zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

martes, 31 de enero de 2012

Si cae España (por César Vallejo)

Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡Qué temprano en el sol lo que os decía!
¡Qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡Qué viejo vuestro dos en el cuaderno!

Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
¡Está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡Cómo va a castigar el año al mes!
¡Cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entretanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera, aquella de la trenza,
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aun
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta; si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla…!

lunes, 30 de enero de 2012

De dónde vienen (por Gottfried Benn)

He encontrado personas que,
con los padres y cuatro hermanos en una sola habitación,
crecieron, y de noche, con los dedos en los oídos,
aprendieron en el fogón,
se elevaron, exteriormente bellas y señoriales como condesas,
e interiormente suaves y diligentes como Nausicaa,
y tenían la frente pura de los ángeles.
Me he preguntado muchas veces, sin encontrar respuesta,
de dónde viene lo suave y lo bueno.
Tampoco hoy lo sé y ya me tengo que marchar.

domingo, 29 de enero de 2012

Cómo explicarles (por Tomasz Jastrun)

Las gafas de los muertos
están sobre la mesa
con los brazos cruzados
como si quisieran decir
No podemos
esperar más

Cómo explicarles ahora
lo que nosotros mismos
no entendemos

sábado, 28 de enero de 2012

La dejo que dé vueltas (por Claudio Bertoni)

Siempre que barro
me encuentro con una bolita de cristal
con una "lunita"
que se le quedó una vez a mi sobrino
cuando durmió aquí
Nunca la recojo
ni la guardo
ni se la devuelvo
ni mucho menos la boto
La dejo que dé vueltas por ahí no más
que conviva conmigo
que tenga su vida ahí en el suelo
como una lucecita que dice "Luciano"

viernes, 27 de enero de 2012

Lo que soñamos (por Manuel Rivas)

Somos lo que soñamos ser
y ese sueño no es tanto una meta
como una energía
Cada día es una crisálida

Cada día alumbra una metamorfosis
Caemos, nos levantamos
Cada día la vida empieza de nuevo
La vida es un acto de resistencia y de reexistencia
Vivimos, revivimos
pero todos esos tienen la memoria

Somos lo que recordamos
La memoria es nuestro hogar nómada
Como las plantas o las aves emigrantes
los recuerdos tienen la estrategia de la luz
Van hacia delante
a la manera del remero que se desplaza de espaldas para ver mejor
Hay un dolor parecido al dolor de muelas
a la pérdida física
y es perder algún recuerdo que queremos
esas fotos imprescindibles en el álbum de la vida
Por eso hay una clase de melancolía que no atrapa
sino que nutre la libertad
En esa melancolía como espuma en las olas
se alzan los sueños

jueves, 26 de enero de 2012

No se deja fácilmente lo profundo (por Sebastiana)

Preguntabas por qué me iba
que dónde había estado
Yo quería decirte que andaba en la comodidad de todas las cosas
en el olor a pan de la infancia
en los rodeos de toros y caballos
o buscando los restos de un naufragio

Allí donde hallé la pechera que protegió al capitán de la vara oscura
me encontré con cuchillos dispuestos a atravesar su sombra de fantasma marino

Allí donde hallé el tesoro de cuatro perlas fisuradas
que colgaron del cuello de la princesa
hallé también mi propia asfixia
el destrone de mi sonrisa

y habiéndome perdido tanto tiempo
en la aventura de la carcajada
en la ilusión del abrazo
donde no volví a verme entera y certera
sino hermosa y constituida
redonda, finita, terminada
tan ritualmente esculpida

No pude oír cuando caía sobre mis brazos
la ira incontenida de las endebles vigas
que lograron mutilar con precisión
los brazos que se proyectaban a la superficie

No se deja de ser hondo
no se deja fácilmente lo profundo

Se vuelve a ahogar la cabeza bajo las olas
tan lejos de la costa que asegura el salvamento

No se puede más ser sirena
sin ser antes y después mutilada por el deseo
sin ser agredida por los borrachos de la taberna
sin ser meada de vino y de calumnias

Saco la cabeza del mar medio segundo
puedo ver la costa y su verdor
pero una bala vieja que me ha comido la carne de la ternura
me empuja de una vez por todas
hasta el fondo profundo
del mar en donde habito

miércoles, 25 de enero de 2012

Donde todo hace agua (por José Ángel Valente)

