zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 30 de abril de 2013

En ellas (por Maram Al-Masri)


me disuelvo en las mujeres
desaparezco para ser
cada una de ellas

veo mi mirada en ésta
mi risa
en los labios de aquélla
mis lágrimas
asoman a sus ojos
y por sus cuerpos
circula mi alma

se parecen a mí y yo a ellas
en ellas me reconozco
en ellas
me completo
y me divido

lunes, 29 de abril de 2013

Otro silencio (por Octavio Paz)



Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:


desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

domingo, 28 de abril de 2013

No te abandonarán (por Joan Margarit)


No tires las cartas de Amor
ellas no te abandonarán
el tiempo pasará, se borrará el deseo
-esa flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo
caerán los años. Te cansarán los libros
descenderás aún más
e incluso, perderás la poesía.

El ruido frío de la ciudad en los vidrios
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.

sábado, 27 de abril de 2013

Miré hacia atrás (por Wislawa Szymborska)


Dicen que miró hacia atrás por curiosidad.
Pero yo podría haber tenido otras razones aparte de la curiosidad.
Miré hacia atrás por pena de una fuente de plata.
Por distracción mientras me ataba el cordón de mi sandalia.
Para evitar seguir mirando el justo cuello
de Lot, mi esposo.
Por una repentina certidumbre de que si yo hubiera muerto
él ni siquiera habría atenuado su marcha.
Por la desobediencia de los humildes.
Alerta a la persecución.
Repentinamente serena, esperanzada de que Dios hubiera cambiado de parecer.
Nuestras dos hijas ya estaban casi en la cima de la colina.
Sentí la ancianidad dentro de mí. Lejanía.
La futilidad de nuestro vagar. Somnolencia.
Miré hacia atrás mientras dejaba mi atado en el suelo.
Miré hacia atrás por miedo de dónde poner a continuación mi pie.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratas de campo y buitres jóvenes.
Entonces no había justos ni malvados -simplemente todas las criaturas vivientes
reptaban y saltaban en medio de un pánico común.
Miré hacia atrás por soledad.
Por vergüenza de que estaba huyendo.
Por un deseo de gritar, de volver.
Justo cuando una súbita ráfaga de viento
me deshizo el peinado y me levantó mis vestidos.
Tuve la impresión de que lo estaban viendo todo desde las murallas de Sodoma
y estallaban en risas sonoras de vez en cuando.
Miré hacia atrás por rabia
para gozar de su gran ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones que he mencionado.
Miré hacia atrás a pesar de mí misma.
Fue sólo una roca que se desprendió, resonando bajo los pies.
Una repentina grieta que cortó mi camino.
Al borde un hámster correteó parado en sus patas traseras.
Fue entonces que miramos los dos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
repté y gateé hacia arriba,
hasta que la oscuridad me aplastó desde el cielo,
y con ella, grava ardiente y pájaros muertos.
Por falta de aliento me balanceaba repetidamente.
Si alguien me hubiera visto podría haber pensado que estaba bailando.
No es descartable que mis ojos hayan estado abiertos.
Puede ser que cayera con mi cara vuelta hacia la ciudad.
 

viernes, 26 de abril de 2013

Las palabras borradas (por Francisco Brines)


En las horas de amortiguada luz, y música,
en las alegres noches de nuestra juventud,
velamos hasta que el alba llega,
y en el humo se quedan las palabras
que la sombra golpea,
las palabras borradas que fueron nuestra vida.

Hace tiempo que callo,
y son tristes las noches de nuestra juventud,
y el alba llega muerta.
Rodeado de frío vuelvo a la hostil ciudad,
y el clandestino amor me despide furtivo
desde las rotas sombras de los descampados,
y el día se alza lívido
como si sólo un muerto lo hubiese de habitar.

Con el recuerdo sólo de tu vida, porque fuiste mi vida,
qué abandonado estoy.
¿Y a quién le contaré lo que ahora siento?

jueves, 25 de abril de 2013

El más grande de todos los mundos (por Walt Whitman)

¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¿quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío,
debes tú señalarlo como tuyo,
porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es más que cieno y podredumbre,
no me puedo parar a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana.

¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.

Soy fuerte y sano.
Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mí.
Y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy más orgulloso que los cimientos desde los cuales se levanta mi casa.)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el más grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tú llamas disolución
porque conozco la amplitud del tiempo.

miércoles, 24 de abril de 2013

El puro no (por Oliverio Girondo)


El no
el no inóvulo
el no nonato
el noo
el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan
noan
y nooan
y plurimono noan al morbo amorfo noo
no démono
no deo
sin son sin sexo ni órbita
el yerto inóseo noo en unísolo amódulo
sin poros ya sin nódulo
ni yo ni fosa ni hoyo
el macro no ni polvo
el no más nada todo
el puro no
sin no

martes, 23 de abril de 2013

Por eso no gritáis (por Pier Paolo Pasolini)

Si no se grita viva la libertad
humildemente
no se grita viva la libertad.
Si no se grita viva la libertad
riendo
no se grita viva la libertad.
Si no se grita viva la libertad
con amor
no se grita viva la libertad.
Vosotros, hijos de los hijos
gritáis con desprecio
con rabia, con odio
viva la libertad.
Por eso no gritáis
viva la libertad.

lunes, 22 de abril de 2013

He aquí el camino (por Ko Un)

De ahora en adelante, esperanza.
Me falta el aliento,
de ahora en adelante, esperanza.
Si no hay camino
lo construyo mientras lo hago.
De ahora en adelante, historia.
Historia no como pasado,
sino como todo lo que es.
Del futuro, de sus peligros
en mi vida presente,
hasta lo desconocido que viene
y la oscuridad que viene.
Oscuridad
es solo ausencia de luz.
De ahora en adelante, esperanza.
El camino no existe.
Por esto lo construyo mientras lo hago.
He aquí el camino.
He aquí el camino,
y lleva siempre consigo, impecable,
numerosos mañanas.

domingo, 21 de abril de 2013

Casi juicio final (por Jorge Luis Borges)

Mi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad de la noche.
La noche es una fiesta larga y sola.
En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo:
He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.
He cantado lo eterno: clara luna volvedora y las mejillas que apetece el amor.
He conmemorado con versos las ciudad que me ciñe y los arrabales que me desgarran.
He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre.
A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueños he exaltado y cantado.
He sido y soy.
He trabado en firmes palabras mi sentimiento que pudo haberse disipado en ternura.
El recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.
Como el caballo muerto que la marea inflige en la playa, vuelve a mi corazón.
Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.
El agua sigue siendo dulce en mi boca y las estrofas no me niegan su gracia.
Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si

esta gran luna de mi soledad me perdona?

sábado, 20 de abril de 2013

Incluso nuestros límites (por Adrienne Rich)


Porque ya no somos jóvenes, las semanas han de bastar
por los años sin conocernos. Sólo esa extraña curva
del tiempo me dice que ya no somos jóvenes.
¿Caminé yo acaso por las calles en la madrugada, a los veinte,
con la piernas temblándome y los brazos en éxtasis más pleno?
¿Acaso me asomé por alguna ventana buscando la ciudad
atenta al futuro, como ahora aquí, esperando tu llamada?
Con el mismo ritmo tú te aproximaste a mí.
Son eternos tus ojos, verde destello
de hierba salvaje refrescada por la vertiente.
Sí. A los veinte creíamos ser eternas.
A los cuarenta y cinco deseo conocer incluso nuestros límites.
Te acaricio ahora, y sé que no nacimos mañana,
y que de algún modo tú y yo nos ayudaremos a vivir,
y en algún lugar nos ayudaremos tú y yo a morir.

viernes, 19 de abril de 2013

Dueños por un instante (por Juan Ramón Jiménez)


El olor de una flor nos hace dueños

por un instante del destino;

el sol del cielo azul que, por la tarde,

la puerta que se entreabre deja entrar;

el presentir una alegría justa;

un pájaro que viene a la ventana;

un momento de algo inesperado...



