zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 31 de diciembre de 2012

Se apagan dulcemente (por Ángel González)



Entonces,
en los atardeceres de verano,
el viento
traía desde el campo hasta mi calle
un inestable olor a establo

y a hierba susurrante como un río

que entraba con su canto y con su aroma
en las riberas pálidas del sueño.

Ecos remotos,
sones desprendidos
de aquel rumor,
hilos de una esperanza
poco a poco deshecha,
se apagan dulcemente en la distancia:

ya ayer va susurrante como un río

llevando lo soñado aguas abajo,
hacia la blanca orilla del olvido...


domingo, 30 de diciembre de 2012

Tener que elegir (por Philip Larkin)

No, nunca he encontrado un lugar
del que pudiera decir
Esta tierra es mía,
Aquí debería quedarme;
Tampoco he conocido a ese alguien especial
que de inmediato me exigiera
todo lo que es mío
hasta mi nombre.

Encontrar algo así parece probar
que no quieres tener que elegir dónde
echar raíces, o a quién amar;
Les pides que te echen fuera
irrevocablemente,
de modo que no sea tu culpa
si la ciudad se vuelve monótona
y la muchacha una estúpida.

Con todo, incluso perdiéndolas
quedas obligado a actuar
como si lo que te tranquilizara
de hecho, te destrozara.
Así que será más sabio que dejes
de pensar que aún podrías hallar
lo que hasta ahora no has llamado
tu mujer, tu lugar.


sábado, 29 de diciembre de 2012

Insomnio (por Fernando Pessoa)

No duermo, ni espero dormir.
Ni en la muerte espero dormir.

Me espera un insomnio de la largura de los astros,
y un bostezo inútil de la extensión del mundo.

No duermo; no puedo leer cuando despierto de noche,
no puedo escribir cuando despierto de noche,
no puedo pensar cuando despierto de noche
–¡Dios mío, ni soñar puedo cuando despierto de noche!–.

¡Ah, el opio de ser otra persona cualquiera!

No duermo, yazco, cadáver despierto, sintiendo,
Y mi sentimiento es un pensamiento vacío.
Pasan por mí, trastornadas, cosas que me sucedieron
–todas aquellas de las que me arrepiento y culpo–;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no me sucedieron
–todas aquellas de las que me arrepiento y culpo–;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no son nada,
e incluso por ésas me arrepiento, me culpo y no duermo.

No tengo fuerzas para tener la energía para encender un cigarro.
Observo la pared frontera de mi cuarto como si fuese el universo.
Allá fuera está el silencio de esa cosa toda.
Un gran silencio atemorizante en otra ocasión cualquiera,
en otra ocasión cualquiera en que yo pudiera sentir.

Estoy escribiendo versos realmente simpáticos
–versos diciendo que no tengo nada que decir,
versos que insisten en decir eso,
versos, versos, versos, versos, versos–...
Tantos versos...
¡Y la verdad toda, y la vida toda fuera de ellos y de mí!

Tengo sueño, no duermo, siento y no sé en qué sentir.
Soy una sensación sin persona correspondiente,
una abstracción de autoconsciencia sin de qué,
salvo lo necesario para sentir consciencia,
salvo –vaya a saber salvo qué...

No duermo. No duermo. No duermo.
¡Qué gran sueño en toda la cabeza y encima de los ojos y en el alma!
¡Qué gran sueño en todo salvo en el poder dormir!

¡Oh madrugada, tardas tanto... Ven...
Ven, inútilmente,
a traerme otro día igual a éste, que será seguido por una noche igual a ésta...

Ven a traerme la alegría de esta esperanza triste,
porque siempre eres alegre, y siempre traes esperanzas,
según la vieja literatura de las sensaciones.

Ven, trae la esperanza, ven, trae la esperanza.
Mi cansancio entra dentro del colchón.
Me duele la espalda por no estar acostado de lado.
Si estuviera acostado de lado me dolería la espalda por estar acostado de lado.

¡Ven, madrugada, llega!

¿Qué hora es? No lo sé.
No tengo energía para extender una mano hasta el reloj,
no tengo energía para nada, para nada más...
Solo para estos versos, escritos al día siguiente.
Sí, escritos al día siguiente.
Todos los versos son siempre escritos al día siguiente.

Noche absoluta, sosiego absoluto, allá fuera.
Paz en toda la Naturaleza.
La Humanidad reposa y olvida sus amarguras.
Exactamente.
La Humanidad olvida sus alegrías y amarguras,
se acostumbra decir esto.
La Humanidad olvida, sí, la Humanidad olvida,
pero incluso despierta la Humanidad olvida.
Exactamente, pero no duermo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Suma de la voz aislada (por Enriqueta Arvelo)



Gracias a los que se fueron por la vereda oscura
moliendo las hojas tostadas.
A los que me dijeron: espéranos bajo ese árbol.

Gracias a los que se fueron a buscar fuego para sus cigarrillos
y me dejaron sola,
enredada en los soles pequeños de una sombra olorosa.
Gracias a los que se fueron a buscar agua para mi sed
y me dejaron ahí
bebiéndome el agua esencial de un mundo estremecido.
Gracias a los que me dejaron oyendo un canto enselvado
y viendo soñolienta los troncos bordados de lianas marchitas.
Ahora voy indemne entre las gentes.

Toda la mañana ha hablado el viento

Toda la mañana ha hablado el viento
una lengua extraordinaria.

He ido hoy en el viento.
Estremecí los árboles.
Hice pliegues en el río.
Alboroté la arena.
Entré por las más finas rendijas.
Y soné largamente en los alambres.

Antes -¿recuerdas?-
pasaba pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.

Suma de la voz aislada

En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz.
En vano busqué ansiosa.
Todas las voces se habían ido.

Ahuecaba mis manos y lanzaba mi voz.
Y salía a recogerla. Yo misma.
Qué dolor desolado, agrupadas voces,
el de no tener la voz compañera.
En el ámbito soleado y ciego,
en la zona sin voces,
sobre la grama desmandada,
he ido presente por caminos que no me oían.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Mozart (por Marius Torres)


Llevados de un ritmo fácil y profundo,
también nuestros compases querrían, uno a uno,
volar y sonreír.

También nuestra ley es una gracia ardiente,
ala de un orden en movimiento,
rápida, libre...

Puede que nuestra vida sea un instrumento inútil,
pero vivir es música.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Oídas desde lejos (por Gabriel Celaya)



Melancolía. Infancia
perpetua. Las campanas
oídas desde lejos
ya entonces, aunque estaban
sonando en el momento
de una tarde dorada.
Momentos en suspenso.
Vibrantes distancias.
Parece que no pasa
nada. Pero yo observo
en esta tarde en pausa,
que no soy el que mira,
que soy el que miraba.

martes, 25 de diciembre de 2012

Hacia la orilla del Reverso (por Czeslaw Milosz)


Me preguntas, cómo rezar a alguien que no existe.
Sólo sé que la plegaria levanta un puente de seda
por el que avanzamos como en un trampolín
hasta alzar el vuelo por encima de los paisajes de oro profundo
cambiados por el mágico síncope del sol.
Este puente va hacia la orilla del Reverso
donde el otro lado de las cosas revela un sentido
apenas sospechado de las palabras “Esto es”.
Mira, estoy diciendo: Nosotros. Y cada uno en su singularidad
siente allí la compasión por los que siguen presos en el cuerpo,
y sabe que, incluso si no existiera la otra orilla,
igual tendrían que entrar en el puente tendido sobre la tierra.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Y tú puedes hacerme (por Juan A. González Iglesias)



Déjame que te abrace, ahora que todavía
tu piel no lleva escritas las mentiras del mundo
y tus labios son sede sólo de la hermosura.
Porque sólo he querido ser bueno y verdadero,
y tú puedes hacerme,
déjame que te abrace.





domingo, 23 de diciembre de 2012

Ella era agua (por Marco Antonio Campos)



Como rama al romperse en el invierno blanco,
corazón lloró a la estrella; triste era el olmo,
y hace muchos años; cuánta fuerza y fiereza
en la adolescencia sin dirección, quién se atrevería
a decir: "Por aquí pasó el vendaval"; Dios creció
las ramas y cortó las hojas para que supiéramos
de la felicidad, si la luz pasa. ¡Ah, el Danubio!
Estrella lloraba el corazón, ella era agua
que sabía a vino; donde llegaba se oía
la luz. Era la estrella en el invierno blanco.
Era blanca y hermosa como el pueblo donde nació.
Ella me queda, me vive en mí, me llama
como un remordimiento.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Y cuidad de mi hijo (por Roberto Bolaño)

Libros que compro
entre las extrañas lluvias
y el calor
de 1992
y que ya he leído
o que nunca leeré
libros para que lea mi hijo
la biblioteca de Lautaro
que deberá resistir
otras lluvias
y otros calores infernales
-Así pues, la consigna es ésta:
resistid queridos libritos
atravesad los días como caballeros medievales
y cuidad de mi hijo
en los años venideros

viernes, 21 de diciembre de 2012

Me sirve no me sirve (por Mario Benedetti)

La esperanza tan dulce
tan pulida tan triste
la promesa tan leve
no me sirve

no me sirve tan mansa
la esperanza

la rabia tan sumisa
tan débil tan humilde
el furor tan prudente
no me sirve

no me sirve tan sabia
tanta rabia

el grito tan exacto
si el tiempo lo permite
alarido tan pulcro
no me sirve

no me sirve tan bueno
tanto trueno

el coraje tan dócil
la bravura tan chirle
la intrepidez tan lenta
no me sirve

no me sirve tan fría
la osadía

sí me sirve la vida
que es vida hasta morirse
el corazón alerta
sí me sirve

me sirve cuando avanza
la confianza

me sirve tu mirada
que es generosa y firme
y tu silencio franco
sí me sirve

me sirve la medida
de tu vida

me sirve tu futuro
que es un presente libre
y tu lucha de siempre
sí me sirve

me sirve tu batalla
sin medalla

me sirve la modestia
de tu orgullo posible
y tu mano segura
sí me sirve

me sirve tu sendero
compañero.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sucesión y engaño (por Jorge Luis Borges)



¿Dónde estarán los siglos?, ¿dónde el sueño

de espadas que los tártaros soñaron?,

¿dónde los fuertes muros que allanaron?,

¿dónde el árbol de Adán y el otro leño?