Al norte
de la línea de sombras
donde todo hace agua, rompientes
en que el mar océano
se engendra o se termina,
y el naufragio inminente todavía
no se ha consumado, ciegamente
te amo.

martes, 24 de enero de 2012

Que he salido (por Alfonsina Storni)

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
Te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.

lunes, 23 de enero de 2012

Una aparente paradoja (por Fernández Mallo)

Hay una aparente paradoja en todo esto:
el agua es transparente pero oscurece la ropa,
hacemos cola en el fast food
(graffiti-comida), nos gusta la Nocilla,
el café aguado, el aire
que revuelven tus dedos y no vuelve, la vista
de la calle a través del cristal manufacturado.
Nos gusta lo que, existiendo,
no existe,
comprar camisetas blancas y zapatos caros,
silbar aquella canción de Roxy
fue la señal, nos gusta, sobre todo,
pensar el cielo en la tierra,
saber que tenemos razón para que
nos traiga sin cuidado tenerla.
Nos gusta comprar discos repetidos
de Esplendor Geométrico, vivir
una manzana más abajo de la cabeza de Newton,
(llovió y no quiero secarte el pelo, árbol de navidad de agua)
nos inquieta la pregunta: por qué los aviones
toman tierra y no derrapan, por qué los libros
son más altos que anchos, por qué el amor
(solución de una ecuación irresoluble) finge
su existencia.
Sabemos que el firmamento es cavidad resonante
de mensajes que se perdieron, y de aquellos que nos llegan
el emisor ha muerto. Sabemos la contradicción
de guerra humanitaria, que gana
quien derrama más sangre y después escucha
(graffiti-concierto) a Bach en los escombros del patio,
yo mismo a veces creo haber defraudado tanto
que me entregaría al cuerpo de cualquiera,
a lo que es pura ruina y carencia
y como el agua oscurece.
Me muero por piratear esta noche
los 50 gigabytes de tus pezones,
y qué más da Punk No Dead que Opus Dei Forever
si te imaginas que al final el cielo fuera sólo un anuncio
de papel Albal nos tararea Sr. Chinarro
en la ranura de tu sexo. Hay una aparente paradoja
en todo esto: envasado al vacío nos vendemos tiempo.

domingo, 22 de enero de 2012

El pánico (por Chantal Maillard)

El cansancio. La sed. El pánico.
Dentro. Fuera no se mueve.
Dentro, pánico. Humedad que traspasa la casa-huesos.
Entonces voy donde hay muchos. Como si algo fuese
cierto. Como si algo cambiase y por
eso fuese cierto. Entre todos. Entre muchos.
Cierto porque se mueve.Como si hubiese meta. Si no se
alcanza no importa. Mejor no alcanzar.
Como si. Para que sea cierto -¿cierto?-.
La hora estimada. La hora de llegada estimada.
Como si algo ocurriese. Por el movimiento.
Por el nombre que cambia. El del lugar. El de los ojos, no.
Los ojos siguen fijos en el rostro. El rostro que no veo.
Siguen mirando fuera. Yo nunca veo la
mirada de mis ojos mirando fuera.
El movimiento atrapando la
atención. Reteniéndola. Guiándola.
Llaman historia a ese movimiento
que retiene la atención. Cuando no
hay movimiento fuera, la historia
ocurre dentro. Pueden haber muchas
historias a partir de un solo
movimiento. Entre todas forman una
situación. La situación es un nudo, a
veces una madeja, pero siempre es
un nudo. Algunos nudos retienen el
pánico. Se produce en el silencio,
antes del movimiento, y
también después.
El pánico es un furor detenido.
En un principio fue el pánico. Tuvo que serlo.
Luego, el furor fue las formas, ésas que el
movimiento produce en razón de sus
detenciones, de sus sacudidas.
Cuando el espacio entre las sacudidas se prolonga,
decimos que alguien ha muerto.
Entonces vuelve el pánico o, mejor dicho, se abre.
Se abre el pánico y el furor se detiene.
Suele ocurrir también que alguien,
en el movimiento aún sostenido,
caiga en la abertura del pánico. Es
por efecto del vértigo
que arrastra como un esfínter los bordes de la abertura.
Su tiempo, entonces, queda detenido. En el pánico.
Por eso hago como si algo ocurriese.
Ocurre al menos la historia como si algo ocurriese.
Un movimiento, una vez más. Tal vez sirva.
Para que haya historia y me la crea.
Lo justo para poder caer más adelante.

sábado, 21 de enero de 2012

Osados (por Saiz de Marco)

¿Cómo nos atrevemos a juzgar a los otros
sin haber estado nunca en
sus huesos,
sus glándulas,
unos pocos centímetros detrás de su frente?


