zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 31 de diciembre de 2010

¿Tú tienes lo que espero? (por Alfonso Canales)

Amor, amor, amor, la savia suelta,
el potro desbocado, amor, al campo,
la calle, el cielo, las ventanas libres,
las puertas libres, los océanos hondos
y los escaparates que ofrecen cuando hay
que ofrecer al deseo de los vivos.
De los vivos, amor, de los que olvidan
que un día no habrá puertas ni ventanas,
ni potro ni raudales de la hermosura
para estos, estos ojos, estos ojos
donde habrá que engastar unas monedas
-y otra bajo la lengua-, por si acaso
al barquero le sirven o al que busque
sueños de ayer, de hoy, bajo la tierra.
Bajo la tierra, amor, trufas, estatuas,
oro, cántaros, dioses
apagados, amor, tesoros, premios
de la ansiedad.

Amor, dame la mano,
no te conozco, amor, no importa, dame
la mano, amor, no la conozco, nunca
importa demasiado conocerse.
Abre los ojos, no, no puedo, abre
la boca, ¿dónde está tu risa, dónde
se duerme tu palabra? Amor, no tengo
más risa, más palabra: Amor.

Te doy a cambio lo que esperas.
¿Tú lo sabes, tú sabes lo que espero?
Amor, ¿tú tienes lo que espero?
Es amor, amor y el mundo
como está, como es, con estas vías
abiertas con las cosas
que con amor se hacen, con la gracia
de hacer las cosas con amor, con tiempo
para formarlas con amor, con fuerzas,
aguas de amor para apagar el miedo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Ya es demasiado tarde (por Charles Bukowski)

Hay cosas peores
que estar solo,
pero a menudo hacen falta décadas
para entenderlo
y en la inmensa mayoría de los casos,
cuando lo entiendes,
ya es demasiado tarde,
y no hay nada peor
que
demasiado tarde.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

A quién ladran (por Juan Manuel Roca)

Callejean,
escarban los restos del día
como quien acude a un tanatorio:
Perros góticos apaleados en misa,
un domingo raído por la lluvia.
Bogotá duerme al fondo de su hartazgo
y los perros de Nadie
rastrean los días en fuga,
la sombra perdida de un Virrey.
Un niño ata en sus colas de cometa
latas de avena con la efigie de un cuáquero
que no pierde su torva dignidad.
Los perros sin dueño
recorren el centro y el sur de la ciudad,
las zonas donde Nadie tiene su reino de olvidos.
¿A quién ladran en la calle vacía?
¿A quién dirigen sus orejas vacilantes?
Acaso descubran el paso de Nadie,
del que se fue una vez, envuelto en brumas.

martes, 28 de diciembre de 2010

Casas deshabitadas (por Andrés Aberasturi)

El amor tiene nombre y apellidos,
carnet de identidad,
fechas borrosas,
rostros desdibujados
portales en penumbra,
aceras de ciudades,
parques umbríos,
hoteles de pasillos silenciosos,
cuartos de estar
con pianos de leyenda,
buhardillas,
descampados,
corralas,
casas deshabitadas que habitaban
esta gran casa
que hoy abandono ya
definitivamente.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Cuánto me dejas (por José Luis García Martín)

No me has querido y huyes por tus años
hacia un país en donde yo no existo,
pero cuánto me dejas al dejarme...
Otros verán tu vida deshacerse;
yo conservaré intacta la memoria
de una frágil belleza adolescente.
Pronto no has de ser tú, aunque no mueras;
aunque no vivas, vivirás en mí.
Siempre joven serás en mi recuerdo.
Fíjate cuánto gano si te pierdo.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Sólo porque sucedes (por Blanca Andréu)

Tú, sendero mental
cinta constante
que te enarbolas y te curvas y andas
y no conoces muerte
que cruzas, pasas, corres
como el agua de Heráclito
sobre justos e injustos
con tus famosas vestiduras de oro
y de raras camadas de estrellas.
Tú, matemática joya
corazón en el pecho de las constelaciones
pulso del universo
te detestan
sólo porque sucedes
los mismos que increpan a los ríos y azotan a los mares
si naufraga su flota
te acusan porque tú no obedeces
en lugar de decirte: salve, celeste amigo
no quiero perderte
tiempo, templo de las acciones
catedral de los días
dame de ti, perfecto, extiende tus alas en el aire y vuela
muy lentamente sobre mí
tiempo
para que no muera en mí mi juventud
para que pueda hacer esto y lo otro
para saborear y contemplar
el color de los hechos
hasta conocerme
y comprender
y saber qué otra cosa significas.

sábado, 25 de diciembre de 2010

En un solo amor (por Salvador Espriu)

Distintos son los hombres y distintas las hablas,
y han convenido muchos nombres en un solo amor.