El presente está solo. La memoria

erige el tiempo. Sucesión y engaño

es la rutina del reloj. El año

no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo

de agonías, de luces, de cuidados;

el rostro que se mira en los gastados

espejos de la noche no es el mismo.

El hoy fugaz es tenue y es eterno;

otro cielo no esperes, ni otro infierno.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Una ensordecedora ausencia (por Derek Walcott)


Algo remoto brama en los oídos de esta casa;
cuelga apacible en las cortinas, paraliza los espejos
hasta que los reflejos pierden su sustancia.

Algo como el rechino de un molino de viento suena
hasta parar en seco;
una ensordecedora ausencia, un vendaval.

Algo cerca este valle, agobia esta montaña,
aparta el signo, empuja este lápiz
por una espesa nada, ahora,
fleta las alacenas de silencio, dobla la ropa avinagrada
como los trajes del muerto, dejados exactamente
tal como procedió el difunto al lado de la amada,
incrédulos, esperando que alguien los lleve puestos.

martes, 18 de diciembre de 2012

Me curó una carcajada (por Bertolt Brecht)



Durante siete años no pude dar un paso.

Cuando fui al médico me preguntó:

¿Por qué llevas muletas?

Porque estoy tullido
, respondí.



No es extraño, me dijo.

Prueba a caminar. Son esos trastos

los que te impiden andar.

¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!



Riendo como un monstruo,

me quitó mis hermosas muletas,

las rompió sobre mi espalda sin dejar de reir

y las arrojó al fuego.



Ahora estoy curado. Ando.

Me curó una carcajada.

Tan sólo a veces, cuando veo palos,

camino algo peor por unas horas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Allí están ellos (por Roberto Bolaño)

Lee a los viejos poetas, hijo mío
y no te arrepentirás
Entre las telarañas y las maderas podridas
de barcos varados en el purgatorio
allí están ellos
¡cantando!
¡ridículos y heroicos!
Los viejos poetas
Palpitantes en sus ofrendas
Nómades abiertos en canal y ofrecidos
a la nada
(pero ellos no viven en la nada
sino en los sueños)
Lee a los viejos poetas
y cuida sus libros
Es uno de los pocos consejos
que te puede dar tu padre

domingo, 16 de diciembre de 2012

Poética (por Aurora Luque)


Un equipaje sobrio
–una escueta sintaxis despojada
y dos pronombres falsos–
para un fin de milenio. Inservible el amor:
ése es el tema. –¿Acaso no me oyes?
¿No basta imaginar que oyes cómo escribo
para que me parezcan
rentables el hastío y la escritura?
–Desherédame, lengua. No te sirvo.
No acudo a las palabras limpiamente.
Sólo acaricio aquéllas que me queman
y que saben a labios o a odisea.
Sólo quiero adular a la familia
de las palabras muertas del amor.
Será inútil seguir. Queda sólo un pronombre.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Corro por sus pasillos (por Yaoska Tijerino)


I

La niña que fui
corro por sus pasillos.

Avanzo sobre la madera
tanteando con los ojos
el rojo quemado de las barandas.

El sol se cuela en el jardín
y las plantas lo saludan
con un rumor verde.

Casi nada ha cambiado.

Avanzo más rápido.

El corazón me recuerda
la naturaleza de mi propia fuerza.

Estoy nerviosa
aunque todo me complace en esta casa.

Las puertas son piezas
de un rompecabezas
que reconstruyo en la memoria.

Todo es tan similar y tan distinto:

Soy yo
la que todavía pepena la imagen
al pie de estas paredes.

Ya no somos los mismos
que acomodamos recuerdos
entre retrateras.

Estoy por llegar al área de mi Tío.

¿Cómo estará?

¿Por dónde deambulará
su apetitoso intelecto?

¿Y la boina?

¿Cuántas ideas que ni sospecho
se debaten bajo esa boina?

II

Sé que detrás de esta puerta
me espera con su oficio de alfarero,
rodeado de afiches,
en la misma mesita roja.

“¡Tío Flavio!” le digo
a través de la rendija y el cedazo.

Se acerca con dificultad
aunque me saluda con voz ágil.

Entro, me siento y platicamos.

Como siempre la conversación fluye.
Parece que fue apenas ayer
que escribimos la línea anterior
y hoy sólo recobramos el vuelo.

“Carísimo Tío”
como el de antes
conserva la sorpresa del niño.

Sin embargo,
lo noto arañado por el tiempo
con los huesos resentidos tras cada invierno.

Me duele el dolor de sus articulaciones,
me duele en las articulaciones de cada verso
que para mí
es como que me doliera
en el cuerpo entero.

Y vuelvo a pensar en la casa
con sus pasillos, balcones, y corredores.
En la niña que fui corriendo sobre mi infancia,
machacando el tiempo a gusto
ante la realidad de un espejo sin horas.
Y en todo lo que representa este espacio
que a pesar del trajín de los años
sigue dando textura a mi tiempo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Me abrazo a tus ausencias (por Mario Benedetti)

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Tendió su mano hacia mí (por Ivan Turgueniev)

Iba desde Hamburgo a Londres en un pequeño vapor. Éramos dos
pasajeros: yo y una hembra de mono, como ésas que un comerciante de Hamburgo
suele regalar a su pareja inglesa.
Ella estaba atada con una cadena a uno de los asientos en la cubierta, se movía con inquietud,
y gemía quejumbrosa como un pájaro.
Cada vez que pasaba a su lado alargaba su pequeña, fría mano negra,
mirando hacia mí con sus tristes, casi humanos ojos. Tomé
su mano, ella dejó de gimotear, y siguió moviéndose nerviosamente alrededor de mí.
Había una calma chicha. La mar se extendía por todas partes como una inmóvil
hoja de color plomizo. Una niebla radial se apoderó de la cubierta, parecía ligera y frágil,
aunque ocultaba la misma punta del mástil; aturdía y cansaba los ojos
con su oscuridad suave. El sol colgaba de un rojo opaco falto de definición en esta oscuridad;
pero en el preludio de la noche brillaba con extraña, espeluznante luz misteriosa.
De manera intermitente un delfín saltaba junto al barco; al final desapareció
por debajo de la superficie de olas apenas rizadas.
Y el capitán, un hombre silencioso con una sombría cara quemada por el sol, que fumaba un puro
corto junto a la borda, con furioso gesto escupía sobre la estancada mar opaca.
A todas mis preguntas respondía con gruñidos inconexos. Así que me vi obligado
a volver hacia mi única compañera: la mona.
Cuando me senté a su lado, ella volvió a dejar de quejarse, y otra vez tendió su mano hacia mí.
La niebla se aferraba oprimiéndonos en aquella somnolienta humedad, enterrándonos
en la misma ensoñación inconsciente, y seguimos sentados uno al lado del otro como hermano y hermana.
Sonrío ahora,... pero entonces tuve otra sensación.
Todos somos hijos de una madre, y me alegré de que la pobre
bestia se calmara, y se situara tan confiadamente junto a mí,

como un hermano.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tu nombre (por Gloria Fuertes)

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre.

Llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto,
y contarle que te llamas así.

Me creo, que siempre que lo digo me oyes.
Me creo, que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta,
y no llevo encima nada más que tu nombre.

martes, 11 de diciembre de 2012

Sujeta su albedrío (por Jorge Luis Borges)


Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino.
No saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

lunes, 10 de diciembre de 2012

El muelle (por Gabriel Celaya)

Me sentaba a pensar. O a no pensar, a ver.
Los barcos parecían juguetes de colores.
No podía creerlos. No eran verdad del todo.
Recurría a algo arcaico. Me negaba a mis ojos.
Y entonces sí, vivía verdad en los olores.
Yo podía tocar los atunes. Mentira.
Eran como unas momias de princesas marinas.
Yo podía beber lo mismo que bebían
aquellos pescadores en Alcalde o Shabino.
Mas sólo cuando olía comprendía su fiesta:
lo real sin razones de una vida secreta.

En un mínimo cuerpo (por Enriqueta Arvelo)

Pájaro pequeñísimo que recién nacido me dieron,
cómo me causó asombro
ver en tu implume y breve cuerpo
la vida, tan perfecta,
que ya alzaba tus alas
en ensayo del ensayo del vuelo.

Mas fue mayor mi asombro
cuando estuviste plenamente quieto.
Confunde ver la inmensa muerte
entrar toda en un mínimo cuerpo.

Y aún me diste otro asombro:
tú, el minúsculo en la vida,
crecías hasta parecerme un gran muerto.
Caído en mi mano,
con sudario de luz de tarde,
crecías ante mis ojos abiertos y mudos.
Crecías en la nada
como si fueses por lo eterno.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Por él avanzo (por Tomás Segovia)



De tan poco que pesas mi suelo se construye
Aun estando tú lejos el amor me rodea
Aunque duerma sin ti duermo en tu lecho
No tengo yo tu amor por él avanzo
En él se pone triste esta tristeza
De tan poco que pesas es tuyo todo el suelo
Tu amor tan fácil de llevar me empuja
Tus delicados labios gobiernan hondas zonas
De quién somos si tú te llamas mía
Fue hecho para ti este ser que tus manos
tan seguras de qué tocaban han tocado

sábado, 8 de diciembre de 2012

Hoy por hoy (por Javier Krahe)

La suave luz que anima mi ventana
temprano me avisó que ya era el día:
nuevo plazo de vida que venía.
Mañana ha sido hoy por la mañana.