¿Cómo nos atrevemos a juzgar a otros hombres
sin saber qué les faltó
de aquello que tuvimos?


¿Cómo nos atrevemos a juzgar a otra gente
sin haber llegado a hoy por los mismos caminos
-rectos o sinuosos,
llanos o cuesta arriba,
despejados o abruptos-?


¿Cómo nos atrevemos a juzgar a los otros
sin ni siquiera habernos metido en
sus zapatos?

viernes, 20 de enero de 2012

Quién va ahí (por Walt Whitman)

¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¿quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?¿Qué soy yo?¿Qué eres tú?
Cuanto yo señale como mío,
debes tú señalarlo como tuyo,
porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y podredumbre,
no me puedo parar a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana.
¿Por qué he de rezar?¿Por qué he de inclinarme y suplicar?
Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.
Soy fuerte y sano.
Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mí
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.
Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego
que traza un niño en la noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy más orgulloso
que los cimientos desde los que se levanta mi casa.)
Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el más grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos
esperaré..., esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tú llamas disolución
porque conozco la amplitud del tiempo.

jueves, 19 de enero de 2012

La vida según Adán (por Bernardo Atxaga)

Enfermó Adán el primer invierno después de su salida del paraíso y asustado con los síntomas, la tos, la fiebre, el dolor de cabeza, se echó a llorar igual que años más tarde lo haría María Magdalena, y dirigiéndose a Eva, “no sé qué me ocurre” gritó, “tengo miedo” “amor mío, ven aquí, creo que ha llegado la hora de mi muerte”.

Eva se sorprendió mucho al oír aquellas palabras, amor, miedo, muerte y le pareció que pertenecían a una lengua extraña, ajena al paradisiaqués, y anduvo con ellas en la boca, masticándolas como pepitas, como raíces, hasta que creyó, amor, miedo, muerte, comprender enteramente su sentido. Para entonces Adán ya se había repuesto, y volvía a sentirse feliz, o casi.

Fue sólo, aquel hecho extra-paradisiaco, el primero de una larga serie, de modo que Adán y Eva siguieron, por así decir, recibiendo clases intensivas de la lengua que decía amor, miedo, muerte, aprendiendo palabras como cansancio, carcaj, carcajada, carcamal, canción, caricia o cárcel; a medida que crecía su vocabulario, las arrugas de su piel aumentaban.

La hora de la muerte, la verdadera, le llegó a Adán siendo ya muy viejo, y quiso entonces transmitir a Eva lo que había aprendido, su última verdad. “¿Sabes, Eva?”, le dijo, “la pérdida del paraíso no fue en realidad una desgracia. A pesar de los trabajos, a pesar de lo del pobre Abel y todos los demás conflictos, hemos conocido lo único que, noblemente hablando, puede llamarse vida”.

Sobre la tumba de Adán se derramaron lágrimas corrientes, de agua y sal, que cayeron a tierra y no criaron jacintos, ni rosas, ni flores de ninguna clase, y de todos ellos fue Caín el que con más desgarro lloró. Luego Eva recordó con cariño el susto de Adán cuando su primera gripe, y todos se calmaron, y se fueron, tomaron algo, comieron un bollo…

miércoles, 18 de enero de 2012

Utopía (por Eduardo Galeano)

Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
y se corre diez pasos más allá.
Por mucho que camine,
nunca la alcanzaré.
-¿Para que sirve la utopía?
-Para eso:
para caminar.

martes, 17 de enero de 2012

Leve mosca (por William Blake)

Leve mosca,
tu juego estival
mi incauta mano
barrió.
¿Pero acaso no soy
una mosca como tú?
¿O no eres tú
un hombre como yo?
Pues yo danzo
y bebo y canto
hasta que una ciega mano
barra mi estancia.

lunes, 16 de enero de 2012

Y habrá que arrancarlo (por Rosella di Paolo)

Si yo escribo tu nombre en la arena
y tú escribes mi nombre en la arena
pero en otra playa
es que hemos descuidado las cosas
hemos dejado crecer el mar como hierba mala
y habrá que arrancarlo con cuidado
hasta allanar la arena de esa playa
donde puedas escribir mi nombre y rozar el dedo
que está escribiendo el tuyo despacito.

domingo, 15 de enero de 2012

Tú, suelo (por R. M. Rilke)

Tú, suelo que se oscurece, soportas pacientemente los muros
y quizá permites a las ciudades que duren una hora más,
concedes aún dos horas a las iglesias y monasterios solitarios,
dejas cinco horas más de fatiga a todos los redimidos
y contemplas durante otras siete horas el trabajo cotidiano del labrador,
antes de volver a ser bosque y agua y prolífica tierra silvestre
en la hora de la angustia incomprensible,
cuando exijas a todas las cosas
que devuelvan tu imagen incompleta.

