude cantar.
Al fin y al cabo
¿para qué
tanto jaleo?
¿Para disparar rimas
y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
es su resurrección,
su inmortalidad,
ciudadano inspector.
Dentro de cien años,
en un pliego de papel
cogerán una estrofa
y resucitarán este tiempo
Y ese día
surgirá
con fulgor de asombros,
y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
señor inspector.
Usted, habitante convencido
del día de hoy
saque en el Comisariado de Caminos
un pasaje para la eternidad,
calcule
el efecto de mis versos,
divida
mi salario
en trescientos años.
Pero la fuerza del poeta
no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
y se asusten.
No.
Hoy
la rima del poeta
es caricia también,
consigna,
látigo,
bayoneta.
Ciudadano inspector,
pagaré cinco
quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
yo
reclamo un hueco
entre las filas
de los obreros
y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
que todo consiste
en saber utilizar
palabras ajenas,
entonces, camaradas,
aquí tienen mi pluma,
y escriban
ustedes
cuanto quieran.
sábado, 10 de mayo de 2014
Dónde desagua el tiempo (por Vicente Sabido)
Aquellas noches tibias
los grillos de cristal,
las temblorosas
esquilas, el aroma pequeño del jazmín,
ahogaban con su música
el rumoroso vals de las constelaciones.
Y las abuelas negras
en sus sillitas viejas
hablando de los muertos, las cosechas...
Los niños en la plaza
juegan al escondite.
Verano lentamente
inunda, lame, aquieta...
Bajo la enredadera
hay un clamor de risas.
Mis padres. Tía Maruja.
Limón. Agosto. Cal. Somos dichosos.
Dónde desagua el tiempo. Di. Decidme.
viernes, 9 de mayo de 2014
De aquella dulcedumbre (por Miguel Ángel Velasco)
De cuanta mies cernida entre tú y yo,
de cuantos actos de preciso arder,
de fiebre singular, de gloria exacta
señora de su hora,
de aquel reconocerse el doble ausente
en el espejo mudo
del otro, qué gavilla
escasa de reflejos nos alcanza
la lente del recuerdo.
De aquella dulcedumbre de fundirse
solo y sola de gozo
en un cuerpo maestro, torneado
con las ondas sabidas del volver
la sed a su agua toda,
qué poco me retiene
el cuenco de mis lluvias.
Quedó quieto aquel vértigo
que te vi, que me viste, una celdilla
con la miel del amor
cuando nos jaleábamos,
y con todo y con tanto que celaba
la cámara del ámbar, qué tan parco
haz consiente la grieta
abierta en el olvido.
De aquella muchedumbre de los trigos
qué poco le rebosa al corazón
en su vaso de áridos.
jueves, 8 de mayo de 2014
De ellos dependía (por Cintio Vitier)
Esto hicieron otros
mejores que tú
durante siglos.
De ellos dependía
tu sensación de libertad
tu camisa limpia
y el ocio de tus lecturas y escrituras.
De ellos depende
todo
lo que te parecía natural
como ir al cine
o estar triste, levemente.
Lo natural, sin embargo, es el fango,
el sudor, el excremento.
A partir de ahí, comienza
la epopeya, que no es sólo
un asunto de héroes deslumbrantes,
sino también
de oscuros héroes, suelo de tus pisadas,
página donde se escriben las palabras.
Deja las palabras, prueba
un poco
lo que ellos hicieron, hacen,
seguirán haciendo
para que seas:
ellos,
los sumidos en la necesidad
y la gravitación,
los molidos por los soles implacables
para que tu pan siempre esté fresco,
los atados
al poste férreo de la monotonía
para que puedas barajar todos los temas,
los mutilados
por un mecánico gesto infinitamente repetido
para que puedas hacer
lo que te plazca con tu alma y con tu cuerpo.
Redúcete como ellos.
Paladea el horno,
come fatiga.