Al filo del reposo, por lo sano
se ha cortado la línea divisoria
que separa mi propia trayectoria
de mi vida común de ciudadano.

El porvenir posible e indeciso
al ayer tan seguro le consulta.
El hoy por hoy me entrega y me resulta
un hoy por hoy de límite impreciso.

Mañana ha sido hoy tan de repente
y tengo que volver a hacerme cargo
de cuanto es dulce, de cuanto es amargo,
de cuanto casi me es indiferente.

Como el tiempo ni siente ni padece
lo mismo si hace alegre o si hace triste,
hoy estoy para todo lo que existe:
lo que ya va morir y lo que crece.

En este instante me siento quien soy.
Adelante y atrás todo es mi vida:
mi vida a la redonda y esparcida,
mezclada con el mundo, ayer y hoy.

Porque ayer me ha pasado su recibo:
otro día al alcance de la mano,
otro día de asombro cotidiano.
Porque, en fin, me parece que estoy vivo.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Donde menos lo esperes (por Mario Benedetti)


Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
seguro sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote a solas
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en ún arbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Dictados (por Saiz de Marco)

No es un dictado,
señora maestra,
ni es éste mi cuaderno de escritura
ni estamos ya en su clase de primaria.
Es mi diario,
el libro de mi vida.

Y si ahora usted corrigiera y tachara en rojo
los errores,
los equívocos
(como subrayaba en esos dictados, con rotulador rojo, las faltas de ortografía
–lo que, siendo con be, escribí yo con uve,
o las haches que omití o indebidamente puse…-),
si ahora usted corrigiera y subrayara
las equivocaciones de mi vida,
¡qué cúmulo de rayas y de enmiendas,
de subrayados rojos en mi libro!

Cuántos errores, señora maestra.

Y qué puedo decir
más que llegué al mundo sin saber ortografía;
que vine sin saber,
vine ignorante;
que nací inadvertido e iletrado.

Y que luego, cuando viví
e incurrí en todos los errores que siguieron,
tampoco nadie me había explicado
las bes, uves y haches del camino.

Tampoco entonces nadie me enseñó
a escribir los dictados de la vida.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sin acacia ni perro (por Juan Antonio Massone)

Yo fui un niño que tuvo patio
con un perro que se perdió una vez
y hasta el día de esta tarde no regresa.

Yo era un niño que olía tierra húmeda
y fue mío despedirme de momentos
como si el día acostumbrara a morir.

Yo fui un niño en un patio y ventolera
con más ladridos debajo de la tierra.
La nieve parece ahora menos blanca.

Yo era un niño que pactó con lagartijas
y queltehues invocando nuevas lluvias
en espera de pan con mantequilla.

Yo fui un niño y, de en medio del patio,
una acacia con nidos fue arrancada
los años aún no dicen para qué.

Yo era un niño con un perro
al que asustó la muerte muy temprano
y el pálpito quedó mío sin deseos.

Yo quedé niño de patio sin acacia
ni perro, ni estar seguro de nada más.
En los otros se quedaba la alegría.

martes, 4 de diciembre de 2012

Terrible, juvenil, me sentaba (por Gabriel Celaya)

Pavos reales, corzos, estanques de agua muerta.
Todo municipal, mas casi con princesas.
Inmensas avenidas de invierno y de pureza,
y un temblor invisible donde el árbol se acaba,
y un secreto buscando por ese laberinto
de senderos la forma posible de un oído,
que haga ser al sonido y al leve escalofrío
de unos visillos blancos en una casa antigua,
o quizás a mí mismo cuando iba adolescente
por esas soledades, respirando amarillos
cansancios y delicias, y empapado en nostalgias.

Mas de pronto terrible, juvenil, me sentaba
en un banco, ponía mi máquina portátil
de escribir en mis muslos, rimaba, tecleaba,
tocaba en el piano de mis adoraciones,
sin pensar que mis letras eran como metralla
contra el mágico parque.
Yo era tan joven, tan joven.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Adiós las mutuas manos (por Jorge Luis Borges)


Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna,
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde -repites vanamente-,
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra;
y te puede matar una guitarra.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Cómo va a haber muerte? (por William Faulkner)

Si hay dolor, que sea sólo lluvia,
y ésta sólo dolor de plata por el dolor en sí,
si estos verdes bosques sueñan aquí para despertar
en mi corazón, si yo amaneciera otra vez…

Pero dormiré, pues ¿cómo va a haber muerte
mientras en estas azules y soñolientas colinas de lo alto
tenga yo, como el árbol, mi raíz? Aunque esté muerto,
esta tierra que se agarra a mí encontrará mi aliento.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Mapas negros (por Mark Strand)


Ni la presencia de las piedras,
ni el viento que aplaude,
te dejarán saber
si has llegado,

ni el mar que únicamente
celebra adioses,
ni las montañas,
ni las ciudades en su agonía.

Nada te dirá
dónde estás.
Cada momento
es un lugar
en el que nunca has estado.

Puedes caminar
creyendo que irradias
luz a tu alrededor.
¿Y cómo podrías saberlo?

El presente siempre es oscuro.
Sus mapas negros
salidos de la nada
son sólo descripción

en su lento ascenso
hacia sí mismos,
su propio viaje,
su vacío,

la desolada, atemperada
necesidad de plenitud
mientras se alzan al ser,
son como aliento.

Y si acaso se les estudia,
sólo se descubre
demasiado tarde, que aquello
que interesaba

ya no existe.
En ninguno de ellos
aparece tu casa,
ni tus amigos

esperando tu aparición,
ni están tus enemigos
enumerando tus faltas.
Sólo estás tú allí,

diciendo hola
a aquello que serás,
y una hierba negra
sostiene la oscuridad estelar.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Mañana ¿qué se hicieron? (por Piedad Bonnett)

Los saludables, los briosos estudiantes de espléndidas sonrisas
y mejillas felposas, los que encienden un sueño en otro sueño
y respiran su aire como recién nacidos,
los que buscan rincones para mejor amarse
y dulcemente eternos juegan ruleta rusa,
los estudiantes ávidos y locos y fervientes,
los de los tiernos cuellos listos frente a la espada,
las muchachas que exhiben sus muslos soleados
sus pechos, sus ombligos
perfectos e inocentes como oscuras corolas,
qué se hacen
mañana qué se hicieron
qué agujero
ayer se los tragó
bajo qué piel
callosa, triste, mustia
sobreviven.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Media hora (por Konstantinos Kavafis)


Ni te he poseído ni te poseeré
nunca, creo. Unas pocas palabras, un acercamiento
como en el bar anteayer, y nada más.
Es triste, no lo niego. Pero nosotros los artistas,
a veces, con el poder de la mente, y, claro está, sólo
por pocos minutos, creamos un placer
que casi parece real.
Así, en el bar anteayer –ayudado, además,
tan misericordiosamente por el alcohol-
pasé media hora totalmente erótica.
Y me parece que lo comprendiste
y te quedaste un rato más a propósito.
Y eso era muy necesario. Porque,
a pesar de toda mi imaginación y de la magia del vino,
me era preciso ver tus labios,
me era preciso tener tu cuerpo junto a mí.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El mundo que yo no viva (por Agustín García Calvo)

El mundo que yo no viva
lo pensé como cosa extraña,
como arca de maravilla.
Ay de mi vida.

Allí ¿sonará la lluvia
junto al fuego las noches frías?
¿Tendrá agosto en el río barcas?
Y tú ¿la gentil sonrisa?

¿Brillará en el papel que siembro
la negra flor de la tinta?
Ay de mi vida.

¿Será posible que vengan
los amigos y que "Era" digan
"un hombre, y te quiso mucho"
y "Mucho" llorando digas?

Es el mundo que no conozco,
Atlántida sumergida.
Ay de mi vida.

Allí las palmeras echan
esmeraldas. Allí las crías
del delfín esmeraldas pacen.
Allí no hay noche ni día:
cuando ordeñan a los rebaños,
de púrpura el mar se agría.
Ay de mi vida.

Más limpio que agua de oro
es el mundo que yo no viva:
no hay naves de arar espumas
ni arado para las viñas;
el gran árbol le da su fruto
al que el nombre del fruto diga.
Ay de mi vida.

Ese mundo no es el mío:
es el tuyo: el que en tus pupilas
hundido está desde siempre
y no lo alcanza mi vista.
A ese mundo quisiera entrar,
antes que suene la hora
-ay- de mi vida.

martes, 27 de noviembre de 2012

NOTA DE SERVICIO.- La utilidad o "gadget" ÚLTIMOS COMENTARIOS, que hasta ahora aparecía a la derecha de la pantalla y recogía los últimos comentarios dejados por los lectores, no está operativa debido, al parecer, a disfunción o avería del proveedor. Confiamos en recuperar próximamente esta utilidad, al tiempo que agradecemos a la tecnología de Blogger el soporte necesario para el funcionamiento de este blog.

Cuadrados, cuadrados, cuadrados (por Alfonsina Storni)


Casas enfiladas, casas enfiladas,
casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
ideas en fila
y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada. 


lunes, 26 de noviembre de 2012

Allego (por Tomas Tranströmer)

Pasado el día negro, interpreto a Haydn
y siento una leve tibieza en mis manos.
Las teclas están prestas. Amables martillos caen.
El sonido es alegre, verde, cargado de silencio.
El sonido dice que la libertad existe
y que alguien no paga impuestos al César.
Meto mis manos en mis bolsillos-Haydn
y actúo como un hombre calmo ante todo.
Izo mi bandera-Haydn. Su estandarte es:
"No nos rendimos. Pero queremos paz".
La música es una casa de cristal erigida en una pendiente;
hay rocas volando, hay rocas rodando.
Las rocas ruedan directamente a través de la casa
pero cada panel de vidrio permanece intacto.

domingo, 25 de noviembre de 2012

No dejes que la canción muera (por Henry Van Dyke)


Hace mucho, mucho tiempo, escuché una canción
(¿fue hace mucho o sólo ayer?).
Suaves heridas se abrieron ante su melodía
que descendía profunda hacia mi corazón.
Una canción de entrañable consuelo
que desde entonces me acompaña
en las horas más calmas y silenciosas
como un agudo, dulce sonido que nunca morirá.