Dame un poco más de tiempo: quiero amar las cosas como nadie,
hasta que todas se hagan dignas de ti y grandes.
Sólo quiero siete días, siete
en los que nadie haya escrito aún
siete páginas de soledad.

Que aquél a quien des el libro las abarque:
quedará encorvado sobre las hojas.
A no ser que le tengas en tus manos
para escribir tú mismo.

sábado, 14 de enero de 2012

Columpios (por Fabio Morábito)

Los columpios no son noticia,
son simples como un hueso
o como un horizonte,
funcionan con un cuerpo
y su manutención estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los pinta
de un color distinto
(para realzar su infancia)
pero los deja como son,
no se investigan nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de columpios,
no se dan clases de columpio,
nadie se roba los columpios,
la radio no transmite rechinidos
de columpios,
cada generación los pinta
de un color distinto
para acordarse de ellos,
ellos que inician a los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de imposible,
sus últimas metamorfosis,
hasta que un día, sin una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio
y verdadero, hacia
su muerte todavía lejana.

viernes, 13 de enero de 2012

Mirlo (por Juan Ramón Jiménez)

Cantando vas, riendo por el agua,
por el aire silbando vas, riendo,
en ronda azul y oro, plata y verde,
dichoso de pasar y repasar
entre el rojo primer brotar de abril,
¡forma distinta, de instantáneas
igualdades de luz, vida, color,
con nosotros, orillas inflamadas!
¡Qué alegre eres tú, ser,
con qué alegría universal eterna
rompes feliz el ondear del aire,
bogas contrario el ondular del agua!
¿No tienes que comer ni que dormir?
¿Toda la primavera es tu lugar?
¿Lo verde todo, lo azul todo,
lo floreciente todo es tuyo?
¡No hay temor en tu gloria;
tu destino es volver, volver, volver,
en ronda plata y verde, azul y oro,
por una eternidad de eternidades!
Nos das la mano, en un momento
de afinidad posible, de amor súbito,
de concesión radiante;
y, a tu contacto cálido,
en loca vibración de carne y alma,
nos encendemos de armonía,
nos olvidamos, nuevos, de lo mismo,
lucimos, un instante, alegres de oro.
¡Parece que también vamos a ser
perennes como tú,
que vamos a volar del mar al monte,
que vamos a saltar del cielo al mar,
que vamos a volver, volver, volver
por una eternidad de eternidades!
¡Y cantamos, reímos por el aire,
por el agua reímos y silbamos!
¡Pero tú no te tienes que olvidar,
tú eres presencia casual perpetua,
eres la criatura afortunada,
el mágico ser solo, el ser insombre,
el adorado por el calor y gracia,
el libre, el embriagante robador,
que, en ronda azul y oro, plata y verde,
riendo vas, silbando por el aire,
por el agua cantando vas, riendo!

jueves, 12 de enero de 2012

Pasa tiempo (por Mario Benedetti)

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque un océano
la muerte solamente
una palabra.
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

miércoles, 11 de enero de 2012

La visita (por Vicente Gallego)

Esta tarde he escuchado
otra vez sus pisadas a mi espalda,
he notado su aliento al abrir una puerta,
y sus huellas están en mis viejos papeles.
Aunque no puedo verlo,
hace tiempo que siento su presencia inquietante
cuando me quedo solo, cuando paso las horas
encerrado entre libros y palabras.
Sus lamentos me llegan confundidos
con el viento que gira en la terraza,
y oscurece su sombra en los espejos.
Sé que tengo una deuda.
Mientras sigo escribiendo escucho un llanto.
Y no puedo pagarla.
Mientras sigo escribiendo va muriéndose el día
como una advertencia.
Sé que el plazo ha vencido.
Su tristeza es un ruido que perturba mi vida,
sus reproches se adaptan al sonido
de este vaso con hielo, y a la tarde de otoño,
y al rasgar de esta pluma en el papel
donde ensayo lamentos y disculpas.
Sé que tengo una deuda.
Sé que el alma de un muerto penará por mi culpa.
Ha llegado la noche, y a través del espejo
en que se ha convertido la ventana,
unos ojos sin vida me contemplan.
¡Si yo hubiera podido-les explico-, si yo hubiera sabido!
Y no supe pagarla.
A través del cristal unos ojos me acusan:
son los ojos de un niño que jamás me perdona
el haber confundido su futuro y sus sueños
con la vida sin sueños, con el triste futuro
de ese hombre que ahora
teme al vidrio y esquiva su mirada.

