zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 31 de mayo de 2012

Cenizas al alba (por Alejandra Pizarnik)


Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.




miércoles, 30 de mayo de 2012

El pie con que bajamos de la cama (por Joaquín O. Giannuzzi)

Un mínimo de fe para buscar a tientas
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad menguante, el dormitorio
huele a existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver conmigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He allí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.

Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con que bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
al viejo desastre, a la recurrente
y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pone las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos retiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
a la dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país.

martes, 29 de mayo de 2012

Cuando la luz se agrieta (por Roberto Juarroz)

El amor empieza cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.

El amor empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.

El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.

Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.

lunes, 28 de mayo de 2012

En las miradas siempre vuela el nunca (por Juan Eduardo Cirlot)

Las huellas de tus dedos
no se ven en las torres.

Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto
al mar
los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,
por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla
pisada.

Dentro del corazón está la muerte
como una runa blanca de ceniza.

Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el
campo negro, pero ven.

Detente ante la tumba
donde los dos estamos.


* * *


Este sonido triste que solloza
es mi espada románica que piensa.

Mi corazón oscuro la acompaña.


* * *


Yo soy un ser humano a pesar mío.

El espacio plateado de mi espíritu
penetra en el espacio gris del mundo.

¿Hasta cuándo?


* * *

Las hierbas son tan rubias como tú
lejos de la ceniza que me aleja
para siempre sin hierro.

La muerte es el pantano de las cruces,
Bronwyn.


* * *

Alucinante luz en que la luna
une la encina blanca desde el cieno
al cielo donde el hielo resplandece
azul en un silencio alucinado.
Bronwyn,
enciende la llanura con tu voz.


* * *


Que las orquestas ciegas del martirio
acaben con los bosques, y los fuegos
de este incendio final, sacramentario.

Bronwyn,
si no puedo ser tú, si no podemos
ser ángel,
¿por qué la niebla es gris sobre el mar gris?


* * *


Piedras como rodillas tibias,
hierbas como cabellos rubios,
cielos como brazos de cielos.

Nace el amanecer como lo negro.
En las miradas siempre vuela el nunca.


* * *


Las ruinas de las runas en la roca
hablan de que yo estuve en este mundo,
donde el mar y la tierra de las nieblas
se funden y confunden.

La vida era una ausencia inagotable,
un laberinto de serpientes grises,
un pantano de rosas tenebrosas.


* * *


La cruz de las hogueras se ha deshecho,
las ruinas de las joyas se estremecen.

Se acerca el cementerio con los ojos
inundados de lágrimas.


* * *


Toma mi oscuro anillo inmemorial.

Mi armadura deshecha se deshace
y de sus mallas muertas salen fuegos
azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.
El mar que me acompaña por un mar
de sombra se deshace en el vacío.

Estoy cansado de estar muerto y ser.


* * *


Toma mi oscuro anillo inmemorial.

Mi armadura deshecha se deshace
y de sus mallas muertas salen fuegos
azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.
El mar que me acompaña por un mar
de sombra se deshace en el vacío.

Estoy cansado de estar muerto y ser.


* * *


Remolinos de cielos y de océanos
de incesantes distancias funerales.

El centro es lo lejano, y es allí
entre espirales grises y plateadas,
donde acaso la cruz es una cruz,
el cruce y el encuentro.

El centro es el lugar donde la imagen
habla desde su doble transparente.


* * *


Por el bosque del tiempo la noche del espacio,
el errar de mi busca, la boca de mi incendio.

En tus ojos, cayendo, un mar gris se levanta.

Lo espantoso es sencillo y está siempre muy cerca.


* * *


Bronwyn;
es un mar de ceniza, está subiendo.

Nuestras alas no existen por la noche.

La cabeza es de cera,
los ojos son espacio.

Te dejo entre los árboles del mundo
y este coro de gritos que persigna
mi estatura maldita.


* * *


Muerdo los sentimientos en el muérdago.
Mi espíritu está solo entre las hierbas.

Los demonios me buscan por los campos,
se disputan mi espada, mi armadura,
mis manos, mi cabeza, mis entrañas.

Mis hogueras de hierro se amontonan
y mis restos oscuros aún humean.

Me acaban de matar,
miro hacia donde vi tu aparición
hace mil años ya; pero la sangre
aún sale de mi boca.


* * *


Bajó el cielo a la tierra
y no era transparencia, era distancia.

Era un cristal de acero separando
lo unido.

Se perdieron las olas de los ojos
las flores de una cima donde un cuerpo
era sólo.

El cielo exterminó las claridades
humanas.
De su luz emanaba un absoluto
desasirse de todo lo tangible.

La pérdida nació como una piedra
negra.


* * *


Se acercan las doradas procesiones
que grabarán mi cuerpo en una losa.

Déjame contemplarte todavía,
mientras mis ojos cambian de función
convirtiéndose en música azulada.

Bronwyn, el horizonte es una casa:
(la imagen incendiada de una casa).


* * *


Nunca he tocado nada de lo que
tú eres.

Estás como una idea en un instante
puro.

Clara en tu firmamento de firmeza
blanca.

Desnuda Bronwyn, llámame, ya voy;
caigo.


* * *


Mi espada transparente te bencice
x galáctica en el lago, luz,
pradera de cristal inesperable:
Bronwyn inmaculada, incensario.


* * *


La tumba es de carbón azul, la tumba
es como un cuerpo sonrosado y vivo.

Hic jacet.

Una espada sin nombre está parada
ante la puerta blanca del invierno.


* * *


Mensajera del más allá, tú vienes
con forma de mujer, pero el abismo
se cierne junto a ti tan dulcemente.

Bronwyn,
constelaciones pálidas esperan
en medio de otros cielos con tu luz.


* * *


Bronwyn, mi corazón,
si nunca has existido eres posible
porque la realidad es muerte viva.

Bronwyn, mi corazón,
tócame con tu nada y con tu nunca.


* * *


No siendo estás aquí junto a mi centro
de hierros desatados,
de distancias dispersas como el humo.

No siendo eres tan mía como yo.
Más mía, pues tu luz sobre mi niebla
vive.


* * *


Es tu dorada luz, aire lejano
lo que viene a los verdes arrecifes.