La vieja y frágil plata se convierte en tarde
detenida en la claridad sobre los campos.
La tierra, con trampas de mil finos oídos,
ha cautivado a los pájaros de las canciones del aire.

Sí, comprende y haz tuya también,
desde los olivos,
la alta y sencilla verdad de la voz prisionera del viento:
"Distintas son las hablas y distintos los hombres,
y convendrán muchos nombres en un solo amor".

viernes, 24 de diciembre de 2010

He ocupado mi silla (por Eduardo García)

He cruzado el umbral. Estoy en casa.
Después del frío, el viento y los veranos
he venido. Saludo a los objetos
con un suspiro grave y respetuoso.
La sala decorada con flores que parecen
desplomarse carnívoras sobre los comensales.
He ocupado mi silla. Alguien comenta
el precio escaso de la vida humana
en un país remoto y las noticias
dejan caer promesas de un futuro
que merezca la pena. La mujer
me sirve una sonrisa.
El hombre habla con ella como quien acaricia
un sueño que se hiciera cotidiano.
Bajo el mantel los niños se pelean.
La sal. El pan. La mesa como siempre:
cada cual en su sitio, absorto en la tarea
de ser el personaje que la trama
dispone.

Así, ya ves, somos felices.
Ignoramos que un día la ausencia de la madre,
esa silla vacía, inconcebible,
hará que el niño aquél -al fondo de la escena-
escriba estas palabras.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Qué ha sido de quien fui (por Fernando Pessoa)

Esta vieja angustia,
esta angustia que traigo hace siglos en mí,
rebasó la vasija, en lágrimas, en grandes imaginaciones,
en sueños al estilo de pesadilla sin terror,
en grandes emociones súbitas sin sentido alguno.
Rebasó.
¡Mal sé cómo conducirme por la vida
con este malestar haciéndome dobleces en el alma!
¡Si al menos enloqueciera de veras!
Pero no: es este estar entre,
este casi,
este poder ser que
esto.
Un interno en un manicomio es, al menos, alguien,
yo soy un interno en un manicomio sin manicomio.
Estoy loco en frío,
estoy lúcido y loco,
estoy ajeno a todo e igual a todos:
estoy durmiendo despierto con sueños que son locura
porque no son sueños.
Estoy así...
¡Pobre vieja casa de mi infancia perdida!
¡Quién te iba a decir que yo me desacogería tanto!
¿Qué es de tu niño? Está loco.
¿Qué es de quien dormía tranquilo bajo tu techo provinciano?
Está loco.
¿Qué ha sido de quien fui? Está loco. Hoy es quien yo soy.
¡Si al menos tuviera una religión cualquiera!
Por ejemplo, por aquel fetiche
que había en casa, allá en aquélla, traído de África.
Era feísimo, era grotesco,
pero había en él la divinidad de todo en lo que se cree.
Si yo pudiera creer en un fetiche cualquiera
-Júpiter, Jehová, la Humanidad —
cualquiera serviría,
¿pues qué es todo sino lo que pensamos de todo?
¡Estalla, corazón de vidrio pintado!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Sentir que me deshago (por Fernando Aramburu)

Yo quisiera llover, llover
interminablemente,
sentir que me deshago en una
larga melena de gotas finas y festivas.

Mi sueño es un caer, es un caer
que moja en la desamparada tarde
los muros
cenicientos, las lápidas, los rostros.

martes, 21 de diciembre de 2010

Mis tres fauces (por Francisco Brines)

El perro aquel aulló varios veranos
siempre solo en la casa abandonada.