No hay en la soledad y en el silencio

más que nosotros tres:

visita, hombre, misterio.



El tiempo y los recuerdos

no son nudos de atajos

sino de aire y luz. Andamos sonriendo

sobre el tranquilo mar.

La casa es dulce,

bellas sus vistas...

Y un instante

reinamos ¡pobres! sobre nuestra vida.

jueves, 18 de abril de 2013

Para abarcarlo (por Saiz de Marco)


Para ser consciente de que te tengo conmigo,

para de par en par felicitarme por ello,

para abarcarlo en su exacta grandeza,

para plenamente agradecerlo y valorarlo...,

necesito recordar cuando no te tenía,

necesito imaginar cuando no te tendré.

miércoles, 17 de abril de 2013

El don de la ternura (por Raymond Carver)


Tarde en la noche. Comenzó a nevar.
Los copos húmedos caían
más allá del cristal de las ventanas,
surcando el aire frío
ocultaban el resplandor de la ciudad.
Observamos un rato la tormenta
sorprendidos, felices, satisfechos
de estar allí y no en otro sitio.
Puse un leño en el hogar,
me pediste que regulara
el tiro de la chimenea.
Nos metimos en la cama.
Cerré mis ojos, de inmediato,
pero
por razones que desconozco
antes de dormirme
el aeropuerto de Buenos Aires
atravesó mi memoria.
Recordé esa tarde,
la temprana oscuridad, las sombras.
Reconstruí la escena:
regresé a ese paisaje desolado
donde flotaba un silencio sepulcral
interrumpido únicamente por el rugido
de las turbinas del avión que carreteaba
lentamente bajo una lluvia de granizo,
tan fino que lo confundimos con nieve.
En las ventanas de los edificios no había luz.
Un lugar realmente solitario.
Sólo pasillos abandonados, hangares vacíos.
No vimos a una sola persona.
"Es como si todo estuviera de luto",
fue tu comentario.

Abrí mis ojos.
El ritmo de tu respiración
me dijo que estabas profundamente dormida.
Te cubrí el cuerpo con uno de mis brazos.
Mis evocaciones
me trasladaron de la Argentina
a un departamento en el que pasé
un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
No nieva en esa ciudad,
pero el departamento disponía
de un amplio ventanal desde donde
podríamos haber mirado por horas
la autopista que rodea la bahía.
La heladera estaba al lado de la cama.
Las noches calurosas, sofocantes,
cuando me despertaba con la garganta seca
sólo tenía que estirar el brazo, abrir la puerta
y dejarme guiar por la luz interior
hasta el botellón con agua refrescante.
En el baño un pequeño calentador eléctrico
descansaba cerca del lavatorio.
Todas las mañanas mientras me afeitaba
calentaba agua en una vieja sartén,
el frasco de café instantáneo,
siempre a mano, en el botiquín.

Un mañana me senté en la cama
vestido, recién afeitado,
bebiendo sorbos de café caliente
intentando olvidar planes,
proyectos, todas esas cosas
que había decidido realizar.
Finalmente marqué el número
de Jim Houston que vive en Santa Cruz,
le pedí prestados 75 dólares.
Me contestó que estaba sin fondos.
Su mujer había viajado a México
por unos días y él ya no tenía dinero,
no llegaba a fin de mes.
"Está bien", le dije. "Te entiendo".
Y así era,
no necesité explicaciones.
Hablamos un poco más y cortamos.
Terminé el café cuando el avión
comenzaba a elevarse en mi recuerdo
y yo desde la ventanilla miraba
por última vez las luces de Buenos Aires.
Después cerré los ojos
iniciando el largo regreso.