martes, 10 de enero de 2012

En la víspera de no partir nunca (por Fernando Pessoa)

En la víspera de no partir nunca
al menos no hay que acomodar maletas
ni hacer planos en papel,
con acompañamiento involuntario de olvidos,
para el partir aún libre del día siguiente.
No hay que hacer nada
en la víspera de no partir nunca.
¡Gran sosiego de que ya no haya ni de qué sentir sosiego!
Gran tranquilidad la que ni sabe encoger los hombros.
Por todo esto, el haber pensado todo
es el haber llegado deliberadamente a nada.
Gran alegría de no tener necesidad de ser alegre,
como una oportunidad girada del revés.
¡Hace cuántas veces vivo
la vida vegetativa del pensamiento!
Todos los días sine linea.
Sosiego, sí, sosiego... Gran tranquilidad...
¡Qué reposo, después de tantos viajes, físicos y psíquicos!
¡Qué placer ojear hacia las maletas mirando como hacia nada!
¡Dormita, alma, dormita! ¡Aprovecha, dormita! ¡Dormita!
¡Es poco el tiempo que tienes! ¡Dormita!
¡Es la víspera de no partir nunca!

lunes, 9 de enero de 2012

Ya no seré feliz (por Jorge Luis Borges)

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

domingo, 8 de enero de 2012

Qué sabe, qué desea (por Edgar Lee Masters)

De niño te pasabas horas y horas
sentado en la ribera del Spoon turbio.
Los ojos fijos en la entrada de la guarida,
esperando que el cangrejo de río
saliera y se arrastrara por la orilla arenosa.
Veías primero sus antenas trémulas,
briznas de paja al viento.
Luego su cuerpo de color de greda,
adornado por ojos negro-azabache.
Como en trance te preguntabas:
Qué sabe, qué desea, para qué vive el cangrejo.
Más tarde dirigiste la mirada
hacia hombres y mujeres
ocultos del destino en sus guaridas
de las grandes ciudades
y esperaste que salieran sus almas
para ver cómo
y con qué objeto viven
y para qué se arrastran con tanto afán
por la orilla arenosa en la que falta el agua
cuando termina el verano.

sábado, 7 de enero de 2012

Y entonces lo vi (por Charles Bukowski)

hace mucho tiempo él editaba una pequeña revista
fue en San Francisco
durante la era beat
durante los experimentos de leer-poesía-con-jazz
y lo recuerdo porque nunca me devolvió mis manuscritos
pese a que le escribí muchas cartas,
cartas humildes, cartas sensatas y, al final, cartas violentas;
me dijeron que saltó de una terraza
porque una mujer no lo amaba.
no importa. cuando lo vi de nuevo
estaba en una silla de ruedas y llevaba una botella de vino en donde meaba;
escribía poesía muy delicada
que yo, naturalmente, no podía entender;
me autografió su libro
(el cual me dijo no iba a gustarme)
y una vez en una fiesta le amenacé con zurrarle y
yo estaba borracho y él lloró y
me dio pena y a cambio aticé al próximo poeta que pasó
con su botella de pis en la cabeza; o sea,
nos entendimos, después de todo.

él tenía a esta mujer muy flaca e intensa
que lo empujaba por todas partes, ella era sus brazos y piernas y
quizás por un tiempo
su corazón.
era casi un lugar común
en los recitales de poesía en los que él participaba
verla a ella empujarlo rápidamente por el lugar,
a veces deteniéndose cerca de mí, diciendo,
“¡no tengo idea de cómo vamos a subirlo al escenario!”
a veces lo lograba. generalmente lo lograba.
luego ella empezó a escribir poesía, no leí casi ninguno de sus poemas,
pero, de alguna manera, me alegré por ella.
luego se lastimó el cuello mientras hacía yoga
y empezó a cobrar seguro por incapacidad, y nuevamente me alegré por ella,
todos los poetas querían cobrar seguro por incapacidad
era mejor que la inmortalidad.