Dame la mano, Bronwyn, alejémonos
del mar.

domingo, 27 de mayo de 2012

No me postré ante el barro (por Oliverio Girondo)

¡Azotadme!
Aquí estoy,
¡azotadme!
Merezco que me azoten.
No lamí la rompiente,
la sombra de las vacas,
las espinas,
la lluvia;
con fervor,
durante años;
descalzo,
estremecido,
absorto,
iluminado.
No me postré ante el barro,
ante el misterio intacto
del polen,
de la cama,
del gusano,
del pasto;
por timidez,
por miedo,
por pudor,
por cansancio.
No adoré los pesebres,
las ventanas heridas,
los ojos de los burros,
los manzanos,
el alba;
sin restricción,
de hinojos,
entregado,
desnudo,
con los poros erectos,
con los brazos al viento,
delirante,
sombrío;
en comunión de espanto,
de humildad,
de ignorancia,
como hubiera deseado...
¡como hubiera deseado!

sábado, 26 de mayo de 2012

Y lo guardo en la sangre (por Ray Bradbury)

Soy el más asoleado sabueso de Dios,
he encontrado el sol y lo guardo en la sangre,
lo hago dormir en las venas,
me esfuerzo por seguirlo como un girasol,
ahuyento la noche levantando la cabeza para no perderlo
y bebo rápido tragos de luz.
Los dos somos uno. No existimos por separado el sol y yo,
y como pareja intercambiamos nuestros luminosos dones...
El sol me ofrece y yo ardo en cuentos, una y otra vez,
la palabra justa que explica
una vida que desborda el universo;
el ensayo de su efecto en la mente
que era pero ya no será ciega.
Así me gustaría estar todo el año...
El sonido silencioso que hace el sol
cuando cuece mi alma vibrante
y todas las cuerdas de mi arpa se llenan de fuego
que quema mis deseos rancios
y allí estoy, al mediodía y a la luz:
el más querido y asoleado sabueso de Dios.

viernes, 25 de mayo de 2012

De vez en cuando la vida (por Joan Manuel Serrat)

De vez en cuando la vida nos besa en la boca
y a colores se despliega como un atlas.
Nos pasea por las calles en volandas
y nos sentimos en buenas manos.
Se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera;
y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela.

De vez en cuando la vida toma conmigo café
y está tan bonita que da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita a salir con ella a escena.

De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros y nos regala un sueño tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla.
De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa,
chupando un palo, sentados
sobre una calabaza.

jueves, 24 de mayo de 2012

Misterioso, realísimo (por Jorge Guillén)

I

(El alma vuelve al cuerpo,
se dirige a los ojos
y choca.) —¡Luz! Me invade
todo mi ser. ¡Asombro!

Intacto aún, enorme,
rodea el tiempo. Ruidos
irrumpen. ¡Cómo saltan
sobre los amarillos
todavía no agudos
de un sol hecho ternura
de rayo alboreado
para estancia difusa,
mientras van presentándose
todas las consistencias
que al disponerse en cosas
me limitan, me centran!

¿Hubo un caos? Muy lejos
de su origen, me brinda
por entre hervor de luz
frescura en chispas. ¡Día!

Una seguridad
se extiende, cunde, manda.
El esplendor aploma
la insinuada mañana.

Y la mañana pesa.
Vibra sobre mis ojos,
que volverán a ver
lo extraordinario: todo.

Todo está concentrado
por siglos de raíz
dentro de este minuto,
eterno y para mí.

Y sobre los instantes
que pasan de continuo
voy salvando el presente,
eternidad en vilo.

Corre la sangre, corre
con fatal avidez.
A ciegas acumulo
destino: quiero ser.

Ser, nada más. Y basta.
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio
tanto se identifica!

¡Al azar de las suertes
únicas de un tropel
surgir entre los siglos,
alzarse con el ser,
y a la fuerza fundirse
con la sonoridad
más tenaz: sí, sí, sí,
la palabra del mar!

Todo me comunica,
vencedor, hecho mundo,
su brío para ser
de veras real, en triunfo.

Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
soy su leyenda. ¡Salve!


II

No, no sueño. Vigor
de creación concluye
su paraíso aquí:
penumbra de costumbre.

Y este ser implacable
que se me impone ahora
de nuevo —vaguedad
resolviéndose en forma
de variación de almohada,
en blancura de lienzo,
en mano sobre embozo,
en el tendido cuerpo
que aun recuerda los astros
y gravita bien— este
ser, avasallador
universal, mantiene
también su plenitud
en lo desconocido:
un más allá de veras
misterioso, realísimo.


III

¡Más allá! Cerca a veces,
muy cerca, familiar,
alude a unos enigmas.
corteses, ahí están.

Irreductibles, pero
largos, anchos, profundos
enigmas —en sus masas-.
Yo los toco, los uso.

Hacia mi compañía
la habitación converge.
¡Qué de objetos! Nombrados,
se allanan a la mente.

Enigmas son y aquí
viven para mi ayuda,
amables a través
de cuanto me circunda
sin cesar con la móvil
trabazón de unos vínculos
que a cada instante acaban
de cerrar su equilibrio.


IV

El balcón, los cristales,
unos libros, la mesa.
¿Nada más esto? Sí,
maravillas concretas.

Material jubiloso
convierte en superficie
manifiesta a sus átomos
tristes, siempre invisibles.

Y por un filo escueto,
o al amor de una curva
de asa, la energía
de plenitud actúa.

¡Energía o su gloria!
En mi dominio luce
sin escándalo dentro
de lo tan real, hoy lunes.

Y ágil, humildemente,
la materia apercibe
gracia de aparición:
Esto es cal, esto es mimbre.


V

Por aquella pared,
bajo un sol que derrama,
dora y sombrea claros
caldeados, la calma
soleada varía.

Sonreído va el sol
por la pared. ¡Gozosa
materia en relación!

Y mientras, lo más alto
de un árbol —hoja a hoja
soleándose, dándose,
todo actual— me enamora.

Errante en el verdor
un aroma presiento,
que me regalará
su calidad: lo ajeno,
lo tan ajeno que es
allá en sí mismo. Dádiva
de un mundo irreemplazable:
voy por él a mi alma.


VI

¡Oh perfección! Dependo
del total más allá,
dependo de las cosas.

Sin mí son y ya están
proponiendo un volumen
que ni soñó la mano,
feliz de resolver
una sorpresa en acto.

Dependo en alegría
de un cristal de balcón,
de ese lustre que ofrece
lo ansiado a su raptor,
y es de veras atmósfera
diáfana de mañana,
un alero, tejados,
nubes allí, distancias.

Suena a orilla de abril
el gorjeo esparcido
por entre los follajes
frágiles. (Hay rocío.)

Pero el día al fin logra
rotundidad humana
de edificio y refiere
su fuerza a mi morada.

Así va concertando,
trayendo lejanías,
que al balcón por países
de tránsito deslizan.

Nunca separa el cielo.
Ese cielo de ahora
—aire que yo respiro—
de planeta me colma.

¿Dónde extraviarse, dónde?
Mi centro es este punto:
cualquiera. ¡Tan plenario
siempre me aguarda el mundo!

Una tranquilidad
de afirmación constante
guía a todos los seres,
que entre tantos enlaces
universales, presos
en la jornada eterna,
bajo el sol quieren ser
y a su querer se entregan
fatalmente, dichosos
con la tierra y el mar
de alzarse a lo infinito:
un rayo de sol más.

Es la luz del primer
vergel, y aun fulge aquí
ante mi faz, sobre esa
flor, en ese jardín.

Y con empuje henchido
de afluencias amantes
se ahínca en el sagrado
presente perdurable
toda la creación,
que al despertarse un hombre
lanza la soledad
a un tumulto de acordes.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Santa deriva (por Vicente Gallego)

Con el pulso inconstante
de los metales sucios nos reflejas,
y nadie se conoce en las remotas máscaras
que a su rostro le impone
la mudanza salvaje de tu helada corriente,
poliédrico río de mineral dureza,
mudo espejo de luz y de congoja
en el que el hombre apura el trago limpio
de su alegría efímera
o padece el silencio indiferente
con el que la vida acoge la agonía
de su indefensa sangre.