Hace mucho, mucho tiempo, vi una pequeña flor
(¿fue hace mucho o sólo ayer?).
Tan hermosa en su fragancia de largas horas
que parecía querer revelarme sus secretos:
un pensamiento de alegría brotó en su ser
sin nunca pronunciar palabra; Y ahora, a menudo veo
que esa amigable, tierna flor ya nunca se marchitará.

Hace mucho, mucho tiempo, tuvimos un niño pequeño
(¿sucedió hace mucho o sólo ayer?).
Hacia los ojos de su madre y los míos, él sonrió
toda su corriente de inconsciente amor,
y cobijado en nuestros brazos durmió así.
¡Un ángel convocado! No pudimos retenerlo;
sin embargo, nuestros brazos en secreto
siguieron acunándolo.
Nuestro niño pequeño ya nunca desaparecerá.

¿Hace mucho, mucho tiempo? ¡Ah, memoria, aclárate!
(no fue hace mucho, sino ayer).
Tan pequeña, indefensa y amada,
no dejes que la canción muera, que la flor se marchite.
Su voz, sus ojos al despertar, su gentil reposar:
las pequeñas cosas están a salvo en tu memoria.
Permite que nuestro ángel habite allí, para siempre.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Caminos del espejo (por Alejandra Pizarnik)

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso hablo.

La noche tiene la forma de un grito de lobo.

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.

Algo caía en el silencio. Mi ultima palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Para Annie (por Edgar Allan Poe)

¡A Dios gracias! La crisis, el peligro ha pasado, y la pena interminable al fin concluyó, y esa fiebre llamada vivir fue vencida al final.

Tristemente, sé que fui despojado de mi fuerza, y sin mover un músculo permanezco tendido. Mas nada importa, yo siento que al fin me encuentro mejor.

Y tan quieto yazgo en mi lecho que cualquiera que me viese podría imaginar que estoy muerto, podría estremecerse al mirarme creyéndome muerto.

El lamentarse y gemir, los llantos y los suspiros, fueron aplacados; y con ellos el horrible palpitar del corazón. ¡Ah, ese horrible, horrible palpitar!

Los mareos, las náuseas, el dolor implacable, cesaron con la fiebre que laceraba mi cerebro, con la fiebre llamada vivir que quemaba mi cerebro.

Se calmó también la tortura, de todas la peor: esa horrible tortura de la sed por las aguas mortales del río maldito de la Pasión; pues para ello he bebido de un agua que apaga toda sed.

De un agua que fluye con un murmullo de canción de cuna; una fuente que yace pocos metros bajo la tierra; de una cueva que se halla muy cerca del suelo.

Que no se diga neciamente que mi morada es oscura y angosto mi lecho; pues jamás hombre alguno durmió en lecho distinto, y todos ustedes, para dormir, dormirán en un lecho idéntico.

Mi espíritu atormentado descansa blandamente, olvidando, jamás añorando sus rosas; sus viejos anhelos de mirtos y rosas.

Pues ahora, mientras yace apaciblemente, se imagina alrededor un aroma más sagrado; un aroma de pensamientos, un aroma de romero mezclado con pensamientos, con las hojas de ruda y los hermosos y humildes pensamientos.

Y así yace en paz, sumido en el sueño sin fin de la verdad y la belleza de Annie, anegado entre las trenzas de Annie.

Ella me besó delicadamente, ella me acarició con ternura, y yo me dormí suavemente sobre su seno, profundamente dormido en el cielo de su seno.

Cuando la luz se extinguió, ella me tapó cuidadosamente, y rogó a los ángeles que me protegieran de todo mal: a la reina de los ángeles que me guardara de todo mal.

Y tan quieto permanezco tendido en mi lecho (sabiendo el amor de ella), que ustedes imaginan que estoy muerto; y tan apaciblemente reposo en mi lecho (con el amor de ella en mi seno), que imaginan que estoy muerto, se estremecen al mirarme creyéndome muerto.

¡Pero mi corazón es más brillante que las estrellas que salpican en miríadas el cielo, pues brilla con Annie, resplandece con el amor de mi Annie, con el pensamiento de la luz de los ojos de mi Annie!

jueves, 22 de noviembre de 2012

Uno de vosotros (por Norma Jean Baker [Marilyn Monroe])


Tristes y dulces árboles

que veo desde mi ventana,

cuánto daría yo por ser

uno de vosotros,

siempre en un lugar hermoso

rodeados de niños y de rosas,

acariciados por el viento,

ajenos,

al amor y al dolor,

al dolor y al amor.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Y al fondo el gran silencio (por Adolfo Cueto)

Íbamos tan deprisa, íbamos tan sin peso
como en los días mejores. No nos dio tiempo a ver
las luces, la mediana. Un fuerte olor
a neumático ahí, el reventón que deja la humedad
del llanto. Pasaron aún más rápido
la infancia, gestos, rostros: esa película
muda, una tragicomedia
sordamente escuchada, con pequeños subtítulos.
Y piensas que,
si morir fuera esta como improvisación
cualquiera, quizá valiera la pena tanta
velocidad. Dábamos vueltas y vueltas
de campana, todo girando. ¡Estábamos tan,
tan solos,
tan hondamente hundidos en nosotros mismos! Solamente
tú y yo, y al fondo el gran silencio
del mar. Y en las refinerías
sin pausa, el fuego que arde a solas
también. El humo, el viento. ¿Es que no hay nadie ahí
fuera? –gritaste–. Y tú y yo aquí, lejanos
y aislados, y con este hematoma
de la muerte en los brazos, qué solos ya: más
solos, en fin, que aquellas
alejadas plataformas petroleras, buscando a toda costa
salvarnos,
sobrevivir.

martes, 20 de noviembre de 2012

Como dos barcos llevados por el viento (por Philip Larkin)

Amor, debemos separarnos: que no sea
terrible ni amargo. En el pasado
hubo demasiada luna y autocompasión:
dejemos que esto termine así: nunca antes el sol
atravesó el cielo de manera más intrépida,
nunca antes los corazones tuvieron más ganas
de ser libres, de acabar con mundos y devastar bosques;
tú y yo ya no los llevamos; somos cáscaras que miran
cómo el grano se emplea para un uso diferente.

Hay arrepentimiento, siempre hay arrepentimiento.
Pero es mejor que nuestras vidas se desaten,
como dos barcos llevados por el viento, húmedos de luz,
partiendo del estuario con sus cursos ya fijados,
y que saludándose se distancian, y se pierden de vista a lo lejos.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Mi mano toca sueño (por Jorge Guillén)


Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

domingo, 18 de noviembre de 2012

El olvido (por Alejandra Pizarnik)



En la otra orilla de la noche
el amor es posible

llévame

llévame entre las dulces sustancias
que mueren cada día en tu memoria

sábado, 17 de noviembre de 2012

Para la fiesta de ser dos (por José Luis Parra)


Ámame ahora, en este mismo instante
de secreta aflicción; abate mi orgullosa
virilidad erguida y borra
con la salud de la pasión la anticipada
melancolía de ese otoño que abomino.

Ámame ahora, abrasa mis temores
alternando delicadeza y furia, y vayamos
luego al bar, al supermercado, maravilla del ojo,
deleite de elegir para la fiesta
de ser dos en la noche despoblada.

Ámame ahora y pídele a la vida,
mientras te quede fe suficiente para ello,
que cuando llegue el día de difuntos,
cuando la convivencia nos diseque
como el más refinado de los taxidermistas,

puedas poner tus pies sobre los míos
no como los clavos helados de una interminable,
atroz crucifixión,
sino como las rosas ofrendadas
en memoria de la pasión ya muerta

y pueda redimirnos la ternura.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Soñadores (por Saiz de Marco)

Creían en los hombres, soñaban la utopía.

No sabían de ruindad,
de abyección,
de pequeñez.

No: ellos creían en los hombres, soñaban la utopía.

Decían camaradas,
solidario,
humanidad...

Gritaban pueblo,
paz,
revolución,
mañana...

Apenas tenían ojos para lo pequeño,
para lo mezquino,
para lo abyecto,
para lo egoísta,
para lo ruin.

Creían que la hermandad de los seres humanos
disiparía la vileza del mundo.

Creían que la unidad excluiría la abyección.

Creían que la grandeza borraría la ruindad.

Y no.
No es así. No ocurre así.

Pero ellos lo pensaban.

Confiaban en nuestra altura,
en nuestro valor.

Por eso soñaban con construir la utopía

(ladrillo a ladrillo pensaban levantarla).
Por eso creían en nosotros
los hombres.

Sí:
confiaban en nosotros mucho más que nosotros.
Nos pensaban más grandes,
más íntegros,
más puros.
Nos suponían más limpios de lo que en verdad somos.
Creían en nosotros más que nosotros mismos.

Tal vez siguen soñando, creyendo aún en nosotros.

Si es así,
por favor, no habléis alto.
No hagáis ruido.
Avanzad en silencio,

caminad de puntillas para no despertarlos.

Si es así
(si aún creen,
si aún sueñan,
si aún confían en nosotros),
entonces protejamos su sublime creencia.

Defendamos, entonces, ese sagrado sueño.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Utiliza mi corazón (por Antonio Gamoneda)


Un desconocido habita en mí. Agoniza y, para agonizar, utiliza mi corazón.

Pienso en mi padre enloquecido por la visión de frutos muy frescos, pienso en el amor y en la morfina. No. No es mi padre. Pero, entonces, ¿quién
agoniza en mi?

Cabe que yo mismo sea el desconocido y que mi corazón no sea mío aunque yo ponga en él sus latidos. Cabe.