Esta mañana hay nieve por todos lados.
Hablamos sobre la tormenta.
Me comentas que no dormiste bien.
Te digo que yo tampoco.
Tuviste una noche terrible. "Yo también".
Estamos tranquilos el uno con el otro,
nos asistimos tiernamente
como si comprendiéramos nuestro estado de ánimo,
las mutuas inseguridades.
Creemos adivinar los sentimientos del otro,
no podemos, por supuesto, nunca podremos.
No tiene importancia.
En realidad es la ternura la que me interesa.
Ése es el don que me conmueve, que me sostiene,
esta mañana, igual que todas las mañanas.

martes, 16 de abril de 2013

Y al contrario (por Paul Valéry)


El más escéptico de todos
es el Tiempo,
que con los Noes hace Síes
y con el odio amor
y al contrario.
Y si el río no remonta a su fuente,
y si la manzana caída no salta
y se reúne a su rama
es porque te falta paciencia para creerlo.

lunes, 15 de abril de 2013

Lamento por la tórtola de Butch Butchanam (por Juan Gelman)


el pobre butch butchanam pasó sus últimos años
cuidando a una tórtola ciega y sin querer ver a nadie
en solidaridad con el pájaro al que amaba y cuidaba
y a veces aleteaba en su hombro dejando caer
un dulce sonido a naranjos azules girando por el cielo
a demonios de pie sobre un ratón
a monos de piedra sorprendidos en el acto de hacer

"oh tórtola" decía butch butchanam "amas la ceguera
y yo convertí mi corazón en ceguera
para que vueles alrededor de él y te quedes"
pero lo que debe desaparecer
todo lo que se masca come chupa bebe o saborea
venía con el crepúsculo y tristeza para butch
tristeza para butch

el cual:
soñaba con el desierto sembrado de calaveras de vaca
los castillos de arena instantánea o polvo rápidamente quieto en tierra
los oleajes (como de serpiente) del tiempo en Melody Spring
y los antepasados que ya no conocían la muerte ni el dolor de la muerte
y hablaban un idioma lento amarillo feliz
como un lazo de oro al cuello

noches y noches soñó butch butchanam
hasta que supo que iba a morir
enfiló su cama hacia el sur y se acostó de espaldas al cielo
y dejó escrito en la tórtola que lo enterraran de espaldas al cielo
y aquí yace de espaldas al cielo mirando todo lo que baja y sube
en Melody pueblo de miserables que:

degollaron la tórtola la asaron se la comieron
y comprobaron con cristiano horror
que los miraba desde el plato
con el recuerdo de sus ojos

domingo, 14 de abril de 2013

Quieren leerme (por Aazam Abidov)


Visto un traje
Largo
De la cabeza hasta los pies
Está hecho de letras árabes
De hilo hecho de algodón y piedra
El hilo es dorado
El algodón y la piedra tienen la forma
de letras árabes
La gente quiere leerme
Lo intentan.
Algunas veces son las letras de algodón
las que tocan sus ojos
Otras, son las de piedra
Ellos quieren leerme
Ellos quieren leer al que nunca supo leerse a sí mismo 

sábado, 13 de abril de 2013

La sombra se amontona (por Luigi Martellini)


Es triste en verano
echar la mirada en la oscuridad
descubrir afectos escondidos en callejas antiguas.
También aquí el cielo nos mira,
es inútil
inventar esquemas cerrados
cuando se es viejo desde siempre.

La sombra se amontona
envuelve piedras relucientes y sucias
defiende a quien duerme.
(El sereno que llega,
levanta sospechoso la mirada
moviendo su gorra:
"Hace calor esta noche, señor"
"Sí, hace calor")

Que pase aquel tiempo

Es triste asomarse solo
y casi descubrirse feliz
en un día
en que no hay vida.

Es así.

viernes, 12 de abril de 2013

Abril que vuelves (por Juan Ramón Jiménez)

¡Abril!, solo, desnudo,
caballo blanco mío de mi dicha.

Llegó rompiendo, llenos de rocío,
los rosales; metiéndose, despedregando
los pesados torrentes; levantando,
ciclón de luz, los pájaros alegres.