El rumbo impredecible eres del mundo,
esa estrella fugaz que ilumina un momento
nuestra noche cerrada y nos evoca
el consuelo de un orden, la tutela
de un ser sabio y clemente
que procura su norte a la nave del día.
Pero no hay compasión
ni parece existir discernimiento
en la pura energía desbocada,
sin conciencia ni culpa, que para algunos pasa
por ser tu voluntad.

Y no hay más voluntad que la del viento.
Y el viento nos arrastra.

Tu piedra es la primera
en la mansión feliz de las almas robustas
y en la frente del alma lapidada.
Los espíritus rotos
por el dolor del cuerpo son tu obra,
pero también los ánimos forjados
en la loca alegría de habitar en la carne
cuando la carne es dócil y su humor nos respeta;
tan radical y honda, esa alegría,
que nos duele en los huesos, la propiedad precaria
del verano y la luna.

Y alrededor la carne va muriendo.
Y el verano y la luna lo celebran.

¿Y quién te habrá lanzado en tu absurda derrota,
animal poderoso de rapiña,
contra el frágil cristal de los destinos?

¿Y qué será del nuestro en tus manos borrachas?

Arrolladora fuerza sin criterio
que en tu inercia propicias nuestra historia,
somos los hijos
de tu danza sonámbula y temible.

Nada somos sin ti.

Por eso,
arrulla con tu nana desquiciada
al sueño quebradizo de la vida,
y en tu frío furor sin fundamento
rueda,
ingobernable, oscura,
santa deriva.

Para que todo arda y se consuma,
alto y pleno en su nada.

martes, 22 de mayo de 2012

Como una estrella enferma (por Felipe Benítez Reyes)

1
Nos hemos hecho daño
y el tiempo ya no pasa indiferente.
Por qué es tan alto el precio del olvido
no sabemos, y herimos
con una relajada displicencia
aun teniendo muy claro que algún día
alguien recordará el dolor que le causamos,
porque el dolor persiste en la memoria
con una obstinación insobornable,
y es fiel, y es rencoroso, y el perdón no le afecta.

Nos hemos hecho daño.
Y la juventud dorada era de nieve.

2
Para el amor altivo la condena
de un alto dolor. Para el amor
que se enfrenta a la muerte,
iluminando la tiniebla con fuegos de artificio,
para ese amor la herida
de las crepusculares sombras.

Para el amor que ignora la sustancia
funeral de la rosa, turbio aroma de un día;
que desconoce destrucción y nada sabe
del peso oscuro que en el alma dejan
los años, que van huyendo
como lobos heridos por un bosque de niebla.

Para el amor altivo ya sabéis: ese fuego
de llamaradas lentas donde arde
como una estrella enferma el corazón.

Para el altivo amor nunca hay olvido:
su dardo está clavado
en el centro sombrío de la vida.

3
Hay siempre mar de fondo en el amor.
Hay siempre lunas muertas, estrellas despuntadas,
sombras de muertos ángeles.
Hay siempre nubes negras y el cadáver de un cisne.

Hay un viento que arrastra los jirones de niebla
y una mano enemiga que desgarra la niebla.
Hay siempre mar de fondo,
siempre esconde el amor su aurora oscura.

lunes, 21 de mayo de 2012

Por qué el azul (por Andrés Trapiello)

¿Qué sabemos nosotros
de los viejos caminos llenos de barro y lodo?
¿Qué podemos nosotros recordar
de la pasada guerra,
de esos pueblos pequeños rodeados de viñas?
¿De esos bailes de pueblo
sobre las verdes eras y a la luz del carburo,
cuando el sagrado azul, el azul del crepúsculo
se queda entre las tumbas, viejas y abandonadas?
Otoño, otoño mío,
¿qué sabemos nosotros de la guerra?
Dime por qué el azul, sagrado azul,
es el color de los que nunca vuelven,
de aquellos que partieron
una mañana antigua
por los viejos caminos llenos de barro y lodo.

domingo, 20 de mayo de 2012

No me esperes a las doce en el juzgado (por Joaquín Sabina)

Yo no quiero un amor civilizado con recibos y escena del sofá.
Yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros.
Yo no quiero sembrar ni compartir.
Yo no quiero catorces de febrero ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas.
Yo no quiero que elijas mi champú.
Yo no quiero mudarme de planeta, cortarme la coleta, brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde.
Yo no quiero columpio en el jardin.
Lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana.
No me pidas llegar a fin de mes.
Yo no quiero comerme una manzana dos veces por semana sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero.
Yo no quiero besar tu cicatriz.
Yo no quiero París con aguacero ni Venecia sin ti.
No me esperes a las doce en el juzgado.
No me digas “volvamos a empezar”.
Yo no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste.
Yo no quiero contigo ni sin ti.
Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren.

sábado, 19 de mayo de 2012

La cuarta elegía (por Rainer María Rilke)