En realidad no hay problema. En cualquier caso, yo voy a ser, ya estoy siendo,
huérfano de mí mismo.

Hermanos (por Vicente Huidobro)


Hombre de mi lengua y de todas las lenguas

El hombre siempre desgraciado

El que honra al cielo y trabaja la tierra

Se acuesta y se levanta

y habla y ríe y llora

Domestica caballos y diversos metales

Se cubre el cuerpo con ropajes

Construye casas y caminos

Estudia las estrellas

Funda naciones y especula ideas

Va y viene, viene y va

y no sabe nada. Todo lo ignora

Hombre de corazón siempre angustiado

El hombre de estas comarcas y de todas

El que lanza semillas

El que cría animales para la venta

El que toca instrumentos musicales

El que ambiciona popularidades

El guerrero que cuenta sus heridas

y narra cosas de sangre

El que bebe vinos de fuerza y sueña bocas tibias

El que busca mujeres

y escucha sus palabras sensibles

El que se sienta a mirar los árboles

O a oir los grandes ríos

El que gusta salpicarse en la lluvia

El que quiere conocer secretos y razones

El que quiere tener muchos hijos.

El que bautiza las regiones

y las cosas que se emplean

El que dirige las yuntas talladas en barro espeso

El que abraza a su novia debajo de un eucaliptus

El que galopa en su caballo de vivas crines

El que lanza profecías sobre una roca

El que guía rebaños

El que devora libros

El que se baja de un coche lustroso y golpea a la puerta del palacio

El que se aleja cantando

Va y viene. Se calma y se emociona

Se levanta, se acuesta

Habla, llora, ríe, ríe, llora, habla

y no sabe nada

No sabe nada

Si se detiene un instante y se contempla el alma

Se ahoga de soledad, solloza de pobreza

Se siente cosa de desierto



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Informamos (en particular para quienes nos siguen desde fuera de territorio español) de que zUmO dE pOeSíA no publica hoy ningún poema en seguimiento y apoyo de la huelga general convocada en España.

Gracias, amigos/as, por vuestra lectura.

martes, 13 de noviembre de 2012

Pero déjame intuirlo (por Enriqueta Arvelo)

Señor, no me des ya la dicha.
No sabría manejarla
y con ella iría cohibida
como una nueva rica.

Déjame ir tranquila,
sin las cosas, fútiles para otros,
que fueran tempestades en mi vida.

No me des nada...
Pero déjame intuirlo todo.
Deja sin aherrojar mi sentir,
deja que lo glose mi voz.

No me hagas nueva rica de la ventura.
Sería la advenediza sin elegancia.
Ya no sé aprender nada
y no quiero perder
mi gracia y mi aplomo de desheredada.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Un amor (por Roberto Juarroz)


Un amor más allá del amor
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad y la compañía.

Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.

Un amor para estar juntos
o para no estarlo,
pero también para todas las posiciones intermedias.

Un amor como abrir los ojos.
Y quizás también como cerrarlos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Frío (por Carol Ann Duffy)


Estaba tan fría la bola de nieve que chorreaba en mis manos,
y cuando la hice rodar por el suelo, creció
hasta que pude sentarme en ella, mirando atrás, a la casa
donde hacía frío al despertar en mi cuarto con las ventanas
tapiadas por el hielo y mi aliento desnudándose en el aire.
Frío, también, en mis brazos al levantar el torso para hacer
una muñeca de nieve, con los dedos de los pies ardiendo, fríos
en mis botas de invierno; la voz de mi madre llamándome para
que entrara del frío. Y sus manos, frías, de pelar y
sumergir las papas en un bol, parando para tomar
la cara de su hija, un beso en cada mejilla fría y en mi nariz fría.
Pero nada tan frío como la noche de febrero que abrí la puerta
de la capilla ardiente donde estaba mi madre, ni joven ni vieja,
donde mis labios, al devolverle el beso en la frente, supieron lo que significa frío.



sábado, 10 de noviembre de 2012

Y vive y no lo sabe (por Luigi Pirandello)


Vivo del sueño de una sombra en el agua:
sombra de ramas verdes, de casas
ya dadas vuelta, y de nuevo nubes... y se mece
todo: el borde blanco de un muro
en el cielo azul que te deslumbra, una cuerda
que lo atraviesa, un farol y el tronco
negro de un árbol, cortada a la mitad
una hoja amarilla
de papel que flota...
Sombra en el agua -líquida ciudad...
luminoso temblor, inmensidad
el cielo claro, verde verde verde
de hojas- todo parece que se fuera y está
y vive y no lo sabe:
no lo sabe el agua, no lo saben los árboles,
no lo sabe el cielo ni las casas... Solo
un hombre lo sabe, que camina
por el borde triste
del canal.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Bajo el cemento y las vigas (por Miguel Gila)



¿Qué pasó con mi solar?

El solar donde los chicos

jugábamos a bandidos.

El solar donde a escondidas

fumábamos y tosíamos.

El solar de las lagartijas,

el solar de las pedreas,

el solar donde sin muertos

jugábamos a las guerras,

El solar de las fogatas,

de los gritos y las risas.



Un día nos enteramos

de que estaba en venta el solar.

Aquel solar era nuestro

y lo quisimos comprar,

pero no nos dieron tiempo.

El montón de calderilla

que juntamos entre todos

no cabía en un pañuelo.

Y vinieron unos hombres

que cavaron nuestro suelo,

y edificaron la casa

y la farmacia y el Banco

y la casa de comidas,

sepultando nuestros juegos

bajo el cemento y las vigas.



Si alguna vez tengo suerte

voy a comprar mi solar

y haré derribar la casa

con la farmacia y el Banco

y la casa de comidas.

Lo dejaré como estaba,

con sus piedras, con sus latas,

con todas sus lagartijas

en completa libertad.

Y lo llenaré de chicos

y pondré un letrero grande:

Se prohíbe edificar.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Sólo tú eres (por Jorge Luis Borges)



Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,


lámparas y la línea de Durero,


las nueve cifras y el cambiante cero,


debo fingir que existen esas cosas.




Debo fingir que en el pasado fueron


Persépolis y Roma y que una arena


sutil midió la suerte de la almena


que los siglos de hierro deshicieron.




Debo fingir las armas y la pira


de la epopeya y los pesados mares


que roen de la tierra los pilares.




Debo fingir que hay otros. Es mentira.


Sólo tú eres. Tú, mi desventura


y mi ventura, inagotable y pura.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Tendría casa propia y moral (por Fernando Pessoa)


He escrito más versos que verdad.
He escrito, principalmente,
porque otros han escrito.
¿Si nunca hubiera habido poetas en el mundo,
sería yo capaz de ser el primero?
¡Nunca!
Sería un individuo perfectamente consentible,
tendría casa propia y moral.
¡Señora Gertrudis!
Limpió mal este cuarto:
¡sáqueme esas ideas de aquí!

martes, 6 de noviembre de 2012

Con tus ojos de fuego (por Charles Baudelaire)


Eres un bello cielo de otoño claro y rosa
pero en mí la tristeza sube como la marea
y deja en el reflujo de mi boca morosa
un limo amargo y un negro sabor de brea.

Tu mano se desliza vanamente en mi pecho.
Lo que ella encuentra, amiga, es un lugar vacío.
Con la garra y el diente la mujer lo ha deshecho.
Las bestias devoraron este corazón mío.

Es igual que un palacio por la turba asaltado
donde beben, se matan, se arrancan el cabello.
¡Flota un perfume en torno de tu desnudo cuello!

¡Belleza, duro azote del alma, lo que quieras!
Con tus ojos de fuego que para mí han brillado
calcina estos despojos que han dejado las fieras.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Y la brisa (por José Luis Parra)


Salí del cuarto encerrado
del sopor
y la vergüenza

Y la brisa
que atravesaba el pasillo
de levante a poniente
y hacía de la casa una invitación al vuelo
una playa estimulante
me traspasó
como una gracia indecible
como el aire de una almena

Podía vivir de nuevo

domingo, 4 de noviembre de 2012

Por culpa de un traicionero (por Violeta Parra)

Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo,
maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo,
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno,
maldigo el fuego del horno
porque mi alma está de luto,
maldigo los estatutos del tiempo
con sus bochornos,
cuánto será mi dolor.

Maldigo la cordillera
de los Andes y La Costa,
maldigo, señor, la angosta
y larga faja de tierra,
también la paz y la guerra,
lo franco y lo veleidoso,
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo está muerto,
maldigo todo lo cierto,
lo falso con lo dudoso,
cuánto será mi dolor.

Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y del otoño el color
yo lo maldigo de veras;
a la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto.
Maldigo el invierno entero
con el verano embustero,
maldigo profano y santo,
cuánto será mi dolor.

Maldigo a la solitaria
figura de la bandera,
maldigo cualquier emblema,
la Venus y la Araucaria,
el trino de la canaria,
el cosmos y sus planetas,
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar,
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas,
cuánto será mi dolor.

Maldigo luna y paisaje,
los valles y los desiertos,
maldigo muerto por muerto
y el vivo del rey al paje,
al ave con su plumaje
yo la maldigo a porfía,
las aulas, las sacristías
porque me aflige un dolor,
maldigo el vocablo amor
con toda su porquería,
cuánto será mi dolor.

Maldigo por fin lo blanco,
lo negro con lo amarillo,
a obispos y monaguillos,
ministros y predicandos
yo los maldigo llorando;
lo libre y lo prisionero,
lo dulce y lo pendenciero
les pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero,
cuánto será mi dolor.

sábado, 3 de noviembre de 2012

El mundo que no era viene para irse (por James Joyce)


Del oscuro pasado
nace un niño;
de gozo y de pesar
mi corazón se desgarra.

Tranquila en su cuna
yace la vida.
¡Que el amor y la piedad
abran sus ojos!

La joven vida respira
sobre el cristal.
El mundo que no era
viene para irse.

