zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 30 de abril de 2012

En lo rosa de tu lengua (por Sebastiana)

No sólo perro
no sólo acompañante de dientes filosos
¡filósofo de las buenas caminatas!
descifrador de malas intenciones y malas inquietudes

Cuánta sensatez se escapa de tus ojos
como si conocieras la esencia de la felicidad
pero no me dices nada
quieres que aprenda sola
que deje de quejarme
de las cosas que cambian

Tu pelo chocolate dulce
extraño color bajo los rayos del sol
de raza indescifrable porque para ti
todos somos perros

La felicidad de tus patas traseras
cuando brincas los exiguos arbustos de la ciudad
y evades los ruidos asesinos de los coches en la avenida
tu felicidad de tierra
extendida en lo rosa de tu lengua
en lo grande de tu boca
en lo ansioso de tu sed
todo tú mismo
que eres todos los otros
enséñame en este viaje
a sonreírle a lo violento
a lo descortés
con una sola mirada
directa al corazón

domingo, 29 de abril de 2012

Cuánto pesa (por Jorge Eduardo Eielson)

usted no sabe cuánto pesa
un corazón solitario
hay noches en que la lana oscura
la lana tibia que me protege
llega hasta el cielo
y mientras duermo mientras respiro
mientras sollozo
se me derrama la leche hirviendo
sobre la cara
y entonces una máscara magnífica
con la sonrisa del rey de espadas
cubre mi llanto
y todo eso no es nada todavía
usted no me creerá
pero luchar luchar luchar
todas las noches con un tigre
hasta convertirlo en una magnolia
y despertarse
despertarse todavía y no sentirse
aún cansado y rehacer aún
raya por raya el mismo tigre odiado
sin olvidar los ojos los intestinos
ni la respiración hedionda
todo eso para mí
es mucho más fácil mucho más suave
créame usted
que arrastrar todos los días
el peso de un corazón desolado

sábado, 28 de abril de 2012

Quedan (por Vicente Valero)

Quedan, después de lo que vemos, los mapas manuscritos de la noche, húmedos y arrugados, con sus atajos medanosos y sus aldeas aún por descubrir. (Bajo el árbol de agosto reaparecen las heridas del sol, el perro exhausto, las bicicletas oxidadas.)

Quedan también los días de regreso, con sus amplios cardizales y la promesa de toda perfección. El mar apalabrado, con sus peces nocturnos, nunca dichos.

Quedan, silencio adentro, la constancia y la herrumbre, la máxima intención de las cosas. Siempre después de lo que vemos, cuando entramos definitivamente en lo que estuvo aquí, junto a nosotros, en lo que nunca ha sido nuestro de verdad.

Quedan los ríos velocísimos, los hoteles cerrados, los pájaros del Norte. Todo un haz de leyendas a flor de agua,
como un menhir lunar.
Los relojes en punto y las calles desiertas.

Toda la muerte aún por recorrer.

viernes, 27 de abril de 2012

Al ver la banda pasar (por Chico Buarque)

Andaba medio perdida y aquel amor me llamó
a ver la banda pasar

cantando cosas de amor.

Toda la gente sufrida se despidió del dolor
al ver la banda pasar
cantando cosas de amor.

El hombre serio que contaba el dinero paró.

El farolero que contaba sus triunfos calló.

La enamorada que contaba estrellas
paró para ver y oír el pasacalles.

La moza triste que vivía callada sonrió.

La rosa triste que vivía cerrada se abrió.

Gente menuda se arremolinó al ver la banda pasar
cantando cosas de amor.

El viejo frágil se olvidó del cansancio
y pensó que aún era joven
y saltó de la acera y bailó.

La moza fea que se apoyaba en la puerta
pensó que la banda tocaba para ella.

La marcha alegre atravesó la avenida y siguió.

La luna llena que vivía escondida salió.

Y mi ciudad toda se embelleció
al ver la banda pasar
cantando cosas de amor.

Mas, para mi desencanto, lo que era dulce acabó.
Todo volvió a su lugar cuando la banda pasó.

Y cada cual con su canto, y en cada canto un dolor,
cuando la banda se fue
cantando cosas de amor.

jueves, 26 de abril de 2012

Se parecen al regreso (por Roberto Juarroz)

No hay regreso.
Pero existen algunos movimientos
que se parecen al regreso
como el relámpago a la luz.