Oh árboles de vida, ¿cuándo será el invierno?
Nosotros no vamos al unísono. No somos sensatos
como las aves migratorias. Retrasados y tardíos,
nos imponemos repentina, forzadamente a los vientos,
y nos derrumbamos sobre un estanque indiferente.
Sabemos al mismo tiempo florecer y marchitarnos.
Y por algún lado andan todavía los leones y no saben,
mientras siguen siendo majestuosos, de ninguna impotencia.
Pero nosotros, cuando queremos una cosa, siempre,
ya estamos acariciando otra. La hostilidad
es en nosotros lo primero. ¿Acaso los amantes
no están siempre poniéndose límites, uno al otro,
ellos, que se prometían espacios, compañía, hogar?
Ahí, para un dibujo instantáneo, se elabora
penosamente un fondo de contradicciones, de modo
que lo veamos; pues somos demasiado claros,
no conocemos por dentro el contorno del sentimiento, sino
solamente lo que se forma por fuera. ¿Quién no se sentó
inquieto frente al telón de su corazón? El telón
se levantó: el escenario era de despedida. Fácil
de entender. El jardín conocido, y oscilaba un poco:
entonces apareció primero el bailarín. No éste. Basta.
Y aunque sea ligero al actuar, está disfrazado
y se convierte en un burgués, que cruza por su cocina,
entra a casa. No quiero estas máscaras a medio llenar,
prefiero la marioneta. Está llena. Quiero soportar
sobre mí su cáscara, el alambre, su rostro meramente
exterior. Aquí. Ya estoy adelante. Incluso si apagan
las luces, si me dicen: "Ya se acabó"; incluso si
del escenario llega el vacío con la gris ráfaga de aire;
incluso si ninguno de mis silenciosos ancestros continúa
sentado junto a mí, ninguna mujer, ni siquiera
el muchacho de los ojos bizcos, de color café: me quedo,
a pesar de todo. Siempre hay algo que ver.
¿No tengo razón? Tú, a quien en mí la vida
supo tan amarga, cuando probaste la mía, padre,
la primera infusión turbia de mi deber;
conforme yo crecí seguiste probándola y, todavía
ocupado en el regusto de un futuro tan extraño,
examinabas mi mirada empañada; tú, padre mío, desde
que estás muerto, dentro de mí, en mi esperanza,
con frecuencia tienes miedo, y me envías serenidad
-como la tienen los muertos, reinos de serenidad-
para mi pizca de destino, ¿no tengo razón? Y ustedes,
¿no tengo razón?, ustedes, las que me amaron
por el pequeño comienzo de amor hacia ustedes,
del que siempre me aparté, porque, para mí, el espacio
dentro de vuestros rostros, aunque lo amara,
se transformaba en un espacio cósmico
donde ustedes ya no estaban... ¿No tengo razón
en esperar, cuando me siento con ganas de esperar,
frente al teatro de títeres? ¿No la tengo, en mirarlo
tan intensamente, de modo que, para contrapesar
mi espectáculo, finalmente haya de venir un ángel,
a manera de actor, que ponga en pie los muñecos?
Ángel y marioneta: por fin hay espectáculo. Entonces
se une lo que nosotros siempre desgarramos con sólo
estar aquí. Sólo entonces surge de nuestros propios
cambios de estación el círculo de todo el cambio.
Encima de nosotros y más allá entonces actúa el ángel.
Mira, los moribundos, ¿no han de sospechar acaso cómo
todo lo que aquí realizamos es, completamente,
un pretexto? Ninguna cosa es ella misma. Ah, horas
de infancia, cuando detrás de las figuras había algo más
que el mero pasado, y delante de nosotros, ningún futuro.
Cierto, crecíamos, y a veces nos empeñábamos en hacernos
mayores demasiado rápido, en parte por amor a aquéllos
que ya no tenían otra cosa que el ser mayores.
Y sin embargo, cuando estábamos en nuestra soledad
nos divertíamos con la permanencia y perdurábamos ahí,
en la brecha entre el mundo y el juguete, en un lugar
que desde el principio se había establecido para
un acontecimiento puro.
¿Quién mostrará un niño, tal como existe? ¿Quién
lo colocará en la constelación y le dará en la mano
la medida de la distancia? ¿Quién hará la muerte niña
con pan gris, que se endurece? ¿O se la dejará ahí,
en la boca redonda, como en el corazón de una hermosa
manzana...? Los asesinos son fáciles de entender. Pero
esto: la muerte, la muerte total, aun antes de contener
la vida tan dulcemente, y sin haber alcanzado la maldad, es
indescriptible.

viernes, 18 de mayo de 2012

Fui lo que fui (por Nicanor Parra)

De estatura mediana,
con una voz ni delgada ni gruesa,
hijo mayor de un profesor primario
y de una modista de trastienda;
flaco de nacimiento
aunque devoto de la buena mesa;
de mejillas escuálidas
y de más bien abundantes orejas;
con un rostro cuadrado
en que los ojos se abren apenas
y una nariz de boxeador mulato
baja a la boca de ídolo azteca
-todo esto bañado
por una luz entre irónica y pérfida-
ni muy listro ni tonto de remate
fui lo que fui: una mezcla
de vinagre y de aceite de comer
¡un embutido de ángel y bestia!

jueves, 17 de mayo de 2012

Revendo laberintos (por Aurora Luque)

Vendo roca de Sísifo,
añeja, bien lustrada,
llevadera, limada por los siglos,
pura roca de infierno.
Para tediosos y desesperados,
amantes del absurdo
o para culturistas metafísicos.
Almohadilla de pluma para el hombro
sin coste adicional.

Vendo una isla de segunda mano.
No la puedo atender.
Perfecto estado: arenas y ensenadas,
olas, acantilados,
arboledas, delfines.
Instalación de sueños casi intacta.

Vendo toro de Dédalo.
Discreción. Quince días
de frenético ensayo.
Se entrega a domicilio.
Se adapta a todo tipo de orificios.

Revendo laberintos
usados, muy confusos.
Se garantiza pérdida total
por siete u ocho años.
Si no queda contento,
reembolsamos el hilo de Ariadna.

La vida es una empresa laboriosa:

veinte segundos de ficción en pie
y una tenue canción desesperada.

Somos microrrelatos que caminan:
Soy No-fui, No-seré, No-soy cansado.

Vivir es patinar breve jornada.
Sólo soy los anuncios que he tragado.

Alquilo alas de Ícaro
adaptables, elásticas.
Imprescindible curso de suicida,
máster de soñador
o currículum roto de antemano.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Pero una bala vieja (por Sebastiana)

Preguntabas por qué me iba…
que dónde había estado.
Yo quería decirte que andaba en la comodidad de todas las cosas,
en el olor a pan de la infancia,
en los rodeos de toros y caballos
o buscando los restos de un naufragio.
Allí donde hallé la pechera que protegió al capitán de la vara oscura
me encontré con cuchillos dispuestos a atravesar su sombra de fantasma marino.
Allí donde hallé el tesoro de cuatro perlas fisuradas

que colgaron del cuello de la princesa,
hallé también mi propia asfixia,
el destrone de mi sonrisa.
Y habiéndome perdido tanto tiempo
en la aventura de la carcajada,
en la ilusión del abrazo,
donde no volví a verme entera y certera,
sino hermosa y constituida,
redonda, finita, terminada,
tan ritualmente esculpida,
no pude oír cuando caía sobre mis brazos
la ira incontenida de las endebles vigas
que lograron mutilar con precisión
los brazos que se proyectaban a la superficie.
No se deja de ser hondo,
no se deja fácilmente lo profundo,
se vuelve a ahogar la cabeza bajo las olas
tan lejos de la costa que asegura el salvamento.
No se puede más ser sirena
sin ser antes y después mutilada por el deseo,
sin ser agredida por los borrachos de la taberna,
sin ser meada de vino y de calumnias.
Saco la cabeza del mar medio segundo,
puedo ver la costa y su verdor,
pero una bala vieja que me ha comido la carne de la ternura
me empuja de una vez por todas
hasta el fondo profundo
del mar en donde habito.

martes, 15 de mayo de 2012

No vengas (por Saiz de Marco)

no vengas
tu sitio está en la noche y en el viento
en la incorporeidad
en la transparencia
no vengas
tu sitio es ahora el hueco que dejaste
no vengas
no regreses a este hostil territorio
a este paraje áspero y abrupto
no vengas
quédate en el lugar del ya no duele
no vengas
espérame en el no ahora
en el no aquí

lunes, 14 de mayo de 2012

Jamás en el mismo día (por Ángel González)

Cuando es invierno en el mar del Norte,
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el
puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo
en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico Sur
bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
-rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas-.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba -detrás,
muy cerca, iba mi boca-.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.