Un niño duerme:
un viejo se marcha.
Oh, padre renegado,
perdona a tu hijo.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Una vez en la tierra (por Agustín García Calvo)



Otro que se nos va: Agustín García Calvo. Con gratitud y emoción, aquí va nuestro pequeño homenaje con uno de sus poemas. Gracias, Agustín: tú también eras un mago. Tú también lograbas, con palabras, expresar lo inescribible y decir lo impalabrable.


Juraría que he sido feliz
una vez en la tierra.
Pero tú no lo sepas, mi alma,
pero tú no lo sepas.

No sé el día, el año tampoco,
ni el siglo siquiera,
ni si fue de mañana o de tarde
o noche serena.
Pero yo juraría que un día
fue la paz de la guerra.

No sé quién estaba conmigo,
si era blanca o era morena,
ni si era de amor o del solo
temblor de la yerba.
Pero yo juraría que fue
verdad verdadera.

Yo de cierto no sé si fui yo
o fue otro cualquiera:
sólo que era feliz y que toda
la vida lo era.
Pero tú no lo sepas, mi alma,
pero tú no lo sepas.

Como la memoria de la blancura (por William Carlos Williams)


El descenso nos llama

como la ascensión nos llamaba.

La memoria es una suerte de cumplimiento,

una renovación

y más: una iniciación:

los espacios

que abre son lugares nuevos,

poblados por hordas

hasta entonces inexistentes,

nuevas especies

en movimiento hacia nuevos objetivos

(los mismos

que antes habían abandonado).

Ninguna derrota

es enteramente derrota:

el mundo que abre es siempre

un lugar antes insospechado.

Un mundo perdido es un mundo

que nos llama a lugares inéditos:

ninguna blancura

(perdida) es tan blanca

como la memoria de la blancura.



Al anochecer, el amor despierta

aunque sus sombras,

vivas por la ley del sol,

ahora se aletargan

y se desprenden del deseo.

El amor sin sombras ahora

se anima y

conforme avanza la noche

despierta.


El descenso

hecho de desesperaciones

por incumplido

nos cumple: es un nuevo despertar,

reverso

de la desesperación.

Aquello que no pudimos cumplir,

aquello negado al amor,

perdido en la anticipación,

se cumple en un descenso

sin fin, indestructible.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Magia de estar siendo (por Carlos Marzal)

De tanto ver la luz hemos perdido
la recta proporción de ese milagro,
que otorga a la materia su volumen,
contorno fiel al mundo que queremos
y límite a los puntos cardinales.
A fuerza de costumbre, hemos dado en creer
que es un merecimiento, cada día,
que el día se levante en claridad
y que se ofrezca límpido a los ojos,
para que la mirada le entregue un orden propio,
distinto a los demás, y lo convierta
en nuestra inadvertida obra de arte.
Hay una ingratitud consustancial
al hecho de estar vivos, un intrínseco
poder de desmemoria, y nos impiden
brindar a cada instante el homenaje
que cada instante de verdad merece,
por su absoluta magia de estar siendo,
en vez de no haber sido en absoluto.
Con cada amanecer dubitativo,
con cada tumultuoso amanecer,
la luz arrasa el reino de la noche
y emprende su combate. En el confuso
magma de oscuridad, con cada aurora
triunfa la exactitud de cuanto existe
sobre la vocación de incertidumbre
que tienta con su nada a lo real.
En toda madrugada se renueva
un conjuro de origen, esa fórmula
que impuso el movimiento al primer día.
Somos testigos, en el alba pura,
del trono en que la luz alza su reino
y lo concede intacto a cualquier súbdito.
Conviene contemplar la luz con más paciencia,
brindarle una atención encandilada,
el sumiso homenaje con que un bárbaro
descubre reverente en su aventura
la tierra que jamás ha visto nadie.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Quisiera hablar de la vida (por Alejandra Pizarnik)

¿Y qué si nos vamos anticipando
de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza?

¿Y qué?
¿Y qué me da a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce sustancia
en épocas remotas, cuando yo no era yo
sino una niña engañada por su sangre?

¿A qué, a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como un ave muerta?


Quisiera hablar de la vida.
Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados, este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
"¿es que yo soy? ¿verdad que sí?
¿no es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?".
Y con las manos embarradas
golpeamos a las puertas del amor.

Y con la conciencia cubierta
de sucios y hermosos velos,
pedimos por Dios.
Y con las sienes restallantes
de imbécil soberbia
tomamos de la cintura a la vida
y pateamos de soslayo a la muerte.

Pues eso es lo que hacemos.
Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza.

martes, 30 de octubre de 2012

Así ha sido mi vida (por Antonio Gamoneda)


Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las

tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las

ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste

de la sosa cáustica.

Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los

vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.

Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo

una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo

dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.

Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu

pensamiento es sólo recuerdo de la ira.

Ves la rosas temibles.

Ah caminante, ah confusión de párpados.

Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas

húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.

Ah la pureza de los cuchillos abandonados.

Amé todas las pérdidas.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

lunes, 29 de octubre de 2012

Cuántas veces pienso que no soy de aquí (por Antonio Lobo Antunes)


Estas casas viejas donde crujen las tablas de la tarima, los grifos no cierran del todo, un airecito frío (incluso en verano) por las rendijas de las ventanas, manchas de sol, diferentes de las manchas de sol de las casas nuevas, en las paredes, en el techo, la sensación de voces, muy antiguas, que nos llaman, un jarrón, a contraluz, con una ramita de acacia dentro, un perfil de muchacha en la cortina del balcón, vestida como mi abuela en las fotos de cuando era joven, yo mirando todo esto desde la entrada, rodeado de espectros. Espectros no de personas que conocía, de parientes del álbum de fotos, viejos con patillas, militares uniformados, mi bisabuela y sus hermanas, en Belém do Pará, con un pecho enorme, miriñaque, la cintura increíblemente estrecha, muy morenas, muy oscuras, no por eso guapas, mi bisabuela a la que tanto se parecía mi abuelo, a la que no me parezco nada, a decir verdad me parezco, yo qué sé, tal vez al abuelo de mi padre, nací así, casual combinación de moléculas a las que llaman António, nací así, medio sorprendido, en una familia que me cree parte de ella y se equivoca, cuántas veces pienso que no soy de aquí, oigo cosas que no existen, vivo en otro sitio entre apariciones, donde las voces de este lado me llegan confusas, remotas, en una lengua que no es exactamente la mía, y acompañadas de sonrisas, palmaditas, miradas curiosas de soslayo

-Nunca estás aquí, ¿no?

yo

-¿Qué querrá decir nunca estás aquí?

entendiendo, respondiendo a la pregunta con un gesto que, a fuerza de no significar nada, sirve para todo, me defiendo como puedo

-A veces me distraigo

y no es verdad, no me distraigo, dejo el cuerpo con ustedes y ando por ahí, mi cuerpo finge que oye, que se preocupa, que conversa, y yo libre, mirando a las personas, paseando, me echo a correr a fin de regresar al cuerpo en el momento de las despedidas, llego a decir

-Ha sido un placer

y de placer nada, ni placer ni displacer, no me di cuenta de nada, anduve por ahí al azar, es la manera de mirar de ciertas mujeres lo que aún me retiene aquí, ciertas carcajadas cortas, la textura de ciertas pieles, el deseo que ciertas expresiones (no sé explicar bien cuáles) me provocan. La palabra genio, tan pomposa ahora, la usaba Stendhal para describir el modo en que ciertas señoras subían a los carruajes. Me habría gustado vivir en esa época de cocheros y farolas de gas, cuando la noche era noche en lugar de este remolino de ansiosos en los bares, se jugaba al bingo, se cantaba junto al piano, y el sexo no pasaba de ser una especie de baile inocentemente perverso, un poco idiota y cursilón. Sigue siendo todo eso, tal vez lo que me hace falta es sólo el bingo y el aria junto al piano, un tercer piso, sin ascensor, en Anjos, canónigos, poetas fatales, duelos, yemitas, el universo en el que, creo yo, vivían las tías de Brasil: ¿deseando qué, señores, imaginando qué, soñando qué? No debían desear ni imaginar ni soñar gran cosa, pobres. No eran especialmente sensibles ni inteligentes, pertenecían a una burguesía más o menos adinerada, iban perdiendo el pecho y el miriñaque, les engordaba la cintura, les crecía bigote, y creo que volvía a encontrarme con una o dos, muy ancianas, ofreciéndome bizcochos en salitas sombrías. Me acuerdo de los pianos, pero cerrados, sin arias. De cocineras tan decrépitas como sus amas. De viejos con patillas, de militares uniformados. Y después no me acuerdo de nada más porque nunca estoy aquí

(-Nunca estás aquí, ¿no?)

paseo por China, por Alemania, por el Río de la Plata, ando por ahí volando o tropezando con las cosas, divago. Tengo un libro dentro de mí y conversamos los dos. Una vez que acabo el libro, aterrizo. No tengo ningunas ganas de aterrizar. Estos grifos que no cierran bien, este airecito frío por las rendijas de las ventanas. En agosto anduve por Nelas, buscando vagamente una casa antigua que quisieran vender. No la encontré. Un chalé junto a la casa que fue nuestra, pero tan feo, tan caro: siempre me causaron pavor las cosas feas y caras, mientras que las cosas feas y baratas me enternecen. Con las personas lo que se me ocurre es que a Dios deben de gustarle un montón los imbéciles porque no se cansa de hacerlos. Bien que los oigo, cuando salgo, en los restaurantes, en las tiendas, y allí vienen las sonrisas, las palmaditas, las miradas curiosas de soslayo

-Nunca estás aquí, ¿no?

y yo, enseguida

-Sí que estoy, claro que estoy

mientras una señora de Stendhal sube con genio al carruaje, mientras se sienta allí arriba, con sombrero, sin mirarme, y yo me quedo aquí abajo, adorándola. ¿Mi bisabuela andaría en carruaje? Venía todos los años con su marido, de Belém do Pará a Vichy, por las aguas. Sublime vida. De modo que si se me acercan con la pregunta

-Nunca estás aquí, ¿no?

y sonrisas, y palmaditas, y miradas de soslayo, creo que no voy a responder. ¿Para qué? ¿Responder qué a quién? Si

-Nunca está aquí, ¿no?

me callo. Finjo que no oigo y me callo. Por otra parte no les va a extrañar: hablo poco. Entro en una de esas casas viejas donde crujen las tablas de la tarima y me acurruco en un rincón a observar las manchas de sol en las paredes, en el techo. El jarrón, a contraluz, con su ramita de acacia. El perfil de la muchacha en la cortina del balcón. Tal vez ella se me acerque (tiene que acercárseme)

me llame

-António

(tiene que llamarme

-António)

y los dos bajemos desde la terraza hasta el jardín de la casa

(una terraza con azulejos y unos tiestos de piedra)

y corramos juntos por el jardín, traspasando setos, arriates, un laguito, el invernadero, una estatuilla cualquiera, traspasemos el portón, otros portones, otros muros, otras terrazas más, los dos, cogidos de la mano, en busca del mar.

domingo, 28 de octubre de 2012

Hazte el favor (por Saiz de Marco)

Todo lo que no quise, siendo querible…


Todo lo que no disfruté, siendo disfrutable…


Todo lo que, siendo entrañable, no sentí entraña adentro…


Todo lo que, siendo sonreíble, no me hizo sonreír…


…vino a pedirme cuentas esta noche.