Es como si fueran
formas físicas del recuerdo,
un rostro que vuelve a formarse entre las manos,
un paisaje hundido que se reinstala en la retina,
tratar de medir de nuevo la distancia que nos separa de la tierra,
volver a comprobar que los pájaros nos siguen vigilando.

No hay regreso.
Sin embargo,
todo es una invertida expectativa
que crece hacia atrás.

miércoles, 25 de abril de 2012

Tienes que decidirte (por Henri Michaux)

Ríndete, corazón mío.
Hemos luchado bastante.
Que mi vida se detenga.
No hemos sido cobardes.
Hicimos lo que pudimos.

¡Oh, alma mía!
Te vas o te quedas,
tienes que decidirte.
No palpes así mis órganos,
a veces con atención, otras con extravío.
Te vas o te quedas,
tienes que decidirte.
Yo ya no puedo más.

Señores de la Muerte,
no les maldije ni les aplaudí.
Tengan piedad de mí, viajero de tantos viajes sin maleta,
sin dueño tampoco, sin riqueza, y la gloria que se fue a otra parte.
Ustedes son ciertamente poderosos y divertidos por encima de todo.
Tengan piedad de este hombre enloquecido que antes
de cruzar la barrera ya les grita su nombre.
Atrápenlo al vuelo,
y después que se amolde a sus temperamentos y costumbres,
si es posible.
Y si les place ayudarlo, ayúdenlo, se lo ruego.

martes, 24 de abril de 2012

Pequeñas gotas de ese río (por Kenneth Rexroth)

Cuando en tu madurez
el gran cometa venga nuevamente
recuérdame: un niño despierto
una noche de verano,
junto a mi pequeña cama
mirando esa estrella de pelo largo
hace ya muchos años.
Ve hacia la oscuridad y mira
su penacho sobre el agua
derramándose en la noche líquida,
y piensa que la vida y la gloria
se agitaron alguna vez en mi sangre,
al igual que para los que se fueron
antes que yo, pequeñas gotas
de ese río de billones de años de largo
que fluye ahora por tus venas.

lunes, 23 de abril de 2012

Algo más se está escapando (por Billy Collins)

El nombre del autor es el primero en irse
seguido obedientemente por el título, el argumento,
la conclusión desgarradora, la novela entera
que de repente se convierte en una que nunca leíste
ni escuchaste hablar,

como si, uno por uno, los recuerdos que solías albergar
decidieran retirarse al hemisferio sur del cerebro,
a un pueblito pesquero donde no hay teléfonos.

Hace un tiempo despediste a los nombres de las nueve Musas con un beso
y viste a la ecuación cuadrática hacer las valijas
y aún ahora mientras memorizás el orden de los planetas,

algo más se está escapando, una flor de una provincia quizás,
la dirección de un tío, la capital de Paraguay.

Lo que sea que estés luchando por recordar
no está suspendido en la punta de tu lengua,
ni siquiera está acechando en algún sombrío rincón de tu bazo.

Ha naufragado bajo un oscuro río mitológico
cuyo nombre empieza con L hasta donde podés recordar,
bien encaminado al olvido donde te unirás a aquellos
que incluso han olvidado cómo nadar
y cómo andar en bicicleta.

No es extraño que te levantes en el medio de la noche
a buscar la fecha de una famosa batalla en un libro de guerra.
No es extraño que la luna en la ventana parezca haber salido
de un poema de amor que solías
saber de memoria.

domingo, 22 de abril de 2012

Cuatro pezuñas tiemblan (por García Lorca)

Se tendió la vaca herida;
árboles y arroyos trepaban por sus cuernos.
Su hocico sangraba en el cielo.

Su hocico de abejas
bajo el bigote lento de la baba.
Un alarido blanco puso en pie la mañana.

Las vacas muertas y las vivas,
rubor de luz o miel de establo,
balaban con los ojos entornados.

Que se enteren las raíces
y aquel niño que afila su navaja
de que ya se pueden comer la vaca.

Arriba palidecen
luces y yugulares.
Cuatro pezuñas tiemblan en el aire.

Que se entere la luna
y esa noche de rocas amarillas:
que ya se fue la vaca de ceniza.