Tu jadeo, tu espuma, tu sudor
me parece que vienen de otra vida...
¡Ven aquí, ven aquí, caballo mío;
abril, abril que vuelves,
caballo blanco
de mi amor perdido!

Mis ojos le acarician, apretándole,
la frente blanca cual la luna,
con su diamante negro de carbón.

Abril, abril, ¿y tu jinete bello?
¡Mi pobre amor, abril, mi pobre amor!

jueves, 11 de abril de 2013

Conversación con una piedra (por Wislawa Szymborska)

Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
Quiero penetrar en tu interior,
echar un vistazo,
respirarte.

-Vete -dice la piedra-.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha añicos,
sería añicos cerrados.
Incluso hecha polvo,
sería polvo cerrado.

Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
Vengo por mera curiosidad.
Sólo la vida permite satisfacerla.
Quisiera pasearme por tu palacio,
y luego visitar una hoja y una gota de agua.
No me queda mucho tiempo.
Mi mortalidad debería ablandarte.

-Soy de piedra –dice la piedra-
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete,
no tengo músculos risorios.
Llamo a la puerta de una piedra.
Soy yo, déjame entrar.
Me han dicho que encierras salas enormes y vacías,
nunca vistas y bellas en vano,
mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie.
Confiésalo: ni tú misma lo sabías.

-Salas enormes y vacías –dice la piedra-.
Pero no hay espacio disponible.
Bellas, quizá, pero no para el gusto
de tus limitados sentidos.
Puedes verme pero nunca catarme.
Mi superficie te da la cara,
pero mi interior te vuelve la espalda.

Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
En ti no busco refugio para la eternidad.
No soy desdichado.
Ni carezco de techo.
Mi mundo merece el regreso.
Quiero entrar y salir con las manos vacías.
La prueba de haber estado en ti
se limitará a mis palabras
en las que nadie creerá.

-No entrarás –dice la piedra-.
Te falta el sentido de la participación.
Y no existe otro sentido que pueda sustituirlo.
Incluso la vista omnividente
te resultará inútil si eres incapaz de participar.
No entrarás; ese sentido, en ti, es sólo deseo,
mero intento, vaga fantasía.

Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar mil siglos
para entrar en tus paredes.

-Si no crees en mis palabras –dice la piedra-,
acude a la hoja, que te dirá lo mismo que yo,
o a la gota de agua, que te dirá lo mismo que la hoja.
Pregunta también a un cabello de tu cabeza.
Estoy a punto de reír a carcajadas,
de reír como mi naturaleza me impide reír.

Llamo a la puerta de una piedra.
-Soy yo, déjame entrar.

-No tengo puerta –dice la piedra.

miércoles, 10 de abril de 2013

Cuando el amigo llega (por Ernesto Pentón)


Cuando el amigo viene y llega lentamente
y oímos el susurro de sus pasos de olas de mar,
avanzando, avanzando por los senderos del alma,
alguien que recorre el tiempo en un instante,
alguien que viene desde adentro con una flor en la mano.
Cuando el amigo avanza como un huracán de silencio,
cuando el amigo llega...
el corazón, en un temblor, se abre
y allí se sienta el hombre
y el amigo.


martes, 9 de abril de 2013

Una totalidad (por Wallace Stevens)


Luz, primera luz de la noche, como en un cuarto
en el que descansamos y, casi por nada, pensamos
que el mundo imaginado es el bien esencial.

Ésta es, por tanto, la más intensa cita.
Es en esta idea en la que nos recogemos,
fuera de todas las indiferencias, en una sola cosa:

Dentro de una sola cosa, una sola manta
que nos abriga bien, pues somos pobres, un calor,
una luz, un poder, la milagrosa influencia.

Ahora, aquí, nos olvidamos el uno al otro y de nosotros.
Sentimos la oscuridad de un orden, una totalidad,
un conocer, lo que arregló la cita,

dentro de su vital circunscripción, en la mente.
Decimos: Dios y la imaginación son uno.
La candela más alta, que alta ilumina lo oscuro…

Y fuera de esta luz, de esta mente central,
hacemos nuestra casa en el aire nocturno,
donde estar los dos juntos es lo suficiente.

lunes, 8 de abril de 2013

Su canción (por Tolba Phanem)


Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada,
se interna en la selva con otras mujeres 

y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño.