Pero jamás en el mismo día.

domingo, 13 de mayo de 2012

La jota de diamantes (por Bob Dylan)

La jota de diamantes
una bribona tuerta
en constante movimiento
recorre la calle continuamente
se mueve furtivamente. da saltos
entre las columnas de fichas
salta sobre ellas como Sansón
golpea golpea
aparece inesperadamente
está al acecho
tú no podrás sino perder
no deberías resistir
la jota de diamantes
es muy difícil de jugar

La jota de diamantes
arruina mi jugada
dejándome aquí parado de pie
hombrecillos de plomo tocan
ahora sus tambores
sobre mi cabeza
en medio de vítores
flores
cuatro reinas
con los corazones desgastados
hacen creer
que aún son buenas
pero yo debería dejarlas caer
y abandonar la partida
y Dean Martin debería disculparse
con los Rolling Stones
jo jium
apuestas fantásticas
jóvenes bebés montan a caballo
sobre el cuello de sus padres
dos tipejos en un Ford arreglado
por décima vez
han recorrido la ciudad
muchacho es tu turno de
cortar la baraja
estás arruinándote
resististe demasiado tiempo
el gong chino
abajo
dice la jota de diamantes
(una carta alta)
la jota de diamantes
(pero no lo bastante)
la jota de diamantes
es una carta difícil de jugar

La jota de diamantes solía reírse de mí
ahora quiere que le pague
se avergonzaba de mí
ahora quiere caminar a mi lado
la jota de diamantes
princesa manca
sólo lleva puesto un guante
mientras da empujones
nunca ama
la luna es demasiado brillante
mientras ha fijado espejos
de noche en la habitación
es duro pensar
que posiblemente haya algo
en mi bebida
debería arrojarla
en el fregadero
se la arrojaría a la cara
pero no serviría de nada
no ganas nada
sólo dejar una mancha
la jota de diamantes
y todo lo que significa
necesita un poco de ácido
en su regazo
cualquiera que sea la hora
siente que es tarde
mi perro de caza ladra
necesita más ceniceros
ni siquiera puedo recordar
los primeros días
por favor no os quedéis
iros con la música a otra parte
la jota de diamantes
(puede abrir el camino a la riqueza)
la jota de diamantes
(pero luego cambia)
una carta llena de posibilidades pero
sólo gana al diez
la jota de diamantes
es una carta difícil de jugar

La jota de diamantes permanece dentro de la casa
quiere que yo haga sus guerras
la jota de diamantes es una carta difícil de jugar
nunca segura. indecisa
glosando las canciones de los pájaros
riéndose entre dientes de las madres vocingleras
la jota de diamantes vacía
el cerebro de las personas poco avispadas
sortea lo que sobra
sobre la mesa
entre los pequeños maestros del juego
que acaban de sentarse
para descansar sus pies
la jugada de mala suerte hay que tomársela a broma
es tu oportunidad. tu decisión
escoges
pierdes
búscate un refugio
aleluya
eliges perder
hazte
desaparecer
la jota de diamantes
(una muerte del rey)
la jota de diamantes
(cerca del aliento del as)
la jota de diamantes
es una carta difícil de jugar

sábado, 12 de mayo de 2012

Te amé (por Leonard Cohen)

La muchacha que no sabe quién eres
te toma de la mano y baja al río.
En los tejados hay bardos noruegos
y no recuerda el carpintero que
anduvo sobre el mar.
En el sueño de los mormones
hay torres de madera y rosas y estallidos
del verbo en espiral, el que esperábamos
con los abrigos puestos
en la verde nevada de la muerte.
Susana sin los viejos,
sin los idos con ojos eleáticos
de donde fluyen mapas cuyo centro eres tú,
tú, muchacha desnuda entre los sordos.
Adiós, mi partisana, mi país
perdido, mi frontera.
El agua se evapora porque es música.
Te amé. Bien sé por eso
que no puedo morir.

viernes, 11 de mayo de 2012

Inocencia frente a inocencia (por Sujana Bhatt)

Hay ese momento
en que el niño humano
mira
al niño mono
que también lo mira:
Inocencia frente
a inocencia en un espacio
en el que el niño mono
no está en cautiverio.
Hay pureza
claridad
hay una transparencia
en esta mirada
que dura largo tiempo
ojos de agua
ojos de cielo
el alma puede todavía caer allí
porque el mono
todavía tiene que aprender el miedo
y el humano
todavía tiene que aprender el miedo
–sin mencionar la arrogancia-.

Al ver todo eso
uno puede contar las pestañas
uno puede contar los caracoles
en la hierba
mientras espera
que los ojos parpadeen
esperando ver quién
desviará la vista primero.

Con todo, el mono no observa
al humano de la misma manera
en que vería las hojas
o a sus propios hermanos.
Y el humano observa
al mono sabiendo
que éste es por entero otro ser.

Y sin embargo, es tanta la buena voluntad
tanta la curiosidad que ilumina
sus rostros.

Me gustaría deslizarme dentro
de esa mirada, para saber
qué piensa el niño humano
qué piensa el niño mono
en ese preciso momento.
Recuerden, el niño humano
está en esa edad
en que comienza a usar palabras
con poder
pero sin la distancia
de los alfabetos, de las abstracciones.

Mencionen pan
y él quiere
una rebanada, con mantequilla y miel
en ese instante.

Mencionen a la gata
y él corre
a despertarla.
La palabra
es la cosa misma.

El lenguaje es simplemente
una música necesaria
conectada de pronto
con los propios latidos del niño.

Mientras que el pequeño niño mono
crece a un ritmo diferente,
observa un árbol, un matorral,
al niño humano
y piensa...
¿Quién sabe lo que piensa?

Lo que sigue encendido
es ese momento
de la mirada:
las dos cabezas hace poco formadas
titubeantes en frágiles cuellos
inclinadas una hacia la otra,
el rostro de mono
y el rostro humano
mutuamente absorbiéndose
con delicadeza intensa…

jueves, 10 de mayo de 2012

Perdido aliento (por María Zambrano)

El agua ensimismada
¿piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?

miércoles, 9 de mayo de 2012

Libertad (por Paul Éluard)

Libertad
Sobre mis cuadernos de colegial
Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas
Sobre todas las páginas en blanco
Piedra, sangre, papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre las imágenes doradas
Sobre las armas de los belicosos
Sobre la corona de reyes
Escribo tu nombre

Sobre la selva y el desierto
Sobre los nidos sobre las retamas
Sobre el eco de mi infancia
Escribo tu nombre

Sobre las maravillas de las noches
Sobre el pan blanco de los días
Sobre las temporadas desposadas
Escribo tu nombre

Sobre todos mis trapos de azul
Sobre el estanque sol enmohecido
Sobre el lago luna viva
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte
Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada soplo de aurora
Sobre el mar en los barcos
Sobre la montaña lunática
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes
Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia gruesa e insípida
Escribo tu nombre

Sobre las formas que centellean
Sobre las campanas de los colores
Sobre la verdad física
Escribo tu nombre

Sobre las sendas despertadas
Sobre las carreteras desplegadas
Sobre los lugares que desbordan
Escribo tu nombre

Sobre la lámpara que se enciende
Sobre la lámpara que se apaga
Sobre mis casas reunidas
Escribo tu nombre

Sobre el fruto cortado en dos
Espejo y mi habitación
Sobre mi cama vacía
Escribo tu nombre

Sobre mi perro codicioso y tierno
Sobre sus orejas elaboradas
Sobre su pierna torpe
Escribo tu nombre

Sobre el trampolín de mi puerta
Sobre los objetos familiares
Sobre el mar del fuego bendito
Escribo tu nombre

