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jueves, 17 de febrero de 2011

Zenobia (por Juan Ramón Jiménez)

Me he convertido a tu cariño puro
como un ateo a Dios.
¿Lo otro, qué vale?
Como un pasado oscuro y andrajoso
puede todo borrarse.

¡Borrarse, sí! Las rimas bellas
que no cantan tu amor; sus matinales
alegrías sin ti; sus tardes líricas
en cuya paz no me miraste;
las noches cuya clara luna llena
no deslumbró tu candoroso ángel.
El cielo de tu gracia
será el comienzo y el final. En balde
quieren los lobos asaltar la cerca
en donde tus ovejas blancas pacen.
No quiero más que un oro y es el oro
que emanan tus sentidos inmortales.

¡Solo tú, solo tú! Sí, solo tú.
Yo no he nacido, ni he de morir. Ni antes
ni después era nada, ni sería
nada yo sino en ti.
Y los rosales
que has colgado en mi alma -¡con qué encanto!-
a ese sol viejo y nuevo me entreabren
sus rosas en que el cielo se repite
cándido y múltiple en sus cálices.

8 comentarios:

De la Mar Cantábrica dijo...

Qué cosa...
Esas mismas palabras se las digo a mi amada cada martes, cuando regreso de la mar con un delantal bamboleante de pulpos que se enredan en mis rodillas de neopreno.
Pero, ¡ay la dulzura del maniático moguerense cuando habla a su Zenobia...!
Lo leo otra vez y temo que no he sido capaz de tal belleza.
No sé qué misterioso nexo enlaza mi emerger de la mar y el ritual orgiástico que se desencadena cuando llego a casa, entro en la cocina y me recibe mi amada, exultante y contenida a un tiempo. Me llama su Neptuno y le susurro al oído que ella es mi Nereida...
Y entonces nos acomete un frenesí
demoníaco y comezamos a golpear con furia a los pulpos contra el fregadero de mármol. Y así por media hora o más, hasta que quedan blandos y apelmazados.
Luego hacemos el amor en la bañera y el agua rebosa y moja el mosaico y las esteras...
Al día siguiente nos hartamos de pulpo a feira.
Y el martes siguiente, otra vez mi llegar con el cinturón de pulpos, Neptuno yo, ella Nereida. El frenesí. El amor. El agua que desborda la bañera...

Lo que no sé es por qué Juan Ramón me hace contar nuestros desatinos.
Serán los efectos secundarios de la poesía en vaso alto.

Emilia Alarcón dijo...

Pues os lo montáis DPM, tanto el martes (ni te cases ni te embarques, pero de lo otro el rafranero calla) como el miércoles (el pulpo a feira está buenísimo). Creo que tu comentario hace un poco de chanza del estilo a veces relamido, quizá rayano en lo cursi, de nuestro Juan Ramón. Supongo que hay que disculpárselo, porque tal vez sea el precio por rayar a veces en la genialidad de lo indecible (como en su poema "Espacio"). Pero no creas que JRJ era un ser espectral y angelica, pues, a la chita callando, también tenía su arma y su armario. De hecho, hay algunos poemas eróticos de JRJ que podrían aspirar al premio La Sonrisa Vertical. Ahí va uno:

CUANDO, DESPUÉS DE AMARNOS

Cuando, después de amarnos, te coges el cabello
desordenado, ¡cómo son de hermosos tus brazos!
cual en un libro abierto, surge la letra negra
de tus axilas, fina, dulce sobre lo blanco.

Y en el gesto violento, se te abren los pechos,
y los pezones, tantas veces acariciados,
parecen, desde lejos, más oscuros, más grandes...
el sexo se te esconde, más pequeño y más blando...

¡Oh, qué desdoblamiento de cosas!
Luego, el traje
lo torna todo al paisaje cotidiano,
como una madriguera en donde se ocultaran,
lo mismo que culebras, pechos, muslos y brazos.

Anónimo dijo...

No era chanza, my friend.

MA dijo...

Dicen que Zenobia era quien mantenía económicamente a JRJ (tenía una tienda de objetos artesanales para decoración), porque el poeta no veía más allá de sus versos y no sabía nada de la vida. Tuvo suerte de encontrar una mujer así y motivos para estarle agradecido.

casa de citas dijo...

La vida es un combate cotidiano contra la propia estupidez.

(GÓMEZ DÁVILA)

hAiKu dijo...


La Nada espera
al final del periplo.
La Nada es Ítaca.

(RAFAEL BALDAYA)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Si quieres que viva mucho
pídele a Dios que me muera;
que la muerte deseada
parece que nunca llega.

DaniPovedano dijo...

Cide, ya echábamos de menos las coplillas populares.