Saben que cada alma tiene su propia vibración 

que expresa su particularidad, unicidad y propósito.

Las mujeres entonan esta canción y la cantan en voz alta. 

Luego regresan a la tribu y se la enseñan a los demás.

Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le canta su canción.
Luego, cuando el niño comienza su educación, 

el pueblo se junta y le canta su canción. 
Cuando se inicia como adulto la gente se junta nuevamente y canta su canción.

Cuando llega el momento de su casamiento, 

la persona escucha su canción. 
Finalmente cuando el alma va a irse de este mundo, 
la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, 
le cantan su canción, 
para acompañarlo en su transición.

En esta tribu de África hay otra ocasión en que los pobladores
cantan la canción. 

Si en algún momento de su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, 
lo llevan al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. 
Entonces… le cantan su canción.

La tribu reconoce que la corrección de las conductas antisociales no es el castigo; 

es el amor y el recuerdo de la propia identidad. 
Cuando reconocemos nuestra propia canción 
ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pueda dañar a otros. 
Tus amigos reconocen tu canción 
y la cantan cuando la olvidaste.

Aquellos que te aman no pueden ser engañados 

por los errores que cometes ni por las oscuras imágenes que muestras a los demás. 
Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; 
tu totalidad cuando estás quebrado; 
tu inocencia cuando te sientes culpable; 
y tu propósito cuando estás confundido.

domingo, 7 de abril de 2013

Rodó (por Luis Rogelio Nogueras)

Un botón
ha caído
de mi camisa
rodó
por el suelo
bajo el armario

Un obrero
ha caído
desde un andamio
rodó por
la calle
bajo los autos
todo
en
el
mismo
maldito
minuto

sábado, 6 de abril de 2013

Hay una pausa en la obra de la nada (por Julio Cortázar)


¿Quién los ve andar por la ciudad si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges, y arriba está la noche
llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva, hacia muertes de césped,
hacia puertos que se abren entre sábanas.
...Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada,
pero ellos ni siquiera saben que, mientras ruedan en su amarga arena,
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita y les impone los deberes cotidianos.

viernes, 5 de abril de 2013

Sólo nosotros (por Fernando Pessoa)


La abeja que, volando, zumba sobre
la colorida flor, y se posa, casi
sin diferencia de ella
a la vista de quien no discierne,
no cambió desde Cécrope. Sólo quien vive
una vida con un ser que se conoce
envejece, distinto
de la especie en que vive.

Ella es la misma que otra que no es ella.
Sólo nosotros — ¡oh tiempo, oh alma, oh vida, oh muerte! —
mortalmente compramos
tener más vida que la vida.

jueves, 4 de abril de 2013

Un mapa (por Adrienne Rich)


He aquí un mapa de nuestro país:
aquí está el Mar de la Indiferencia, barnizado de sal
Éste es el río maléfico que fluye de la frente a la ingle
agua que no nos atrevemos a probar
Éste es el desierto en el que se han plantado misiles como bulbos
Éste es el granero de las granjas hipotecadas
Éste es el lugar donde nació el chico rockero
Éste es el cementerio de los pobres
que murieron por la democracia Éste es el campo de batalla
de una guerra del siglo diecinueve el sepulcro es famoso:
Ésta es la ciudad marina de mito e historia cuando las flotas pesqueras se arruinaron
aquí es donde había trabajo en el muelle
congelando pescado en trozos paga por horas sin dividendos
Éstos son otros campos de batalla Centralia Detroit
aquí están los bosques primitivos los filones de cobre de plata
Éstos son los suburbios del consentimiento el silencio se eleva como el humo de las calles
Ésta es la capital del dinero y del dolor; sus pináculos
estallan en el aire caliente, sus puentes se desmoronan
sus hijos van a la deriva por ciegos callejones confinados
entre alambres de espinas enrollados
Prometí mostrarte un mapa y dices pero esto es un mural
entonces bien, déjalo estar son pequeñas diferencias
la cuestión es desde dónde lo miramos

miércoles, 3 de abril de 2013

El centinela (por Jorge Luis Borges)