Que ya se fue balando
por el derribo de los cielos yertos
donde meriendan muerte los borrachos.

sábado, 21 de abril de 2012

Inertitud (por Saiz de Marco)

un universo que nadie ve
que nadie huele
que nadie palpa
que nadie piensa
que nadie oye
que nadie sueña
que nadie habita
que nadie recorre
que nadie respira
que nadie late
que nadie prueba
que nadie intuye
que nadie imagina
un universo inerte, sin nadie
un universo que para nadie es
para nadie fluye
para nadie luce
para nadie pasa
para nadie está
para nadie el tiempo que en todo se vuelca
para nadie el calor, su calor
para nadie su energía, la energía
tanta y tanta plenitud para nadie
para nadie el completo todo sin límites
¿hay alguien ahí? nadie pregunta
universo, ¿echas algo de menos?
¿te encuentras solo?
¿te falta algo
(manos que toquen, ojos que vean
oídos que oigan, labios que hablen...)?
¿sientes un hueco, alguna carencia?
¿te falta alguien? nadie pregunta
y a nadie nadie le responde no

viernes, 20 de abril de 2012

He venido (por Luis Cernuda)

He venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.

He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.

He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.

He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.

Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;

los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.

Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
guardad los labios por si vuelvo.

jueves, 19 de abril de 2012

Dobla el dos de noviembre (por César Vallejo)

Dobla el dos de noviembre.
Estas sillas son buenas acogidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa,
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de noviembre.
Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
latientes de encrucijada.
Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
cómo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Sí. Vosotros, difuntos.
Dobla triste el dos de noviembre.
Y la rama del presentimiento
se la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cómo nos invade (por Eduardo D´ Anna)

Para ser viento, cómo aparta
las hojas, cómo le contestan,
cómo me invade, cómo nos invade,
y cómo, prepotente, nos obliga
a respirar. Aunque queramos
morir. Aunque queramos
irnos con los fantasmas de la noche,
que ni siquiera saben respirar
ni lo precisan.

martes, 17 de abril de 2012

Vienen cargadas de verbos mudos (por Vladimira Pund)

Áspides ansiolíticas
en procesión nocturna
traen flores verdes
a mi memoria

Vienen cargadas de verbos mudos,
arrancados del seno de la voz
del habitante de mi memoria

Ofídicas y solemnes
pitones, cascabeles y anacondas
portan sobre sus lomos
una gorra sin cabeza
una camisa sin torso
unas gafas sin ojos
unos zapatos que no caminan

Objetos inútiles
porque ya no tienen dueño

Procesionan espirúlicas
hacia el epicentro de mi alma
hacia el hueco coronario

Pero caen una tras otra,
rítmica y espaciadamente
insonoras
porque el abismo no tiene fin

lunes, 16 de abril de 2012

Tres casillas más allá (por Wislawa Szymborska)

Leemos las cartas de los difuntos como impotentes dioses,
pero dioses a fin de cuentas porque conocemos las fechas
posteriores.
Sabemos qué dinero no ha sido devuelto.
Con quién se casaron rápidamente las viudas.
Pobres difuntos, inocentes difuntos,
engañados, falibles, ineptamente precavidos.
Vemos los gestos y las señas que hacen a sus espaldas.
Cazamos con el oído el rumor de los testamentos rotos.
Están sentados frente a nosotros, ridículos, comen panecillos
con mantequilla,
o echan a correr tras los sombreros que vuelan de sus cabezas.
Su mal gusto, Napoleón, el vapor y la electricidad,
sus mortales curas para enfermedades curables,
el insensato Apocalipsis según San Juan,
el falso paraíso en la tierra según Juan Jacobo…
Observamos en silencio sus peones en el tablero,
sólo que tres casillas más allá.
Todo lo previsto por ellos salió de un modo totalmente
diferente,
o un poco diferente, es decir, también totalmente diferente.
Los más diligentes nos miran ingenuamente a los ojos,
porque pensaban que en ellos hallarían la perfección.

domingo, 15 de abril de 2012

Labios ausentes (por Georges Brassens)

Quiero dedicar este poema
a todas las mujeres que amamos
durante algunos instantes secretos,
a las que apenas conocemos,
a las que un destino distinto les arrastra
y ya no volvemos a ver más.

A la que vemos aparecer
un segundo en su ventana
y rápidamente se desvanece
pero cuya esbelta silueta
es tan graciosa y delicada
que nos quedamos maravillados.

A la compañera de viaje
cuyos ojos, encantador paisaje,
hacen parecer corto el camino.
Que somos los únicos en comprenderla
y a la que sin embargo dejamos bajar
sin haber rozado su mano.

A las que ya están comprometidas,
y que, viviendo horas grises
cerca de un ser demasiado diferente,
nos han dejado, inútil locura,
ver la melancolía
de un futuro desesperante.