me la encontré un día en el mercado
en la panadería, me tomó las manos y
temblaba toda
y me pregunté si alguna vez habrían tenido relaciones
esos dos. bueno, de cualquier modo estaban inspirados
y ella me contó que estaba escribiendo poemas y artículos
pero más que nada poesía, estaba escribiendo un montón,
y esa fue la última vez que la vi
hasta que una noche alguien me contó que había tomado una sobredosis
y yo dije, no, ella no
y me dijeron, sí, ella.

un día o dos después
en algún momento durante la tarde
tuve que ir al correo de Los Feliz
para enviar a una revista erótica algunas historias calientes.
al volver afuera de una iglesia
vi a esas sonrientes criaturas
muchísimas sonriendo los hombres con barbas y pelos largos y usando
bluejeans
y muchas de las mujeres eran rubias
con mejillas hundidas y pequeñas sonrisitas,
y pensé, ah, una boda,
una bella boda a la antigua,
y entonces lo vi a él en la vereda
en su silla de ruedas
trágico pero de alguna manera calmo
viéndose aún más gris,
un perfil como de halcón amaestrado,
y supe que era el funeral de ella,
realmente había tomado una sobredosis
y él sí que se veía trágico ahí afuera.
Tengo sentimientos, sabes?
quizá esta noche trate de leer su libro.

viernes, 6 de enero de 2012

Viejas voces (por Saiz de Marco)

voces del pasado llegan a los oídos
ondas sonoras procedentes de ayer
que afloran
resurgen de simas profundas
de los estratos más hondos e interiores
palabras que dijimos o nos dijeron
audibles voces de gente viva o muerta
frases venidas de tan cerca y tan lejos
voces como ecos que nunca se amortiguan
y que resuenan
retumban
reverberan
es fácil oírlas
oírlas tal vez en medio de la noche
quizá dormidos quizá despiertos (quién podría saberlo
o aclarar si vienen de dentro o de fuera)
voces viejas que vuelven
las mismas voces
que persisten
que acuden sin ser llamadas
voces aquellas que nunca se marcharon
conservan el tono con que fueron dichas
con dulzura
agriamente
con ira
con afecto
el mismo timbre de voz de quien las dijo
algunas de ellas no debieron decirse
no debieron ser dichas pero se dijeron
y ahora ya nadie puede despronunciarlas
se instalaron para siempre en nuestros tímpanos
no es posible silenciarlas ni abolirlas
pero otras no querríamos que se fueran
deseamos que se queden para siempre
las voces viejas
sonidos percutientes que han elegido convertirse en nosotros

jueves, 5 de enero de 2012

En el túmulo incierto (por Olga Orozco)

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como el rayo,
no en el túmulo incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura que los cambiantes sueños,
allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".

miércoles, 4 de enero de 2012

Mi niño Jesús (por Fernando Pessoa)

En un medio día de fin de primavera
tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
hecho niño de nuevo
a correr y a revolcarse por la hierba
y a arrancar flores para tirarlas luego
y a reírse de modo que lo escuchen desde lejos.
Había huido del cielo.
Era demasiado nuestro para fingirse
la segunda persona de la Trinidad.
En el cielo era todo falso, todo en desacuerdo
con flores y árboles y piedras.
En el cielo había que estar siempre serio
y de vez en cuando volverse otra vez hombre
y subir a la cruz y estar siempre muriendo
con una corona completamente rodeada de espinas
y los pies atravesados por un clavo con cabeza,
y hasta con un trapo alrededor de la cintura
como los negros de las ilustraciones.
Ni siquiera le dejaban tener padre y madre
como los otros niños.
Su padre era dos personas:
un viejo llamado José, que era carpintero.
y que no era su padre;
y el otro padre era una paloma estúpida,
la única paloma fea del mundo
porque no era del mundo ni era paloma.
Y su madre no había amado antes de tenerlo.
No era mujer: era una maleta
en la que había venido del cielo.
Y querían que él, nacido sólo de madre
y sin un padre al que amar con respeto,
predicase la bondad y la justicia.