Sobre toda carne concedida
Sobre la frente de mis amigos
Sobre cada mano que se tiende
Escribo tu nombre

Sobre el cristal de las sorpresas
Sobre los labios atentos
Bien sobre el silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos
Sobre mis faros aplastados
Sobre las paredes de mi problema
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos
Sobre la soledad desnuda
Sobre las marchas de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud vuelta de nuevo
Sobre el riesgo desaparecido
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre

Y por el poder de una palabra
Reinicio mi vida
Nací para conocerte
Para nombrarte
Libertad

martes, 8 de mayo de 2012

Mastico mi presencia (por varios autores)

Llega el común hastío con manto de guerrero.
La sangre se detiene como fugaz bobina.
La sangre riega el torso. La luz ríe y declina
tumbada soledad de viejo prisionero.
Hay música de lobo en las calles de enero.
La lluvia horada en mí, me envuelve la neblina.
Todavía excitada, mi memoria imagina
la lágrima perdida dentro de un aguacero.
Lleva el río destellos de moneda corriente.
Caído entre mis huesos, mastico mi presencia.
Como el ritmo del mar, contrario al continente
el sol se arroja al mar, hastiado de su ciencia.
La guadaña le alarga la figura esplendente.
Implacable y sediento, el letargo es su esencia

lunes, 7 de mayo de 2012

Qué ganarías (por Nicanor Parra)

Muerto no te levantes de la tumba
qué ganarías con resucitar
una hazaña
y después
la rutina de siempre
no te conviene viejo no te conviene
el orgullo la sangre la avaricia
la tiranía del deseo venéreo
los dolores que causa la mujer
el enigma del tiempo
las arbitrariedades del espacio
recapacita muerto recapacita
que no recuerdas cómo era la cosa?
a la menor dificultad explotabas
en improperios a diestra y siniestra
todo te molestaba
no resistías ya
ni la presencia de tu propia sombra
mala memoria viejo ¡mala memoria!
tu corazón era un montón de escombros
-estoy citando tus propios escritos-
y de tu alma no quedaba nada
a qué volver entonces al infierno del Dante
¿para que se repita la comedia?
qué divina comedia ni qué 8/4
voladores de luces – espejismos
cebo para cazar lauchas golosas
ese sí que sería disparate
eres feliz cadáver eres feliz
en tu sepulcro no te falta nada
ríete de los peces de colores
aló-aló me estás escuchando?
quién no va a preferir
el amor de la tierra
a las caricias de una lóbrega prostituta
nadie que esté en sus cinco sentidos
salvo que tenga pacto con el diablo
sigue durmiendo hombre sigue durmiendo
sin los aguijonazos de la duda
amo y señor de tu propio ataúd
en la quietud de la noche perfecta
libre de pelo y paja
como si nunca hubieras estado despierto
no resucites por ningún motivo
no tienes para qué ponerte nervioso
como dijo el poeta
tienes toda la muerte por delante

domingo, 6 de mayo de 2012

Para decirla toda enteramente (por Vicente Valero)

Para decir por fin la primavera,
para decirla toda enteramente,
por fin y hasta el final,
a solas -y ahora ya con esta luz
nueva del bosque:
luz llena de caminos invisibles,
de claros con sentido-,
subo hasta aquí en silencio cada día,
subo sin más, acudo
siempre y con sed a donde deseaba,
te vengo a ver a ti,
árbol azul y fuerte, sin descanso,
para decir que yo la he visto, entera,
la primavera toda,
que la conozco de verdad,
árbol lleno de estrellas muchas veces,
o que me llama sin saberlo,
con sus palabras húmedas,
lentamente...

La música mejor del mar
y el polen perfumado cada día
dan al aire este cálido trayecto
en verdes tan distintos, mientras subo
a solas, con mi sed,
de la misma manera que las nubes
suben también conmigo,
vienen, a solas me acompañan,
se diría, o hacen ver que me siguen, todas,
muy blancas, sin saberlo,
parece que me siguen de verdad,
conmigo, a lo más alto.
Subo en silencio muchas veces, solo,
pero como si en la subida,
durante el discurrir principalmente,
hubiera pájaros en mí, adentro,
pájaros invisibles
que tal vez nunca más veré:
pájaros de colores
y vuelos prodigiosos casi siempre.
O como si también hubiera en mí,
durante la subida,
en mi interior lleno de pájaros,
brasas húmedas y tristes
de hogueras que están lejos
y frías sobre todo:
brasas de voces que han ardido
azules, junto al mar.
Y ahora yo llamo a este subir tan mío,
tan claro y diferente,
a este subir a solas sin dudarlo,
yo ahora lo llamaría, una vez más,
sólo subida propia
y verdadera.

Para decir que sí, que yo la he visto,
la primavera entera, de verdad,
llena de nuevas claridades, rojos
abiertos, llena de amarillos,
de extraños amarillos casi verdes,
subo hasta aquí en silencio,
hasta llegar a ti, árbol del bosque,
árbol que estás (me digo)
siempre allá arriba, en el reflejo
total y cíclico del sol,
en la llanura azul del cielo,
pero mirando al mar. (Sé que oyes olas
en ti y el mar oye las tuyas,
las olas de tus ramas,
cuando el aire las trae, las lleva y las extiende,
en paz y sin descanso,
solo y despacio, cada día,
siempre desde el principio y porque sí...)
Para decir la primavera,
para decirla toda, muchas veces,
subo entonces por fin: tomo el camino
también azul y fuerte
de los acantilados. Y escucho en mi subir
una respiración que reconozco,
el aire sin final de lo que viene: luz
de la tarde bañando los almendros,
mostrando abiertamente
toda la plenitud de su caída.
Saludaré al asfódelo primero
y seguiré seguro mi camino hacia el árbol
transparente y fecundo,
hacia el árbol que sé, que yo recuerdo,
siempre lleno de estrellas,
porque es el árbol siempre que está arriba.
Todo lo que hay en él me pertenece:
ramas, cortezas, animales, frutos,
muerte y resurrección,
principalmente las raíces,
pero también el sol del mediodía
que lo calcinará... No me detengo
hasta llegar a él,
aunque me asomo muchas veces
a nuevos precipicios,
voy buscando una altura, un horizonte
oscuro y vertical que me recuerde
la salida primera,
la que yo digo andando todavía
hacia el bosque total,
la palabra que vuela por el aire
y ya no vuelve.

La primavera nunca es lo primero:
a ella se llega solamente.
Está al final: es la salida
de todas las salidas.
Lo que existe después de lo que existe,
su renacer más claro.
Adonde por fin llegan siempre
los pájaros que vemos,
los ríos que esperamos cada noche,
más allá de la luz.
Adonde vienen a beber
las miradas salvajes, primitivas,
de los que están a punto
de perderse sin más:
allí donde los sueños se confunden,
tiemblan en su ascensión,
entre el verde que no se deja ver
y el verde que pisamos
a oscuras todavía...
La primavera es todo lo que queda
después de lo que queda muchas veces
por ver y por decir.
Está al final: es el momento
de la celebración interminable,
del canto entre la hierba.
Es el lugar de la palabra sí
pero el lugar también indiferente
de su secreto sacrificio.
Adonde por fin llegan siempre
los días del amor,
las huellas invisibles del deseo.
Es la visión de una promesa
y la posada alegre
de nuestros pensamientos.
Adonde por fin vienen a beber
todos los fuegos, todos
los animales diferentes, blancos,
de la imaginación.
Y está siempre al final: es la salida
transparente, la única
salida verdadera que recuerdo,
mientras camino a solas,
muchas veces...