Queridas imágenes vistas,
esperanzas frustradas de un día,
mañana estaréis en el olvido.
Con solo un poco de felicidad que tengamos
es raro que nos acordemos
de los episodios del camino.

Pero si hemos fracasado en la vida,
pensamos con un poco de ganas
en todas esas felicidades entrevistas,
en los besos que no osamos coger,
en los corazones que debían esperarnos,
en los ojos que no hemos vuelto a ver.

Entonces, en las noches de hastío,
poblando nuestra soledad
con los fantasmas del recuerdo,
lloramos los labios ausentes
de todas las bellas fugaces
que no supimos retener.

sábado, 14 de abril de 2012

Con los ojos vendados (por Edgar Lee Masters)

Vi una hermosa mujer con los ojos vendados,
erguida en la escalinata de un templo de mármol.
Grandes multitudes pasaban frente a ella
levantando hacia ella sus rostros implorantes.
En su mano izquierda sostenía una espada.
Y estaba blandiéndola,
hiriendo una vez a un chico, otra vez a un obrero,
otra a una mujer que huía y luego a un loco.
En su mano derecha sostenía una balanza.
A la balanza arrojaban monedas de oro
aquellos que esquivaban los golpes de la espada.
Un hombre con toga negra leía en un manuscrito:
'Ella no respeta a las personas'.
Entonces un joven que llevaba un gorro rojo
saltó hasta ella y le arrancó la venda.
Resultó que tenía las pestañas corroídas
en párpados purulentos;
los globos de los ojos estaban endurecidos por un moco lechoso;
el extravío de un alma agonizante
llevaba escrito en su rostro. . .
Pero la multitud supo por qué llevaba una venda.

viernes, 13 de abril de 2012

Y que las cosas ya no sean (por Irene Sánchez Carrión)

Qué nostalgia infinita nos acecha
ahora que las ventanas sólo son
rectángulos vacíos de cristal y madera
contra la densa niebla de la tarde
y el otoño ha llegado
tras esa larga enfermedad que es el verano.
Qué pobre este ahorrar para luego
sin saber para cuándo,
y que las cosas ya no sean,
sólo sirvan,
y que se cierren puertas para siempre,
y marcharme
con lo que quise haber dicho entre los labios
y cruzar la avenida
cuando cambien a verde los semáforos.

jueves, 12 de abril de 2012

Sol y carne (por Arthur Rimbaud)

El sol, como un hogar de ternura y de vida
vierte su amor ardiente en la tierra encantada,
y uno se siente en el valle, cuando está acostado.
Qué núbil es la tierra, rebosante de sangre;
qué, henchido por un alma, su inmenso seno es
de amor como el de un dios, de carne como mujer,
y qué grávido encierra, de rayos y savia,
el inmenso hormigueo de todos los embriones.
¡Todo crece y asciende!
-¡Oh Venus, oh gran diosa!
Yo añoro aquellos tiempos de antigua juventud,
de sátiros lascivos, de faunos animales,
dioses que por amor mordían la corteza
de las ramas besando a la Ninja en nenúfares.
Añoro aquellos tiempos en que la savia del mundo,
agua del río, sangre rosa de árboles verdes,
levantaba un mundo en las venas de Pan.
Verde palpita el suelo, allí bajo pies caprinos;
sus labios, besando suaves la nítida siringa,
modulan bajo el cielo un gran himno de amor;
erguido en la llanura, escucha su torno,
a su llamada la viva Naturaleza responde;
y árboles mudos mecen al pájaro que canta,
la tierra acuna al hombre, y al océano azul,
los animales, todos, aman, se aman en Dios.
Yo añoro aquellos tiempos, cuando la gran Cibeles
cuentan que recorría, gigantescamente bella,
sobre un carro de bronce, espléndidas ciudades;
derramando sus senos en las inmensidades,
fluyente chorro puro de la vida infinita.
Y de su pecho bendito, feliz, el Hombre mamaba
como si fuera un niño, jugando en sus rodillas.
Y al ser fuerte aquel Hombre, era casto, era dulce.
¡Qué miseria! Ahora dice: yo conozco las cosas;
y ahora va, bien cerrados los ojos, los oídos.
Y sin embargo, ya no hay Dios. ¡Ya no hay Dios!
¡Hombre rey!
Y aunque el Hombre ya es Dios, no hay otra fe que amor;
¡Ah! si ese hombre aún bebiera de tus pechos,
Cibeles, gran madre de los dioses y de hombres;
si a la inmortal Astarté no hubiera abandonado,
quien antaño, emergiendo de la gran claridad,
de las olas azules, flor carnal perfumada,
mostró su ombligo rosa nevado por la espuma
e hizo cantar, con sus ojos negros, victoriosos,
al ruiseñor en el bosque, al amor en los corazones.


