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lunes, 22 de octubre de 2012

Oh, lobos del recuerdo (por Philip Larkin)


Tras orinar, vuelvo a la cama a tientas,

abro espesas cortinas, y me asustan

la limpidez lunar, las nubes rápidas.



Las cuatro: yacen prados de sombras acuñadas

bajo un cielo profundo, cavado por el viento.

En todo esto hay algo muy risible:



la forma en que la luna cruza nubes que flotan

vagamente, como humo de cañón, apartándose

(abajo, una luz pétrea afila los tejados)



elevada y absurda y separada.

¡Pastilla del amor! ¡Medalla de arte!

¡Oh, lobos del recuerdo! ¡Inmensidades! No,



uno tiembla ligero al levantar los ojos.

La dureza, el fulgor y la sencilla

unidad trascendente de esa vasta mirada


son un recordatorio del dolor y la fuerza

de ser joven; que no pueden volver,

pero en algún lugar están en otros, íntegros

5 comentarios:

LA PHRASE LAPIDARIA dijo...

El avaro no tiene riquezas. Las riquezas le tienen a él.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Te lo juro por mi madre,
que si te pones enferma
te doy caldo de mis carnes.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

La calle de Después hace esquina con la plaza de Nunca.

hAiKu dijo...


La Sinrazón,
el Azar y el Instinto.
El triunvirato.

(RAPHAEL BALDAYA)

cajón desastre dijo...

Necesito volver a dedicarme a los demás. Por puro egoísmo. Porque cuando me dedico a los demás dejo de dedicarme a mí mismo. Dejo de pensar en mí mismo. Dejo de sufrir.

(NEORRABIOS@)