Y así, después de todo, yo diría,
cerca del árbol que está lejos,
viendo ponerse el sol
sobre el bosque violeta o azulado,
que esto es precisamente y sin saberlo,
lo que quiero saber,
cerca del árbol que me espera,
todo lo que yo sé mientras respiro
y subo hasta el final.
Lo que puedo decir por fin acaso
que he buscado saber,
ahora que miro desde arriba
todas las amapolas,
y siento que su luz hoy me acompaña
sin apenas esfuerzo.
Y ahora quizás podría ver también
en esta luz tan roja y diferente,
que ilumina mis pasos,
en esta luz en flor que ahora respiro
sin fin y sin saberlo,
la ruta sin edad, desconocida,
de los que ya no están
aquí, como nosotros, abrazando
una verdad como la nuestra,
una verdad en llamas,
oscura y sin descanso, cada día.
O cuando toco con mis dedos
no ya las hojas verdes,
sino también su propio y misterioso
crecimiento, y a este crecer
tan puro que transforma,
que todo lo transforma muchas veces,
ahora lo llamo sólo
empezar a vivir... Saben los pájaros
mejor que nadie todo esto,
lo celebran en paz,
tal vez incluso lo comprendan
de algún modo. Yo sólo lo pronuncio,
es un saber que no puedo saber,
que rozo con mi boca,
me lo digo a mí mismo en la subida,
no para comprenderlo,
sino para nombrar con sencillez
aquello que he tocado casi siempre
subiendo a este lugar:
para decir por fin la primavera,
a solas, todavía, muchas veces,
con las palabras siempre nuevas,
blancas de cal, con el salitre
quemándome los labios...

Quién lo ha sabido de verdad
y quién no lo ha sabido.
John Keats sí lo sabía (por ejemplo),
al menos cuando dijo:
tú también tienes música.
Tal vez también lo supo Shelley,
leyendo bajo el mar
de su noche más lenta y prodigiosa,
los versos invisibles
del amigo: palabras para el agua
verdadera. Y el loco
junto al Neckar, aquel que saludaba
a todos muchas veces,
también lo supo, por supuesto,
quizás cuando soñaba
que a oscuras era un dios únicamente,
únicamente como un río
lleno de flores rojas
y amarillas... A veces me pregunto,
sí, como un juego más de mi subir,
de este subir tan solitario,
quién lo ha sabido de verdad
y quién no lo ha sabido.
Cómo aprender lo que se sabe
a oscuras sin saberlo.
Cómo aspirar de cada cosa
el perfume secreto
de lo que ha estado siempre y se revela
en lo más alto y puro
de nuestra soledad...
Porque se ve
y se oye muchas veces,
en el granado viejo del camino,
en los matices tímidos y lentos de la luz,
en las hojas mojadas que tocamos,
sólo al atardecer,
y en las primeras tórtolas
del año... Y luego, allí, una vez más,
donde el árbol azul y fuerte,
por fin cuando he subido,
en la sombra también llena de verdes
y rojos muy violetas,
sólo al atardecer,
puede ser escuchado y yo lo escucho
a solas, cada día,
para mí... Y esto no es sólo una lección
de primavera más, es más
que una nueva lección
que olvidaré
también: yo ahora lo llamo sólo
respiración de abril,
un ejercicio imprescindible, el último,
para ascender, volar,
salir ya para siempre de uno mismo,
empezar otra vez, ser tallo
tierno, o brote
todavía.
Los muertos sí lo saben
todos (me digo), algunos
antes incluso de morir, muriendo
poco a poco, lo saben: miran
más allá de sí mismos,
en su interior transfigurado,
y ven, ven otras sombras diferentes,
imposibles...

Porque no hay primavera sin dolor,
ni dolor verdadero
que no florezca milagrosamente,
que no contenga el polen
de la primera luz, de la salida.
En el dolor también
crece la hierba y la miramos
siempre subir tan alta,
hacia el cielo, con su respiración
de primavera nueva.
En el dolor todo se ve, desnudo,
sin límites, muy lejos
o muy cerca. (Morir, nacer: se sabe
en el dolor principalmente,
podemos contemplarlo,
incluso cuando el llanto nos obliga
a mirar hacia adentro,
sólo hacia adentro y nada más). Sí,
desde donde está el árbol,
ahora puedo oírlos muchas veces:
caballos invisibles
entrando en su pirámide solar,
felices, cabalgando
hacia poniente. Pájaros sedientos en la higuera
renacida del bosque,
entre las ruinas de un horno de cal,
todavía muy blancas. ¿Para qué
la primavera cada día
y el árbol vierten sobre mí licores
espesos, indomables, puros,
licores de recuerdos,
de imágenes lejanas, casi a oscuras,
casi invisibles? Y ahora voy,
una vez más, entrando en esta sombra
perfecta de mi árbol
dejándome asombrar completamente.
Vienen a mí los días que perdimos,
las palabras azules y olvidadas,
las manos de la infancia
que acarician aún
la claridad sin fin de mi cansancio,
desde su más hondo duelo:
todo un paisaje contenido en mí,
que parece entregarse,
volver intacto a mi memoria,
volver para ser dicho.
También aquí en su noche
hay flores amarillas. (Me pregunto
qué música era aquella
que crecía en los sueños muchas veces,
se entregaba en abril, cuando el cerezo
era una pura luz, iluminaba.)
También aquí en su noche
hay pájaros despiertos que vigilan
a oscuras mi cansancio.
Y en esta sombra soy por fin el que ya he dicho,
sólo el que aprende cada día
a dejarse llevar del todo,
sin saberlo, por esto que yo ahora llamo a solas
sólo mirar el aire -y siempre aire
lleno de polen solamente.

Bajo el árbol de abril
siento que busco y que ha llegado
la lluvia a este lugar,
la lluvia llena de veladas claridades,
de fuegos húmedos.
Están las hojas acercándose
cada día a mi boca.
Y yo me acerco a un río
que corre lentamente hacia una sombra
enamorada y plena.
Lo veo descender mientras respiro,
mientras oigo en silencio
su promesa fugaz, este murmullo
siempre desesperado,
y empiezo a preguntarme cuánto,
cuánto tiempo podré seguirle
todo, con la mirada,
hasta verlo llegar
por fin a alguna parte cada día,
para decir la primavera,
para decirla de verdad, entera, toda
la primavera muchas veces.
Desde el árbol la luz es un perfume
que llega hasta nosotros y nos dice
cómo seguir aquí.
Es un amor paciente: busca las hojas nuevas,
los frutos venideros.
Y es la aventura íntima del aire,
que al expandirse libre nos ofrece
un secreto espectáculo:
el vuelo silencioso, total, de los colores,
la huida verdadera.
En la línea de hogueras invisible
hay un agua muy dulce.