Entra un poco, siquiera sea clandestinamente,
en el terrible reino de los sustentadores
de la vida.
miércoles, 7 de mayo de 2014
Mi padre no está (por Inma Luna)
En la escritura viven todos los desperfectos
y pasan las cosas de la vida,
las cosas de la muerte,
y miro los cipreses detrás del carrefour,
y lloro imaginando la cama fría de mi padre
desde el cerro con vistas al centro comercial,
y cojo el coche
y mientras voy cantando una canción horrible y pegadiza
me asalta la certeza
de que no volveré a escuchar sus piropos,
y lloro otra vez en el semáforo
que parpadea naranja
y se emborrona sin saber que mi padre no está
y me ha dejado triste para siempre, aunque yo ya lo estaba.
Se me nota que no tengo ganas,
se nota que intoxica el olor a aguarrás de esta habitación,
los pelos de mi perra,
se nota que le pongo más sal a las comidas
y montones de especias
porque nada me sabe como antes.
Se me nota que no tengo ganas,
que estoy como de paso,
que algunas veces miro hacia la nada cuando te estoy besando,
la nada que es un pasillo largo de luz artificial.
Somos una insignificancia, sobre todo la gente como yo,
que no sabe crecer ni puede.
y pasan las cosas de la vida,
las cosas de la muerte,
y miro los cipreses detrás del carrefour,
y lloro imaginando la cama fría de mi padre
desde el cerro con vistas al centro comercial,
y cojo el coche
y mientras voy cantando una canción horrible y pegadiza
me asalta la certeza
de que no volveré a escuchar sus piropos,
y lloro otra vez en el semáforo
que parpadea naranja
y se emborrona sin saber que mi padre no está
y me ha dejado triste para siempre, aunque yo ya lo estaba.
Se me nota que no tengo ganas,
se nota que intoxica el olor a aguarrás de esta habitación,
los pelos de mi perra,
se nota que le pongo más sal a las comidas
y montones de especias
porque nada me sabe como antes.
Se me nota que no tengo ganas,
que estoy como de paso,
que algunas veces miro hacia la nada cuando te estoy besando,
la nada que es un pasillo largo de luz artificial.
Somos una insignificancia, sobre todo la gente como yo,
que no sabe crecer ni puede.
martes, 6 de mayo de 2014
Cuánto hemos andado (por Kamau Brathwaite)
Así desvalido
así
sin guía,
sin héroes,
te encontramos: amante
guerrero, tú que odias,
llegando por las hileras
del bosque
pie suave
al suave suelo
del silencio:
nos encontramos en el túnel
sucio de hojas.
Artilla
tu mosquete apunta
sonó
fuego y nuestros
guerreros de firmes
carnes, cálidos,
picados por
moscas
cayeron.
Cuánto
Cuánto
Oh Señor
Oh demonio
Oh fuego
Oh flama
hemos andado
hemos viajado
hasta aquí
a este encuentro
este susto
y vergüenza
en el sucio
silencio.
Cuánto tiempo hemos
viajado por
cuestas jaspeadas
de sílice, piedras
secas como agua,
a este centellear
de flama en el bosque.
Oh quién nos ayudará
Ahora, desvalidos, sin
caballos, sin
guía, sin
esperanza, sin
Hawkins, sin
Cortés por venir.
Encarcelado Prempeh,
muerto Tawiah,
reprimido y colgado
Asentawa.
Oh quién nos ayudará
Ahora: Jerónimo, Tackie,
Moctezuma por venir.
Y el fuego, nuestro
fuego, forjando candados,
rocas más negras que hierro;
el fuego nos traicionó ya
en nuestra aldea; ahora
en el bosque, el fuego nos
tira como pájaros; nos arden
vainas en el vientre. El fuego
tira muros, forja
estos candados fogosos
más negros que el hierro
y en fila recorrimos el sendero
eslabonados en un nuevo
silencio de sonoro hierro.
Pasaremos mucho tiempo sin ver
otra vez esta tierra, estos árboles
de nuevo, vagando tierra adentro con el sonido
del rompiente, el humo subiendo.
Pasaremos mucho tiempo sin ver
otra vez estas granjas, suaves húmedas lentas verdes
de nuevo: Aburrí, Akwamu,
sube la niebla.
Ahora mira estos duros hombres, fríos
ojos claros como el agua que montamos
hábiles con la vela y la soga y los aparejos.
Ahora mira estos fríos hombres, audaces
como el agua golpeando la proa en súbita ola feroz,
indiferentes, al parecer, a la batalla
del viento en el agua;
pues nuestra sangre, pronto
mezclada por capricho con su pasión,
por indiferencia, por furia,
creará nuevos suelos, nuevas almas, nuevos
ancestros; fluirá como esta marea fija
a la estrella que mantiene a flote la nave
a nuevos mundos, nuevas aguas, nuevos
puertos, el orgullo de nuestros ancestros mezclado
con el viento y el agua
la carne y las moscas, los látigos y el fijo
miedo al dolor en este puerto encadenado que nos recibe.
lunes, 5 de mayo de 2014
Quizá existan (por Solja Krapu)
No abundan tales personas
con las que se podría tener ese
contacto directo
donde sólo una mirada
es un cable de acero puesto a temblar
Quizá no hubo ninguno de ésos
en tu clase en la escuela elemental
nadie que estuviera parado
observando a la gente un viernes a la noche
en el Dragón Azul
Ninguna de esas personas en el radio que abarca la mirada
Esas personas están dispersas al azar
a lo largo del tiempo
y a lo ancho del mundo
Quizá alguien tenía como
el proyecto de su vida buscarte
aunque demasiado temprano
o demasiado tarde
y en un lugar completamente alejado
contando desde tus pies
Y tú estás ahí sentado
en una silla pintada de amarillo
en una casa de campo solitaria al borde de una tala
Quizá existan siete u ocho
personas apropiadas para ti que
exactamente ahora suben y bajan en una escalera
en un pasillo cargado de ecos
con una taza de café vacía
y que no pueden hacerse a la idea
de pedir prestado un poco de pan rallado
a ninguna otra persona
más que a ti
Y él, ése de allí que vive tan feliz en pareja
él quizá eligió así
como se elige entre distintas clases de detergente para lavar la ropa
personas apropiadas para ti que
exactamente ahora suben y bajan en una escalera
en un pasillo cargado de ecos
con una taza de café vacía
y que no pueden hacerse a la idea
de pedir prestado un poco de pan rallado
a ninguna otra persona
más que a ti
Y él, ése de allí que vive tan feliz en pareja
él quizá eligió así
como se elige entre distintas clases de detergente para lavar la ropa
domingo, 4 de mayo de 2014
Por la luz de sus brazos (por Dylan Thomas)
Una extraña que anda mal
de la cabeza ha venido a compartir mi cuarto en esta casa
una muchacha loca como los pájaros
traba la puerta de la noche con su brazo y pluma.
Ceñida a su laberíntica cama
engaña a la casa a prueba de cielo ingresando nubes
engaña a la habitación de pesadilla
numerosa como los muertos, caminando
o montando los océanos imaginarios del pabellón de los hombres.
Ella ha llegado poseída,
acepta la luz ilusoria a través de la pared mullida,
poseída por los cielos
duerme en la depresión angosta y camina el polvo
alucina a su antojo
en las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.
Y tomado por la luz de sus brazos
por fin, puedo, Dios, al fin,
soportar la primera visión que incendió las estrellas.
sábado, 3 de mayo de 2014
Mi primo habló esta tarde (por Cesare Pavese)
Caminamos una tarde sobre la ladera de una colina,
en silencio. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
que se mueve tranquilo, el rostro bronceado,
taciturno. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debe de haber estado muy solo,
un gran hombre entre idiotas o un pobre loco,
para enseñar a los suyos tanto silencio.
Mi primo habló esta tarde. Me pidió
que subiera con él: desde la cumbre se divisa
en las noches serenas el reflejo del faro,
lejano, de Turín. "Tú que vives en Turín
-me dijo-... pero tienes razón, la vida se vive
lejos de la tierra: se progresa y se goza;
luego, cuando se regresa, como yo, a los cuarenta,
se encuentra todo nuevo. Las Langas no se pierden".
Todo esto me dijo y no habla italiano
sino el lento dialecto que, como estas mismas piedras,
es tan áspero que veinte años de idiomas y de océanos diversos
no consiguieron pulirlo. Y camina por la cuesta
con la mirada ensimismada que vi, de chico,
en los campesinos un poco cansados.
Veinte años ha estado viajando por el mundo,
Se fue cuando yo era un niño en brazos de mujeres
y lo dieron por muerto. Oí después hablar de él
a las mujeres, a veces, como en una fábula,
pero los hombres, más graves, lo olvidaron.
Un invierno, a mi padre, ya muerto, le llegó una postal
con una gran estampilla verdosa de naves en un puerto
y augurios de buena vendimia. Fue un gran estupor,
pero el muchacho, crecido, explicó ávidamente
que la carta venía de una isla llamada Tasmania
circundada de un mar muy azul, feroz de tiburones,
en el Pacífico, al sur de Australia, y añadió
que, seguro, el primo pescaba perlas. Y guardó la estampilla.
Todos dieron su opinión, pero todos concluyeron
que si no había muerto, moriría.
Desde que jugué a los piratas malayos, ¡cuánto tiempo ha pasado!,
y desde la última vez que bajé a bañarme a un sitio mortal
y he seguido a un compañero de juegos sobre un árbol
quebrando hermosas ramas y le rompí la cabeza a un rival
y también me zurraron, cuánta vida transcurrió.
Otros días, otros juegos, otros sacudones de sangre
delante de rivales más evasivos: los pensamientos y los sueños.
La ciudad me ha enseñado infinitas pavuras,
una muchedumbre, una calle, me han hecho temblar;
un pensamiento, a veces, espiado sobre un rostro.
Todavía siento en los ojos esa luz burlona
de millares de faroles sobre el ruido de pasos.
Mi primo regresó terminada la guerra,
gigantesco como pocos. Y tenía dinero.
La parentela decía por lo bajo: "En un año,
como máximo, se lo comió todo y vuelve a vagar.
Así terminan los desesperados".
Mi primo tiene una cara rotunda. Compró un terreno
en el pueblo y se hizo construir un garaje de cemento
con un flamante surtidor de gasolina enfrente
y sobre la curva del puente, bien grande, un cartel metálico.
Después puso un mecánico dentro a cobrar el dinero
y él se dedicó a recorrer las Langas, fumando.
Se había casado. Escogió a una chica rubia y delicada
como las extranjeras que seguramente conoció en el mundo.
Pero sale todavía solo, vestido de blanco,
con las manos atrás y el rostro bronceado;
por la mañana recorría las ferias, con aire cazurro,
negociando caballos. Después me explicó,
cuando fracasó el proyecto, que su plan
era quitarle al valle todas las bestias
y obligar a la gente a comprarle motores.
"Pero la bestia más grande de todas", decía,
"fui yo al pensarlo. Debí saber
que bueyes y personas son aquí la misma raza."
Caminamos más de media hora. La cima está cerca,
aumentan alrededor el susurro y el silbido del viento.
Mi primo se para de golpe y se da vuelta: "Este año
escribo en el cartel: Santo Stefano ha sido siempre
el primero en los festejos del valle del Belbo.
Y que chillen los de Canelli". Después, sigue la subida.
Un perfume de tierra y viento nos envuelve en lo oscuro.
Algunas luces en la distancia, casitas, automóviles
que se oyen apenas. Y yo pienso en la fuerza
que me ha devuelto a este hombre, arrancándolo del mar,
de las tierras lejanas, del silencio que dura.
Mi primo no habla de los viajes que hizo; dice, seco,
que ha estado en este lugar, en aquel otro,
y piensa en los motores.
Sólo un sueño le ha quedado en la sangre.
Se cruzó una vez, viajando como maquinista
de un pesquero holandés, con el cetáceo,
y ha visto volar los pesados arpones en el sol,
vio huir las ballenas entre espumarajos de sangre
y la persecución, y las colas alzadas y la lucha en la lanza.
Me lo recuerda a veces.
Pero cuando le digo que es uno de los elegidos
con un flamante surtidor de gasolina enfrente
y sobre la curva del puente, bien grande, un cartel metálico.
Después puso un mecánico dentro a cobrar el dinero
y él se dedicó a recorrer las Langas, fumando.
Se había casado. Escogió a una chica rubia y delicada
como las extranjeras que seguramente conoció en el mundo.
Pero sale todavía solo, vestido de blanco,
con las manos atrás y el rostro bronceado;
por la mañana recorría las ferias, con aire cazurro,
negociando caballos. Después me explicó,
cuando fracasó el proyecto, que su plan
era quitarle al valle todas las bestias
y obligar a la gente a comprarle motores.
"Pero la bestia más grande de todas", decía,
"fui yo al pensarlo. Debí saber
que bueyes y personas son aquí la misma raza."
Caminamos más de media hora. La cima está cerca,
aumentan alrededor el susurro y el silbido del viento.
Mi primo se para de golpe y se da vuelta: "Este año
escribo en el cartel: Santo Stefano ha sido siempre
el primero en los festejos del valle del Belbo.
Y que chillen los de Canelli". Después, sigue la subida.
Un perfume de tierra y viento nos envuelve en lo oscuro.
Algunas luces en la distancia, casitas, automóviles
que se oyen apenas. Y yo pienso en la fuerza
que me ha devuelto a este hombre, arrancándolo del mar,
de las tierras lejanas, del silencio que dura.
Mi primo no habla de los viajes que hizo; dice, seco,
que ha estado en este lugar, en aquel otro,
y piensa en los motores.
Sólo un sueño le ha quedado en la sangre.
Se cruzó una vez, viajando como maquinista
de un pesquero holandés, con el cetáceo,
y ha visto volar los pesados arpones en el sol,
vio huir las ballenas entre espumarajos de sangre
y la persecución, y las colas alzadas y la lucha en la lanza.
Me lo recuerda a veces.
Pero cuando le digo que es uno de los elegidos
que vieron la aurora sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe al recordarlo y responde que el sol
se levantaba cuando el día era viejo para ellos.
sonríe al recordarlo y responde que el sol
se levantaba cuando el día era viejo para ellos.
viernes, 2 de mayo de 2014
A lo que hemos llegado (por Robin Myers)
Ésta es la calle donde
naciste. Ésta es la llave que se te cayó en la nieve,
y éste es el abrigo que te pusiste para ir a buscarla.
Éste es el cielo visto desde la ventanilla del avión, la mañana que te fuiste
del país. Éste es el lugar del que pensabas que jamás te irías.
Éste es el sándwich que comiste en la escalinata de una iglesia,
las migas que les diste a las palomas. Ésta es la funda de la almohada
que todavía tiene pelos tuyos. Esto es el verano.
Éste es el continente que cruzaste,
la carta que pusiste a lavar con la ropa por error,
el cuchillo con el que te cortaste picando una cebolla.
Ésta es la maravilla de poder reconocer a un amigo por su tos
en el cuarto de al lado. Esto, aunque estás durmiendo, es un ratón
debajo de las tablas de madera del piso, ésta es la luz que las recubre,
y éstas son las sombras que salpican la columna vertebral
de alguien que está acostado boca abajo.
Esto es casi lo que querías decir.
Esto es alguien que toca una pieza de Brahms en el piso de abajo,
el vaso de agua que tiembla sobre el piano, el agua derramada.
Esto es enojo, ésta es una clase de manejo, un año de tu vida; la parada del camión,
la sábana, la ola de calor; éstos son los
fuegos artificiales que mirabas a lo lejos,
que en silencio brotaban como flores en los montes oscuros.
Ésta es la forma en que miras a la gente en el tren
para luego extrañarla. Ésta es la fe, como un nudo en la soga
que estás trepando, y éstos son tus dedos, ardidos y despellejados
alrededor de ella. Esto no es una excusa. Esto es el mar, adentro
de un caracol. Esto es el mar.