II


Creo en ti ¡Yo creo en ti! Madre divina,
Afrodita marina -oh, amargo es el camino,
desde que el otro Dios nos ató a su cruz-.
Carne, Mármol, Flor, Venus, en vosotros yo creo.
Sí, el Hombre es triste y feo, triste bajo ancho cielo.
Y porque ya no es casto tiene que vestir ropas,
pues ya ha profanado su orgulloso busto de Dios,
y así ha empequeñecido, como ídolo en el fuego,
su propio cuerpo olímpico en sucias servidumbres.
Incluso tras la muerte, en esqueletos pálidos,
quiere vivir, insultando la belleza primera.
Y el ídolo en que pusiste tanta virginidad,
la mujer, donde el barro así divinizaste,
para que el Hombre pudiera iluminar su alma
y así ascender despacio en un inmenso amor.
¡La mujer ya no sabe ni siquiera ser puta!
Bonita farsa ésta, donde el mundo se ríe
del dulce y sacro nombre de la hermosa gran Venus.


III


¡Si los tiempos volvieran, esos tiempos que fueron!
-pues el Hombre ha muerto, todo lo interpretó-.
Cansado, a pleno día, de derribar los Ídolos,
libre de todos los dioses, vendrá a resucitar
y, al ser del cielo, escrutará cielos
y el pensamiento ideal, invencible y eterno.
Y todo el Dios que vive bajo carnal arcilla
subirá, ¡subirá! ¡en su frente arderá!
Y cuando en el horizonte lo veas sondear,
despreciando los yugos y libre de temores,
tú vendrás para darle la santa redención.
Espléndido, radiante, dentro de grandes mares,
surgirás arrojando sobre el ancho universo
el amor infinito con sonrisa infinita.
El mundo vibrará como una inmensa lira
con los temblores mismos de un infinito beso.
Sed de amor tiene el mundo: tú vendrás a saciarlo.
¡El Hombre ha levantado su cabeza altiva y libre
y el rayo repentino de hermosura primera
hace que Dios palpite en el altar carnal!
Feliz del bien de ahora, pálido por el mal
que ha sufrido, el Hombre quiere saber todo.
Y esa cabalgadura, el Pensar oprimido,
se desboca en su frente. ¡Y él sabrá por qué!
Y si ella salta libre, ¡la Fe vendrá hasta el Hombre!
¿Por qué ese mundo azul y ese espacio insondable?
¿Por qué los astros de oro hormiguean como arena?
Si subiéramos siempre, ¿qué veríamos desde arriba?
¿Un pastor conduciendo este inmenso rebaño
o mundos dirigidos al horror del espacio?
Y todos esos mundos que el vasto éter abraza,
¿vibran con los acentos de una voz sempiterna?
Y el Hombre, ¿puede ver? ¿puede decir: yo creo?
¿Acaso es más que un sueño la voz del pensamiento?
Si el hombre nace pronto, si la vida es tan breve,
¿de dónde viene? ¿Se hunde en el profundo océano
de Gérmenes y Fetos, de Embriones, en el fondo
de ese inmenso Crisol, donde la Naturaleza
le resucitará, viviente criatura,
para amar en la rosa y crecer entre trigos?
¡No podemos saber! ¡Y hemos sucumbido,
bajo manto ignorante, bajo estrechas quimeras!
Manos de hombres caídos de las vulvas maternas.
Y nuestra razón pálida esconde el infinito,
y queremos mirar; ¡la Duda nos castiga!
La Duda, triste pájaro, con su ala nos golpea...
Y el horizonte huye en una eterna huida...
¡El cielo queda abierto! Los misterios han muerto
ante el hombre, de pie, con los brazos cruzados,
¡en el gran esplendor de la rica naturaleza!
Canta; ...y el bosque canta, y hasta el río murmura,
una canción feliz que asciende a pleno día...
¡El Amor que redime, amor y redención!