Un día que Dios estaba durmiendo
y el Espíritu Santo andaba volando,
él fue a la caja de los milagros y robó tres.
Con el primero hizo que nadie supiera que había huido.
Con el segundo se hizo eternamente humano y niño.
Con el tercero creó un Cristo eternamente en la cruz
y lo dejó clavado en la cruz que hay en el cielo
y sirve de modelo a las otras.
Después huyó hacia el sol
y descendió por el primer rayo que encontró.
Hoy vive en mi aldea conmigo.
Es un niño de risa bonita y natural.
Se limpia la nariz con el brazo derecho,
chapotea en los charcos de agua,
recoge flores, las disfruta y después las olvida.
Les tira piedras a los burros,
roba fruta en las plantaciones
y huye llorando y gritando por los perros.
Y, porque sabe que a ellas no les gusta
y que a todos les hace gracia,
corre detrás de las muchachas
que van en grupo por los caminos
con tinas de agua en las cabezas
y les levanta las faldas.

A mi me enseñó todo.
Me enseñó a observar las cosas.
Me señala todas las cosas que hay en las flores.
Me muestra lo graciosas que son las piedras
cuando uno las tiene en la mano
y las observa lentamente.

Me habla muy mal de Dios.
Dice que es un viejo estúpido y enfermo,
siempre escupiendo en el suelo
y diciendo indecencias.
La Virgen María pasa las tardes de la eternidad haciendo calceta.
Y el Espíritu Santo se rasca con el pico,
se pavonea subido en las sillas y las ensucia.
En el cielo todo es estúpido, como en la Iglesia Católica.
Me dice que Dios no entiende nada
de las cosas que creó
-si es que él las creó, que lo dudo-.
Él dice, por ejemplo, que los seres cantan su gloria,
pero los seres no cantan nada.
Si cantaran serían cantores.
Los seres existen y nada más
y por eso se llaman seres.

Y después, cansado de hablar mal de Dios,
el Niño Jesús se me duerme en los brazos
y en brazos lo llevo para casa.

Vive conmigo en mi casa en medio de la colina.
Él es el Niño Eterno, el dios que faltaba.
Él es lo humano natural,
es lo divino que sonríe y juega.
Y por eso sé con toda certeza
que él es el Niño Jesús verdadero.

Y el niño tan humano que es divino
es ésta mi cotidiana vida de poeta,
y es porque anda siempre conmigo que soy poeta siempre.
Y que mi más mínima mirada
me llena de sensación,
y el más pequeño sonido, sea de lo que sea,
parece hablar conmigo.

El Niño Nuevo que habita donde vivo
me da una mano a mí
y la otra a todo lo que existe.
Y así vamos los tres por el camino venidero,
saltando y cantando y riendo
y gozando de nuestro secreto común
que es el de saber por todas partes
que no hay misterio en el mundo
y que todo vale la pena.

El Niño Eterno me acompaña siempre.
La dirección de mi mirada es su dedo señalando.
Mi oído atento alegremente a todos los sonidos
son las cosquillas que él me hace, jugando, en las orejas.

Nos llevamos tan bien el uno con el otro
en compañía de todo
que nunca pensamos el uno en el otro,
pero vivimos los dos juntos
en un acuerdo íntimo
como la mano derecha con la izquierda.

Al anochecer jugamos a las cinco piedrecitas
en el escalón de la puerta de casa,
serios como corresponde a un dios y a un poeta,
y como si cada piedra
fuese todo un universo
y fuera por eso un gran peligro para ella
dejarla caer al suelo.

Después yo le cuento historias de las cosas de los hombres
y él sonríe, porque todo es increíble.
Se ríe de los reyes y de los que no son reyes,
y siente pena al oír hablar de las guerras,
y de los negocios, y de los navíos
que dejan humo en el aire de altamar.
Porque él sabe que todo eso falta a aquella verdad
que una flor tiene al florecer
y que anda con la luz del sol
modificando los montes y los valles
y haciendo doler los ojos por la claridad de los muros.

Después él se adormece y yo lo acuesto.
Lo llevo en brazos para dentro de casa
y lo acuesto, desnudándolo lentamente
como siguiendo un ritual muy limpio
y del todo materno hasta que se queda desnudo.

Él duerme dentro de mi alma
y a veces despierta de noche
y juega con mis sueños.
Les da la vuelta patas para arriba,
pone unos encima de los otros
y aplaude solo
sonriéndole a mi sueño.

Cuando yo muera, hijito,
sea yo el niño, el más pequeño.
Cógeme en brazos
y llévame dentro de tu casa.
Desviste mi ser cansado y humano
y acuéstame en tu cama.
Y cuéntame historias, si me despierto,
para que vuelva a dormirme.
Y dame sueños tuyos para jugar
hasta que nazca algún día
que tú sabes cuál es.