Aún sigue su terror en mis oídos,
dentro de mí aúllan
(con el miedo de Cristo abandonado
en el viejo olivar)
las fauces de aquel perro, tan sediento
de alguna compañía,
en aquel cielo azul que se apagaba
por entre las palmeras y naranjos
donde mi juventud
se miraba en el mundo.

Yo soy ahora el perro, que aún no ha muerto,
y soy también el miedo de Cristo abandonado
en el viejo olivar,
bajo los astros fríos.

Mis tres fauces:
del animal que soy,
de Dios (que me abandona)
y estos restos de espíritu y de carne
que se muerden.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Sólo un día (por Antonio Porpetta)

Un día. Sólo un día. Casi nada.
Un montón ordenado de minutos,
un simple recorrido
por la redonda senda
estelada de números y dudas.
Una pizca en el torrente
voraz del universo.
Una huella en la niebla,
un humo que se marcha,
un vuelo ya olvidado
de aquel insecto mínimo
cuyo nombre jamás preguntaremos.
Y sin embargo, siempre, nuestra vida,
acaba siendo un día, sólo un día,
un día irrepetible ocupando su centro
y una serie de años sin sentido
sirviendo de ropaje a su memoria.
Es aquel claro día
en el que amanecemos al asombro,
porque todo es verdad a nuestro paso,
y sin ira miramos el espejo,
y por primera vez nos descubrimos
como queremos ser:
indemnes,
plenos,
limpios,
libres,
nuestros.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Gracias, mujer, por tus noches profundas (por Carlos Edmundo de Ory)

También tú me abandonas mi última mujer
te amé te amo aún y me despido ahora
Ven y no mires atrás donde yo no estaré
yo ya no sé decir adiós Me quedo solo
Errante continúo mi marcha hacia los árboles
que gimen en la noche y me comprenden
Me has creído inhumano y te apartas de mí
Gracias mujer por tus noches profundas
Los días nos separan y con su espada cruel
abaten el amor y su sagrado reino
Te di mi corazón No te di mi cabeza
perdóname si mis caricias ávidas
te han gastado la piel perdóname
por el roto violín de mis besos mujer.

sábado, 18 de diciembre de 2010

De su fotografía (por Rafael Adolfo Téllez)

Esta muchacha que sonríe
en el marco enlutado de su fotografía,
con una blusa fresca de encaje,
no lo sabe,
ignora que el tiempo se le ha ido,
que saldrá pronto a confundirse
con el vaho polvoriento de los carromatos
en una feria de aldea,
bajo el sol implacable del mediodía.

Esta muchacha lo olvida
y tiene aún el atrevimiento de creerse inmortal
al pie de los arroyos,
donde ha nacido hace ya mucho...,
pero un rumor de muerte circula ya en su falda
y no puedo ampararla
y yo que fui su hermano mayor no puedo ampararla.

Mirad cómo baila en mi puerta,
en la tarde,
bajo un cielo tranquilo,
al son de una música de organillo
—una música infeliz como sus sueños—.

Un instante, cuando acabe el verano,
y habrá volado hasta los márgenes del mundo,
se habrá ido a desvanecer en el centro
de ese lago, donde un hilo de luz
enlaza con los muertos.

Será solo sombra sobre el polvo dormido de las cosas.
Esta muchacha nos mira ya del otro lado del tiempo.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Quizá no he nacido (por Jorge Luis Borges)

Soy el único hombre en la tierra y acaso no hay tierra ni hombre.
Acaso un dios me engaña.
Acaso un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión.
Sueño la luna y sueño mis ojos que perciben la luna.
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago.
He soñado a Virgilio.
He soñado la colina del Gólgota y las cruces de Roma.
He soñado la geometría.
He soñado el punto, la línea, el plano y el volumen.
He soñado el amarillo, el azul y el rojo.
He soñado mi enfermiza niñez.
He soñado los mapas y los reinos y aquel duelo en el alba.
He soñado el inconcebible dolor.
He soñado mi espada.
He soñado a Elisabeth de Bohemia.
He soñado la duda y la certidumbre.
He soñado el día de ayer.
Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido.
Acaso sueño haber soñado.
Siento un poco de frío, un poco de miedo.
Sobre el Danubio está la noche.
Seguiré soñando a Descartes y a la fe de sus padres.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Somos todos (por Abelardo Vicioso)

No soy yo, somos todos los que ardemos
con los corazones en la boca, mordiendo
sus tejidos hasta la sangre.