IV

¡Oh esplendor de la carne! ¡Oh esplendor ideal!
¡Oh el amor renovado! ¡Oh la aurora triunfal!
Donde, poniendo a sus pies a Héroes y Dioses,
Calipigia la blanca y Eros diminuto
rozarán, ya cubiertos por la nieve de rosas,
las flores y mujeres bajo sus pies nacidos.
Oh Ariadna la grande, que arrojas tus sollozos
en la orilla, mirando huir, allá sobre el agua,
tan blanca bajo el sol, la vela de Teseo.
Oh suave virgen niña que una noche ha quebrado,
¡calla! En su carro de oro bordado de racimos,
Lisios que se pasea entre los campos frigios
sobre tigres lascivos y panteras rojizas,
enrojeciendo musgos sobre ríos azules.
Sobre su cuello de toro, como a niña, Zeus acuna
el cuerpo desnudo de Europa, con su brazo
sobre el cuello de Dios, que tiembla entre las olas.
Él vuelve lentamente su mirada hacia ella,
que abandona su mejilla, tan florecida y pálida,
en la frente de Zeus; ojos cerrados; muere
en un beso divino la ola que murmura.
Con su espuma de oro florecen sus cabellos.
Entre aquellas adelfas y escandalosos lotos,
con amor se desliza gran Cisne soñador,
mientras abraza a Leda con sus alas tan blancas.
Y mientras Cipris pasa, extrañamente hermosa,
arqueando las curvas de caderas espléndidas,
despliega con orgullo sus amplios senos de oro,
y su vientre nevado, negro musgo bordado,
Hércules, el Domador, como un trofeo, fuerte,
ciñe su vasto cuerpo con la piel del león,
y avanza al horizonte, frente terrible y suave.
Por la luna de estío, iluminada y vaga,
de pie, desnuda, sueña su palidez dorada
que mancha la cascada de su azul cabellera
en el claro sombrío con musgos estrellados.
La Driada contempla el cielo silencioso
y la blanca Selene deja flotar su velo,
temerosa, a los pies del hermoso Endimión,
y su beso le arroja, con pálido destello.
La fuente llora lejos en un éxtasis largo.
Es la Ninfa que sueña, acodada en su ánfora,
con blanco y bello joven que su onda estrechó.
Una brisa de amor ha pasado en la noche.
Y en los bosques sagrados, al horror de los árboles,
de pie y majestuosos, esos sombríos Mármoles,
dioses en cuya frente el Pardillo anidó,
al Hombre como al Mundo escuchan infinitos.


miércoles, 11 de abril de 2012

Ayer (por Ángel González)

Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.
Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis,
qué divertido,
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!
La noche vino pronto y se encendieron
amarillos y cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y en aroma!

Por eso mismo,
porque es como os digo,
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.

martes, 10 de abril de 2012

Solamente deseo amarte (por Paul Éluard)

Solamente deseo amarte
Una tempestad llena el valle
un solo pez el río

Te he hecho
a la medida de mi soledad
Todo el mundo para esconderse
días y noches para comprenderse

Para contemplar en tus ojos
todo lo que pienso de ti
y de un mundo hecho a tu imagen

Y las noches y los días gobernados por tus párpados

lunes, 9 de abril de 2012

Ven (por Saiz de Marco)

ven por túneles estrechos, por vericuetos oscuros
remando a contracorriente del flujo, de los embates de la espiral giratoria
retrocediendo hacia el eje
hacia el núcleo, hacia el origen de sus concéntricos bucles
aprovechando un descuido, un bostezo del vigía
en tu piel o libre de ella
desde el pabellón de sombras
regresa esta noche, ven

domingo, 8 de abril de 2012

El beso de buenas noches (por Leopoldo María Panero)

Padre, me voy:
voy a jugar en la muerte,
padre me voy.
Dile adiós a mi madre,
y apaga la luz de mi cuarto:
padre, me voy.
Dile a aquel niño que allá ríe,
no sé de qué, si de la vida,
mi nombre, sólo mi nombre.
Pon mis juguetes en buen orden
oso con oso, pon al perro
con el pájaro, en cuanto al pato
déjalo solo, al pato:
padre, me voy: voy a jugar con la muerte.
Había una llama, sí, en mis ojos,
porque velaron tantas noches
y no logró nadie cerrarlos
sino yo; perdona, padre, que no hubiera
nadie, sino yo: me voy,
me voy solo a jugar con la muerte.