Y yo:


-Perdonad, no me fijaba. Anduve despistado.
Ya me veis
volcado en el agobio de los días,
perdido en mis tristezas. Disculpadme.


Y ellos:


-Vale, está bien, te perdonamos.
Pero a partir de ahora hazte el favor,
cada vez que te cruces con nosotros,
de prestar atención y no olvidarte
de querer,
de sonreír,
de disfrutar.

sábado, 27 de octubre de 2012

Pero dentro (por Juan Ramón Jiménez)

Creíamos que todo estaba
roto, perdido, manchado...
-pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando-.

¡Lágrimas rojas, calientes,
en los cristales helados!...
-pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando-.

Se acabó el día negro,
revuelto en frío mojado...
-pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando-.

viernes, 26 de octubre de 2012

Y aún no puedo abarcarte (por Juan Gelman)


Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche, en la
tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las
sombras,

y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo como
un fuego, y me destruyes, me construyes, eres oscura como
la luz.

jueves, 25 de octubre de 2012

miércoles, 24 de octubre de 2012

Regar las plantas (por José Luis Parra)


Amigos, otra noticia triste: Ha muerto José Luis Parra. En homenaje a él, publicamos hoy este poema, extraído de su último y reciente libro ("Inclinándome"). Gracias, José Luis, por tu magia hecha palabras.


REGAR LAS PLANTAS




Primeros trinos,
tenues, en el alba estival.

Salgo al balcón y riego las macetas.
Al inclinarme noto que envejezco.
Pero cómo consuela, con los años,
esta alegría, este ritual, el chorro
de agua sobre las hojas.

Qué verde y fresco,
como recién creado,
gotea el mundo.

Se desvía, se aleja (por Adolfo Cueto)


Esos otros caminos

por los que nunca pasamos, los que dejamos

a un lado, hechos de miedo

y valor, como un destello en la noche, un

fogonazo en la niebla, ¿adónde

irían a dar? ¿Por quién

preguntan ahora?,

ahora que es tarde y, de pronto,

todo este viento del Sur

acariciando tu frente...



La añoranza abre huecos

por carreteras cortadas, en autopistas

vacías, que nos reclaman al cabo. ¿Oyes al niño que corre

por las habitaciones? ¿Cómo crece y se afeita, y

sale luego a la calle? Hoy se cruza

contigo. Y, aunque tenga tu rostro,

es ya ese otro que avanza

–se desvía, se aleja–,

tan distinto a ti mismo: el que no

serás ya, el que nunca

habrás sido.

martes, 23 de octubre de 2012

¡A los caballitos! (por Jesús Lizano)

Que instalen caballitos
en todas las calles,
que llenen de caballitos las ciudades.
Siglos
llevamos con el invento de feria en feria
sin descubrir su humanísima aventura.
Que celebren los novios
su viaje en los caballitos,
de caballito en caballito.
Que cada familia tenga sus caballitos,
¡todos en los caballitos!
Que los amigos
hablen y sueñen y discutan
dando vueltas en los caballitos.
En ellos celebren sus consejos los ministros,
mientras queden ministros,
y en ellos se reúnan los señores obispos,
naturalmente, revestidos
de señores obispos,
mientras queden obispos.
Los pobres subirán para reírse del mundo
y los ricos
¡que suban los ricos a los caballitos
mientras todos los aplaudimos!
¡Y los señoritos!
¡Que suban los señoritos!
Y que acudan todos los solitarios, todos los vagabundos.
Y el congreso de los diputados
será el congreso de los caballitos.
Y los empresarios ¡qué risa, los empresarios!
Que suban los empresarios con los asalariados,
mientras existan salarios.
¡Los salarios del miedo!
Y, venga: comités centrales,
mafias, sectas, castas, clanes, etnias:
¡a los caballitos!
Y los músicos con los guardabosques
y el alcalde y los concejales
con las verduleras y los panaderos.
¡Viva! ¡Viva!,
gritarán los niños cuando vean
que suben los Honorables.
¡Venga, Honorables!:
¡A los caballitos!
Vamos a la ciudad a subir a los caballitos,
dirán los monjes a sus abades.
Y los académicos:
que se reúnan los académicos en los caballitos
y que se cierren todas las academias.
¡Ah, si todos los filósofos hubieran subido a los caballitos!
Que instalen caballitos en las cárceles,
en los cuarteles,
en los hospitales,
en los frenopáticos
y que se fuguen todos
montados en los caballitos.
Y todos los jueces a los caballitos,
¡venga! ¡venga!: ¡A los caballitos!
¿Y nada de procesos y de sentencias!
¡Ya vale de juzgar los efectos y no las causas!
¡A los caballitos!
Y que todos los funerales
se celebren montados en los caballitos
al paso silencioso y tranquilo de los caballitos.
Es la nueva ordenanza,
es el nuevo precepto:
¡todos a los caballitos!
¡La cabalgata de los caballitos!
¡Hacia la confederación de todos los caballitos!
Hasta que todos fuéramos niños…

lunes, 22 de octubre de 2012

Oh, lobos del recuerdo (por Philip Larkin)


Tras orinar, vuelvo a la cama a tientas,

abro espesas cortinas, y me asustan

la limpidez lunar, las nubes rápidas.



Las cuatro: yacen prados de sombras acuñadas

bajo un cielo profundo, cavado por el viento.

En todo esto hay algo muy risible:



la forma en que la luna cruza nubes que flotan

vagamente, como humo de cañón, apartándose

(abajo, una luz pétrea afila los tejados)



elevada y absurda y separada.

¡Pastilla del amor! ¡Medalla de arte!

¡Oh, lobos del recuerdo! ¡Inmensidades! No,



uno tiembla ligero al levantar los ojos.

La dureza, el fulgor y la sencilla

unidad trascendente de esa vasta mirada


son un recordatorio del dolor y la fuerza

de ser joven; que no pueden volver,

pero en algún lugar están en otros, íntegros

domingo, 21 de octubre de 2012

No quise molestarte (por Allen Ginsberg)

Perdona, amigo, no quise molestarte
pero volví de Vietnam
donde maté a un montón de caballeros vietnamitas
algunas damas también
y no pude soportar el dolor
y de miedo cogí un hábito
y pasé por la rehabilitación y estoy limpio
Pero no tengo lugar donde dormir
Y no sé qué hacer
conmigo ahora mismo

Lo siento, amigo, no quise molestarte
pero hace frío en la calle
y mi corazón está enfermo solo
y estoy limpio, pero mi vida es un desastre
Tercera Avenida
y calle E. Houston
en el paso peatonal bajo el semáforo en rojo
limpio tu parabrisas con un trapo sucio

sábado, 20 de octubre de 2012

La dicha (por Jorge Luis Borges)


El que abraza a su mujer es Adán. La mujer es Eva.
Todo sucede por primera vez.
He visto una cosa blanca en el cielo. Me dicen que es la luna, pero
qué puedo hacer con una palabra y con una mitología.
Los árboles me dan un poco de miedo. Son tan hermosos.
Los tranquilos animales se acercan para que yo les diga su nombre.
Los libros de la biblioteca no tienen letras. Cuando los abro surgen.
Al hojear el atlas proyecto la forma de Sumatra.
El que prende un fósforo en el oscuro está inventando el fuego.
En el espejo hay otro que acecha.
El que mira el mar ve a Inglaterra.
El que profiere un verso de Liliencron ha entrado en la batalla.
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago.
He soñado la espada y la balanza.
Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan.
Loada sea la pesadilla, que nos revela que podemos crear el infierno.
El que desciende a un río desciende al Ganges.
El que mira un reloj de arena ve la disolución de un imperio.
El que juega con un puñal presagia la muerte de César.
El que duerme es todos los hombres.
En el desierto vi la joven Esfinge, que acaban de labrar.
Nada hay antiguo bajo el sol.
Todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno.
El que lee mis palabras está inventándolas.

viernes, 19 de octubre de 2012

Céline se había ido (por Charles Bukowski)


fue como no haber estado allí. 
Céline se había ido. 
no había nadie allí. 
París fue un bocado de aire azulado. 
las mujeres pasaban como una inhalación como si tú nunca 
fueras a atreverte a irte a la cama con 
ellas. 
no había ningún ejército por ahí. 
todos eran ricos. 
no había pobres a la vista. 
no había viejos a la vista. 
cuando te sentabas en una mesa en un café 
te caían celosas miradas 
de los demás 
asiduos 
quienes estaban seguros de ser 
más importantes que 
tú. 
la comida era demasiado cara para comerla. 
una botella de vino te costaba 
tu mano derecha. 
Céline se había ido. 
hombres gordos fumaban cigarros convirtiéndose en 
gloriosas bocanadas de humo. 
hombres delgados permanecían sentados muy estirados y charlaban 
únicamente entre sí. 
los camareros tenían los pies grandes y estaban seguros 
de ser más importantes que 
nada y 
que nadie. 
Céline se había ido. 
y Picasso se estaba muriendo. 
París fue absolutamente nada. 
vi a un perro que parecía un 
lobo blanco. 
no recuerdo haber abandonado 
París. 
pero debo de haber estado 
allí. 
fue de alguna manera como dejarse 
una revista de moda en una 
estación de tren. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Queremos regresar (por Michel Houellebecq)


Es cierto que este mundo en que nos falta el aire
sólo inspira en nosotros un asco manifiesto,
un deseo de huir sin esperar ya nada,
y no leemos más los títulos del diario.