Somos todos los que bailamos la melancolía
y ascendemos la definitiva tristeza
con la sonrisa pintada en los labios.

No lo neguéis, hay que decirlo, no soy yo sólo.
Sería muy fácil desaparecer. Ya estaría hundido
dos metros debajo de las pisadas de los hombres.

Todos me acompañarais cuando viajo a la luz
de difíciles días, sumido en la penumbra
de las calles desiertas, o en las alcobas tristes
donde pone la muerte su ojo cada día.

Si también me acompañarais a cantar el amor,
a lucir nuestra bandera como un traje de fiesta,
a limpiar nuestras calles con la nueva llovizna
lanzada desde abajo en hermosa parábola.

No soy yo, somos todos los que vamos a morir
de espaldas, lentamente y sin lenguas,
sin ojos ya, con íntimo cansancio.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Comprendo que mi tristeza no frenará la hierba (por Wislawa Szymborska)

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada les pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido lo suficiente
como para recordar desde lejos.

martes, 14 de diciembre de 2010

Con qué objetivo ardemos (por Saiz de Marco)

con vivir y morir
qué fuego alimentamos

qué turbina movemos

con nuestra vidamuerte
qué émbolo propulsamos

con vivir y morir
a qué causa servimos
qué engranaje activamos

a qué motor transferimos
viviendo y muriendo
nuestra pequeña fuerza

a qué máquina damos
al vivir y al morir
nuestra escasa energía
-ésa que generamos con nuestra combustión-

tal vez si lo supiéramos
si el motor nos dijera
si él mismo declarara para qué le servimos
-cuál es su fin
su meta
qué utilidad reporta
para qué nos quemamos
por qué nos consumimos
con qué objetivo ardemos-
nos agradaría entonces darle lo que nos pide
con gusto llevaríamos ser su fuerza motriz

lunes, 13 de diciembre de 2010

Y ahora estoy aquí (por Walt Whitman)

Ha llegado la hora de que me explique; pongámonos de pie.
Me despojo de lo conocido
y me lanzo con todos los hombres y mujeres hacia lo desconocido.
El reloj indica los instantes, pero ¿qué indica la eternidad?

Hemos agotado ya trillones de inviernos y estíos, pero nos quedan aún otros trillones de trillones.
Los nacimientos nos han traído riqueza y variedad,
y otros nacimientos nos traerán más riqueza y variedad.
No llamo a ninguno grande ni pequeño,
quien ha llenado su tiempo y su lugar es igual a otro cualquiera.
¿Ha sido la humanidad cruel o celosa para con vosotros, hermanas y hermanos míos?
Lo siento por ti, no ha sido cruel ni celosa para conmigo:
todo ha sido bueno conmigo, no tengo motivos de queja
(¿Qué utilidad habría en quejarme?)

Soy el apogeo de las cosas logradas y contengo las cosas que
serán.
Mucho tiempo estuve en brazos de las tinieblas. Mucho tiempo.
Inmensa fue la gestación de mi ser,
fieles y cariñosos los brazos que me ayudaron.
Los ciclos transportaron a mi cuna, remando sin cesar como
alegres barqueros;
para darme paso, las estrellas se apartaron de sus órbitas, y enviaron su influencia para que cuidase de lo que había de recibirme.
Antes de que yo naciera de mi madre, generaciones enteras
me guiaron,
mi embrión nunca estuvo adormecido, nada pudo oprimirlo.
Por él la nebulosa se condensó en un astro,
los lentos estratos se acumularon para que reposara en ellos,
una gigantesca vegetación le dio alimento,
saurios monstruosos le transportaron en sus fauces y lo depositaron dulcemente.
Todas las fuerzas elementales trabajaron sin cesar para moldearme y deleitarme,
y ahora estoy aquí, en pie, con mi alma robusta.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Soy animal de fondo (por Juan Ramón Jiménez)