II

Padre, estoy muerto, ya, y qué oscuro
es todo esto:
no hay luna aquí, no hay sol ni tierras,
padre, estoy muerto.
Somos los muertos como enfermos
y el cementerio el hospital
para jugar aquí a los médicos
sábana blanca y bisturí
y tantas tumbas como lechos
para soñar: y son tan blancos esos huesos
padre tan blancos: como soñar.
Dicen los otros, los más muertos
los que ya llevan tiempo y tiempo
aquí vengándose de Dios
que vendrá el Diablo, el buen Diablo
que vendrá el Diablo con más flores
de las que nadie pueda traer.
Padre, estoy muerto, no estoy solo
padre, estoy muerto, tengo amigos
con quien jugar.

III

Madre, esos besos que en la tumba
aún me das
son despertar, son nuevo frío;
estuve vivo, ya lo supe
ahora déjame olvidar.

IV

Padre, estoy muerto, y es la tumba
una cuna mucho mejor
padre, no hay nadie, ya estoy solo
padre, si alguna vez de nuevo
vuelvo a vosotros, padre, si otra
vez yo vivo, no sé con qué voy a soñar.

sábado, 7 de abril de 2012

Una triste llamarada (por Pedro Shimose)

He visto matar, he visto morir.
Arde en el tiempo una triste llamarada de locura.
Dura es la historia para quien la sufre como un dios ciego.
(Vago adolorido con mis muertos.)
Banderas abatidas flotan en el vacío.
Cielos desgarrados.
La tierra es un dolor intenso, apenas un fulgor, un grito,
casi un parto.

viernes, 6 de abril de 2012

Una sola palabra (por Fina García Marruz)

Sí, nuestra lengua ha pronunciado
innúmeras palabras.
Nuestra razón se enreda
en laberintos blancos.
Nuestra mente no acierta
a copiar la simplicidad de la luz.
Sí, nuestra lengua sabe
todas las palabras.
Pero el corazón sólo sabe
una sola palabra.
Una sola palabra
ha guardado en la sombra.
"Di una sola palabra
di una sola palabra..."
murmura el alma de los oficios.
Perdona si hemos
hablado demasiado. Si hemos


defraudado al amor
que silenciosamente obra.

Tú sabes lo que a través
de toda esta confusión hemos buscado.

Tu qué eres esa sola palabra

jueves, 5 de abril de 2012

La muerte (por Riszard Kapuscinski)

Está aquí al lado
anda por aquí
no para de dar vueltas
siempre en movimiento
con su propia lista de direcciones

Tiene un corazón fuerte
no se queja del cansancio
no se deprime
no tiene tiempo para la hipocondría

un dechado de salud

Tiene una vista perfecta
no se puede contar con que no se dé cuenta
tiene una memoria formidable
no hay que esperar que puede que se olvide

es aplicada
se concentra
es muy precisa

la perfección desde todos los puntos de vista.

miércoles, 4 de abril de 2012

Qué extraño (por Vicente Gallego)

Qué extraño es de repente todo esto
cuando te pasa a ti: que se arruine la carne,
que el entusiasmo falle, esos dos baluartes
que jamás se rindieron, ni siquiera
cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza, y el mundo te parece
un chicle masticado que molesta
retener en la boca sin sabor. Vas llegando
donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
—y ése ha sido el regalo más grande de la vida—
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquellas
que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado
para siempre la parte más hermosa
y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia,
y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú.

martes, 3 de abril de 2012

Salvación por el cuerpo (por Pedro Salinas)