Ésta es la historia de mi Niño Jesús.
¿Por que razón que se sienta
no ha de ser más verdadera
que todo lo que los filósofos piensan
y todo lo que enseñan las religiones?

martes, 3 de enero de 2012

Permítanme ser agua (por Sam Hamill)

Lo que la boca canta, debe aprender a perdonarlo el alma.
A los ojos del mundo real una rata es tan moral como un monje.
Todavía, el corazón es un río
manando de sí mismo, un río que no puede ser cruzado.

Se abre sobre una bahía
y se devuelve sobre sí mismo cuando entra la marea,
lleva el grito del somormujo y las sales
de lo indeciblemente humano.

Un águila distante entra a la boca de un río
el salmón ya no corre, sus amplias alas brillan
corriente arriba hasta que desaparece
hacia la nada de donde vino.

Sólo permanece el pensamiento. Desprovisto de la astucia del águila
o de la sabiduría del gorrión, ¿adónde tornaré,
anegado en tristeza? ¿Quién conocerá lo que los árboles conocen,
la arácnida paciencia del arce joven o lo que confiesa el sauce?

Permítanme ser agua. El corazón se escancia en olas.
Escuchen lo que el agua dice.
Viento, sé un amigo.
No hay nada que yo no pudiera perdonar.

lunes, 2 de enero de 2012

A los por nacer (por Bertolt Brecht)

I.

Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos.
La palabra inocente es necia. Una frente tersa
revela insensibilidad. Y si alguien ríe
es que no le ha llegado todavía
la noticia terrible.

¿Qué tiempos son éstos, en que
es casi un crimen hablar de los árboles
porque equivale a callar sobre tantas maldades?
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿es ya acaso inaccesible a sus amigos
en la necesidad?

Cierto: yo me gano la vida todavía.
Pero creedme: es por casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Casualmente me respetan (pero si cambia mi suerte
estoy perdido).

Me dicen: ¡Come y bebe, sé alegre tú que tienes!
Pero ¿cómo voy a comer y beber
si le arranco al hambriento lo que como
y mi vaso de agua le falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.

También me gustaría ser sabio.
Los viejos libros dicen que sabiduría es
apartarse de las luchas del mundo y pasar
el breve tiempo sin temor.
También renunciar a la fuerza, devolver bien por mal,
no cumplir los deseos sino olvidarlos,
dicen que es sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de eso:
verdaderamente, vivo en tiempos tenebrosos.


II.

Llegué a las ciudades en la hora del desorden,
cuando reinaba el hambre.
Me mezclé entre los hombres en la hora de la rebelión
y me indigné junto con ellos
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me fue dado sobre la tierra.

Comí mi pan entre las batallas.
Me eché a dormir entre los asesinos.
Cultivé sin respeto el amor
y fui impaciente con la naturaleza.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

A una ciénaga conducían en mi tiempo todos los caminos.
Mi habla me vendió al matarife.
Poco pude. Pero los amos
habrían seguido más seguros sin mí: ésa fue mi esperanza.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

Pocas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos
Pero era ya visible, aunque para mí
apenas alcanzable.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.


III.

Vosotros, los que surgiréis del diluvio
en que nos hemos ahogado
pensad,
cuando habléis de nuestras debilidades,
también en el tiempo de tinieblas
del que os habéis librado.

Porque a menudo, cambiando de patria más que de zapatos
fuimos desamparados a través de la guerra de clases,
cuando todo era injusticia y nada rebelión.

Pero no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera ante la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad,
no pudimos ser amistosos.
Pero vosotros, cuando llegue el día
que el hombre sea auxilio del hombre,
acordaos de nosotros
con indulgencia.

domingo, 1 de enero de 2012

Pelar la manzana (por Charles Tomlinson)

Hay retratos y naturalezas muertas.

Y hay pelar la manzana.

¿Y entonces? Pelarla lentamente.
Desde debajo del amarillo fresco
emerge el blanco frío. ¿Y… ?

El muelle de la piel concéntrica
desenrollándose del blanco,
el cuchillo oculto, separando.

Hay retratos y naturalezas muertas
y los primeros, por ‘humanos’,
no exceden a los segundos y,
como gesto humano,
tampoco tiene menos gravedad
pelar la manzana con calma humana.

La hoja fresca
corta entre la frescura, piel de manzana
que obliga a un reconocimiento.