"En el fondo de aire" (dije) "estoy" (dije),
"soy animal de fondo de aire" (sobre tierra),
ahora sobre mar; pasado, como el aire, por un sol
que es carbón allá arriba, mi fuera, y me ilumina
con su carbón el ámbito segundo destinado.
Pero tú, dios, también estás en este fondo
y a esta luz ves, venida de otro astro;
tú estás y eres
lo grande y lo pequeño que yo soy,
en una proporción que es ésta mía,
infinita hacia un fondo que es el pozo sagrado de mí mismo.
Y en este pozo estabas antes tú
con la flor, con la golondrina, el toro
y el agua; con la aurora
en un llegar carmín de vida renovada;
con el poniente, en un huir de oro de gloria.
En este pozo diario estabas tú conmigo,
conmigo niño, joven, mayor, y yo me ahogaba
sin saberte, me ahogaba sin pensar en ti.
Este pozo que era, sólo y nada más ni menos,
que el centro de la tierra y de su vida.
Y tú eras en el pozo mágico el destino
de todos los destinos de la sensualidad hermosa
que sabe que el gozar en plenitud
de conciencia amadora,
es la virtud mayor que nos trasciende
Lo eras para hacerme pensar que tú eras tú,
para hacerme sentir que yo era tú,
para hacerme gozar que tú eras yo,
para hacerme gritar que yo era yo
en el fondo de aire en donde estoy,
donde soy animal de fondo de aire
con alas que no vuelan en el aire,
que vuelan en la luz de la conciencia
mayor que todo el sueño
de eternidades e infinitos
que están después, sin más que ahora yo, del aire.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Ahí está, mírenlo (por Vladimira Pund)

Tengo los dedos rotos y el arpa estallada en mis notas discordantes.
Sostengo en mis manos la frágil mente con la que traté de vivir.

Pero la verdad es más cuerda que mi imagen

y mis manos más reales. No puedo más, no quiero más risas
ni enfermedades que te aten a mí.

Me voy.

No tengo más que un hatillo de dolorosos recuerdos
de jirones de mi alma remendados y remendados hasta el desuello.

Siento el dolor incomprendido,

ése al que todo el mundo pone solución con su boca sonora.
Ese dolor al que ponen linimentos de palabras amables.

Nadie lo cura.

Ahí está, mirenlo y no sientan horror ni miedo,
que a ustedes nada les pasará si se portan bien.
Si miran hacia otro lado
no les salpicará mi herida.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Rostro de los barrios aéreos de México (por Roberto Bolaño)

Rostro doloroso, escéptico, apaleado, trasnochado, rostro
sumergido en el bote de orines de las pesadillas, amargo e
imbécil,
duro como el pellejo de las ratas de Chapultepec, vanidoso
y triste, rostro en las lindes del cero, metálico por dentro,
lleno de ecos propicios a la risa, a su risa, a sus muecas
gratuitas y secretas, rostro de los barrios aéreos de México,
el rostro de Resortes


¿Te acuerdas de Resortes?
El perfecto ciudadano
Del Distrito Federal
Sus muecas atroces
Su risa atroz
Iluminan el camino de mis sueños
Cuando regreso a México
Paso a paso
Siguiendo las huellas torcidas
De las estrellas

jueves, 9 de diciembre de 2010

O de afán por las cosas (por Mario Cuenca Sandoval)

Es muy fácil pensar que uno no existe
Es muy fácil pensar la existencia sin uno
entre los pormenores de este espacio perfecto
Paseando entre objetos callados
enfrentando el silencio de los nombres
sobre las etiquetas pues las cosas inmóviles
de algún modo también son elocuentes
El lujo y el silencio son amantes
el lujo y el silencio se devoran los pechos
se muerden en los muslos uno al otro
mientras en la ventana se nos muere de frío
un viejo sin zapatos que recuerda a Jesús
si hubiera sido viejo
Qué temblor de silencio en los oídos
Los precios y los nombres nos recuerdan
que habría que llorar como leones
porque el mundo ha enfermado de puro indiferente
o de afán por las cosas que no duran
desmesurado amor por cosas que no duran
Qué temblor de neón y qué cansancio
Entre objetos con precio con alma y denominación
delimitada nítida las cosas
te preguntan tu nombre
quién es uno qué es uno
La chica de la caja (con sus ojos de cine)
la chica de la caja conoce la respuesta:
piénselo bien
usted no es más que el ticket de su compra
Repítalo tres veces
y tómese otra copa en nuestro bar