Queremos regresar a la antigua morada
donde el ala de un ángel cubría a nuestros padres,
queremos recobrar esa moral extraña
que hasta el postrer instante santifica la vida.

Queremos algo como una fidelidad,
como una imbricación de dulces dependencias,
algo que sobrepase la vida y la contenga;
no podemos vivir ya sin la eternidad.

miércoles, 17 de octubre de 2012

martes, 16 de octubre de 2012

De espaldas a sí misma (por Alejandra Morales)


Es tan nada,
ésa
que nunca estuvo
en vos.

Es tan pequeña
llorando
arrodillada
de espaldas a sí misma.

Una foto,
un dibujo,
un espejo
implacable
que le recuerda
que aún se puede morir más.

lunes, 15 de octubre de 2012

Tu voz y tu mano en sueños (por Antonio Machado)


Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules
una mañana serena.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
Eran tu voz y tu mano
en sueños, ¡tan verdaderas!

Vive, esperanza, ¿quién sabe
lo que se traga la tierra?

domingo, 14 de octubre de 2012

Amo su agua oscura y dulce (por Norma Jean Baker [Marilyn Monroe])


Amo el río,
ese río silencioso
que cruzan gaviotas y navíos,
amo su agua oscura y dulce,
sucia por fuera,
tierna por dentro.
Me gusta pasear por sus orillas,
escuchar las cosas que me dice.
Me gusta
mirarlo desde el puente,
cerrar los ojos,
soñar con que me tiene
entre sus brazos,
me tiene para siempre.



sábado, 13 de octubre de 2012

viernes, 12 de octubre de 2012

Solo en su mundo (por William Bronk)


La mayoría de los hombres son demasiado yo mismo,
mis rasgos externos perecederos, como las heces, el cabello, la piel,
la ropa desechada, inútiles para mí y muertos.
Desde la unidad, ¿qué deberíamos decir que no hayamos dicho
antes juntos? Nada que decirles,
nada que decir. Lo que ellos a mí, así debo
parecerles yo a ellos. La soledad humana
es la infinita unidad del hombre. El hombre es uno;
está solo en su mundo. Somos ese uno,
incluso nosotros, que ahora susurramos juntos,
íntimamente, como si fuéramos dos, como hacen los niños,
sabiendo tanto como nosotros y haciéndonos creer,
igual que creemos nosotros, que hay otro allí.

jueves, 11 de octubre de 2012

Por vosotros (por Saiz de Marco)


Esto va por vosotros los que


ablandáis el mundo en vez de endurecerlo


los que lo suavizáis en vez de hacerlo áspero


los que, en lugar de agriarlo, lo tornáis más amable


los que, en vez de ensuciarlo, limpiáis por los rincones y pasáis la bayeta por vuestro recoveco


los que lo hacéis más cálido en vez de más hostil



Agradecidamente

emocionadamente

celebrando que estáis -sí, celebrándoos-

esto va por vosotros, porque yo me pregunto

¿qué sería de nosotros

sin vosotros?



Esto va por vosotros, que ya sé que sois pocos

claramente sois pocos

pero, aunque fuerais muchos, no seríais nunca muchos

siempre seríais demasiado pocos

miércoles, 10 de octubre de 2012

Como si recordaran (por Juan Gelman)

La tarde bajaba por esa calle junto al puerto
con paso lento, balanceándose, llena de olor.
Las viejas casas palidecen en tardes como ésta.
Nunca es mayor su harapienta melancolía
ni andan más tristes de paredes.
En las profundas escaleras brillan fosforescencias como de mar,
ojos muertos tal vez que miran a la tarde como si recordaran.
Eran las seis, una dulzura detenía a los desconocidos,
una dulzura como de labios de la tarde, carnal,
carnal.
Los rostros se ponen suaves en tardes como ésta,
arden con una especie de niñez
contra la oscuridad, el vaho de los dancings.

Esa dulzura era como si cada uno recordara a una mujer,
sus muslos abrazados, la cabeza en su vientre.
El silencio de los desconocidos
era un oleaje en medio de la calle
con rodillas y rostros de ternura chocando
contra el "New Inn", las puertas, los umbrales de color abandono.

Hasta que la muchacha se asomó al balcón
de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con la cama deshecha,
donde todos creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera el olvido.

martes, 9 de octubre de 2012

Levántate (por Luis Alberto de Cuenca)


Álzate, corazón, consumido de penas,

levántate, que sopla un viento de esperanza

por el mundo, llevándose con él tus inquietudes

y la costra de angustia que apaga tus latidos.

Álzate, viejo amigo, que el dios de los humildes

ha vuelto de su viaje al país de las sombras

y alumbra con su ojo la prisión en que yaces,

limando los barrotes de tu melancolía.

lunes, 8 de octubre de 2012

Dígito a dígito (por Cristian Andrés Briones)


Es inhóspito, este electrónico panorama intuitivo.

Esta vista maquinaria se describe por sí misma.

Cada llanto técnico que conforma sus pliegues angulares.

Cada olvido derramado en el fondo de sus hondos precipicios.

Cada simetría autómata,

elevando mi desgracia

desde los cimientos tristes de mi monumental angustia

hasta la tecnológica techumbre del rezongue y la rabieta,

son como un extenso juego de instrucciones

carentes de todo tacto,

todo juicio y toda ánima;

y desechando todo anteojo, pluma tinta y pipa,

vuélvome máquina a la utilidad de mi tormento,

dígito a dígito,

agotando las apelaciones afectuosas

que conmemoran cada instrucción ejecutada,

eliminándolas luego,

disponiendo de la periferia

que es tremendamente tremebunda o,

lo que es lo mismo,

avanzando como imbécil engranaje

alimentado de esta histriónica congoja,

que me abraza de silicio, desde adentro:

ramificándose,

ramificándose,

ramificándose,

ramificándose,

ramificándose,

escurriendo,

propagándose por toda la extensión de mi habitáculo

dejándome trunco, solamente solo y desolado

desde el primo oprimo hasta el último cómputo y, no obstante,

al llevar los tristes plectros al tablero me soporto,

y me soporto

con esta voz, que es mi voz ensangrentada en tinta muerta,

verborreando hercios de amargura por mis labios,

echando jeta afuera un canto desgarrado por repudio a la musa,

cuyo eco, tras retumbar en cada muro de esta tumba,

sale a luz para echar la gran orinada al cosmos,

en donde toda esta patética habladuría

es tragada por el enorme hocico cultural de este milenio.



Y tu imagen de chípica Julieta,

de sílice Venus,

de bítica María extraviada en el agravio de redes,

se me agranda en los conos, en los conos y los bastones

donde todas estas visiones van muriendo.



La pasión de tu tensión mecánica es adicción de multitudes,

tu energía impecable,

tu trabajo alucinante,

la cantidad inmensurable de calor que repartes

por todos mis infortunados poros,

son como un paupérrimo estandarte impreso

en el binario abismo de mi signo.



Yo quemaba el seductivo diagrama de tu boca,

amaba la oratoria interfaz de tu mirada,

admiraba el léxico diseño de tus manos,

te halagaba en lo grave

en lo esdrújulo y lo agudo,

y hubiera dado todos, todos mis voltios desgarrados

por saber qué había dentro de la gran arquitectura de tu olvido.



Pero, ya resignado y, jodidamente jodido hasta el nombre,

desde aqueste traje humano

hasta la supuesta infinitud del universo,

me desangro en símbolos,

he aquí en cadenas necésitas de pulso,

por cuyos muertos caracteres,

tristes signos alzados a los ojos del poeta,

cáiganseme vatios mohínos por toda la amplitud de la lengua,

enunciando: se ha roto el enlace.



Y voy quedando aislado, kilobyte a kilobyte,

ya no hay más ese amperaje que ilumíname,

amperio por amperio voy tumbando los recuerdos

volviéndome tiniebla,

a imagen y semejanza de los apagones,

despojándome de toda corriente.

Suspiros entrañables, oníricas caricias,

circunstancias paridas en lo incierto,

y todas estas cosas,

despachadas a la usanza de la chatarra,

vanse, vanse, vanse una a una,

o lo que es lo mismo, al carajo.



Llanto a llanto, he quedado introvertido en los nodos prepotentes del destino,

mecanizado hasta el ánima, automatizado hasta la médula;

ajados procedimientos me salen al paso

y solamente solo avanzo haciendo del recuerdo un recuerdo,

a la manera que el reloj,

pretendiendo que el tiempo me pudra hasta el péndulo.



Yo hubiera dado todas, todas, todas mis unidades fisiológicas

por saber qué había dentro del circuito de tu psique,

pero,

el olvido,

el olvido,

el olvido,

el olvido,

el olvido,

el olvido ya mueve sus válvulas devorando tu imagen,

a la usanza de los cortocircuitos,

a la usanza de los discos diezmados por un Intro,

a la usanza del formato, que terminará

por convertirte

en una lamentable cadena de ceros.