¿No lo oyes? Sobre el mundo,
eternamente errante
de vendaval, a brisas o a suspiro,
bajo el mundo,
tan poderosamente subterránea
que parece temblor, calor de tierra,
sin cesar, en su angustia desolada,
vuela o se arrastra el ansia de ser cuerpo.
Todo quiere ser cuerpo.
Mariposa, montaña,
ensayos son alternativos
de forma corporal, a un mismo anhelo:
cumplirse en la materia,
evadidas por fin del desolado
sino de almas errantes.
Los espacios vacíos, el gran aire,
esperan siempre, por dejar de serlo,
bultos que los ocupen. Horizontes
vigilan avizores, en los mares,
barcos que desalojen
con su gran tonelaje y con su música
alguna parte del vacío inmenso
que el aire es fatalmente;
y las aves
tienen el aire lleno de memorias.
¡Afán, afán de cuerpo!
Querer vivir es anhelar la carne,
donde se vive y por la que se muere.
Se busca oscuramente sin saberlo
un cuerpo, un cuerpo, un cuerpo.
Nuestro primer hallazgo es el nacer.
Si se nace
con los ojos cerrados, y los puños
rabiosamente voluntarios, es
porque siempre se nace de quererlo.
El cuerpo ya está aquí; pero se ignora,
como al olor de rosa se le olvida
la rosa. Lo llevamos
aliado nuestro, se le mira
en los espejos, en las sombras.
Solamente costumbre. Un día
la infatigable sed de ser corpóreo
en nosotros irrumpe,
lo mismo que la luz, necesitada
de posarse en materia para verse
por el revés de sí, verse en su sombra.
Y como el cuerpo más cercano
de todos los del mundo es este nuestro,
nos unimos con él, crédulos, fáciles,
ilusionados de que bastará
a nuestro afán de carne. Nuestro cuerpo
es el cuerpo primero en que vivimos,
y eso se llama juventud a veces.
Sí, es el primero y eran dieciséis
los años de la historia.
Agua fría en la piel,
zumo de mundo inédito en la boca,
locas carreras para nada, y luego
el cansancio feliz. Tibios presagios
sin rumbo el rostro corren,
disfrazados de ardores sin motivo.
Nos sospechamos nuestros labios ya.
La primera soledad se siente en ellos.
¡Y qué asombrado es el reconocerse
en estas tentativas de presencia,
nosotros en nosotros, vagabundos
por el cuerpo soltero!
Alegremente fáciles,
se vive así en materia
que nada necesita si no es ella,
igual que la inicial estrella de la noche,
tan suficientemente solitaria.
Así viven los seres
tiernamente llamados animales:
la gacela
está en bodas recientes con su cuerpo.
Pero luego supimos,
lo supimos tú y yo en el mismo día,
que un cuerpo que se busca
cuando se tiene ya y se está cansado
de su repetición y de su pulso,
sólo se encuentra en otro.
¿Con qué buscar los cuerpos?
Con los ojos se buscan, penetrantes,
en la alta madrugada, ese paisaje
del invierno del día, tan nevado;
en el lecho se buscan,
donde estoy solo, donde tú estarás.
La blancura vacía
se puebla de recuerdos no tenidos,
la recorren presagios sonrosados
de aquel rosado bulto que tú eras,
y brota, inmaterial masa de sueño,
tu inventada figura hasta que llegues.
Allí, en la oscura noche,
cuando el silencio lo permite todo
y parece la vida,
el oído en vela escucha
vaga respiración, suspiro en eco,
sospechas del estar un cuerpo aliado.
Porque un cuerpo -lo sabes y lo sé-
sólo está en su pareja.
Ya se encontró: con lentas claridades,
muy despacio.
¡Cómo desembocamos en el nuevo,
cuerpo con cuerpo igual que agua con agua,
corriendo juntos entre orillas
que se llaman los días más felices!
¡Cómo nos encontramos con el nuestro
allí en el otro, por querer huirlo!
Estaba allí esperándose, esperándonos:
un cuerpo es el destino de otro cuerpo.
Y ahora se le conoce, ya, clarísimo.
Después de tantas peregrinaciones
por temblores, por nubes y por números,
estaba su verdad definitiva.
Traspasamos los límites antiguos.
La vida salta, al fin, sobre su carne,
por un gran soplo corporal henchidas
las nuevas velas:
atrás se cierra un mar y busca otro.
Encarnación final, y jubiloso
nacer, por fin, en dos, en la unidad
radiante de la vida, dos. Derrota
del solitario aquel nacer primero.
Arribo a nuestra carne trascorpórea,
al cuerpo, ya, del alma.
Y se quedan aquí tras el hallazgo
-milagroso final de besos lentos-,
rendidos nuestros bultos y estrechados,
sólo ya como prendas, como señas
de que a dos seres les sirvió esta carne
-por eso está tan trémula de dicha-
para encontrar, al cabo, al otro lado,
su cuerpo, el del amor, último y cierto.
Ése
que inútilmente esperarán las tumbas.

lunes, 2 de abril de 2012

Aún (por Antonio Gamoneda)

Amé. Es incomprensible como el temor de los árboles.
Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé.
Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y
la música me envolvía y yo mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?
Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente.
¿Qué fue existir entre cuerdas y olvidos?
¿Quién fui en los brazos de mi madre,
quién fui en mi propio corazón?
Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar.
Es extraño:
todavía el amor
habita en el olvido.

domingo, 1 de abril de 2012

Ya casi (por Ángel González)

Esto,
que está muy mal, está pasando.
Como pasó el amor
pasará el desconsuelo.
¿Acabaré agradeciendo al tiempo
lo que en él siempre odié?:
que todo pase,
que todo lo convierta al fin en nada.