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La música en todo caso (por Fernando Pessoa)

La música, sí, la música…
Piano banal del piso de enfrente.
La música en todo caso, la música…
Aquello que viene a buscar el llanto inmanente de toda criatura humana.
Aquello que viene a torturar la calma con el deseo de una calma mejor…
La música…
Un piano allí arriba con alguien que lo toca mal.
Pero es música…
¡Ah, cuántas infancias tuve!
¿Cuántas buenas tristezas?
La música…
¡Cuántas más buenas tristezas!
Siempre la música…
El pobre piano tocado por quien no sabe tocarlo.
Pero, a pesar de todo, es música.
Ah, ahí consiguió una nota continua —una melodía racional—.
¡Racional, Dios mío!
¡Como si alguna cosa fuera racional!
¿Qué nuevos paisajes en un piano mal tocado?
¡La música!… ¡La música…!

martes, 7 de diciembre de 2010

De ejemplo y moraleja (por Ángel González)

Durante muchos siglos
la costumbre fue ésta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero —y perdonad la petulancia—
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
—ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente—
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Sólo pura mirada (por Antonio Porpetta)

Hay un niño que llega cada día
ofreciendo su mínima intemperie
sobre el claro mantel del desayuno.
Levemente se asoma
por la ventana gris de algún periódico,
sin lágrimas ni risas en su rostro:
sólo pura mirada
y un humilde cansancio de terrores
derramado en sus labios.
Viene desde muy lejos:
de las tierras del fuego y la tristeza,
de selvas y arrozales,
de campos arrasados, de montañas perdidas,
de ciudades sin nombre ni memoria
donde la muerte es sólo
una muda costumbre cotidiana.
Tal vez trae en sus manos
algún pobre juguete:
el fusil que encontró en aquella zanja
junto a un hombre dormido,
las inútiles botas de su padre,
el arrugado casco de aluminio
del hermano más alto y más valiente,
el trozo de metralla
que derrumbó su infancia en un instante.
Se sienta a nuestra mesa, quedamente,
como si no estuviera,
y contempla asombrado los terrones
de azúcar, las galletas,
la alegre redondez de las naranjas,
la taza de café, con su recuerdo
de humaredas oscuras.
Nunca nos pide nada: sólo mira
desde un viejo silencio,
con un largo paisaje de preguntas
remansado en sus párpados.
Y permanece inmóvil,
clavándonos el tiempo en su palabra
que nunca escucharemos.
Como si fuera un niño, simplemente.
Sin saber que en sus ojos
lleva la herida grande
de todo el universo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Mordemos las orillas (por José Hierro)

Nos han abandonado en medio del camino.
Entre la luz íbamos ciegos.
Somos aves de paso, nubes altas de estío,
vagabundos eternos.
Mala gente que pasa cantando por los campos.
Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos,
cantamos con el alma. Y no hay un hombre solo
que comprenda la viva razón del canto nuestro.
Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.
Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos.
Su hondo grito nos pide que muramos un poco,
como murieron todos ellos,
que vivamos deprisa, quemando locamente
la vida que ellos no vivieron.
Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces,
(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho.)
Mordemos las orillas, derribamos los puentes.
Dicen que vamos ciegos.
Pero vivimos. Llevan nuestras aguas la esencia
de las muertes y vidas de vivos y de muertos.
Ya veis si es bien alegre saber a ciencia cierta
que hemos nacido para esto.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El cuerpo que espera (por Cesare Pavese)

Este cuerpo no volverá a empezar de nuevo. Al tocar las
cuencas de sus ojos,
uno nota que un montón de tierra está más vivo,
ya que, incluso al alba, la tierra no hace sino guardar
silencio en su interior.
Pero un cadáver es un resto de demasiados despertares.