El sueño de la hierba ya no basta
para ver florecer
interminablemente la llanura
callada de la noche, y ahora descenderé
por el mismo camino,
sólo que los asfódelos brillarán mucho más,
serán mucho más blancos.
La luna de la primavera es fría
y el cielo es todavía el gran espejo
que queríamos ver
para mirarnos. Oigo a los alcaravanes
disputando su trozo
de tierra, con estrépito infernal,
ofreciendo a las flores
oscuras su ruido.
Y ahora oigo también,
a solas, muy adentro,
entre las telarañas perfectas de la noche,
en el bosque de siempre
-seguro y generoso hasta el final-,
cuando vuelvo por fin, las voces limpias
y dulces del camino:
huellas y voces me acompañan,
sombras alegres, nuevas, cuando vuelvo,
la música mejor que yo ya sé,
la primavera de verdad,
cuando vuelvo en silencio cada día,
después de haberla dicho muchas veces,
la primavera entera,
ahora también a oscuras, en secreto,
para mí...

Y a este volver del árbol,
a este bajar nocturno sin descanso,
yo ahora lo llamaría
sencillamente así: volver
un día más del árbol que está arriba.

sábado, 5 de mayo de 2012

Me iré (por Saiz de Marco)

me iré y no embalaré nubes con cuerdas
me iré y no apagaré estrellas al irme
me iré y no plegaré calles con niños
me iré y no enrollaré alfombras de hierba
me iré y no le pondré candado al día
me iré y no bajaré toldos, persianas
me iré y no correré el pestillo azul
me iré y se quedará todo encendido
todo dispuesto
todo funcionando
me iré sin arrancar nada de aquí
me iré y no cargaré equipaje al hombro
me iré y no llevaré más que a mí mismo
me iré
sí: me iré y solo me iré

viernes, 4 de mayo de 2012

Cuando acabe (por Mary Oliver)

Cuando llegue la muerte
como el hambriento oso de otoño;
cuando llegue la muerte y tome
sus brillantes monedas de su monedero

para comprarme, y lo cierre;
Cuando llegue la muerte
como el sarampión

cuando llegue la muerte
como un iceberg entre los omóplatos.

Quiero atravesar el umbral llena de curiosidad,
preguntándome:
¿qué aspecto tendrá esta morada oscura?

Y por eso lo observo todo
como una fraternidad y hermandad,
y miro sobre el tiempo como no más que una idea,
y considero la eternidad como otra posibilidad.

Considero cada vida como una flor, tan común
como un campo de margaritas y a la vez singular,

y cada nombre una música confortable en la boca,
tendiendo, como toda música hace, hacia el silencio.

y cada cuerpo, el coraje de un león, y algo
precioso para la tierra.

Cuando acabe, quiero decir:
Toda mi vida fui una novia desposada con el asombro.
Fui el novio, que tomó el mundo en sus manos.

Cuando esté encima, no deseo preguntarme
si he hecho de mi vida algo particular, y verdadero.

No quiero encontrarme a mí misma suspirando y asustada,
o llena de argumentos.

No quiero acabar simplemente habiendo visitado este mundo.

jueves, 3 de mayo de 2012

Entierro (por Wislawa Szymborska)

"Tan de repente, quién lo hubiera dicho"
"los nervios y el tabaco, yo se lo advertí"
"más o menos, gracias"
"desenvuelve estas flores"
"su hermano también murió del corazón, seguramente es de familia"
"con esa barba nunca le hubiera reconocido a usted"
"él tiene la culpa, siempre andaba metido en líos"
"he de hablarle pero no lo veo"
"Casimiro está en Varsovia, Tadeo en el extranjero"
"tú sí que eres lista, yo no pensé para nada en el paraguas"
"qué importa que fuera el mejor de ellos"
"es un cuarto de paso, Bárbara no estará de acuerdo"
"es cierto, tenía razón, pero eso no es motivo"
"barnizar la puerta, adivina por cuánto"
"dos yemas, una cucharada de azúcar"
"no era asunto suyo, por qué se metió"
"todos azules y sólo números pequeños"
"cinco veces, y nunca contestó nadie"
"vale, quizá yo haya podido, pero tú también podías"
"menos mal que ella tenía ese empleo"
"no lo sé, tal vez sean parientes"
"el cura, un verdadero Belmondo"
"no había estado nunca en esta parte del cementerio"
"soñé con él hace una semana, fue como un presentimiento"
"mira qué guapa la niña"
"no somos nadie"
"denle a la viuda de mi parte... tengo que llegar a"
"y sin embargo en latín sonaba más solemne"
"se acabó "
"hasta la vista, señora"
"¿qué tal una cerveza?"
"llámame y hablamos"
"con el tranvía cuatro o con el doce"
"yo voy por aquí"
"nosotros por allá"

miércoles, 2 de mayo de 2012

Tanto he vivido sin haber vivido (por Fernando Pessoa)


La vida es un viaje experimental, hecho involuntariamente. Es un viaje del espíritu a través de la materia y, como es el espíritu quien viaja, es en él donde se vive. Hay, por eso, almas contemplativas que han vivido más intensa, más extensa, más tumultuosamente que otras que han vivido externas. El resultado lo es todo.

Lo que se ha sentido ha sido lo que se ha vivido. Uno se recoge de un sueño como de un trabajo visible. Nunca se ha vivido tanto como cuando se ha pensado mucho.

Quien está en el rincón de la sala baila con todos los bailarines. Lo ve todo y, porque lo ve todo, lo vive todo. Como todo, en suma y ultimidad, es una sensación nuestra, tanto vale el contacto con un cuerpo como su visión o, incluso, su simple recuerdo. Bailo, pues, cuando veo bailar. Digo, como el poeta inglés, al narrar que contemplaba, tumbado en la hierba, a tres segadores: «Un cuarto está segando, y ése soy yo».


Viene todo esto, que va dicho como va sentido, a propósito del gran cansancio, aparentemente sin causa, que ha descendido hoy súbitamente sobre mí. Estoy, no sólo cansado, sino amargado, y la amargura es también desconocida. Estoy, de tan angustiado, al borde del llanto —no de lágrimas que se lloran, sino que se reprimen, lágrimas de una enfermedad del alma, que no de un dolor sensible-.

¡Tanto he vivido sin haber vivido! ¡Tanto he pensado sin haber pensado! Pesan sobre mí mundos de violencias paradas, de aventuras tenidas sin movimiento.

Estoy harto de lo que nunca he tenido ni tendré, tedioso de dioses por existir. Llevo conmigo las heridas de todas las batallas que he evitado. Mi cuerpo muscular está molido del esfuerzo que no he pensado en hacer.

Empañado, mudo, nulo… El cielo alto es el de un verano muerto, imperfecto. Lo miro como si no estuviese allí. Duermo lo que pienso, estoy echado andando, sufro sin sentir. Mi gran nostalgia lo es de nada, es nada, como el cielo alto que no veo, y que estoy mirando impersonalmente.

martes, 1 de mayo de 2012

El hombre imaginario (por Nicanor Parra)

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario