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sábado, 2 de junio de 2012

Hizo frío en todo cuanto pienso (por Fernando Pessoa)

Entré en la barbería de la manera acostumbrada, con el placer de serme fácil entrar sin embarazo en las casas conocidas. Mi sensibilidad de lo nuevo es angustiosa: tengo calma sólo donde ya he estado. Cuando me senté en la butaca, pregunté, por un acaso que recuerda, al muchacho barbero que me estaba poniendo al cuello un paño frío y limpio, qué tal le iba al compañero de la butaca de la derecha, más viejo y con ingenio, que estaba enfermo. Le pregunté sin que me apremiara la necesidad de preguntar: se me ocurrió la oportunidad por el local y el recuerdo. «Se murió ayer», respondió sin entonación la voz que estaba detrás del paño y de mí, y cuyos dedos se levantaban de la última inserción en la nuca, entre mí y el cuello de la camisa. Toda mi buena disposición irracional se murió de repente, como el barbero eternamente ausente de la butaca de al lado. Hizo frío en todo cuanto pienso. No dije nada.


¡Añoranzas! Las tengo hasta de lo que no ha sido nunca mío, debido a una angustia de fuga del tiempo y una enfermedad del misterio de la vida. Caras que veía habitualmente en mis calles habituales, si dejo de verlas, me entristezco; y no han sido nada mío, a no ser el símbolo de toda la vida. ¿El viejo sin interés de las polainas sucias, que se cruzaba frecuentemente conmigo a las nueve y media de la mañana? ¿El vendedor de lotería cojo que me molestaba inútilmente? ¿El vejete redondo y colorado del puro a la puerta del estanco? ¿El dueño pálido del estanco? ¿Qué se ha hecho de todos ellos, que, porque los vi y volví a verlos, fueron parte de mi vida? Mañana también desapareceré yo de la calle de la Plata, de la calle de los Doradores, de la calle de los Lenceros. Mañana, también yo —el alma que siente y piensa, el universo que soy para mí— sí, mañana yo también seré el que dejó de pasar por estas calles, el que otros vagamente evocarán con un «¿qué será de él?» Y todo cuanto hago, todo cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeúnte menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad cualquiera.

12 comentarios:

Paquito el Chocolatero dijo...

¿Hoy hay programa doble o qué? Pessoa y Borges, ¡¡¡QUÉ REGALAZO !!!. ¿Qué pasa hoy en ZdeP? ¿Quién se casa? ¿De quién es el cumple? ¿A quién le cayó la Once, cuponazo o bonoloto?

Víctor Saltero dijo...

Conmovedor. Uno de los pasajes más impactantes del Libro del Desasosiego. SALUDOS

Alcaponerías dijo...

Bueno, creo que estamos ante una prosa de Pessoa que, aunque tiene una fuerte carga poética, no es un poema sensu stricto. No importa nada esto que digo, pero acostumbrados a leer en este limonar poesía reglamentaria, me choca un pelín. Pero no problem, que soy de los que creen que la poesía puede florecer en la inflorescencia de una coliflor (¿habéis reparado en lo bella que es esta hortaliza?), del mismo modo que Dios se chamusca el dedo apocalíptico entre los pucheros de un figón abulense. Corsés definitorios, fuera.
Pero que no se preocupe Pessoa porque le embargue la añoranza de cosas que no han sido nunca suyas...¿No estamos todos, por desventura, en el mismo caso? Que me diga alguien qué cosas posee en puridad. ¿Hay alguna patria que realmente sea la de uno? Mi familia ¿es mía de verdad? Si no cumplo con las convenciones sociales y no pago los impuestos, ¿qué clase de propiedad tengo sobre mi casa y mis caballos alazanes? MI libertad quedó maltrecha el día que recibí un lacónico y admonitorio escrito instándome a pasar por la oficina de alistamiento militar: poco después, partía de allí en un vagón de madera hacia Algeciras; de allí a las gloriosas tropas Regulares allende el Estrecho...
Nunca tenemos nada propio. Suele decirse que somos dueños de nuestro pensamiento, de nuestro espíritu..., pero cómo nos lo manosean, cómo nos lo violentan, cómo nos lo influyen... Tan poco dueños somos de nuestros fluidos cerebrales que basta el hacha del verdugo para arrebatárnoslos.
En verdad os digo que vivimos de prestado.

PD.- Le agradecería a don Perico el de los Palotes que me explicara que clase de duende, gnomo o instancia prodigiosa cree él que es el tal don Lenguaje, con facultades tales como para que imponga sus dictados a un pobre poeta, que no deja de ser algo meramente instrumental, marioneta pasiva a quien se le tensa y se le relaja el cordamen según criterio del factotum oculto en la tramoya.
Voto a sanes que poderoso señor es don Lenguaje, capaz de hacer que un necio escriba primores... sin sentimiento.
Un piloto como don Lenguaje necesitaba yo para llevara la nave de mi vida y de mi hacienda.

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Paquito: Lo de las dos entradas en el mismo día ha sido un fallo de coordinación, pues ya sabéis que zUmO dE pOeSíA se escribe con varias manos. Pero nos alegra que te haya alegrado.

Alcaponerías: el texto de Pessoa es, ciertamente, un fragmento de "El libro del desasosiego, de Bernardo Soares". Éste es un libro en prosa, pero muchos de sus pasajes parecen (son) verdadera poesía. O al menos eso creemos. Estamos estudiando la posibilidad de publicar, próximamente, textos en prosa que a nuestro juicio son poesía pues participan de su naturaleza (*). En este sentido, estamos por ejemplo valorando publicar algunos textos del también portugués (como Pessoa) António Lobo Antunes.

Saludos a ambos comentaristas.

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

(*) ¿Y cuál es la naturaleza de la poesía? Para responder a esto nos remitimos a unas palabras de A. Muñoz Molina, que suscribimos íntegramente y que por eso reproducimos al pie de nuestro blog:

"La poesía es un estado de máxima intensidad expresiva que muchas veces está ausente de los libros de versos y sin embargo puede saltar como un chispazo en medio de una novela, o en una música, o en las imágenes de una película. La poesía es aquello que sólo puede percibirse con una forma peculiar de atención, algo que está materialmente en el sonido de las palabras pero también en el silencio y el espacio en blanco que hay detrás de ellas y en la resonancia que provocan. La poesía es un primer impacto que ha de ser continuado por una larga revelación, por la conciencia de un significado que es a la vez más claro y más misterioso en cada lectura y nunca se repite idéntico. La poesía es para ser leída en silencio unas veces y otras veces en voz alta, y su lectura no se acaba nunca, ni siquiera cuando nos sabemos los versos de memoria. La poesía nos devuelve a un mundo anterior a la escritura en el que las palabras tenían una exclusiva presencia física en el sonido de la voz y en el recuerdo que las preservaba."

Manuel dijo...

Quizá nos pueda venir bien leer o releer lo siguiente:

FERNANDO PESSOA, El libro del desasosiego. Seix Barral, 1984

472

LA MAYORÍA de la gente se enferma de no saber decir lo que ve o lo que piensa. Dicen que no hay nada más difícil que definir con palabras una espiral: es preciso, dicen, hacer en el aire, con la mano sin literatura, el gesto, ascendentemente enrollado en orden, con que esa figura abstracta de los muelles o de ciertas escaleras se manifiesta a los ojos. Pero, siempre que nos acordemos de que decir es renovar, definiremos sin dificultad una espiral: un círculo que sube sin conseguir cerrarse nunca. La mayoría de la gente, lo sé bien, no osaría definir así, porque supone que definir es decir lo que los demás quieren que se diga, que no lo que es preciso decir para definir. Lo diré mejor: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin realizarse nunca. Pero no, la definición es todavía abstracta. Buscaré lo concreto, y todo será visto: una espiral es una serpiente sin serpiente enroscada verticalmente en ninguna cosa.

Toda la literatura consiste en un esfuerzo por tornar real la vida. Como todos saben, hasta cuando hacen sin saber, la vida es absolutamente irreal en su realidad directa; los campos, las ciudades, las ideas, son cosas absolutamente ficticias, hijas de nuestra compleja sensación de nosotros mismos. Son intransmisibles todas las impresiones salvo si las convertimos en literarias. Los niños son muy literarios porque dicen como sienten y no como debe sentir quien siente según otra persona. Un niño al que una vez oí, dijo, queriendo decir que estaba al borde del llanto, no “tengo ganas de llorar”, que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino esto: “Tengo ganas de lágrimas”. Y esta frase, absolutamente literaria, hasta el punto de que resultaría afectada en un poeta célebre, si él la pudiese decir, alude rápidamente a la presencia caliente de las lágrimas rompiendo en los párpados conscientes de la amargura líquida. “¡Tengo ganas de lágrimas!”. Aquel niño pequeño definió bien la espiral.

¡Decir! ¡Saber decir! ¡Saber existir por medio de la voz escrita y la imagen intelectual! Todo esto es cuanto la vida vale: lo demás es hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades falsas, subterfugios de la digestión y del olvido, gentes que se agitan, como bichos cuando se levanta una piedra, bajo el gran pedrusco abstracto del cielo azul sin sentido. (27-7-1930).

Cap dijo...

Dos Molinas me enamoran en Jaén...
Que no, que uno era malagueño,
el que cantaba tan bien.

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Gracias, Manuel. Nuestros textos de este autor (para muchos el mejor poeta en términos absolutos) están extraídos de
pessoasdepessoa.blogspot.com

, el blog en el que C. Ciro ha hecho acopio de toda la obra de Fernando Pessoa, reproduciendo tanto el texto original (en portugués, inglés o francés: Pessoa escribía directamente en varias lenguas) como su traducción al español.

Círculo Cultural FARONI dijo...

¿Cómo se llama
este juego en que sólo
por jugar pierdo?

(ISABEL ESCUDERO)

Círculo Cultural FARONI dijo...

No conviene aplaudir demasiado al bailarín, no sea que con el estruendo dé un paso en falso.

(proverbio ruso)

casa de citas dijo...



Las medallas nunca hay que pedirlas; nunca hay que rechazarlas; y nunca hay que hacer ostentación de ellas.

(CHURCHILL)

Círculo Cultural FARONI dijo...


Ni puñales ni lanzas son tan afilados como las lenguas.

(proverbio malayo)