No tenemos más que esta virtud: comenzar
cada día la vida -ante la tierra,
bajo un cielo que calla-, esperando un despertar.
Se asombra alguien de que el alba implique tanto esfuerzo;
de despertar en despertar, una labor ha sido efectuada.
Pero vivimos solamente para darnos en un estremecimiento
al trabajo futuro y despertar, de una vez, la tierra.
Y alguna vez ocurre. Después vuelve a callar con nosotros.

Si al rozar aquel rostro la mano no estuviese insegura
-viva mano que siente la vida si toca-,
si de veras aquel frío no fuese otra cosa que el frío
de la tierra, en el alba que hiela la tierra,
tal vez eso sería un despertar y las cosas que callan
bajo el alba dirían todavía palabras. Pero tiembla
mi mano y entre todas las cosas se asemeja
a la mano inmóvil.
Otras veces, despertarse al alba
era un dolor seco, un jirón de luz,
pero era asimismo una liberación. La avara palabra
de la tierra era alegre, en un rápido instante,
y morir era todavía regresar a ella. Ahora, el cuerpo que

espera
es un resto de demasiados despertares y no regresa a la tierra.
Ni siquiera lo dicen los labios endurecidos.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Todo está controlado (por Chantal Maillard)

Una mujer temblorosa aprieta
el brazo de su acompañante.
Él vuelve hacia ella un rostro
tan largo como un número de serie
y dice: “El sesenta por ciento de los muertos
por accidente en carretera
son peatones”.
La mujer deja de temblar: todo está controlado.
A punto estuvo de creer que algo
anormal ocurría,
algo a lo cual debía responder
con un grito, un espasmo,
un ligero anticipo de la carne
ante la gran salida, pero no:
aquello es conocido y ya no la involucra;
le pertenece a otros. Y él añade: “Han llamado
a una ambulancia”, y ella se relaja,
su angustia la abandona:
el orden nos exime de ser libres,
de despertar en otro, de despertar por otro.
A punto estuvo de gritar, desde esa carne ajena,
pero el orden contuvo a tiempo ese delirio.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Ni siquiera (por Saiz de Marco)

La ternura mayor
al menos en tamaño
la madre dinosaurio cuidando de sus crías
nunca fue vista por los ojos de un humano
Y hubo también ternura
en felinos
en ratas
en mamúts
en bonobos
protegiendo a sus hijos
lamiéndoles su cuerpo
dándoles de mamar
(corazones latiendo
amor de madre dentro de los nidos
las cuevas
los troncos de los árboles
las madrigueras y otras guaridas subterráneas)
La ternura no fue invención de los hombres
(No
ampuloso homo sapiens
señor del gran cerebro
no es tuya la patente
no has sido tú el artífice
no has traído tú el amor a este astro descarriado

a esta esquina del cosmos)
Millones de años antes de entrar aquí nosotros
la ternura
el afecto
puros y primitivos
estaban ya inventados
Ni siquiera ese punto podemos anotarnos
Ni siquiera ese fruto es de nuestra cosecha
Ni siquiera ese hallazgo está en nuestro historial
Atribuírnoslo es
robar a otros su mérito

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Te aguardan (por Fernando Aramburu)

Conocerás la luz, el mar variable
que precede al origen y es ulterior al mundo,
las laboriosas hormigas dispersas por la senda
repitiendo el afán inútil de los hombres.
Conocerás la sed del agua y la del vino
y aquella de los cuerpos más terrible
que no querrás saciar ni acaso puedas nunca.
Conocerás la llama, la rosa y el cristal.
La dicha desde luego conocerás un poco,
suave nube sin aire que pasó
y no ha pasado, la desatada música
que es, igual que el tiempo, un artificio.
No podría olvidar las injusticias que harás y que han
de hacerte,
el grito, la pared, la muchedumbre,
las incontables horas de ajetreo
precisas cada día si quieres resolver
un ínfimo momento sosegado,
y esa noche de lluvia en que estarás muy sola.
Conocerás también la estatua, el libro,
el espejo, el relámpago y la taza,
la sangre que discurre buscando una salida,
la mosca pertinaz, la inapartable muerte
que no ha de consentir que te conozcas.
Un sueño sin piedad sabe tus días.
Números, padres, ríos, sombras, luna
–espléndido dolor– te aguardan. Nace.