Esto es, según parece, a lo que hemos llegado.
Ésta eres tú, si vuelves tras tus pasos.
Ésta eres tú, si no regresas nunca.
naciste. Ésta es la llave que se te cayó en la nieve,
y éste es el abrigo que te pusiste para ir a buscarla.
Éste es el cielo visto desde la ventanilla del avión, la mañana que te fuiste
del país. Éste es el lugar del que pensabas que jamás te irías.
Éste es el sándwich que comiste en la escalinata de una iglesia,
las migas que les diste a las palomas. Ésta es la funda de la almohada
que todavía tiene pelos tuyos. Esto es el verano.
Éste es el continente que cruzaste,
la carta que pusiste a lavar con la ropa por error,
el cuchillo con el que te cortaste picando una cebolla.
Ésta es la maravilla de poder reconocer a un amigo por su tos
en el cuarto de al lado. Esto, aunque estás durmiendo, es un ratón
debajo de las tablas de madera del piso, ésta es la luz que las recubre,
y éstas son las sombras que salpican la columna vertebral
de alguien que está acostado boca abajo.
Esto es casi lo que querías decir.
Esto es alguien que toca una pieza de Brahms en el piso de abajo,
el vaso de agua que tiembla sobre el piano, el agua derramada.
Esto es enojo, ésta es una clase de manejo, un año de tu vida; la parada del camión,
la sábana, la ola de calor; éstos son los
fuegos artificiales que mirabas a lo lejos,
que en silencio brotaban como flores en los montes oscuros.
Ésta es la forma en que miras a la gente en el tren
para luego extrañarla. Ésta es la fe, como un nudo en la soga
que estás trepando, y éstos son tus dedos, ardidos y despellejados
alrededor de ella. Esto no es una excusa. Esto es el mar, adentro
de un caracol. Esto es el mar.
Esto es, según parece, a lo que hemos llegado.
Ésta eres tú, si vuelves tras tus pasos.
Ésta eres tú, si no regresas nunca.
jueves, 1 de mayo de 2014
Haikus (por Aitor Suárez)
.....
Muévete, salte,
desvíate de la
ruta Rutina.
desvíate de la
ruta Rutina.
.....
Si la exprimiéramos,
de la Tierra saldría
un jugo amargo.
de la Tierra saldría
un jugo amargo.
.....
Tras la colina
al doblar el recodo,
¿qué encontraremos?
al doblar el recodo,
¿qué encontraremos?
.....
De lo vivo a
lo inerte. Morir: máxima
metamorfosis.
lo inerte. Morir: máxima
metamorfosis.
.....
.....
Nos disminuyen,
parcialmente nos matan
las muertes de otros.
parcialmente nos matan
las muertes de otros.
.....
En este ser
grotesco es en lo que
me he transmutado.
.....
¿Pero qué has hecho
conmigo?, protesta mi
foto de niño.
.....
¿De dónde vine,
de dónde fui traído
a este lugar?
de dónde fui traído
a este lugar?
.....
¿Era la Nada
el sitio donde estuve
en mi antevida?
el sitio donde estuve
en mi antevida?
.....
¿Será la Nada
el lugar donde iré
en la postmuerte?
el lugar donde iré
en la postmuerte?
.....
No ser pudiera
ser una variedad
del bienestar.
ser una variedad
del bienestar.
.....
Disolverse. Y
da lo mismo en el Todo
que en la Nada.
da lo mismo en el Todo
que en la Nada.
.....
y para socorrer
los mismos brazos.
.....
y para disparar
el mismo encéfalo.
.....
Casi todo en
la Historia debería
no haber pasado.
.....
Algunos hacen
la Historia. El resto,
los más, la sufren.
Algunos hacen
la Historia. El resto,
los más, la sufren.
.....
y la sala de partos
a escasos metros.
.....
Fotos de gente
muerta, su voz grabada:
tiempo infiltrándose.
.....
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