Entra la luz y me recuerdo; ahí está.
Empieza por decirme su nombre, que es (ya se entiende) el mío.
Vuelvo a la esclavitud que ha durado más de siete veces diez años.
Me impone su memoria.
Me impone las miserias de cada día, la condición humana.
Soy su viejo enfermero; me obliga a que le lave los pies.
Me acecha en los espejos, en la caoba, en los cristales de las tiendas.
Una u otra mujer lo ha rechazado y debo compartir su congoja.
Me dicta ahora este poema, que no me gusta.
Me exige el nebuloso aprendizaje del terco anglosajón.
Me ha convertido al culto idolátrico de militares muertos, con los que acaso no podría cambiar una sola palabra.
En el último tramo de la escalera siento que está a mi lado.
Está en mis pasos, en mi voz.
Minuciosamente lo odio.
Advierto con fruición que casi no ve.
Estoy en una celda circular y el infinito muro se estrecha.
Ninguno de los dos engaña al otro, pero los dos mentimos.
Nos conocemos demasiado, inseparable hermano.
Bebes el agua de mi copa y devoras mi pan.
La puerta del suicida está abierta, pero los teólogos afirman
que en la sombra ulterior del otro reino estaré yo, esperándome.

martes, 2 de abril de 2013

Hasta encontrarnos (por Juan Ramón Jiménez)



Yo, centro de mi mundo inmenso.

Tú, de tu inmenso mundo

centro.

¡Qué inmenso penetrarse

de tantas cosas dobles y distintas

hasta encontrarnos ambos, como uno,

en medio de los dos!

lunes, 1 de abril de 2013

Ser un instante (por Rafael Guillén)


La certidumbre llega como un deslumbramiento.
Se existe por instantes de luz. O de tiniebla.
Lo demás son las horas, los telones de fondo,
el gris para el contraste. Lo demás es la nada.

Es un momento. El cuerpo se deshabita y deja
de ser la transparencia con que se ve a sí mismo.
Se incorpora a las cosas; se hace materia ajena
y podemos sentirlo desde un lugar remoto.

Yo recuerdo un instante en que París caía
sobre mí con el peso de una estrella apagada.
Recuerdo aquella lluvia total. París es triste.
Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo.

Vivir es detenerse con el pie levantado,
es perder un peldaño, es ganar un segundo.
Cuando se mira un río pasar, no se ve el agua.
Vivir es ver el agua; detener su relieve.

Mi vagar se acodaba sobre el pretil de hierro
del Pont des Arts. De súbito, centelleó la vida.
Sobre el Sena llovía y el agua, acribillada,
se hizo piedra, ceniza de endurecida lava.

Nada altera su orden. Es tan sólo un latido
del ser que, por sorpresa, llega a ser perceptible.
Y se siente por dentro lo compacto del hierro,
y somos la mirada misma que nos traspasa.

La lucidez elige momentos imprevistos.
Como cuando en la sala de proyección, un fallo
interrumpe la acción, deja una foto fija.
Al pronto el ritmo sigue. Y sigue el hundimiento.

La pesada silueta del Louvre no se cuadraba
en el espacio. Estaba instalada en alguna
parte de mí, era un trozo de esa total conciencia
que hendía con su rayo la certeza absoluta.

Ser un instante. Verse inmerso entre otras cosas
que son. Después no hay nada. Después el universo
prosigue en el vacío su muerte giratoria.
Pero por un momento se detiene, viviendo.

Recuerdo que llovía sobre París. Los árboles
también eran eternos a la orilla. Al segundo,
las aguas reanudaron su curso y yo, de nuevo,
las miraba sin verlas, perderse bajo el puente.